Partida Rol por web

-Es una lástima que nos hayan interrumpido...- Le susurro al oído a Bethany para que los demás no puedan escucharme -Me he percatado de que tiene unos caninos prominentes- Apunto con más curiosidad que espanto -No soy especialista bucal, pero estoy seguro que si usted quiere puedo hacerle una exploración más a fondo cuando lo desee...-

 Ante la situación que nos encontramos al otro lado de la puerta me ruborice por momentos. Al parecer el doctor estaba mejor de lo que esperábamos.

- Mil disculpas señor! verá están pasando cosas muy raras en este edificio, incluso nuestras compañeras han sido atacadas, y pensamos que usted podía correr algún tipo de peligro. Es grato comprobar que no es así.

-Creo que tenemos a nuestros caballeros demasiado ocupados - digo con una pequeña sonrisa.

Por lo menos alguien se lo estaba pasando bien mientras nosotras sufríamos el ataque de lo que fuera aquello.

Suspiro y me cubro con una sábana, al estilo romano (siempre me gustó), tapando las partes pudorosas pero sin dejar nada de arriba a la imaginación. Eh, ¿quién sabe? Igual este viaje de mierda me sirve para poder tener relaciones sexuales desenfrenadas con éstas dos "pudorosas" mujeres.

Cuando abren la puerta, estoy el último del grupo, con el arcabuz bajado. Miro por encima del hombro de los demás (cosa no muy difícil... bajitos), esbozando una sonrisa al ver la escena del tipo-cuyo-nombre-no-sé y de la mujer. "Hmmm". Tío con suerte. Miro a Paul y suspiro. "Tener que compartir habitación con él... cuando el otro está con ella. ¡¡Es injusto!!".

- ¿Celebración? Aquí el único que lo está pasando bien eres tú -Gruño, sin poder evitar esbozar una sonrisa, con mis ojos puestos en la señorita que le acompaña. GRUAAAAAAAAAR. "El papanatas ése no sabe nada de sexo. Yo sí te haría disfrutar, mujer"-.

Entro en la habitación y me dirijo a la ventana, para mirar al exterior. Estoy unos segundos así, hasta que me giro y miro al tipo (George).

- Eeh... Te iba a preguntar si habías oído algo, pero está claro que no -Dirijo una nueva mirada a la mujer, de arriba abajo y suelto un ligero silbido-. Qué bien te lo montas. Voy a ver si abajo saben algo.

Salgo de la habitación, bajando las escaleras. "Es obvio que alguien nos ha mandado la nota". Me pongo en el mostrador y llamo tanto al chaval-asusta-mujeres como a su madre.

- ¿Alguien despierto? ¡Tranquilos, no soy un muerto viviente! -Estallo en carcajadas, riéndome de mi propia broma de mal gusto. Me encanta-.

-Una explicación rutinaria...-repito en un suspiro suave, intentando hacer como que me vale esa explicación y mirando a mi compañera de cuarto con la misma sonrisilla que ella.-Está bien eso de que a las damas nos toque siempre lo peor...-le comento antes de volver a mirar al caballero ocupado con la dama de cabellos de fuego.-Imagino que no querrá que le sigamos molestando...pero debería estar advertido; a alguien le ha parecido gracioso gastarnos una broma a los cuatro, de bastante mal gusto.

 Michells aparece con una vela en su mano y cara de dormido.

-Sí... ¿señor que se le ofrece? Perdone mi... expresión es que es tarde sabe... tarde.

El muchacho mira a Raymond con ojos lagañosos y surcados por orejas. Evidentemente aún no se ha podido dormir pero todas sus esperanzas de hacerlo, se han roto con la presencia del militar.

- Creo que deberíamos irnos en vista de que hemos interrumpido. - dije saliendo de la habitación en dirección a mi cuarto.

- Susana, ¿viene?

-Así que parece que está todo en orden entonces...- exclamo cuando veo que todos se encuentran en perfectas condiciones me siento aliviado después de haber escuchado el grito.

-No debemos dejarnos llevar por las supersticiones locales, venimos de un viaje muy largo, estamos cansados y los sentidos pueden jugarnos malas pasadas, si además añadimos la psicosis colectiva que inunda el ambiente en una noche tan especial... Obtenemos un cócktel poco deseado...- Añado sonriente.

-Lo mejor es que intenten descansar y disfrutar de las delicias locales- Este último comentario está dotado de un tono picaresco a la vez que miro a la joven Bethany.

Miro a mi compañera de habitación y asiento con la cabeza, mirando un momento dentro de la habitación antes de salir yo también.

-Tiene razón; será mejor que intentemos dormir. Estamos todos muy nerviosos por el ambiente y lo sucedido...-concluyo, decidiendo que eso será lo más adecuado.-Si nos disculpan, nosotras nos retiramos ya a dormir. 

Miro al muchacho, frunciendo el ceño.

- Y ahora me dirás que no te has enterado de nada. ¿Y tu madre? ¿Está despierta? ¿Os habéis levantado en algún momento de la cama? -Le atropello a preguntas, golpeando con la palma de mi mano derecha en la mesa e inclinándome hacia él-. Vamos, es urgente, responde.

Es obvio que si él no ha sido, ha debido ser su madre. Porque sino, no tiene ningún sentido. En cualquier caso... ¿Cómo se ha podido enterar quien lo ha hecho? ¿Y cómo desapareció tan rápido? Ni el hijo de la posadera se ha dado cuenta, así que aunque el "mensajero" fuese la madre y entrara en la posada... ¿cómo se enteró del ataque?

Porque... no, no encuentro ninguna explicación. TIENE que ser éso. La madre nos ha avisado y, para evitar jaleos, se ha metido de nuevo en la cama. Aunque sigue sin responder cómo se ha enterado. Nosotros estábamos al lado y no...

 Cuando las chicas comienzan a retirarse, Bethany toma la mano de Susanna. El contacto con su piel es tan gélido que la joven da un leve respingo al sentirlo.

-Señoritas... si me permiten el atrevimiento, creo que este lugar no es seguro. Creo que los gitanos nos están por pegar una visita esta noche, bien me parece que ya lo han hecho.

Mira a los ojos a la chica, de pronto es como si esos ojos la atrajeran como un imán muy cargado. Susanna halla casi imposible mirar hacia otro sitio que ese.

-Los gitanos son peligrosos: chapuceros, ladrones, malas yerbas. Por ello... me atrevo a ofreceros un alojamiento mucho mejor, por ningún precio salvo su agradecimiento.

 El joven parece realmente intrigado. Por un momento lo mira a Raymond como sopesando si está mal del coco, casi se quema con la cera de la vela mientras estudia la expresión del soldado.

-Señor, le juro que no tengo idea de lo qué me está hablando. Mi madre está durmiendo, si quiere la voy a buscar pero... no sé cuál es su problema aún no me ha dicho nada.

Mientras Raymond sigue mirando al chico y el chico a Raymond la puerta principal se abre de golpe. Una joven encapuchada, la cierra y se acerca a ellos dos. La capucha tapa su rostro. Simplemente espera ser atendida.

-Señor, debo atender a la dama, si no tiene algo que decirme...

La mano de la mujer es tan gélida que aparto la mía y me giro de golpe para mirarla, quedándome así casi irremediablemente enganchada a su mirada. Y digo casi porque había algo más importante que ocupaba mi cabeza: todo era demasiado extraño para mí, y por norma eso me permitía el lujo de la desconfianza. Aunque tuviera que dormir con un zapato en la mano y un ojo abierto, sólo quiero ir a dormir ya, ahí donde estaba.

Confesaré que sí que me había sentido tentada hasta el último momento de aceptar. La mujer tenía un magnetismo bastante imponente que transmitía con su mirada.

-No me gustaría ofenderla; sabe Dios que no es mi intención...pero no veo ningún motivo real aún para aceptar aleatoriamente una invitación de una desconocida...-titubeo un poco, como si en el proceso me estuviera arrepintiendo de cómo lo estoy diciendo.-Nuevamente, no quiero ofenderla.

Me dan ganas de agarrar al chico del pescuezo y... ¡Agh! ¡Maldito mocoso engreído e inculto! Me giro hacia el intruso, con mirada asesina. ¿Y si ha sido... ése? ¿Eh?

...

Al darme cuenta de la mirada tan descarada que le he lanzado, carraspeo y me apoyo en el mostrador, haciendo un gesto al chaval para que proceda. Miro con interés al recién llegado. ¿No era por ésta zona la gente muy supersticiosa?

- Me sorprende que vayas a atender a este recién llegado con tanta tranquilidad -comento distraídamente, sin poder evitar preguntar-. ¿No te dá miedo que sea un regresado de la tumba? Al fin y al cabo, aún es de noche. Ni siquiera le pides que muestre el rostro... Eres raro -Asiento con la cabeza. En el ejército no lo haríamos así. Si de algo no estamos seguros, comprobamos-. ¿Qué pasa? ¿De repente no crees en éso? -Me burlo, entre dientes-. Si que cambias fácil de idea, mocoso. Así no llegarás a ningún sitio.

Vuelvo a dirigir mi mirada al recién llegado. A decir verdad, yo SÍ deseo ver su cara. La nota, el mocoso y su madre durmiendo, el cómo se han enterado de que necesitaban ayuda... algo me escama. Y lo peor, es que la superstición de ésos tontos hacen que me vuelva paranoico. No sé si ha sido la llegada de éste tipo, pero no me siento seguro. "Maldita sea, debería haber bebido más".

- Hace demasiado viento, ¿se encuentra bien? -Le pregunto directamente, sin pestañear y con una leve sonrisa-.

La mujer le contesta a Raymond con un tono sereno.

-Perfecta. Gracias.

Luego se dirige hacia Michells, como si el otro hombre no existiera.

-Reservé una habitación. El carruaje se atrasó...

Michells asiente enérgicamente.

-Si señorita Zhiara... ya estoy con usted deme un minuto.

-De acuerdo -contesta la mujer. Se hace a un lado y va a tomar asiento en una de las tantas sillas del hall de entrada. Saca un libro o un cuaderno antiguo y se pone a escribir a la luz de una vela.