Partida Rol por web

Joanna aferraba con fuerza a su hijo, murmurando algo ininteligible entre sollozos mientras el niño por su parte no parecía terminar de entender por qué su madre estaba tan nerviosa. Kando corrió ladrando alegremente a saludarlo pero al saltar lo atravesó y aterrizó en el suelo. El mabari sacudió la cabeza y se sentó sobre los cuartos traseros emitiendo un sonido interrogante.

Cuando Gabrielle habló, los ojos luminosos del pequeño fantasma la miraron.

—¿Tu has hecho que se fueran las voces?—preguntó. Luego extendió la mirada a Dreren—. ¿Habéis sido vosotros? Dijisteis que erais magos como mamá, y que me protegeríais, y entonces... las volví a oír. Todo se volvió muy oscuro. ¡Tenía mucho miedo!

Se acurrucó prietamente entre los brazos de Joanna.

—De pronto me empezó a costar saber quien era, o dónde estaba, era como si estuviese desapareciendo, sólo había oscuridad y voces horribles... pero entonces me pareció empezar a oír también la voz del señor de azul. Decía que no tuviese miedo y que expulsara a las voces que sí lo daban ¡Pero yo no podía!

El niño hipó como si de pronto fuese a llorar él también ante un recuerdo aterrador.

—Pe... Pero también decía que si lo hacía podría estar con mamá. ¡Yo quería estar con mamá así que seguí esforzándome en seguir escuchándolo!—lloriqueó pasándose un antebrazo por los ojos—. Y... y empecé a recordar quien era, y las voces fueron desapareciendo. Seguía teniendo miedo porque estaba todo muy oscuro y no sabía donde  me encontraba pero empecé a ver una luz dorada muy bonita que apartaba las sombras, y corrí hacia ella y... y ahora estoy aquí ¡Y mamá está aquí!

Se le cayeron dos lagrimones por las traslúcidas mejillas y se volvió a aferrar a Joanna.

Joanna alzó la vista, os miró a todos y le costó hablar. Ella tampoco parecía comprender cómo era posible que la conciencia de su hijo hubiese resistido la abrumadora presencia del demonio durante tanto tiempo.

—Yo... lo había dado todo por perdido—dijo temblorosa—. Perdí la fe. Pero vosotros no, nunca imaginé que algo como eso pudiera obrar...

Incapaz de continuar la frase, se tapó la boca con la mano, como si reprimiese un sollozo, tras varios segundos la separó y cogió aire.

—J... jamás podré pagaros esto—suspiró con un hilillo de voz producto de la emoción porque el alma de su hijo se hubiese salvado de la aniquilación total. Acunó a Ferin entre los brazos, aún de rodillas—. Mi niño, mi cielo...

Eras vagamente consciente de que Lynn estaba reprimiendo las lágrimas de emoción. Los ojos violetas de la clériga brillaban. No necesitó decirte nada, con el apretó en el hombro entendiste perfectamente lo que pensaba: aquello era un milagro.

Gabby sonrió, emocionada.

—Yo jamás podré olvidaros —respondió Gabby—. No sabes cuánto me alegro de que las cosas no hayan acabado tan mal después de todo.

La maga bisoña sorbió los mocos y volvió a enjugarse las lágrimas antes de volverse para mirar a Dreren. Iba a hacerle un gesto de asentimiento de "buen trabajo", pero se detuvo a medio camino.

—Bendita Andraste, si estás hecho un asco.

Le dedicó un gesto de circunstancias a Lynn antes de acercarse a Dreren. Lo cierto es que el combate la había dejado seca de maná, y no podía haberlo curado antes. Pero empezaba a volver a notar el poder recuperándose dentro de si. Hizo acopio de las exiguas energías que le quedaban para canalizarlas hacia Dreren.

Spameo curas a él y a quien le quede heridas según me vaya volviendo el maná para dejar a todos sanos.

No estaba seguro si alegrarse era la mejor opción para la escena singular que estaba presenciando. En los últimos días había visto demasiados momentos únicos, aunque admitía que dos fantasmas, madre e hijo abrazados era algo que no podía haber imaginado.

Algunos vínculos van más allá de la vida y la muerte, el amor de una madre tal vez sea el más fuerte de ellos. Solo pensar en ese vínculo le hacía sentirse peor. Un monstruo aun perduraba en ese lugar y vería su rostro en cada reflejo y en cada momento que empuñase un arma..

Pero por encima de todo quería salir de ese maldito lugar. Incluso en aparente tranquilidad le traía demasiados malos recuerdos.

- No pretendo ser descortés ni parar este momento de amor maternal, pero creo que hay un ser perruno del que sería buena idea despedirse. Dudo que se haya podido tener un guardián mas bueno y leal que este simpático mabari. Os va a echar mucho de menos. -

- Bien hecho Ferin, sabía que eras un valiente y un hueso duro de roer.

 El apoyo de Gabriele era como la posibilidad de un segundo aliento, un aliento que no le quemase la garganta con la temperatura de su propia sangre. Me limpié los labios con el dorso de la mano aún sentado y miré al mabari, curioso ante las palabras de Sion.

 Hemos cumplido nuestra palabra. ¿No? Supongo que eso es lo que importa.

 Había muchas cosas que podían corromperse, pero también había "luces doradas" que se presentaban ante el camino. No intenté ponerme en pie, quería descansar hasta que todo aquello terminase, aunque después de que las heridas fuesen cerrandose, la necesidad de descansar era superflua.

 Llevé la diestra hasta la cabecita de Wish y hundí la yema del dedo índice en ella acariciandole. Aquello, a pesar del asesinato de un niño por las razones que fueran, había sido en lo razonable, también algo positivo. Como grupo, algunos de ellos estarían más unidos y podrían mejorar en su empresa actual, podrían llegar más lejos y saber hasta que punto estaba cada uno dispuesto a llegar.

 Me quedé mirando a Gabrielle en el ejercicio de su responsable poder, en silencio, con cierto misticismo pero sobretodo seriedad fría.

—¿D... Despedirse por qué?—lloriqueó Ferin que aun seguía agarrado a su madre—. ¿Kando se va? ¡No! ¡Ya no estoy enfadado con él!

El perro ladró, se acercó moviendo la corta cola y se puso a darle lametones... al aire. Bueno, en realidad pretendía lamerle la cara al niño, pero no pudo.

Joanna por su parte apretó los labios en una fina línea con gesto martirizado.

Gabrielle miró preocupada e instintivamente a Sion, como si esperase que se fuera a abalanzar sobre el mabari para asesinarlo y así terminar con el problema.

—Kando no os puede seguir allí dónde vais, cariño —le dijo Gabrielle a Ferin, avanzando y poniéndose en cuclillas para ponerse a su altura—. ¿Qué te gustaría que hiciéramos con él?

Tenía entendido que los mabaris elegían a su amo, y no al revés, pero suponía que el perro estaría bien cuidado con las hermanas en la capilla.

—¿Por qué no?—gimoteó el niño tras un conmovedor silencio. Luego miró a Joanna—. ¿Adónde vamos mamá? ¡Ya no hay monstruos! ¡Podemos quedarnos en casa!

Lynn se secó un ojo con el dorso de la mano disimuladamente, luego se cubrió la boca con esa misma mano y miró en otra dirección.

Gabby se mordió el labio y no respondió. Miró a Joanna: era ella quien tenía que decir a su hijo lo que ocurría.

Joanna estrechó a Ferin entre los brazos mientras las silenciosas lágrimas le corrían por las mejillas.

—Soy la peor madre del mundo. Todo esto es culpa mía... —sollozó acariciando el cabello a su hijo—. Mi niño, perdóname... perdóname...

Tragó saliva antes de poder seguir. La voz del fantasma era suave y con eco, el tono lastimero con el que hablaba sólo le daba un efecto más conmovedor aún. Aquella escena era agridulce.

—Tenemos que irnos, tesoro mío. Esta ya no es nuestra casa, ya no podemos estar aquí. Papá nos está esperando en un sitio mucho más bonito pero Kando aún no puede ir... vendrá pasado un tiempo y podrás jugar con él.

Joanna era incapaz de ser más explícita teniendo tanta culpabilidad dentro de si. Sus ojos luminosos parpadearon y volvieron a mirar a Gabrielle.

—Yo... todo lo que he hecho. Las cosas que he dicho del Hacedor—gimió—. ¿Crees... crees que puedo de verdad ser perdonada? ¿Que puedo... cruzar junto a mi hijo?

Gabby inspiró profundamente y miró de reojo a Lynn durante un instante. Al fin y al cabo ella era la sacerdotisa. Pero, al fin y al cabo, Joanna le había preguntado a ella directamente. No sabía cuál era la posición de la Capilla al respecto, así que respondió desde el corazón.

—Creo... creo que el Hacedor es bondad y misericordia. Y que perdona incluso a aquellos que han errado su camino. Sólo... entrégate a él, en corazón y alma, y estoy segura él te entregará su perdón en su bondad y su grandeza. Lo que ha pasado hoy, con tu hijo, ha sido un auténtico milagro. ¿Qué más pruebas necesitas?

Ferin se puso a llorar, tal vez porque seguía queriendo llevarse a su perro donde quiera que fuera, o tal vez porque simplemente no quería irse a otro sitio que no fuera su casa... pero su casa ya no estaba. Joanna lo acunó de modo que apenas se oían los suaves sollozos del niño.

—La... vida pone muchos retos a las buenas personas—dijo la antigua maga con voz contenida—. Personas buenas como tú pueden terminar viéndose arrastradas a hacer cosas horribles, por muy nobles que sean sus intenciones. Yo era como tú, y...

Suspiró y se puso de pie con su hijo todavía en brazos, del cual sólo veíais un ojito luminoso observándoos de reojo, refugiado en el pecho de su madre.

—Espero que jamás tengas que tomar una decisión como la que yo tuve que tomar—añadió Joanna—. Nadie debería verse arrastrado a eso.

Kando soltó un gañido y se acercó con las orejas gachas a Joanna, como si no supiera "qué ha hecho mal". La mujer lo miró con tristeza, leyendo algo en los ojos del animal. Luego, os volvió a mirar a vosotros.

—Los mabaris... eligen a sus dueños. Cuidad de él, por favor...

Estrechó a su hijo con fuerza, y pronto visteis cómo sus siluetas volvían a tornarse difusas hasta desaparecer... en medio de una nube de lúcilos que se esparcieron por el patio como un millar de luciérnagas.

El silencio volvió a reinar.

Gabrielle suspiró sonoramente. Al final todo había acabado. Con un final agridulce, pero al menos habrían salvado a mucha gente de aquello. Con un gesto triste, se arrodilló junto al mabari y le acarició el lomo. El pobre animal parecía desconsolado por la muerte de Ferin.

—Bueno chico, ¿qué quieres hacer ahora? ¿Quieres que te dejemos en la Capilla o prefieres venirte con nosotros?

" -  Espero que jamás tengas que tomar una decisión como la que yo tuve que tomar. Nadie debería verse arrastrado a eso. "

Nadie era un nombre bueno para Sion, esa persona anónima que toma decisiones impensables para otros. Resultaba irónico darse cuenta al final que tenía mucho en común con esa madre desesperada, aunque sus caminos y sus errores fueran en otra dirección.

Aquello no era un final feliz como los cuentos para críos, pero al menos no era el peor de todos. Poco importaba los esfuerzos que hiciera para olvidarlo.

Se puso en cuclillas un momento cerca del mago, esos hechizos sanadores le habían devuelto algo de color al rostro, aunque las manchas de sangre y el combate seguían estropeando la túnica y en general el porte del muchacho.

Bajo la voz, pero cualquiera con el oido atento podría escuchar sus palabras.

- Deberías hablar con Lynn, al ritmo que vamos tal vez no dispongas de otra oportunidad. -

Volvio a estirarse crujiendo los músculos del cuello, necesitaba un baño, un trago y un milagro. Pero de momento tenía ciertos asuntos pendientes que requerían su atención.

- Si me disculpais tengo una cuenta que saldar con cierto perro, jamones y una pelota para jugar. Algunos necesitais un rato solos. -

Parto para donde compramos los suministros del viaje.

Derek no tuvo tiempo de sentirse ignorado por su hermana, pues la escena que ante él tenía lugar le había dejado perplejo. Después de varios años inmerso en un entorno militar, olvidada la ternura por necesidad y sólo recordada en sueños, el amor entre una madre y su hijo, tan fuerte que superaba a la muerte, hizo que algo se rompiera dentro de él. Quizá fuese la coraza que había estado usando para soportar los años de privación afectiva, la separación de su hermana y sus dudas y reproches interiores. De cualquier manera, a aquel aprendiz de templario adusto y frío le rodaron lágrimas por las mejillas y se le arrugó la barbilla.

¿Era verdad todo lo que decía su hermana acerca del Hacedor? ¿Ahora que lo veía con sus propios ojos, podía ser verdad? ¿Podía de verdad el amor cambiar el mundo? ¿Podía él cambiar?

Kando gañó mirando los lúcilos que se dispersaban por toda la sala y soltó un par de ladridos inquietos. Miró a Gabrielle cuando ésta le preguntó y como respuesta golpeó con el hocico el cadáver de Ferin, luego se enroscó en el suelo y volvió a gañir mirando a la maga.

Gabby abrió los ojos en un gesto  a medio camino entre el espanto y la compasión.

—No, Kando. Ferin está muerto, y tú estás vivo. Por mucho que nos entristezca debes.. —hizo una pausa. ¿Realmente estaba hablando con un perro? El caso es que parecía que el mabari la entendía, así que continuó—... dejarle marchar, y seguir con tu vida. Debes elegir un nuevo dueño.