Partida Rol por web

Gabby esbozó una sonrisa comprensiva.

—¿Por qué va a estar fuera de lugar la alegría? No se me ocurre mejor momento para atesorar las pequeñas cosas que nos brinda la vida que los momentos difíciles.

—Pues... —Lynn se rascó la nuca con un gracioso gesto avergonzado, roja todavía. Al final terminó por esbozarte una sonrisita de circunstancias—. Es que no me esperaba algo así. ¿Tú crees que...?

Carraspeó y manoteó el aire como rectificando al no ser capaz de terminar la pregunta, avasallada por su propia timidez. Pero entonces pareció recordar algo ya que puso un poco más seria.

—Hablando de momentos difíciles, Gabby ¿Qué piensas tú de... bueno, todo lo que ha ocurrido hoy?—preguntó—. No hago más que darle vueltas y sigo confusa. Es como si acabase de despertar de una pesadilla

Suspiró.

—No sé qué pensar.

Gabby no contestó inmediatamente, sino que meditó la respuesta. No sólo la pensó, sino que la sintió también.

—Una metáfora adecuada, teniendo en cuenta dónde combatimos a Schauron —señaló la maga por fin—. No estábamos exactamente en el Velo, pero se le parecía lo suficiente. En el Velo, la emoción lo gobierna todo, y el miedo de Schaudaron cubría aquel desgarrón como un miasma. Aunque lo hayamos abandonado, es normal que el horror aún tire de cada fibra de tu cuerpo.

Ella misma lo sentía aún, ahora que Astucia se había alejado de ella. Pero sabía que su amiga no se refería exactamente a eso.

—Los magos nos enfrentamos a esto durante toda nuestra vida, y ni siquiera una minuciosa formación en los Círculos nos hace invencibles. Ni siquiera Uldred pudo, pese a ser un mago de mucha habilidad. Y si nosotros no podemos no veo como personas menos formadas van a conseguirlo.

Cogió aire.

—Lo que hizo Sion fue un acto de cobardía, el miedo nos puede obligar a hacer cosas horribles en aras de la supervivencia. Schaudaron lo derrotó en última instancia, aunque ello supusiera su regreso al Velo —hizo una pausa—. Que tuviese miedo, que pensase que era la única salida, que Schaudaron lo sometiera... nada de eso excusa su crimen. Que el Hacedor perdone sus pecados, porque yo soy incapaz.

La mirada de Lynn se apagó un poco.

—Me duele oírte decir eso, Gabby...—admitió—. Nunca imaginé que lo oiría de ti precisamente.

Suspiró y se quedó unos segundos pensativa.

—Es decir, hizo algo horrible, mató a un niño. Eso no va a cambiar... pero tú siempre has sido capaz de ver el lado bueno hasta en gentuza como Cassidy. Me apena verte incapaz—dijo—. Aunque también es verdad que es como si ese hombre se hubiese quedado estancado en la Ruina. Que hayamos vivido cosas horribles no es razón para olvidarnos de ser personas de nuevo. ¡Por muy duro que sea alguien, algo así tiene que marcarte! Y yo aún no le he visto ni poner mala cara.

Se encogió de hombros con gesto desconcertado.

—No creo que sea un miserable sin remedio pero es que a veces hace cosas buenas y otras hace barbaridades, es como si le importasen un ardite los sentimientos, los valores... toma el camino rápido sin más. ¡N-No se pueden tomar decisiones tan drásticas y quedarse como si nada! Bueno, yo no podría...

—Cassidy era un cretino y un arrogante. Eso son defectos excusables. Nadie es perfecto. Yo no lo soy. Pero Sion ha matado un niño. Hay valores inalienables y crímenes que deberían estar por encima de las culturas, de las religiones, de las opiniones y de las "excusas".

Suspiró.

—No estoy entrando a juzgar a Sion, como persona. Sólo juzgo un acto muy concreto y las circunstancias en las que se produjo. Y no puedo sino condenarlo y denostarlo. Me hice sanadora para salvar vidas. Ese... acto de violencia gratuita, contra un niño inocente, es todo contra he luchado y vivido todos estos años —se restregó el rostro con la mano y luego la dejó caer de nuevo sobre el regazo—. O puede ser que simplemente esté muy cansada. Siendo el tostón que te he dado. Supongo que eres la única persona del campamento con la que puedo hablar libremente.

Lynn esbozó una sonrisa cansada y te frotó un brazo.

—Yo me refería a que no sé qué pensar de él como persona, Gabby... En cuanto al acto en sí, estamos de acuerdo: no es excusable—dijo—. En todo caso perdóname tú a mí por recordártelo.

Te pellizcó un carrillo para sacarte un colorete y retiró la mano.

—Y eso que has sido tú la que ha empezado alegrándome la tarde...

Gabby esbozó media sonrisa.

—Supongo que no se me da tan bien como a Leliana eso de animar a la gente. Pero estoy en ello —se peinó los rizos hacia atrás, pero ellos decidieron que preferían quedarse donde estaban—. ¿Sabes lo que nos puede animar? ¡Zamparnos un par de galletas! Dreren ha traído de Lothering.

—¿Dreren ha traído galletas?—Lynn rió entre dientes—. Me estás tomando el pelo. No me lo imagino yendo a Lothering sólo a por galletas.

Se le diluyó un poco la sonrisa en algo más comprensivo.

—Imagino que habrá ido a la capilla. Conociéndoos a los dos, tu no serías capaz de ir ahora.

—No te equivocas. Necesitaba descansar un poco, tomar el aire y poner en orden mis ideas. No estaba preparada para dar más malas noticas a buena gente.

—Nunca se está preparada para algo como eso—Lynn te dió unas palmaditas en el hombro pero entonces puso cara rara y se llevo las dos manos a la cabeza—. Ay... Otra vez. Hacedor, qué desagradable. ¡Me entran hasta sudores!

Estuvo unos segundos así y cuando pareció pasársele el mareo suspiró con alivio y te miró.

—No sé si me atrevo a salir de aquí ahora, Gabby—confesó—. Por apetecibles que sean las galletas no quiero que me de uno de estos afuera. Ya bastante la nota debí dar en la granja como para caerme y que se me quede ahora la etiqueta de protegida del grupo.

Suspiró dramáticamente con expresión algo fastidiada. O quizá indecisa.

—Aunque tambien me gustaría poder hacer algo útil como seguramente andaréis haciendo todos ahi fuera... Pero no se me ocurre nada.

Gabby puso un gesto pensativo, pero se le escapó una sonrisa pilla.

—Pues ahora que lo dices, me vendría bien que me grabaras alguna runa que otra...

A Lynn se le iluminó la expresión.

—¡Es verdad!—exclamó—. Hacedor, de eso sí que tengo ganas. ¿Te enseñó tu espíritu algún patrón que me puedas enseñar tú a mí?

—De hecho, sí. Déjame papel y pluma para que te dibuje la runa y luego te cuento todos los detalles.

Gabrielle dibujó una recta en el pergamino.

—Algiz...—dibujó el segundo, tercer y cuarto trazo, como le había enseñado Astucia—. ¿Lo tienes?

Lynn miró concienzudamente los trazos, seguramente descubriendo algún que otro detalle en ellos que a ti se te escapaba al no estar familiarizada con los grabados, y repasó un par de veces el dibujo con en el dedo murmurando algo para si misma. Despacio, en una y otra dirección.

—A-l-g-i-z—respondió pensativa mientras volvía a repasar el primero con el dedo—. Vale, creo que lo tengo. Los dibujos con sólo rectas son sencillos. No... No debería costarme grabarlo bien.

Tragó saliva imperceptiblemente, dejando en evidencia que sonaba más convencida de lo que realmente estaba. Conociéndola, tenías lacerteza de que debía estar algo nerviosa. Cogió el estuche con el estilete de lirio que le habíais comprado pero entonces se mordió el labio inferior al recordar algo.

—¡Ay! El saquillo de lirio.

—¿Qué pasa?

—¿Cómo que qué pasa?—Lynn se encogió de hombros—. Pues que se lo tiré a tu hermano para que embadurnase su espada y pudiera hacerle daño a ese demonio.

Gabrielle miró a su amiga a los ojos durante varios latidos de corazón.

—Pero tienes otro saquillo —señaló.

Lynn arqueó las cejas.

—¿Eh?—parpadeó desconcertada—. ¡Ah!, sí. Ese saquillo me lo dio Greagoir, no debería...

Sacudió la cabeza.

—¡Argh! ¡Al cuerno!—concluyó, incapaz de contener sus propias ganas—. Supongo que una runa no gastará gran cosa.

—¿El Caballero Comandante? —preguntó Gabby, pensando que no era el tipo de persona con el que uno se tomaba las familiaridades de llamarlo por su nombre de pila—. ¿Por qué te dio un saquito de lirio?

Lynn se puso colorada.

—Ehr... sí—respondió con el gesto de circunstancia de alguien a quien acaban de corregirle una falta de principiante o algo—. El Caballero Comandante.

Carraspeó diplomáticamente y se llevó un mechón de pelo suelto detrás de la oreja.

—Bueno, te recuerdo que estamos siguiendo a una apóstata—se encogió de hombros—. No vamos a hacerlo sólo a base de preguntar, ¿no? Los templarios saben cómo seguir a un mago a la fuga.