Partida Rol por web

—No fue un ataque —aclaró Gabrielle—. No era su intención causarte dolor. Creo que simplemente, estáis conectados. Como lo estaban Andraste y Shartan. Literalmente. De alguna manera, tú sientes lo que sintió Andraste, y él siente lo que sintió Shartan. O esa es, al menos, mi teoría.

—¿No? Pues yo no lo tengo tan claro, por su culpa estoy encerrada en esa gema. No me fío de él—Allure se cruzó de brazos—. Y tú tampoco deberías creerte todo lo que dice, querida.

Hizo una pausa y tras tres segundos de silencio en los que pareció estar dando marcha atrás mentalmente, cayó en la cuenta de algo.

—Espera, ¿acabas de asociarme a mí con vuestra profetisa?—dijo frunciendo las cejas con un gesto extrañado tan expresivo que de no ser por la congoja que sentías te habría causado gracia—. Según medio Thedas deberías explotar en llamas por decir algo como eso, encanto. De hecho, pensaba que tú también lo creías.

—El demonio te sigue, ¿no?—preguntó Alexei retóricamente—. No sé de magia, ya lo he dicho muchas veces, pero es como si estuviera atado a ti, aunque ese no sea el término correcto. Respecto al engaño...

Alexei hizo una pausa recordando, quedaba todo muy lejano. Casi que parecía mentira.

—Además de un importante mago, Adrath es prestamista. Le dejó dinero a mi padre para comprar un rebaño de ovjeas pero la cosa salió mal. Como no podíamos devolverle el dinero, él me convenció para que te capturase y te llevase ante él para saldar la deuda. Eras una criminal y habías roto las normas del círculo. Además se suponía que los problemas que había tenido mi padre con el rebaño eran culpa tuya, supongo que una mentira más para que mordiera el anzuelo. Al final la verdad salió a la luz y aquí estamos.

Gabrielle se encogió de hombros.

—Que hayas sentido lo mismo que Andraste en la pira no significa que te esté relacionando directamente con ella —puntualizó Gabrielle—. Pero contestando a tu insinuación: mi fe en el Hacedor no se ve menoscabada ni un ápice porque las experiencias que viva o que haya vivido contradigan lo que la Capilla Andrastiana me enseñó cuando era una niña. La Capilla está formada por hombres y mujeres de carne y hueso, y los humanos nos equivocamos. El tiempo dirá si soy una hereje, o una loca. Pero lejos ha quedado el tiempo de creer lo que otros crean o finjan creer, yo ya no creo nada que no haya sometido antes a mi razón y a mi conciencia.

Posó la vista en el rubí.

—Háblame de esta gema y de cómo y por qué Asthan te encerró en ella.

La expresión de extrañeza en la cara de Allure se acentuó.

—No eres tan estúpida como Dreren creía—concluyó tras unos segundos de silencio—. Aunque eso no quita que la idea pueda hacer que más de un andrastiano se arranque la cabeza de indignación y la tire de una patada por un barranco.

Resopló con una mezcla de desdén y humor negro ante su propia imagen mental. Cuando le preguntaste por Asthan sin embargo se rió.

—¿"Asthan"?—dijo, pero enseguida la hilaridad se le disolvió al mencionar la gema y se cruzó otra vez de brazos—. Ya he dicho que no me gusta hablar de eso.  Es decir, no puedo hablar de eso. Así que no me gusta. ¿Por qué no se lo preguntas a él? Aunque seguramente te diga que no sabe de qué le estás hablando.

A Gabrielle le sentó mal que Dreren pensaba que era estúpida.

—No hay mayor síntoma de estupidez que la incapacidad de reconocer la inteligencia ajena —replicó, resoplando—. ¿Prefieres que utilice el nombre de Astucia? Pareces conocerle bien. Si no me puedes hablar de la gema, ¿podrías contarme al menos qué sabes de él? No parece recordar gran cosa de su pasado, o el motivo por el que ningún espíritu le reconoce y sí que le reconocen demonios.

—Sólo me hizo gracia que use otro en el Mundo Material—respondió Allure—. Claro que yo también juraría que los espíritus no pueden salir del Velo por cuenta propia. Pero eso ya lo sabías, ¿no?

De nuevo se le volvió a ir la jocosidad en cuanto mencionaste el asunto de la gema.

—Ya te lo he dicho, no puedo—gruñó más por incomodidad que por enfado—. Es decir... literalmente. Mis recuerdos se nublan si lo intento, lo único que retengo es su cara. Por eso no quiero hablar de ello. ¡Intentar hablar de algo y no poder es desagradable!

Rebulló en el sitio como si le hubiera dado un escalofrío o algo así.

—Creo que nos estamos saltando el orden... pero he perdido la cuenta de a quien le toca. Así que voy a hacerte yo una pregunta—dijo entornando los ojos en ademán especulativo—. ¿Por qué confias tanto en él y sin embargo desconfías tanto de mí?

—La confianza es algo que debe ganarse —le respondió Gabrielle con sinceridad—. Esto es verdad en nuestro mundo, pero mortal de necesidad en el Velo. Astucia ha ayudado en muchas ocasiones, no sólo a mi, sino a otras personas y sin pedir nunca nada a cambio, ni siquiera reconocimiento. Y tú no has hecho nada, aún, para ganártela. Cuando surgen los problemas, te escondes en tu gema y te desentiendes de todo.

»Siento si he sido demasiado directa, pero es así como lo siento. Nada tiene que ver tu apariencia, y tus cuernecitos, si es  eso lo que pensabas.

—Pensaba que así también empezaban las traiciones—Allure arqueó una ceja con genuina inocencia—. Teneis una forma muy rara de funcionar; haceis cosas iguales pero con resultados distintos.

Lo que más te llamó la atención fué que de nuevo no detectaste sarcasmo, aquella extrañeza era real. Aunque con tu última frase sin embargo se volvió a cruzar de brazos.

—Bueno, creo que "¿esa cosa va a venir con nosotros?", que tu amiga pretenda ordenarme que me meta dentro de la gema o que el señor de la mano en el estoque me sugiera que sea lista y le olvide significa que alguien no quiere verme fuera—refunfuñó—. ¿Te crees que es divertido estar ahí dentro? Pues no. Es aburridísimo. Pero me veis y desconfiais automáticamente. Así que creo que mi apariencia sí tiene que ver.

Formó un puchero.

—¿Por qué me voy a molestar en hacer nada si antes de que lo haga ya no queréis saber nada de mí? La única que ha venido a hablar conmigo has sido tú, y aun así tampoco te fías. ¡Es injusto!

Ayla te observó con una expresión que pretendía ser indescifrable aunque tenías la sensación de que todo aquello no la había dejado indiferente. Tenía el músculo de la mandíbula tenso, como si se estuviera forzando a mantener la calma por alguan razón. O igual simplemente era de aquel tipo de personas a las que no se les daba bien encontrar algo apropiado que decir cuando el tema de conversación se vuelve delicado.

—Se pueden atar demonios a lugares pero no a otras personas—dijo finalmente mientras fijaba la vista en un punto muy interesante de la superficie del bastón—. Al principio creí que me seguía por la misma razón por la que cualquier demonio persigue a un mago pero... No tiene sentido que salga del Velo para intentar matarme. Por eso no sé por qué lo hace.

Torció el gesto.

—Y tampoco le encuentro sentido a... —suspiró—. Es igual. En realidad pocas cosas tienen sentido a estas alturas. Ya será un milagro que medio Refugio no se arroje a tratar de cortarme la cabeza en cuanto vuelva a poner un pie allí. ¿No te has parado a pensar en eso?

—Así comienzan también las alianzas, y las grandes amistades —dijo Gabrielle frunciendo el ceño—. Escucha. Mi padre, mi madre y yo solíamos jugar a las cartas cuando yo era pequeña. Y cuando a mi madre le salía una mala mano, se las echaba a mi padre diciendo "vuelve a repartir, que han salido todas juntas". ¡Pero eso es hacer trampas! Hay que jugar el juego con las cartas que nos reparten, aunque no sean las que nosotros queremos. Ya sabes a dónde quiero llegar. Que los demás desconfíen de ti es su problema. Eres tú la que debes trabajar en ganarte la confianza de los demás, si es que de verdad te importa. ¿El primer paso? Acercarte a hablar con ellos si ellos no se acercan a ti, preguntarles qué tal están, escuchar sus problemas y tratar de ayudarles.

Que era exactamente lo que Gabrielle acababa de hacer por ella, claro.

Allure se pellizcó la barbilla y se te quedó mirando con gesto pensativo. Tan pensativo que hasta movía la cola ligeramente como si aquello acentuase el ademán.

—Suena difícil—dijo al final. Aunque entonces se inclinó hacia adelante apoyando las manos en la hierba para mirarte mejor—. ¿Entonces si les pregunto cómo están  o... si hago cosas a cambio de nada, se fiarán de mí?

—No es así de sencillo. Pero es un primer paso en la dirección correcta —asintió Gabrielle.

—Y... —Allure dudó al formular una pregunta que te resultó como poco, rara—. ¿Vas a venir más veces a hablar conmigo?

—Claro —dijo Gabrielle recuperando el gesto risueño—. Aunque puedes venir tú a hablar conmigo cuando quieras, también.

Si algo podías concluir de Allure, era que su estado de ánimo resultaba francamente cambiante. Cuando había salido de la gema casi se podía sentir frío en el aire, sin embargo, la expresión que adquirió su cara en aquel momento se te antojó bastante aproximada a la que pondría un niño al que le hubieses dado una galleta gigante.

—¡Oh! ¿Sí? ¿Cuando quiera?—respondió—. ¿Y no me vas a echar? Y... eh...

Hizo una pausa tratando de aplicar el concepto que acababas de intentar enseñarle a aquello pero parecía continuar siendo demasiado complicado para ella porque se empezó a rascar la mejilla.

—Y... ¿Y puedo pedir una cosa? ¿O tengo que ganarme tu confianza antes?—dudó. Aunque enseguida se apresuró a aclarar:—. ¡No es un trato!

—¿Te parezco el tipo de persona que echa a otra simplemente por ir a visitarla? —inquirió Gabrielle—... por muy maga que sea.

Esbozó media sonrisa.

—Puedes pedir, y trataré de concedértelo, si está en mi mano.

—No lo sé—confesó Allure encogiéndose de hombros—. Generalmente eso es lo que suele pasar cuando me acerco a alguien. Especialmente si es mago.

Carraspeó.

—Quiero que... —empezó a decir. Y entonces te diste cuenta que el tropiezo con el siguiente concepto fue descomunal. Debía de sonarle alienígena como poco pero, como lo habías mencionado tú antes, al parecer se había quedado con la copla—. Me ayudes con esto.

Miró a ambos lados como si no supiera qué señalar y luego volvió a hacer el gesto de "buscar un bolsillo delantero" que había hecho antes.

—Esto—frunció el ceño—. Sea lo que sea. Quiero saber qué es. ¡Y de donde sale! Si lo descubro igual deja de doler.

—Claro. Lo intentaré —dijo Gabrielle antes de dedicarle una sonrisa y marcharse.

Allure se levantó rápidamente para seguirte. No por nada en especial sino porque tenías la gema y tenía que ir contigo... aunque lo hizo sin decir nada como respuesta.

Cuando volviste a la hoguera para devolverle el granate a Lynn y esta vió que Allure estaba fuera, pudiste ver el miedo en la cara de tu amiga. Se cuidó de no mostrarlo pero sabías que su presencia la intimidaba y que seguramente quería que se volviera a meter en el granate pero no era capaz de hacer la sugerencia. O al menos no desde lo ocurrido en el templo de Mythal.

Allure debió notar algo raro (o quizá lo vió. Después de todo, Astucia también podía "ver" emociones) pero lo sorprendente fué que en lugar de incomodar voluntariamente a la clériga con aquello, se sentó a lo faquir y se quedó mirando curiosa la piedra en la que Lynn había estado trabajando.

—¿Qué haces?

Casi parecía que hablase más con la runa que con ella pero... ¿realmente estaba intentando averiguar cómo funcionaba lo que le habías dicho? ¿O tenía alguna treta planeada y estaba usando aquello de ventaja? Sea como fuere, a Lynn también debió sorprenderle la pregunta porque pese a que no respondió en un principio, conforme te ibas en busca de Asthan la escuchaste musitar algo a tus espaldas que debía ser una respuesta.

Allure: Amistad (+10)