Partida Rol por web

Gabby se apretó aún más contra su hermano mientras el corazón le latía desbocadamente en el pecho.

—¿Quién es ese hombre, Derek? —le preguntó, asustada—. Lleva la túnica de mago, pero no recuerdo haberle visto nunca en el Círculo.

Derek se interpuso entre Gabrielle y Emeric sin dudar. Echó mano a la espada y la desenvainó, colocándola a una distancia prudencial entre ellos y el mago. No sabía qué mosca le había picado al tal Emeric, pero no iba a dejar que insultasen a su hermana.

-¡Atrás! Tócala y te mato, ¿entendido? -Derek apretó el gesto-. ¿Qué demonios te pasa?

Emeric en un principio atrasó una pierna pero no llegó a dar el paso de retroceso, se quedó quieto. Como buen mago, no era alguien a quien la fuerza bruta le hiciera mucha gracia y más si se empleaba contra él.

—Una pregunta muy apropiada—respondió con ambas manos alzadas a ambos lados en gesto de tregua—. Porque el "demonio que me pasa" está justo delante de tus narices. ¡Estamos en el Velo, Derek! ¿No te has dado cuenta?

Señaló de nuevo con una mano a Gabrielle.

—No sé por quién se está haciendo pasar, si tu novia, tu hermana, o tu amiga, pero tiene que ser alguien que conoces, ¿verdad? ¡El caso es que no es ella! ¡No la creas! Esa cosa es un demonio disfrazado y te está intentando engañar.

—¡No! ¡No! —sollozó Gabrielle, aferrándose a su hermano como un náufrago a una tabla de madera—. ¡Soy yo! No sé quién es este hombre, pero sólo trata de alejarnos otra vez. ¡No quiero perderte de nuevo! Por favor, no se lo permitas. ¡Merecemos estar juntos!

Derek frunció el ceño y negó con la cabeza. Estuvo a punto de soltar una carcajada cruel y forzada.

-Esto no es el Velo. ¿Cómo va a serlo? Me enseñaron lo que era y no es así. Lo sabría si estuviera en el Velo, ¡me han entrenado para ello!

Miró a Gabrielle de nuevo. La idea de que fuese un demonio le parecía divertida... y también aterradora.

-Mi hermana no es ningún demonio, Emeric. No lo repitas otra vez o cumpliré mis amenazas. Tranquila, Gabby. No va a pasar nada. Yo tampoco quiero que nos vuelvan a separar.

—A ti lo único que te han enseñado del Velo es que existe—resopló Emeric como si acabases de soltar la mayor incongruencia del mundo—. A los templarios os entrenan para enfrentaros a las criaturas que puedan salir de él, ¡a los magos nos entrenan para no terminar poseídos por ellas!

Dejó caer ambas manos con un suspiro de desaliento.

—Por el Cantar, chico, da gracias al Hacedor de que eres una persona normal. Nosotros no somos como la gente de a pie; tenemos el dudoso don de ser los únicos sobre la faz del mundo capaces de distinguir cuándo estamos en el Velo y cuándo no—declaró—. ¡Llevo años caminando por él cada noche! ¿Qué motivos tengo para estar ahora inventándome cosas?

Tu velada amenaza sin embargo le hizo palidecer. Era evidente que Emeric no esperaba semejante exabrupto más que nada porque se quedó con la boca abierta (literalmente) en una oda a la perplejidad.

—D-Derek—dijo finalmente mirándote a los ojos con toda la serenidad que pudo reunir, pues se humedeció los labios—. Esto es serio. Sé que es difícil, sé que para ti esa chica es real pero debes creerme cuando te digo que no lo es. ¡No te creas sus mentiras!

Derek no iba a renunciar a Gabby tan pronto, no después de estar sin ella tanto tiempo. Se encogió de hombros ante las palabras de Emeric. Dijera lo que dijese, él confiaba en su instinto y no estaban en el Velo. Eso era una locura. Podía tocar y oler a su hermana: eso era lo que necesitaba para saber la verdad. Sin embargo, la mención a que una posible Gabrielle real sufriese daño por aquello... La sensación de poder causar daño a la persona que más amaba le hizo fruncir el ceño. No sabía si le creía, pero algo de duda brotaba en sus entrañas.

-¿Cómo lo puedo saber? ¿Cómo puedo creerte? Esto es real.

—¿Por qué haces esto? —le recriminó a Emeric—. ¿Por qué mientes de esta manera? ¡Oh, Derek, por favor, no lo escuches! Soy yo, tu Gabrielle.

La joven, aterrada ante la perspectiva de que la volvieran a separar de su hermano, se apretó aún más contra él, tan estrechamente que rallaba la impudicia.

—No... ¡no te conozco! ¡No eres del Círculo de Ferelden! Eres un impostor, un impostor y un mentiroso. Derek, yo también soy maga, ¡te juro que no estás en el Velo!

Emeric miró a Gabrielle con gesto agotado como si hubiese escuchado ese tipo de argumentos en infinidad de ocasiones, luego te miró a ti.

—Pues porque tengo mejores cosas que hacer que ponerme a decirle a un tío que no conozco que se aleje de su hermana sólo porque estoy aburrido, ¿o no?—respondió a modo de contestación para ambos. Entonces volvió a mirar a Gabrielle que se aferraba a ti—. ¿C-Cómo qué no soy de... ? ¡Tengo una carta firmada por el Primer Encantador y el Caballero Comandante en la que me mandan ir a Risco Rojo para traer a este muchacho a la torre!

Se cruzó de brazos.

—¡Mentirosa! ¡Aprovecharse de ella y de los sentimientos de su hermano es un acto ruin y despreciable!

Gabby dudó un momento.

—Eso no puede ser... ¡oh, claro que no puede ser! No hay un Primer Encantador en el Círculo de Ferelden —alzó el rostro hacia el de su hermano—, ¡es una Suprema Encantadora! ¡Estás mintiendo y te has delatado tú mismo!

Le señaló con el dedo.

—Si de verdad fueras un mago sabrías perfectamente que a los aprendices se les da una formación exhaustiva de lo que es el Velo. ¡Y esa es precisamente mi especialidad, esto no es el Velo!

Derek se llevó las manos a la cabeza, como si intentase manejar una poderosa jaqueca.

-¡Un momento! Basta ya. Me estáis... confundiendo.

Miró a Gabby. Era como recordaba, quizá más alta o menos niña. Pero olía... olía igual. Olía bien. Era suave y cariñosa. Le había dicho que no quería volver a alejarse de él. ¿Qué más podía pedir? Y sin embargo, las palabras de Emeric...

Apenas conocía al mago. No es que le tuviese aprecio, ni tan siquiera simpatía. No le había tomado en cuenta; era sólo su guía hasta la torre, la persona a la que tendría que soportar hasta llegar a Gabrielle. ¿Qué motivos tendría para hacerle esto? Parecía sincero, pero Gabrielle también. Ella decía que había una Primera Encantadora, pero...

-¿Qué ganaría Emeric haciendo esto? -le preguntó a su hermana. Luego se volvió hacia el mago-. ¿Qué ganaría ella?

—¡No lo sé, y no me importa! —se enfurruñó Gabby—. Lo único que quiero es estar contigo. ¿Por qué no podemos pensar en nosotros por una vez? ¿Es tanto pedir?

—¡Eso es ridículo!

Ante tu pregunta, Emeric se limitó a suspirar.

—Pues ganaría un puente a este mundo—respondió armándose de una paciencia que se le agotaba—. Los demonios son todos iguales; nos buscan, nos rondan, quieren ver el mundo a través de nosotros.

Derek abrió y cerró los ojos como si intentase despertar de un sueño. Ella parecía tan real... y a Emeric apenas lo conocía. No sabía qué creer. Si bien la versión de Emeric tenía sentido, Gabrielle... No podía serle desleal. No sin un último intento.

Se volvió hacia su hermana o hacia el demonio que era su hermana y la miró atentamente a los ojos, buscando sinceridad en ellos:

-¿Eres un demonio? ¿Eres Gabrielle de verdad? Dame una prueba, una prueba que pueda creer de verdad. Por favor...

Gabrielle sintió como se le estrangulaba la respiración. Tenía tal nudo en la garganta que no sólo no podía hablar, sino apenas respirar. Un río de  lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas, hasta que la joven escondió el rostro entre sus manos. Sus hombros empezaron a convulsionarse por sus sollozos. Nunca en su vida se había sentido tan desgraciada y tan sola.

—Hacedor, ¿por qué no me cree? —sollozó Gabby, dejándose caer de rodillas. Levantó un rostro suplicante y brillante por las lágrimas al de Dereck—. No sé como puedes fiarte más de un desconocido que de tu propia hermana. Por favor, no me dejes sola. 

—¡No ensucies el nombre del Hacedor!—exclamó Emeric visiblemente enfadado—. ¡Eres una criatura repugnante y cobarde!

Sacudió los puños a los lados dejando los brazos tensos.

—¡Se acabó, voy a poner fin a esta farsa! Apártate, Derek.

El rostro de Derek se congestionó en una mueca de desesperación. Al ver caer a Gabby dio un paso hacia ella. Estuvo a punto de arrodillarse junto a ella y pedirle perdón, decirle que todo iría bien. Protegerla con sus brazos, darle un beso en el pelo y cantarle algo, como cuando eran niños. El arrebato de Emeric hizo que se diera la vuelta, cambiando de opinión.

-¡No! Espera, espera... No le hagas daño... -No había envainado su espada, pero la mantenía baja. Estaba confuso y no sabía lo que hacer, pero no quería que dañasen a Gabrielle. Dudaba que fuese ella, pero tampoco estaba seguro... ¿Y si no era más que un truco? ¿Y si era la verdadera Gabby y sólo lo descubriría cuando estuviese muerta, como en una tragedia?-. Si esto es el Velo... ¿no podemos irnos? Si ella no es ella y nos marchamos, entonces... No le hagas nada, por favor. No le hagas daño...

Emeric en efecto pareció contenerse aunque seguía con cara de pocos amigos.

—Claro que podemos irnos—respondió entre ceñudo y extrañado—. Pero no esperarás que deje campar a sus anchas a un demonio que está rondando a alguien, ¿no? La próxima vez que intente engañarte no voy a estar yo para decírtelo.

—¿Por qué me abandonas? —se desesperó Gabrielle, sollozando entrecortadamente—. Tenía... tenía la esperanza de que pudiéramos estar juntos de nuevo. ¿Por qué no quieres estar conmigo, Derek? 

-Antes necesito una prueba -insistió Derek-. Enséñame que podemos salir de aquí y que esto no es real y podrás acabar con ella si de verdad es un demonio.