Partida Rol por web

Gabby se detuvo ante la aparición, conteniendo la respiración. ¿Era un espíritu o un demonio? No sabría decirlo. Si era un demonio, sería mejor acecharlo y tratar de sorprenderlo pero ¿con qué? No le habían dado ningún arma para derrotarlo. Quizá el combate no fuera físico, o tal vez debería conseguir la ayuda de un espíritu para poder vencer al demonio.

Sea como fuere, la única manera de comprobarlo era acercarse a ese muchacho luminoso. Bordeó la casa y se dirigió al columpio.

—Hola, me llamo Gabrielle. ¿Cómo te llamas tú?

Te aproximaste.

Más de cerca, y por la figura más que nada, observaste que tenía el aspecto de una persona de unos veintialgunos años, de rostro joven y afilado. Sus orejas eran alargadas y sus facciones gráciles como las de un elfo. De hehco parecía uno... solo que luminoso.

Cuando te escuchó sin embargo, no detuvo su vaivén, sólo te miró un instante. La cabeza de aquella entidad estaba coronada por una mata de cabello encrespado que le llegaba casi a la cintura y te evocó vagamente las pintas de un león (uno muy delgado) A cada balanceo, dejaba tras de si un pequeño rastro de llamitas luminosas.

—¡Hola, Gabrielle!—saludó jovialmente—. Ya sé quién eres, te estaba esperando. ¿Pero a que tú no me esperabas a mí?

Rió un poco entre dientes y aprovechó una de las idas del columpio para saltar de él y aterrizar limpiamente de pie a pocos pasos de ti. No pudiste menos que reparar en el curioso hecho de que no desprendía calor y de que pese a que emitía luminosidad, tampoco te deslumbraba.

—¿O sí... ?—añadió eetornando los ojos y tascándose la barbilla con una mano, como si quisiera estudiarte.

Tras varios segundos, pareció recordar que le habías preguntado algo.

—Aaah, nombres, nombres... Los nombres son importantes porque dicen mucho sobre la persona, pero no todo. Yo podría tener más nombres de los que nadie merece y podrían decir muchas cosas, todo y nada de mi—dijo, y entonces comenzó a enumerar de tal modo que parecía un juglar recitando una hazaña épica—. ¡Podía hablar de experiencia a una edad a la que todavía la mayoría de montañas del mundo no habían nacido! He hablado con dragones, he recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni si quiera de día, he viajado por los sueños de las personas y he oído canciones que han hecho llorar a los bardos. ¡Se me podría llamar de muchas formas!

Acabó alzando un dedo teatralmente como si hubiese terminado de presentar el inicio de una obra, aunque entonces hizo una reverencia al más puro estilo cortesano y sonrió con un brillo de picaresca en los ojos que no se te escapó.

—Pero tú puedes llamarme Astucia.

—¡Guau!

Gabrielle no pudo evitar esbozar una sonrisa y aplaudir tontamente, como una moza de taberna impresionada por la actuación afectada de un  juglar errante. Después recordó que debía ser cautelosa. ¿Y si era un demonio disfrazado tratando de encadilarla? Carraspeó.

—¿Y cómo es que me esperabas a mi, precisamente? —preguntó Gabrielle—. No he vivido nada ni lo más remotamente parecido a una aventura.

Estaba lo del Círculo, por supuesto, pero ella no había hecho nada a parte de temblar de miedo en un rincón.

—¿Oh?—Astucia levantó las dos cejas (o eso supusiste por su tono porque la verdad era difícil discernir si las tenía)—. ¿No te lo han dicho esos tíos tan serios de ahí fuera? Venga, no me lo creo.

Hizo un gesto con un brazo como si apartase un mosquito.

—Llevo mucho tiempo esperándote, ¿por qué a ti? Pues no sé, ¿por qué no a otro?—se encogió de hombros—. Ni que todos los magos tuvieran que ser héroes de renombre para que nos interesáramos en ellos...

Se dio entonces unos golpecitos en la barbilla con el índice.

—Um... eso ha sonado muy mal—meditó en voz alta. Aunque al instante manoteó el aire echando a un lado lo que acababa de decir y volvió a fijar su atención en ti—. Volviendo al tema: sabes por qué estás aquí, ¿no? Te han dicho que hay entidades del Velo rondándote y tienen razón. De hecho hay dos.

Como para enfatizar aquél hecho formó una "v" con dos dedos. Entonces de pronto dio un pequeño salto como si se hubiese acordado de algo.

—Espera... —agregó con gesto confidencial—. ¿Tú sabes distinguir a un demonio de un espíritu?

Gabby meditó la respuesta de Astucia durante unos instantes.

—Sé la teoría. Los demonios encarnan los sentimientos negativos de las personas, y los espíritus los positivos. Pero no es tan fácil como en los libros; aún no tengo claro cuál de ellos eres tú. La astucia puede ser utilizada para el bien o para el mal, para resolver los problemas de la gente o para engañarlos y hacerlos miserables.

Cruzó los brazos a la espalda.

—Así que he decidido no emitir ningún juicio sobre ti aún —miró en derredor—. ¿Quién es ese otro ente interesado en mi? ¿Dónde está?

Astucia entornó los ojos y sonrió con picardía como alguien que acaba de encontrar la solución a un acertijo que le ha estado rompiendo la cabeza durante horas.

—Muy astuta—fue la escueta respuesta—. Valga la redundancia.

Entonces se cruzó de brazos y se sentó doblando una pierna sobre la otra en... bueno, en el aire. El caso era que lo hizo con toda la naturalidad el mundo, como si allí hubiese una silla.

—Pues no lo sé—respondió a tu pregunta—. Sólo puedo sentirle, al igual que tú seguramente te sentirás observada.

Ladeó entonces la cabeza y torció el gesto.

—No tengo forma de saber ni dónde está ni qué es hasta que le vea. Menuda faena, ¿eh?—añadió—. Pero bueno, no podía ser tan fácil, ¿qué piensas hacer ahora? Porque yo tengo todo el tiempo del mundo, pero tú no.

—¿Quién te ha dicho que no tengo tiempo? —inquirió Gabrielle, sentándose en el suelo con toda la parsimonia del mundo—. ¿Sabes que en el Cantar de la Luz dice que quien que se preocupa por lo que sucederá a continuación pierde este instante en favor del siguiente, y el siguiente lo envenena con sus prejuicios?

Gabby sonrió, al fin había recordado el pasaje.

—Dime, ¿por qué te has interesado en mi, Astucia?

Astucia siguió sentado en el aire pero se giró dejando un rastro de llamitas luminosas, con lo cual continuó sentado en el aire, pero boca abajo.

Te miró con una sonrisa que podía pertenecer tanto a alguien que está observando a un pavo en espera de engorde para navidad como a alguien que está a punto de contarle a otro una trastada buenísima. Pero enseguida suavizó el gesto.

—La pregunta correcta sería: ¿te lo han dicho a ti?—respondió—. No, me temo que no lo sabes.

Giró una vez más en el aire y se quedó de nuevo al derecho sólo para estirar las piernas y posarse.

—En realidad creo que sabes demasiado poco. Yo diría incluso que ni sabes qué aspecto tienes aquí en el Velo, parece una pregunta tonta, ¿eh? Pues no ¿Crees que tienes ese aspecto? Lo tienes porque crees que lo tienes.

Como para ejemplificar aquello, giró sobre si mismo como una peonza y estalló en una nube de chispas luminosas que, a parte de no emitir sonido alguno, al disiparse dejaron a la vista no al Astucia que habías estado viendo hasta ahora, si no a otra persona muy distinta.

—¿Ves?—dijo cruzándose de brazos—. Y no sería lo primero que podría enseñarte.

No pudo parecerte menos que curioso el ver a "tu amiga Lynn" con aquél desenfadado gesto tan poco común en la tímida clériga. Por lo demás, todo era idéntico en ella; los ojos, el pelo, el rostro... incluso la voz. Sin embargo, cuando formulaste tu última pregunta, puso un brazo en jarras y con un dedo estirado de la otra, negó.

—Eso es lo que te han mandado descubrir para pasar tu Angustia—contestó—. Aunque yo te lo dijera no sabrías con certeza si soy un demonio o un espíritu. Porque eso es lo que quieres saber, ¿verdad?

Entonces sonrió y se llevó una mano al rostro con gesto confidencial como si fuese a contar un secreto muy importante.

—Aunque teniendo en cuenta que el tiempo no es una de tus bazas, te daré un consejo para encontrar la respuesta...

—¿Ahora os dedicáis a hacer números de feria antes de proponer vuestros viles tratos?

La voz interrumpió por completo la conversación. Ni era un grito, ni una amenaza, pero sí era familiar... mucho.

Giraste la cabeza y pudiste ver a tu maestra Wynne, parada a varios metros con los brazos cruzados en ademán reprobatorio y una fina arruga en su ceño mientras miraba a Astucia con cara de pocos amigos. Sólo recordabas haberle visto ese gesto cuando hablaba del difunto Teyrn Loghain.

Astucia dio un salto en el sitio, no menos sorprendido con la interrupción, y se apartó de ti.

—Vaya—dijo devolviéndole el ceño—. ¿Ahora los magos espían a sus aprendices? Creía que la Angustia se hacía sin ayuda.

Wynne puso los ojos en blanco.

—¿"Ahora"?—repitió—. Oh, por favor... ¿Cómo creéis que corroboramos si una Angustia es satisfactoria o algún demonio nos la está intentando pegar? No te hagas el tonto conmigo. Lo sabes perfectamente—luego añadió en una especie de pregunta burlona a la que Astucia acababa de hacer—. ¿Ahora os dedicáis a ofrecer una actuación gratis antes de ir al grano?

Acto seguido alzó ligeramente la barbilla.

—Y por supuesto que no estoy aquí para hacer trampas, pero que no pueda ayudarla no quiere decir que no pueda hablar con mi aprendiz de cosas que no tienen que ver con aquello que debe descubrir por sí misma.

Astucia no contestó, se quedó mirando a Wynne fijamente a los ojos con los suyos entornados, como tratando de descifrar algo.

—Confío plenamente en que es capaz de hacerlo sola—corroboró la anciana—. Pero tú has sido muy astuto esquivando el tema de lo que pasa si se toma demasiado tiempo, tiempo como el que le estás haciendo perder.

—¡Yo no le estoy haciendo perder nada!—respondió Astucia indignado—. ¡Quiero ayudarla!

Estalló literalmente en llamas luminosas pero que tampoco hicieron ruido ni emitieron calor. Volviendo a adoptar el aspecto con el que le habías visto por primera vez.

—¿Quién...  eres tú?—agregó con énfasis especial de quien no se refiere a un nombre.

Wynne simplemente se encogió de hombros y sonrió como si supiese a lo que se refería.

—¿Algo no te cuadra?

Gabby se había quedado pasmada, y asistió a la conversación con la boca semiabierta. No se esperaba que fuese a encontrarse a Wynne en el Velo. No estaba en la Sala de la Angustia y le extrañaba que Irving y Gregoir no le hubieran dado directrices si el tiempo era realmente tan vital. ¿Podía fiarse de aquella Wynne? Probablemente no. Las apariencias en el Velo eran aún más vanas que en el mundo real. Astucia se lo había demostrado. Ella quería mucho a Wynne. ¿Y si un demonio hubiera adoptado esa forma para que bajase la guardia?

Pero tampoco podía fiarse del todo de Astucia. Parecía más travieso que malicioso, pero si no le quería ningún mal, ¿por qué jugaba con ella de esa manera? Ser juguetón parecía estar en la naturaleza de aquel ente, pero si era un espíritu, ¿qué podía querer de alguien tan aburrida e insulsa como ella?

Quien que se preocupa por lo que sucederá a continuación pierde este instante en favor del siguiente, y el siguiente lo envenena con sus prejuicios... ¿Se refería su amiga a que no se precipitara en su decisión por aquella cuestión del tiempo o estaba malinterpretando su consejo? ¿Cuándo se convertiría en una maga sabia que no tuviera tantas dudas?

—A mi tampoco me cuadra —admitió Gabrielle, y le echó una mirada suplicante a su mentora—. Wynne... me parte el corazón decir esto pero... no puedo fiarme de ti. No aquí. Di lo que ibas a decir y juzgaré en consecuencia.

—Por supuesto, lo entiendo—respondió Wynne con una sonrisa algo tirante—. No he venido a decir nada, pero ese demonio te está haciendo perder el tiempo y fracasarás en tu Angustia si tardas demasiado.

Astucia se mordió la lengua destilando indignación, como si quisiera rebatir algo a toda costa y se estuviera obligando a no hacerlo.

—No me insultes—gruñó finalmente—. ¡Y cállate! ¡Tiene que encontrar la respuesta ella sola o su Angustia sí que fallará!

Entonces se fijó en tu ademán pensativo y en tu respuesta final, aquello por algún motivo lo hizo sonreír un instante. Luego retomó su actitud ceñuda y señaló a Wynne como a quien le llega el turno de hacer las acusaciones.

—¿Yo la estoy "retrasando"? Le he dicho las cosas sobre las que debe reflexionar ¿Tal vez debería preguntarte por qué tú le metes prisa?—dijo—. No me vas a engañar, no eres humana, eres... eres rara.

Bajó el dedo como si no encontrase la palabra exacta que buscaba y volvió a mirarla fijamente. Entonces de pronto abrió mucho los ojos con alarma.

—¡Oh, maldita sea!

Astucia hizo un gesto brusco hacia atrás, como si quisiera apartarse o como si quisiera ponerse en guardia pero aquello pareció también alertar a Wynne que rápidamente descruzó las manos y liberó un chispazo en forma de rayo que te deslumbró y le dio de lleno a tu acompañante.

El resultado fue una explosión de llamas luminosas que te recordaron a un enjambre de luciérnagas. Eran de hecho montones de los pequeños orbes de luz que habías visto flotando por ahí.

—Buf...

Aquello fue lo único que salió de boca de Wynne tras varios segundos. Tenía la extraña e inexplicable sensación de que Astucia seguía por allí en alguna parte. Aunque literalmente se acabase de convertir en un montón de bolitas luminosas que, de hecho, parecían arremolinarse lentamente como si buscaran "volverse a unir".

—Bueno... ahora que ese metomentodo ha dejado de molestarte, ya lo tienes más fácil—resopló—. Siempre he pensado que deberían dejarles al menos algún bastón a los aprendices a la hora de hacer la Angustia en lugar de mandarlos indefensos al Velo.

Gabby apartó las manos de la cara y contempló horrorizada a Wynne.

—¿Un... un bastón? ¿Para qué iba a necesitar utilizar la violencia para resolver un problema? Eso... es no es lo que me has enseñado. Eso no es lo que quiero hacer —echó un vistazo a los puntos de luz en los que se había convertido Astucia. Aunque no tenía muy claro si era un demonio, no podía evitar sentir pena por él—. A veces se puede vencer usando...

¿La astucia?

—... la, la inteligencia.

Wynne enarcó ambas cejas con gesto de sorpresa.

—Pues para defenderte, ¿para qué si no?—respondió—. No digo que vayas atacando a todo lo que te encuentres pero... y si te atacan a ti, ¿qué? Hay demonios que no siempre se paran a hablar, hacen las cosas por la fuerza.