Partida Rol por web

Dragones, Dioses y Dígitos

Capítulo 1. Hojas Rojas.

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05/05/2018, 05:04
Akio Takeshi

Akio se hizo a un lado ante aquella estocada. Fue una finta prodigiosa, que para muchos hombres hubiera sido un borrón salido de sus fantasías marciales, pero para las capacidades del Sylvain en realidad constituía una defensa algo mediocre y desafortunada. El humano sonrió, satisfecho de ver una ofensiva tan prodigiosa y aún así haber ganado ventaja.

— Su cuerpo...

Estiró una pierna hacia adelante y blandió su katana, aprovechando la defensa para trazar un abanico que podía atacar por diversos frentes, sin dar oportunidad a contrarrestar el golpe.

— ... impresiona tanto...

Desvió la katana, y lo que parecía un ataque hacia el pecho se desvió a las piernas, y en el último momento se convirtió en una hábil y afortunada maniobra de derribo.

— ... como su filo.

Aquel ataque era propio de un hábil luchador, capaz de enfrentarse a decenas de soldados rasos y salir victorioso, y que sin duda destrozaría cualquier estancia si combatiese en ella usando todo su potencial destructivo, pero su ofensiva seguía siendo un golpe fácil para el Sylvain en sus malos momentos.

Aquel hombre, si bien era un luchador extremadamente hábil, no hubiese tenido oportunidad alguna contra el verdadero talento marcial de Galand. Si bien en aquel momento sus golpes eran parejos a los de Galand... era comparar los mejores envites de aquel acróbata con los peores del Sylvain.


El ataque no hace daño alguno. En caso de que Galand fuese a recibir 10% de daño o más, la tirada 1d10 de Fuerza o Agilidad contra el derribo es contra 18. Si fuese a recibir 100% de daño o más, contra 21.

Galand puede deducir que la capacidad ofensiva y defensiva de Akio ronda los 150-195, y es probablemente Nivel 4-7. Si Galand utiliza Parada podrá comprobar que, efectivamente, Akio tiene Extrusión de Aura al Arma.

- Tiradas (4)
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05/05/2018, 05:44
Sophie Vasser (Mercenaria)

Tres estaciones más tarde, el Sylvain, bajo su máscara de bardo, estaba a punto de comenzar otro duelo amistoso. Era difícil para Galand utilizar toda su fuerza marcial sin descubrirse como un individuo excepcional. Sophie, a su manera, recordaba a Akio. Era un sujeto interesante, para ser humano, pero era difícil mirarla y no pensar que un ataque con toda su capacidad ofensiva podía matarla.

Y aún así, las circunstancias de Sophie incitaban a pensarlo dos veces. Por un lado, era una simple mercenaria con una historia mundana. Por otro, la capacidad marcial que exhibió frente a Akira, el cabecilla de los mercenarios que protegían la caravana, era sin duda la de una auténtica maestra marcial. Había peleado contra el mercenario como Galand peleaba contra Alain; con defensas simples y claras, pero infranqueables y siempre propias de un auténtico erudito marcial. Su contraataque, aunque quizá afortunado y motivado por su férrea defensa, lo había derribado, sólo para inmediatamente engatillarlo al cuello.

La mujer se levantó, sin peto, vistiendo una simple camisa blanca de cuello vuelto y corte masculino. Aferró su espada con la mano derecha, y encaró al bardo con en una postura de guardia.

— Siendo yo la profesional, el primer movimiento es tuyo— comentó de forma bravucona con una media sonrisa, torcida, ofreciendo el primer golpe tal y como Akio hizo hace tres estaciones.

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05/05/2018, 12:04
Galand Ul Del Verdantis

Galand vio la esquiva de Akio como una maniobra prodigiosa para un simple humano. Todos aquellos movimientos, que debían de ser un borrón para los simples campesinos, eran captados por el elfo a cámara lenta. Galand se fijó en el movimiento de sus pies, en cómo inclinaba el cuerpo, en la tensión de sus músculos al cambiar de postura. Como a un libro abierto, Galand estaba leyendo las capacidades de su oponente con inusitada facilidad.

Aprovechando la posición desfavorable de Galand, Akio se preparó para lanzar un ataque. De nuevo, y como si fuese un espectáculo en varias partes, Galand evaluó las intenciones que trataba de transmitir el guerrero con sus ataques. Primero parecía que iba a por el pecho, por lo que Galand comenzó a interponer su espada. Pero la pericia de Akio iba más allá y lo que parecía un sencillo contraataque se convirtió en un derribo, apuntado a sus piernas.

Llegado a aquel momento, Galand tenía varias posibilidades. Usar su habilidad verdadera o incluso su barrera absoluta. Sin embargo, aquellas opciones eran desproporcionadas en la mente de Galand. No había deshonor en perder contra aquel oponente. Si quería ser consistente con la habilidad que había mostrado hasta ahora, el elfo debía encajar aquel ataque y ser derrotado.

Todavía limitando su habilidad, Galand trató de bloquear el ataque con su propia espada, siguiendo el arco que había comenzado a trazar con su negro filo.

El ataque de Akio dio en el blanco, rozando el negro filo de Salarael hasta llegar a su destino. Mientras las chispas azuladas danzaban en el aire, Galand cayó derribado al suelo.

- Sois… - comenzó a decir Galand con cierta dificultad - la de un hombre que acababa de ser derribado en combate -. Sois digno de empuñar una gran espada, Takeshi-dono.

 


 

Meses más tarde, en la azotea de aquella posada, Galand se encontraba listo para afrontar un nuevo duelo amistoso. En aquella ocasión, el elfo llevaba su apariencia de bardo. Portaba un sencillo estoque, completamente ordinario. Al ver el equipamiento de Sophie, decidió quitarse la gabardina armada y dejarla sobre una de las sillas que poblaban la azotea.

Galand bajó su espada, dejando la punta del filo a escasos centímetros del suelo. En esta posición, paseó por la azotea, trazando un círculo alrededor de Sophie.

La evaluaba, reflexionando sobre lo que había en el duelo contra Akira. Era difícil medir el potencial de alguien sin cruzar espadas, pero el elfo tenía la sensación de que Sophie era una excelente esgrimista.

Debido a su máscara, los humanos que lo retaban acostumbraban a ofrecerle el primer golpe. Se pensaban que le hacían un favor, permitiéndole atacar primero para chocar contra una férrea defensa.

Pero, ¿qué habilidad debía aparentar frente a Sophie? ¿Encontraría jamás a un rival de su habilidad al que no tuviese que matar?

Había algo en la bravuconería de Sophie, sin embargo, que despertó el ansia de Galand de demostrar de lo que era capaz.

- Espero que no te arrepientas de esto, Sophie - dijo Galand con una sonrisa mientras se lanzaba al ataque.

Los movimientos de Galand fueron repentinos, vertiginosos y difíciles de seguir. Se despegó del suelo, casi como si volase, y lanzó una estocada que punzó el aire con un melódico sonido.

¿Su objetivo? Demostrar a Sophie que había gente más habilidosa que ella.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Defiendo del contraataque con la misma habilidad de parada que usé en el ataque: 130 + 10. El resultado, descontando la absorción natural (no llevo armadura), es de 30% de daño. Hago la tirada con Fuerza, que le pega más a esta versión del Artesano.

 

Para el ataque contra Sophie, aprovechando que el Estoque es un arma Precisa, voy a hacer una maniobra de Engatillar. Mi HA se reduce con ello a 200. No la voy a reducir más de forma voluntaria.

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06/05/2018, 07:48
Sophie Vasser (Mercenaria)

Sophie parecía divertida, sonriendo mientras Galand la tanteaba en círculos. Sin embargo, su rostro se volvió serio, visiblemente sorprendido, cuando el bardo despegó los pies del suelo y, cual céfiro, lanzó su estocada al cuello.

Mierda— espetó la mercenaria.

La mujer giró la muñeca torciendo los dedos, volteando su espada a una velocidad que el ojo humano encontraría difícil de seguir. El acero se convirtió en un borrón difuso, barriendo el aire hasta encontrarse justo con la punta del estoque de Galand, desviándolo con relativa sencillez. Pequeñas chispas de energía brotaron del entrechoque de las armas.

Los ojos de Sophie miraban directamente a los del bardo. Parecían cargados de una agresividad tensa y fría, desafiándole a la par que midiendo fuerzas, como si aquello hubiese dejado de ser un juego.

Aprovechando el quiebro en la posición de combate del bardo, la mercenaria volvió a voltear su muñeca, ladeándose ligeramente mientras lanzaba un golpe de oportunidad desde el lateral tras haber apartado la espada de su rival. Dos golpes más, en menos de tres segundos, trataron de forzar las defensas del Sylvain a base de acoso y derribo, provocando que un par de mesas terminasen volcadas, una de ellas con una pata rebanada con un corte limpio.

Aquella ofensiva literalmente hubiese partido en cuatro a un combatiente experimentado como Akira, pero no debía suponer más que daños superficiales para Galand, si tan siquiera llegaba a cortarle la piel. Pero eso no la cambiaba la realidad. El hecho de que Sophie utilizase semejante fuerza bruta contra el bardo llevaba a plantearse dos cosas; Quién era esa mujer, y hasta qué punto confiaba en la habilidad marcial del bardo o simplemente no le importaba matarlo.


Te sopla 3 ataques con Habilidad Final 227, 276 y 237.

- Tiradas (4)
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07/05/2018, 23:49
Galand Ul Del Verdantis

Cuando la punta del estoque de Galand chocó con el acero de Sophie, un alegre canto metálico sonó en los oídos del elfo.

Oh, la bella melodía de la batalla.

Con gracia y fluidez, Galand dejó que la férrea y vertiginosa defensa de la guerrera dirigiese su estoque hacia la derecha.

Los ojos de ambos se cruzaron, y Galand pudo ver unos matices que, hasta aquel momento, no había visto en Sophie. Su agresividad, su frialdad… resultaban alarmantemente inspiradoras. Galand no estaba cruzando espadas con una cualquiera.

Aunque para la mujer aquello había dejado de ser un juego, Galand esbozó una sincera sonrisa de diversión.

Y entonces vino el contraataque. Aprovechando la defensa abierta en un lateral, Sophie proyectó su espada en un tajo que habría partido en dos a un hombre cualquiera. Por fortuna, Galand no era siquiera un hombre.

Galand dio un fuerte pisotón y giró sobre sí mismo mientras tensaba el brazo con el que empuñaba el estoque. Los filos se besaron con una nueva nota metálica, y una nube de chispas azuladas. El filo de Sophie se deslizó sobre la hoja del estoque, sin detenerse. Y cuando el elfo pensaba que iba a tener un respiro, la guerrera acometió de nuevo.

La última defensa del elfo había sido rápida y precisa, pero las acometidas repetidas de Sophie prometían acabar con sus defensas.

Decidido a no revelar todas sus cartas, Galand trató de interponer de nuevo el estoque. Sin embargo, el tajo de Sophie fue demasiado rápido, y demasiado brutal. Con su ataque, la guerrera abrió un corte en el torso del elfo, al mismo tiempo que derribaba un par de mesas a su alrededor.

La mente del Sylvain evaluó los daños a toda velocidad, sin que la sonrisa de diversión se borrase de su rostro. Con un salto trató de echarse hacia atrás, pero ahí estaba de nuevo la espada de Sophie.

La maltrecha guardia del elfo se resintió de nuevo, y el acero de Sophie besó de nuevo su piel. Esta vez, un rasguño en el brazo.

Retirándose hacia atrás, el elfo alzó el filo de su estoque, poniéndose en guardia. Había tratado de pavonearse con la guerrera, pensando que era menos capaz de lo que era. Y había salido escaldado, sin duda alguna…

- Parece que he mordido más de lo que puedo masticar con esta espada - admitió, con tono de derrota, mientras la sangre se deslizaba por su camisa.

El elfo, sin embargo, no parecía preocupado por las heridas que poblaban su cuerpo. El gran corte de su torso, en apenas unos segundos, comenzó un acelerado proceso de curación.

- Estoy impresionado por tu habilidad, Sophie, pero… Creo que por el bien de esta posada ya nos hemos divertido lo suficiente…

Un par de mesas volcadas eran una cosa. Pero Galand estaba seguro de que, si ambos desataban todo su poder en aquel combate, por deportivo que fuese, no acabaría bien…

Su sonrisa se mantuvo. No parecía enfadado, ni tenso siquiera.

Me como, según mis cálculos, un 60% del daño en el segundo ataque y un 10% en el tercero. Si tiene un daño de unos 100, serían 60 y 10 puntos de vida respectivamente. Mi regeneración me cura 10 por turno.

- Tiradas (3)
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15/05/2018, 22:36
Sophie Vasser (Mercenaria)

Los embistes de Sophie fueron feroces, y una demostración de talento marcial sin parangón para la mayoría de humanos. Su capacidad, a todas luces comparable a la de un caballero del Séptimo Cielo a juzgar por esas escasas tres maniobras, podía derrotar a batallones enteros.del imperio. Era difícil calcular su verdadera capacidad real con sólo unos segundos de combate, pero la consistencia en sus ataques sugería que su talento era realmente el que parecía.

Cabía señalar la actitud de Sophie durante el combate. Si bien era ofensiva y letal, sin contenerse, parecía en cierto modo defensiva, como si atacar al bardo con todo lo que tenía fuese una forma de demostrar que ella era alguien a quien era mejor no molestar. El hecho de que aquellos ataques hubiesen, a todas luces, matado a un hombre normal, sugerían que Sophie esperaba que Galand fuese capaz de dependerse; algo razonable considerando que maniobra inicial, intentando engatillarla... aunque seguía siendo una maniobra peligrosa por parte de Sophie, si quería aseguarse de que el bardo seguía con vida. Al fin y al cabo, había terminado cortándole el pecho y, en menor medida, un brazo.

La mujer blandió la espada, colocándola entre ella y el elfo a la defensiva, lista para bloquear cualquier ataque. Sonrió levemente en señal de tregua y satisfacción, pero permaneció alerta.

Claramente no soy una mercenaria de Ourges, pero tú no eres un mero bardo— apuntó, señalando con la punta de la espada el pecho del elfo, que lentamente cerraba la herida y dejaba de sangrar—. Quién eres realmente, "puedes llamarme Alain"?— preguntó parafraseando al hombre—. No hay muchos con tu capacidad marcial sobre Gaia, y dudo mucho que esto sea mera coincidencia. ¿Te envía alguien o es el destino que manda conocernos?

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21/05/2018, 11:06
Galand Ul Del Verdantis

Aunque Sophie se mantenía en guardia, parecía haber aceptado la tregua que sugirió Galand. Aquello hizo relajarse al elfo, que dejó que la punta de su estoque rozase el suelo.

Galand respiró fuertemente, dejando que la tensión del combate abandonase sus músculos.

- No soy un mero bardo, no - admitió -. Soy solo un viejo guerrero que vaga por esta tierra, sin rumbo ni objetivo. Hace tiempo que lo perdí…

A medida que hablaba, el corte de su pecho se iba cerrando a velocidad vertiginosa. Músculo y piel se entrelazaban de nuevo, cortando la hemorragia y dejando su pecho como si el metal jamás lo hubiese besado. La camisa, sin embargo, ya se había echado a perder.

- Mi nombre verdadero es Galand y, como habrás supuesto, no soy un simple humano.

Aquello era todo lo que estaba dispuesto a decir, de momento.

- Tampoco tengo intención alguna respecto a ti. No sirvo a nada ni a nadie, ya no - puntualizó con tristeza -. Nuestro encuentro ha sido fruto del destino. Uno curioso y refrescante - concluyó con una leve media sonrisa.

El hecho de que dos personas de increíble poder se hubiesen encontrado por casualidad excitaba al elfo. ¿Qué significaba? ¿Tenía el destino algo reservado para ellos?

- Aunque yo te podría hacer la misma pregunta. ¿Eres una errante, como yo?

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21/05/2018, 22:24
Sylvia Ul del Sylvanus

Sophie bajó la espada, rompiendo su guardia. Relajó los hombros y destensó los músculos.

Percibí tu Don en cuanto te vi— comentó explicándose—. Tras decir que habías crecido en Alberia sospeché, pero tenía que verte atacar con una espada para comprobar de qué eras capaz— añadió señalando el arma del Sylvain—. Deberíamos seguir hablando en tu habitación.

La mujer enfundó el arma.

La habitación de Galand era sencilla, con un camastro individual, una llave en la puerta y una ventana con cortinas. Una silla de madera, una pequeña mesa y un moderado baúl componían el resto de la decoración.

Sophia corrió las cortinas, bloqueando la vista desde fuera, y se sentó en una silla, señalando el baúl para que Galand lo acompañase al otro lado de la mesa. Una pequeña mariposa blanca salió de los cabellos de la mujer, posándose sobre la mesa, donde se transformó en una pequeña esfera de luz que iluminaba levemente la estancia. Sin ánimo de ocultar el conjuro, Galand lo reconoció como el sortilegio más básico del árbol de Luz.

Cabía reseñar, no obstante, que Sophia aún llevaba la espada al cinto.

No soy una errante— apuntó con una mezcla de desagrado y tristeza.

Hojas de color rojizo envolvieron a la humana como un manto, desapareciendo de forma gradual para revelar su verdadera apariencia. La mujer, de orejas alargadas y rasgos suaves pero afilados, seguía teniendo un cierto aire juvenil y encantador. Su melena roja era de un color más vivo, y sus cabellos más fijos. Pequeñas pecas adornaban sus mejillas, y unos ojos de color verde hierba intentaban evitar la mirada de Galand.

Pero me resulta conveniente que tú lo seas— confesó revelando interés—. Si mi compañía sigue siendo grata, claro. En cualquier caso, me alegra saber que al menos no te envía mi hermano.

Galand reconoció a esa mujer en seguida. Su aspecto, aunque más curtido, no había cambiado mucho desde que vivían en los cielos. Era Sylvia Ul del Sylvanus, la hermana de Nérelas, y probablemente la Sylvain viva más poderosa tras el mismo. Sin embargo, también era la causante de la masacre de su raza. Considerada una traidora y odiada por la mayoría de los errantes. Lo cual explicaba porqué debía ser tan cauta, a la par que agresiva, si Galand era un errante de tamaño poder.

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27/05/2018, 20:09
Galand Ul Del Verdantis

Cuando Sophie propuso que hablasen en su habitación, Galand no alcanzó a entender lo que pretendía. Sin embargo, la situación se le antojaba lo bastante inesperada y excitante como para hacer caso a la misteriosa guerrera.

El hecho de que hubiera sido capaz de detectar sus capacidades mágicas decían mucho de ella. Igual que él, no era una simple mercenaria…

Cuando la guerrera corrió las cortinas y le invitó a sentarse, Galand obedeció sin rechistar. Incluso apreció con una media sonrisa el detalle de la mariposa luminosa. Pero entonces, con unas misteriosas palabras, la mujer deshizo el velo que ocultaba su identidad.

Galand no pudo creerlo.

La princesa. Su princesa. La que había traicionado a los suyos…

El elfo sintió una mezcla de emociones en su interior ante tamaña revelación. Sorpresa, Tristeza, Ira… Nada se podía considerar bueno, siquiera neutro. Para Galand, ver a la mujer que había destruido a su familia, aunque de forma indirecta, fue un duro golpe.

Todos los sentimientos que había enterrado en su interior a lo largo de casi cien años… afloraron al instante.

Las lágrimas se agolparon en los ojos de Galand, que apoyó los codos en la mesa y enterró su rostro entre las manos. El elfo lloró, presa del agudo dolor que se había instalado en su corazón al recordar su miserable infancia.

Recordó el taller de sus padres. La extraña seguridad que sentía al meterse en el armario de las herramientas. Los largos paseos por los jardines flotantes. Las relucientes bóvedas de Sylvania. Las puestas de sol, que teñían la ciudad de un bello tono dorado. La sonrisa de su padre cuando forjó su primera espada. El cálido tacto de las manos de su madre sobre su frente, cuando tenía fiebre de pequeño.

- Si no hubieses abocado a nuestra especie a la desgracia - la acusó con un tono cargado de rabia - mi hijo no habría nacido en este horrible e ignorante mundo.

Galand golpeó la mesa con los puños, destapando un rostro rojo por la ira, surcado por abundantes lágrimas. Su actitud, sin embargo, todavía no era hostil.

- Tú me recuerdas por qué ya no me queda nada. ¿Qué es conveniente en este encuentro? - preguntó con enorme acidez.

Galand clavó sus ojos en los de Sylvia. Su mirada estaba cargada de rabia, pero no de hostilidad. En el fondo, tan solo le quedaba tristeza. Parecía a punto de echarse a llorar de nuevo.

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29/05/2018, 02:56
Sylvia Ul del Sylvanus

La elfa inclinó la cabeza hacia abajo. Con las sombras de la noche y la luna incidiendo en su rostro, evocaba un aire apenado y ligeramente marchito. Clavó su mirada en la ventana, evitando contacto visual con Galand. Su espada, serena, permanecía a su lado, sin hacer ademán o reacción alguna ante el puñetazo sobre la mesa, salvo un rápido parpadeo tomada por sorpresa.

Lo siento, Galand— comenzó la elfa—. Lo lamento con toda mi alma, y me duele en el corazón— trató de empatizar, sin atreverse a tocar al hombre—. Nunca quise dañar a mi pueblo, pero fui ingenua y descuidada. Y no hay día que no deba cargar el peso de aquella desgracia.

Entrelazó los dedos sobre la mesa, intentando mantener la confianza a la par que protegerse emocionalmente. Una pequeña lágrima afloró en su ojo derecho, pero la mujer la dispersó con un parpadeo antes de que se derramase por su mejilla.

Ojalá un día tu hijo y tú podáis volver a vivir en una ciudadela como Sylvania— deseó sin saber lo acontecido al hijo de Galand, o lo que ello implicaba—, pero veo esos días lejos. Comprendo el deseo de mi hermano... pero es un error tan grande como el mío. Y si lo logra no habrá cielos a los que volver, Galand— la mujer tragó saliva, temerosa de continuar—. ¿Hay algo que pueda hacer por ti o la familia que te queda?

Discretamente, la Sylvain apoyó uno de sus pies sobre una pata de la mesa, elevando ligeramente su pierna y el acceso a su espada. Desentrelazó sus dedos, abriéndose ligeramente a Galand, pero también obteniendo acceso más rápido a su arma si la requería. La "princesa" seguía dubitativa sobre si el elfo, llevado por la venganza y la rabia, intentaría convertir aquello en un baño de sangre. Era posible que no fuese la primera vez que un Sylvain intentase matarla.

No respondió a porqué aquel encuentro era conveniente. Al menos, no directamente. Considerando que su Nérelas era lo único no relacionado con la caída de Sylvania que la elfa había mencionado, era de esperar que la conveniencia de su encuentro guardase relación con él.

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03/06/2018, 19:46
Galand Ul Del Verdantis

Las palabras de Sylvia arrancaron una irónica sonrisa en el rostro de Galand.

- Me temo que eso ya no es posible, princesa… - reconoció amargamente tras su ingenuo deseo.

Sin embargo, parecía que Sylvia tenía cierto interés en los planes de su hermano. Al parecer, no creía en la visión de Nérelas.

Galand tampoco pues, aunque durante muchos años se había sentido resentido con los humanos, no creía que mereciesen una destrucción total.

Durante unos minutos, el artesano trató de reprimir sus sentimientos. Comprendía, en parte, como se debía de sentir la princesa. Galand se sentía responsable de la muerte de su hijo, cargaba en sus hombros el peso de una vida perdida. Sobre el de Sylvia debían de pesar decenas de miles.

- No podéis hacer nada por mi familia, princesa.

Ahora que se encontraba algo más sereno, Galand empleó un tono más formal con su interlocutora. Después de todo, se encontraba sentado frente a alguien de la realeza. Galand no interpretó el gesto de la elfa de forma hostil, y él ni siquiera trató de acercar sus manos a su estoque.

De hecho, tampoco lo necesitaba.

- Pero deseáis detener el plan del príncipe. O quizá convencerlo de que abandone su venganza. ¿No es así?

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04/06/2018, 20:32
Sylvia Ul del Sylvanus

Sylvia relajó su postura, bajando la pierna y poniendo ambas palmas sobre la mesa. Siguió mirando por la ventana, sin atreverse a mirar a Galand a la cara, pero compuso una pequeña sonrisa cuando el elfo la llamó princesa.

Sylvia— dijo la princesa en Ultwe'alariel—. Hace demasiado que nadie me llama así— princesa— con sinceridad. Demasiado como para que siga significando algo para mí.

La mujer mantuvo la sonrisa, pero era una sonrisa triste y teñida de tragedia. Hacía demasiadas décadas que Sylvia no era tratada como una princesa, y durante ese tiempo su vida había sido la de una forajida, aventurera y paria. Por supuesto, Galand no tenía constancia de la agenda de la princesa, pero era mal recibida entre los perdidos, y como todos ellos, perseguida por la Inquisición y Tol Rauko. La situación en que se habían encontrado daba a entender que, como el propio Galand, había pasado al menos parte de su tiempo mezclándose con los humanos e intentando endulzar su vida con pequeñas campañas aquí y allá.

Nérelas...— suspiró—. Deseo tanto verlo... y a la par me aterra pensarlo.

Era comprensible. Nérelas se había vuelto un héroe consumido por su misión. Un propósito que le daba sentido, pero que a su vez lo cegaba y tenía todas sus luces. Galand debía haber vivido algo similar con la Inquisición, pero frecuentar la compañía de humanos lo alejaba del racismo incondicional que sufría el príncipe.

Incluso si me sigue queriendo y puede perdonarme...— parpadeó lentamente, derramando una lágrima—, ¿crees que sería capaz de convencerlo?— había un leve tono decidido e irónico en su pregunta, como si fuese retórica. Probablemente la princesa consideraba que, si bien otrora ella lo había sido todo para Nérelas, hoy su venganza era mucho más importante para él—. Temo que la única solución para salvar ya no solo a los humanos, sino la vida de Gaïa, sea detenerle. Y para ello necesitaría más ayuda de la que puedo conseguir sola.

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11/06/2018, 22:48
Galand Ul Del Verdantis

Aquella situación era surrealista para Galand. El elfo observaba con curiosidad las expresiones de la princesa, que se mostraba frente a él de una forma tan vulnerable que incluso resultaba encantadora.

Galand se encontró a sí mismo estrujándose las manos, conmovido por las palabras de Sylvia.

A pesar de todo el sufrimiento que había traído a su raza, el artesano de espadas estaba de acuerdo con la opinión de la princesa. La culminación de la venganza de Nérelas no era un desenlace deseable.

El príncipe de Los Perdidos tenía una extraña obsesión por recuperar aquello que era suyo. Poco después de conocerlo, cuando todavía era joven e impresionable, Galand había admirado aquella faceta de Nérelas. Lo veía como un héroe de su pueblo, el salvador que debía devolver a los sylvain su antigua gloria. Pero a medida que el artesano había madurado, también lo había hecho su perspectiva.

Galand percibía el lado oscuro del príncipe como una incómoda sombra que le acechaba allá donde iba. Cuando estaba en su presencia se sentía perturbado, incómodo. Aunque no dudaba de la buena intención de Nérelas, sentía que quizá estaba dispuesto a cruzar todos los límites con tal de conseguir su objetivo.

Por eso, las intenciones de Sylvia fueron bien recibidas y comprendidas por el elfo.

Galand se pasó la mano por el cabello, y entonces se dio cuenta de que él no había abandonado su propio disfraz.

Con un chasquido de sus dedos, el velo que cubría su cuerpo se desvaneció en una nube de diminutas luciérnagas blancas. Bajo el velo destapado, el elfo lucía su verdadero aspecto.

Sus facciones duras y afiladas contrastaban con la ternura de su mirada.

Galand Ul del Verdantis carraspeó.

- A pesar de lo que sucedió en el pasado - reconoció con tristeza y solemnidad -. No puedo negar que tus palabras me inspiran deber y esperanza.

Galand tenía la mirada clavada en la mesa, no se sentía capaz de pronunciar aquellas palabras mientras miraba a los ojos a su interlocutora.

- En el pasado me sentí perturbado por la sed de venganza del príncipe, pero jamás cuestioné sus decisiones ni las órdenes que me encomendaba.

> No deseó más sangre, ni más sufrimiento. Ni para nuestra raza ni para el mundo.

El elfo alzó entonces la cabeza. No le había costado comprender las intenciones de la princesa al hablar con él. Ella necesitaba una forma de acercarse a Nérelas, y él era un antiguo miembro de los Perdidos.

Quizá él podía otorgarle una oportunidad de hablar con el príncipe.

- A pesar de la sombra que sigue al príncipe, creo que todavía hay luz en su interior. Si alguien puede convencerlo de que abandone sus planes… esa debes de ser tú, Sylvia - le dijo con firmeza.

A lo largo de aquellos últimos años, Galand había tratado de llenar su vida con filos e historias. Pero por primera vez, sin embargo, creía que podía alcanzar a sentir cierta paz… si completaba aquella tarea.

- Creo que puedo llevarte ante el príncipe. O quizá convencerle de que se encuentre contigo. Sin embargo, será una tarea peligrosa. Los Perdidos no te tienen en mucha estima - afirmó, de forma poco sensible -. ¿O acaso tenías algún otro plan?

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11/06/2018, 23:16
Sylvia Ul del Sylvanus

Sylvia esbozó una sonrisa genuina cuando Galand reveló su verdadero aspecto. Pese a lo curtido de su aspecto, su sonrisa mantenía ese aspecto jovial y aniñado, ciertamente encantador, que caracterizaba a la princesa. Mantuvo la compostura tras ello, pero sus comisuras seguían ligeramente elevadas, contenta de poder estar hablando con otro Sylvain en aquellas circunstancias.

Gracias, Galand— respondió la princesa—. Tus palabras significan mucho para mí.

Aprovechando los ojos del elfo clavados en la mesa, la mujer miró al mismo al rostro, aunque siguió asegurándose de evitar contacto visual, probablemente fruto de la timidez.

No puedo volver con los perdidos— expresó con una pequeña mueca de desaprobación—. Si mi hermano me escuchase, perdería el respeto de los demás. Y aunque lo hiciese, probablemente sería atacada por algunos de los nuestros— suspiró—. Digo algunos siendo optimista.

La mujer guardó silencio unos segundos y sus labios se torcieron en una mueca de desagrado y tristeza. Tras un par de respiraciones, comenzó a sollozar, y en poco tiempo la princesa se encontraba llorando con ambas manos sobre la cabeza.

Lo siento— musitó mientras una lágrima golpeaba la mesa—. Lo siento, lo siento, lo siento...

Su voz era quebradiza. La joven siguió llorando. Era una visión que rompía el corazón. Sylvia era un reflejo de belleza, bondad y coraje, pero también de inocencia, si bien sus décadas caminando Gaia la habían curtido. No habría sido fácil para ella ser una paria, repudiada, odiada y sola. Sin embargo, lo más difícil debió ser la culpabilidad. La carga emocional de haber acabado con tu propio pueblo podía carcomer a cualquiera.

Necesito aliados. Contactos— elaboró despegando las manos, mostrando cierta frustración, y quizá, incluso desesperación—. Y es una tarea demasiado grande para una sola persona— sus lágrimas parecían no tener fin, bañando sus mejillas y sus pecas hasta resbalar por su barbilla, goteando sobre la mesa—. Temo que Nérelas sólo vea su estúpida Vendetta...

Y dicho eso, rompió a llorar a cántaros, con la respiración entrecortada y un sollozo desde el pecho que la dejaba sin aire una, y otra, y otra vez, dejándola solo pausas para retomar el aliento con rápidas bocanadas de aire. Galand conocía bien lo que era anegarse en un llanto que ocupaba todos tus pensamientos, capaz de ponerte de rodillas sin otro pensamiento más que la rabia y la tristeza, las ganas de expulsarlo todo.

Era difícil confirmar las palabras de Sylvia, pero parecía que la idea de Nérelas eligiendo su venganza sobre ella no la dejase más alternativa que morir a sus manos... o acabar con el príncipe. Y ese pensamiento la destrozaba de un modo u otro.

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15/06/2018, 01:47
Narrador


Velocidad de viaje ajustada a un carruaje que recorre 40 millas por día (horas de luz).
La Ruta del bosque l'Ark a la Citadelle de Beaufort tarda 6 días.
La Ruta de la Citadelle de Beaufort a Busselton tarda 4 días.

No hay cambios significativos en la trama salvo el paso del tiempo.

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18/06/2018, 23:28
Galand Ul Del Verdantis

La visión de la princesa llorando rompió el corazón de Galand. ¿Cómo era posible que una criatura tan inocente pudiese haber condenado a su raza entera?

Durante aquel largo y angustioso llano, el elfo simpatizó más que nunca con Sylvia. Él la comprendía, esa tristeza profunda y absoluta que inundaba el corazón.

Galand se encontró a sí mismo deseando poder decirle algo a la princesa, consolarla de algún modo. Pero, ¿qué podía decir? ¿Qué palabras había para excusar sus pecados?

No, lo que hacía falta era alimentar la esperanza, alentar el futuro. Eso era lo que importaba ahora.

El elfo carraspeó, tratando de no solo llamar la atención de la princesa, sino de sacudirse la tristeza.

- Creo que… Si el príncipe habla en persona contigo… puede llegar a darse cuenta de lo que está haciendo.

Galand no estaba seguro de qué sentía exactamente Nérelas en aquel momento por su hermana. Pero estaba seguro de que su visión le traería recuerdos de su infancia, de cuando eran inseparables.

- Tengo esperanza, Sylvia, en que esto termine de la mejor manera.

Galand pronunció aquellas palabras con genuina cautela. El artesano había estado cerca del príncipe, y lo había visto actuar en alguna ocasión. No creía que hubiese elfo sobre Gaia capaz de rivalizar con el poder del príncipe. Si el desenlace de aquello resultaba en combate a muerte… no confiaba en las posibilidades de sobrevivir de Sylvia.

¿Y él? ¿A caso estaba dispuesto a morir por aquella causa? ¿Qué tenía que ver con él?

El rostro de Galand se ensombreció al considerar aquella posibilidad. No solo estaba aceptando ayudar a la princesa perdida. Estaba aceptando compartir su dura carga, la de los parias. Galand apretó los labios y frunció el ceño, concentrado.

- Yo seré tu aliado - dijo finalmente -. Siempre que no haya que derramar sangre elfa, estaré dispuesto a ayudaros - concretó, pues no deseaba desenvainar sus armas contra su propia gente, por equivocados que pudiesen estar sus pensamientos -. Ya no puedo recuperar a mi hijo, pero puedo hacer que este mundo sea mejor para los hijos de los demás…

Aquella última declaración, firme y solemne, acababa de desnudar por completo el alma de Galand. Él había vivido primero para su venganza, y luego para su familia. En aquella etapa de su vida, Galand ya no albergaba más que el deseo de que todos pudiesen vivir en paz. Aquella tarea representaba un paso más hacia un mundo mejor.

- No puedes ir con los perdidos, pero quizá el príncipe puede venir a ti - sugirió Galand, considerando sus opciones -. Una reunión, sólo tú y él. Sin embargo, puede que no esté dispuesto. Y aún menos por mí… Puede que haga falta algún subterfugio, una pequeña mentira, o quizá una verdad a medias.

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19/06/2018, 03:40
Sylvia Ul del Sylvanus

Sylvia se serenó mientras Galand hablaba. Su dolorido corazón dejó de llorar, y las lágrimas se secaron en sus mejillas. Las barrió con los nudillos y dorsos de las manos, pero bajo la luz de la luna el trazo cristalino hasta su barbilla seguía siendo visible a ambos lados del rostro.

Gracias, Galand— declaró la princesa cuando el elfo terminó de hablar—. Significa un mundo para mí. Ojalá tengáis razón y mi hermano aún conserve su corazón— añadió con voz afable y cargada de esperanza—. Prometí a una amiga humana, Anna, que me reuniría con ella en Markushias. Pero tras ello podemos poner rumbo a Alberia, o a donde Los Perdidos se encuentren, asumiendo que Nérelas esté con ellos— negó con la cabeza, sonriendo—. Por supuesto, podemos hacer alguna parada adicional si tienes algún otro sitio que visitar.

Sonrió. Durante unos instantes pareció dudar de algo, pero finalmente optó por levantarse y situarse frente a Galand. Inclinándose ligeramente con algo de miedo, abrazó al elfo.

Lo siento. Nunca he hablado abiertamente de esto con nadie, y eres el primer Sylvain que veo que me escucha. Necesitaba esto— se disculpó, en referencia al abrazo.

Sylvia era una mujer cálida, con manos pequeñas pero palmas curtidas. Si bien olía ligeramente a sudor, también emitía un aroma a hojas, bosque y frutos silvestres, lo cual era mucho mejor de la mayoría de personas, salvando a ciertos nobles y algún que otro hechicero puntual que emplease su magia para acicalarse.

* * * *

Durante los próximos días, Sylvia y Galand intercambiaron anécdotas. En público y de día, durante los viajes en la caravana, hablaban sobre sus aventuras como Bardo y Mercenaria. Por las noches, en cambio, sobre sus aventuras como Galand y Sylvia. Cuando la elfa se unió a la caravana en el borde del bosque l'Ark no venía de cazar bestias, ni de trabajar como Mercenaria, sino de rescatar a un joven e inexperto Devah de los juegos mórbidos de nobles adinerados, retorcidos y con nociones en Ocultismo. Si bien no mató con ninguno de ellos, cortó profusamente un par de muñecas y los dejó a todos inconscientes, colgando de árboles atados de pies y manos, para avergonzarlos frente a la guarida que fuese a rescatarlos cuando notasen su prolongada ausencia.

Ese tipo de anécdotas se sucedían. Cómo escapó de 2 Inquisidores corriendo por la pared de una Iglesia y bajando por la chimenea al llegar al tejado, escondiéndose finalmente bajo el órgano y dentro del confesionario. Y cómo acabó en esa situación... tras liberar a una aldea de una banda de bandidos que cobraban impuestos por "protegerlos". Cómo se dedicó durante dos meses a convertir pequeños rateros huérfanos en artesanos de madera que dormían en el sótano de una tienda de antigüedades, regentada por un viejo solitario cuyos dos hijos murieron de gripe.

Sylvia era una mujer bondadosa, aunque quizás demasiado entrometida, y terminaba metiéndose en problemas. Acaba de terminar aquella última anécdota, dejando que el silencio se hiciese dueño de la situación mientras la luna brillaba en el cielo entre los árboles. La caravana dormía al raso, pero dada la reducida necesidad de descanso de los elfos, el dúo se dedicaba a hablar durante horas en voz baja, apartados del grupo.

Allí se encontraba, tumbada bajo una pequeña manta relativamente limpia, con su pequeña mochila a un lado y Galand al otro, entre hojas rojas de otoño. Tras aquel abrazo días atrás Sylvia no había tocado a Galand más que para golpearlo en brazos y hombros con suavidad en algunas conversaciones, como acompañamiento a su sorpresa o rebeldía. Pero en aquel momento, nuevamente con miedo y sensibles dudas, la joven extendió su brazo hasta colocar su mano sobre la de Galand, intentando cerrar sus dedos alrededor de la mano del hombre.

Segundos más tarde, tras la aceptación o rechazo del elfo, Sylvia apretó con fuerza su mano.

Galand— musitó con hilo de voz seca y firme, mirando hacia Akira.

El mercenario parecía conversar con un viajero ataviado con una capa marrón, una sencilla armadura de protección ligera debajo, una espada larga asomando por debajo de la capa y una ballesta con virotes en un carcaj a la espalda.

Su cruz— señaló Sylvia, en referencia a la cruz católica que innumerables personas llevaban colgadas del cuello en señal de sus creencias—. Creo que no es una cruz corriente. Creo que es la variante que utiliza la Inquisición.

Galand a simple vista era incapaz de distinguirlo, aunque ciertamente el viajero parecía llevar un colgante al cuello.


Indica en la respuesta cómo recibe/reacciona Galand al abrazo de Sylvia, y al intento de cogerlo de la mano.

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23/06/2018, 20:44
Galand Ul Del Verdantis

- Por supuesto, vayamos primero a Markushias. Y luego, allá donde nos lleve el camino – convino rápidamente el elfo.

En ese momento, Sylvia se le quedó mirando de una manera extraña. Entonces lo abrazó.

Galand se quedó petrificado, sorprendido al principio. No esperaba aquella muestra de afecto de la princesa, y tampoco había tenido aquel tipo de contacto en mucho tiempo.

La sensación fue cálida, extraña, nostálgica. Una vez pasado el estupor inicial, Galand correspondió al abrazo, aunque algo torpemente. La tez del elfo se sonrojó ligeramente, aunque trató de mantener un semblante sereno.

- Tranquila – la disculpó -. No pasa nada, lo comprendo.

Galand se distanció un paso de la princesa, tratando de ganar algo de espacio vital. La situación lo había dejado confuso. Por un lado le había gustado, se había sentido reconfortado. Sin embargo, también sentía algo de vergüenza. ¿Qué le diría a Ilviel? ¿Se suponía que seguían juntos? Nunca dijeron nada, él simplemente se marchó.

El elfo carraspeó, y esbozó una tímida sonrisa.

Aquello era el principio de algo diferente.

* * * *

La vergüenza y confusión inicial que había sentido Galand se fue diluyendo a medida que pasaban los días. Aunque el contacto con la princesa le seguía provocando sentimientos encontrados, no podía negar que durante mucho tiempo había sufrido la maldición de la soledad.

Pasar tiempo con la princesa, por extraño que pudiese parecerle, llenaba un hueco en su corazón que llevaba mucho tiempo vacío.

Así es como Galand se mostró receptivo, simpático y conversador durante aquellos días. Escuchaba con curiosidad las anécdotas de la princesa. Le reía las gracias, se sorprendía con los giros y se angustiaba con las situaciones peliagudas.

Galand se llegó a sentir muy cercano a Sylvia, y él también le contó sus historias. Las menos desagradables.

Le habló de los maravillosos parajes que había visitado en sus viajes, de los encargos más exóticos que había recibido como artesano, y de las historias más extraordinarias que había escuchado.

Le habló de cómo un humano, Alain, lo había ido a buscar a su cabaña en las montañas, siguiendo tan solo los rumores y la leyenda. Le habló de cómo lo había entrenado, regañado y cuidado durante aquellos meses, en los que el muchacho se convirtió en un hijo para él.

Por supuesto, no mencionó que había muerto por su propia mano. Aquel no era el momento para contar aquel tipo de historias.

Tampoco habló de su verdadera historia en los Perdidos. De cómo había reencontrado al amor de su vida, Ilviel. Ni de cómo habían tenido a Kaiel, la criatura más preciosa que había pisado aquella tierra – a ojos de su padre. Ni de cómo lo habían perdido…

Por una vez en mucho tiempo, Galand quería sentirse feliz. Y así lo hizo, compartiendo con la princesa las partes más dulces de su vida. El elfo comenzó a pensar en Sylvia como una buena amiga.

 

En aquel descanso sobre las hojas de otoño, Sylvia posó su mano sobre la del elfo. Galand, al principio, sintió el mismo tipo de confusión y vergüenza que había sentido durante el abrazo. Por un instante se vio impelido a rechazar la tentativa de la princesa, pero no tardó en aceptar. Galand, en el fondo, anhelaba aquel cálido contacto. El elfo no apartó la mano, y gustosamente entrelazó sus dedos con los de Sylvia.

Galand se sumió entonces en un pacífico y placentero silencio. Quiso gozar de aquel sencillo momento, pero Sylvia apretó su mano con fuerza.

- ¿Qué? – preguntó en voz baja, sin entender a la princesa.

Los ojos del elfo se dirigieron hacia el viajero. Además de estudiarlo de arriba abajo, Galand trató de concentrarse en las hebras de la magia. Si era un inquisidor quizá portaba consigo un objeto de naturaleza sobrenatural, los temibles Legisladores.

- ¿Estás segura? – le preguntó en un susurro -. No quisiera causar problemas a esta pobre gente.

Las palabras de Galand sonaron entristecidas. Su lástima, sin embargo, era a causa de los daños colaterales que podrían sucederse si se sucedía allí un enfrentamiento.

- Quizá fuera mejor que nos mantengamos alejados de él, por si acaso.

Con suerte, sería simplemente un viajero de paso. Aunque aquel pensamiento no hizo que el examen de Galand fuese menos exhaustivo.


Tiro por controles de Buscar (para la cruz) y Valoración Mágica (para cualquier tipo de presencia sobrenatural) para examinar al viajero.

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27/06/2018, 15:28
Sylvia Ul del Sylvanus

El viajero, si bien llevaba una armadura ligera bajo la capa, así como una espada larga parcialmente oculta - sólo el final de la baila asomaban bajo la capa, y la empuñadura se marcaba ligeramente en el relieve de la tela -, no parecía cargar ningún artefacto mágico, y a todas luces no cargaba ninguna espada bastarda, mucho menos un Legislador. Tampoco parecía poseer el Don, y todo en él resultaba tranquilizadoramente mundano. De su cuello colgaba una cadena plateada con lo que podía ser una cruz, pero era difícil de dilucidar.

Siguió intercambiando palabras con el mercenario, y finalmente, con una ligera reverencia a modo de despedida cortés, se alejó del grupo, perdiéndose en el camino. Aún así, Sylvia seguía inquieta. Si bien estaba convencida de haber visto la cruz de la inquisición, Galand la hacía dudar de si sus ojos la habían traicionado.

La Sylvain mantuvo la conversación durante unos minutos más, pero incapaz de contenerse, terminó recitando el voz baja unas palabras en Elium Lacrimae, el idioma de los elementales de luz, y una pequeña esfera de energía brotó entre sus manos, descubriéndose entre pétalos plateados. Ocultos como estaban ligeramente apartados del grupo, y bajo las mantas, sólo Galand pudo percatarse. La esfera se escurrió bajo la manta, y siguió recorriendo el suelo a la altura del césped, tenue, hasta perderse entre los árboles. Para el elfo fue fácil reconocerla como un Espía de Luz. Sylvia permaneció con los ojos cerrados durante unos minutos que parecieron eternos, hasta que los abrió.

Hay unos 50 mercenarios, y unos 10 soldados, acercándose— comentó con tranquilidad—. Y los comanda un hombre con una armadura completa, mayor, cabello grisáceo, con una espada bastarda a la espalda.

Miró a Galand con una expresión a caballo entre la satisfacción y la preocupación, que bien podía decir "Te lo dije".

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02/07/2018, 21:02
Galand Ul Del Verdantis

Mientras Sylvia empleaba su magia, Galand aguardó pacientemente. Conocía el hechizo que había usado la princesa, aunque él mismo no era capaz de usarlo. Aunque dominaba la magia, como la mayoría de los Sylvain, había pasado más tiempo refinando su destreza con la espada.

Una vez Sylvia le comunicó su descubrimiento, el elfo frunció el ceño, perturbado.

- Medio centenar de hombres - dijo en voz baja.

Galand estaba seguro de que la princesa y él, con sus fuerzas combinadas, serían capaces de enfrentarse a ejércitos enteros de hombres comunes. Pero los Inquisidores no eran hombres comunes. Si aquel grupo se acercaba hacia ellos, quizá tenía sentido tratar de pasar desapercibidos.

- No tienen por qué causar problemas - aseguró, convencido -. Puede que estén, simplemente, de paso. Si nos vamos ahora sin más quizá levantamos sospechas. Mantengamos un perfil bajo.

Galand pronunció aquellas palabras con fría calma, pero en su interior estaba comenzando a ponerse nervioso.

Los Inquisidores eran el tipo de persona que menos deseaba encontrarse. Incluso tras el paso de los años desde el “incidente”, Galand los seguía odiando profundamente. Sus impulsos violentos, sin embargo, se habían acabado extinguiendo. Ahora tan solo quedaba desdén, y un odio frío y calculado.

Esta vez fue Galand el que buscó la mano de Sylvia. Buscaba alivio, reconfortarse, y la seguridad de que todo iba a desenvolverse sin un baño de sangre.