Partida Rol por web

Dragones, Dioses y Dígitos

Capítulo 3 - Dioses en Desacuerdo

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02/06/2020, 13:38
Morrigan

Morrigan dio unos cuantos pequeños aplausos, en rápida y jovial sucesión, sonriendo con genuino entusiasmo. Los aplausos parecían mera teatralidad, pero su expresión no. Galand había escuchado que aquel ser apreciaba una buena conversación, aburrida como estaba tras tantos siglos... o milenios.

- El tiempo. El tiempo en efecto, Galand Ul del Verdantis- comentó-. Me temo que la madera y el metal no entran en mi dieta.

La mujer se detuvo a una distancia prudencial de Galand y su hijo, haciendo una ligera reverencia con la cabeza y los hombros.

- No temáis. No tengo intención de hacerle daño a Eldar, era solo parte del acertijo- se explicó-. Estoy aquí para decirte lo que necesitas saber sobre esos huevos de dragón. Y para hablar contigo frente a frente, Galand- añadió con cierta seriedad, aunque seguía pareciendo una persona positiva y alegre pese a su aura de poder oscuro-. Tus últimos meses han sido... peculiares. De viajero errante, a acompañante de la princesa Sylvain, a mano del príncipe. Tres bandos muy distintos en muy poco tiempo. Y me preocupa que te pases a otro, con la misma velocidad, mientras cargas con un huevo de dragón. ¿Una duda razonable dadas las circunstancias, no?

Comenzó a andar lentamente, trazando un pequeño abanico alrededor de Galand.

- Vas a tener que disculparme, Artesano, pero soy demasiado vieja para ciertas sutilezas- añadió-. Tienes cierto potencial, como podría tenerlo tu hijo, pero he visto a individuos como tú en el pasado- un breve silencio, mientras adoptaba una expresión ligeramente más seria-. Te falta carácter. Carácter para tener tus propias ideas, tu propia causa. Trabajas para el arte, o tu esposa, o tu hijo, o una princesa, o un príncipe, pero no para ti mismo. No es como si durante estos 20 años hubieras hecho algo más que arte y tomar el rol de héroe en las aventuras de otros- alzó una uña-. No hay nada de malo en ello. Aún eres joven. Y buena persona. Pero no todos los Sylvain van a estar contra los humanos. Y temo que si te cambias de bando otra vez, no sólo hagas daño a tu pueblo, sino también a ti mismo y a tu hijo. No es una amenaza, simplemente he visto pasar demasiadas generaciones de humanos como para ignorar lo que hacen con quienes creen que pueden convivir con ellos... pero no son ellos.

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05/06/2020, 17:42
Galand Ul Del Verdantis

Al ver la jovial actitud de Morrigan, Galand se permitió relajarse un tanto. Bajó el brazo con el que indicaba a su hijo que se mantuviese atrás, y adoptó una posición menos tensa. Incluso esbozó el amago de una sonrisa, contagiándose del humor de la bruja.

El elfo escuchó con atención todo lo que decía la mujer. Se sintió ofendido, y lo manifestó con un visible alzamiento de cejas y mueca de sorpresa. Pero su expresión no tardó en tornarse en vergüenza. Su rostro se enrojeció y se vio obligado a desviar la mirada hacia el suelo, incapaz de sostenérsela a Morrigan.

- Tenéis razón – respondió finalmente, manteniendo el tono formal -. Mis andares me han llevado por muy diversos senderos durante los últimos meses. Vuestra…- Galand tragó saliva - inquietud… Es comprensible.

> Durante todos estos años he vivido entre los humanos, oculto ante sus mismísimos ojos. Intentando pasar desapercibido, simplemente dedicándome a un estilo de vida sencillo. En otras ocasiones he buscado la aventura, coleccionando historias y filos.

Galand alzó la vista de nuevo, pero no la centró en Morrigan si no que dejó que se perdiese entre los árboles.

- Durante estos últimos años me faltaba algo. Un propósito, algo por lo que luchar. Eso es lo que me dio la Princesa cuando la encontré. Y durante la persecución de este objetivo… descubrí algo todavía mucho más preciado para mí.

Galand calló de pronto, dejando que el silencio de aquel siniestro bosque lo invadiese. El elfo miró momentáneamente a su hijo.

- Hasta ahora no veía un sendero claro ante mí porque no tenía nada por lo que valiese la pena luchar. Pero ahora… Mi corazón está en el lugar correcto, mi señora. Aunque no deseo el derramamiento de sangre… estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger a mi pueblo, y a mi familia. Y aquellos hermanos que no vean la verdad tal como es… - Galand ahogó un suspiro de angustia -. Deberán cambiar su manera de ver el mundo, o enfrentarse a los Sylvain que deseamos una Gaia libre para todos.

Para Galand, todo aquel razonamiento era problemático. Con qué facilidad había cambiado al bando del Príncipe, su sensibilidad sesgada y manipulada simplemente porque Ilviel y Eldar estaban con él. ¿Qué tan fácil era hacer esa distinción entre “ellos” y “nosotros”? Para Galand había sido alarmantemente fácil. Había jurado al Príncipe que haría lo que fuese, cargando con los pecados de Los Perdidos.

El juramento no evitaba que se sintiese mal por ello. Pero era lo que había que hacer. Era lo que Galand necesitaba hacer. Por proteger lo que le quedaba, por vengar su pérdida y la de todos los otros elfos. Kaiel nunca regresaría, ni aunque matase a todos los humanos de Gaia. Hasta aquel momento, Galand se había sentido en paz al respecto, desde hacía ya años. Pero ahora, sentía que tenía que despertar de nuevo aquellos sentimientos de odio. Una venda para tapar sus ojos ante lo que estaba ayudando a hacer al Príncipe, un motivo para hacer “lo que fuese necesario”.

Toda aquella marea de pensamientos embotaba la mente de Galand, que se quedó en silencio largos segundos tras haber asegurado su lealtad a Morrigan.

- Habladnos entonces de los detalles sobre los huevos – pidió cuando recuperó la compostura.

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09/06/2020, 14:08
Morrigan

Morrigan esbozó una ancha sonrisa de dientes perfectamente blancos. Y perfectamente humanos, aunque una parte de Galand pensara que alguien como Morrigan tendría los dientes afilados como cuchillas, de forma similar a otros monstruos de la vigilia con aspecto femenino.

- Sorprendente- confesó la mujer-. No esperaba que despejases mis dudas tan rápido. Veo que quieres a tu hijo más de lo que yo podía pensar- añadió, indicando que quizá Eldar, a sus ojos, tenía algo que ver con las renovadas certezas de Galand-. Los huevos están en la región de Espheria de las Tierras Occidentales. Las que los humanos suelen llamar el Nuevo Continente, aunque de nuevo no tenga demasiado. Concretamente, están en las ruinas de Drakkan, en la costa norte del Bosque de Lith.

Los humanos de Galand sobre el nuevo continente no eran demasiado amplios, aunque sabía algo sobre ellos. Si no recordaba mal, Espheria estaba en la zona noroeste del continente, haciéndola posiblemente de las zonas más difíciles de acceder. O por lo menos, de las más tediosas en cuanto a tiempo se refiere.

- Hay por el momento tres formas de llegar. Desde Bharme, en la región de Arlan- las zonas al este de Abel- un discreto barco va a llevar al elegido de los Jayán y los Tuan Dalyr hasta Manterra. Un viaje rápido, simplemente para cruzar el mar, y cruzar el continente por tierra hasta Drakkan- una distancia significativa, pero no mucho más que la extensión de la propia Abel, dado el ancho de dicho continente-. Desde Peng Wang, en la región de Shivat, Genma Dhanyata- Conjuradora y Consejera de Samael, Galand no la conocía, pero había escuchado que era la más joven de la última familia viva de Devahs tras su exterminio- cruzará el océano para llegar directamente a Drakkan. Es posible que el elegido de los Duk'Zarist vaya con ella, pero aún he escuchado palabra. Lo mismo con el de los D'Anjayni. Por supuesto...-esbozó una coqueta pero afilada sonrisa- yo podría llevarte ahora mismo, si quisieras. El Príncipe Nérelas ha mencionado la importancia de las relaciones diplomáticas en esta misión, pero tengo entendido que tú no estás ostentando ese papel.


Mapa de Ánima.

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12/06/2020, 16:33
Galand Ul Del Verdantis

La sonrisa humana de Morrigan inquietó un tanto a Galand, pero al menos parecía que la bruja había quedado convencida.

- Ruinas de Drakkan… - musitó el elfo. El nombre no le decía nada, apenas había pisado las tierras del Nuevo Continente.

Se abrían ante él diversas vías. Viajes por barco y por tierra. Acompañando a los representantes de las otras razas. Era importante mostrar a las diversas razas trabajando codo con codo. Pero Galand no era el mejor diplomático.

Por otro lado, llegar en aquel mismo instante al lugar de su destino, ahorrarse aquel largo viaje… Era una opción que tentaba enormemente a Galand. ¿Qué hacer?

Lo que él mismo le había dicho al Príncipe era que las razas debían colaborar. Seguía creyendo en eso.

- Creo que hacer el viaje junto a los otros representantes sería lo más apropiado. Aunque nos lleve más tiempo, los lazos que forjemos en este camino podrían ser útiles en el conflicto que se avecina. Viajaremos con los representantes de los Jayán y de los Tuan Dalyr.

Galand prefería no pasarse tanto tiempo encerrado en un barco. Y la posibilidad de que estuviese presente también el representante de los Duk’Zarist… Como bien había dicho Galand, él no era diplomático. Si podía evitar ponerse en una situación donde la fricción entre ambas culturas pudiese ocasionar problemas… lo haría sin dudar.

- Pero os agradecemos vuestro ofrecimiento, mi señora. Sois muy amable – agradeció con una inclinación de cabeza.

Bharme era entonces su próximo destino. Era un largo camino desde Moth.

- Sin embargo, nos encontramos en la otra punta del continente, prácticamente… - dejó caer Galand -. ¿Sería posible contar con vuestra ayuda para llegar más rápidamente a Bharme, mi señora?

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23/06/2020, 21:35
Morrigan

Morrigan volvió a sonreír, y asintió levemente con la cabeza, denotando cierta superior.

- Por supuesto- se limitó a responder-.Tendréis algo de tiempo hasta que el Jayán y el Tuan’Dalyr lleguen a la ciudad. Si vais a la guarida de Samael en la ciudad, estoy segura de que el D’Anjaini a cargo os podrá dar más detalles sobre el navío y cuándo estará toda la tripulación- torció los labios en una mueca-. Por desgracia los cuerpos de los compañeros de viaje no son tan discretos como los de los Sylvain, Galand. Viajar es algo más impredecible, y lleva su tiempo.

La mujer alzo ligeramente las manos hasta la altura de los codos, y comenzó a mover los dedos como si de un conjuro se tratara. Cargada de Zeon, una masa de color violáceo oscuro comenzó a envolver a Galand y Eldar desde los pies, sin llegar a tocarlos. Poco a poco, pequeñas motas negras, blancas  y doradas parecían revolverse en el interior.

- Buen viaje, Sylvaines- se limitó a decir la hechicera, que dejo de mover las manos y desvió la Mirada a los caballos-. Me hare cargo de ellos.

Galand, una vez envuelto en su totalidad, parecía estar flotando en mitad de un vacío etéreo. Sus pies dejaron el suelo, para quedar suspendidos junto al resto de su cuerpo. A su alrededor, nada salvo un infinito de color violáceo, con estrías y estrellas de color dorado, blanco y negro, lo envolvían. Era casi como estar flotando más allá de las nubes, y más allá de la Fortaleza de Paris, donde Vivian las estrellas de verdad. Pero había un aire místico en el ambiente, así que quizá fuera algún tipo de plano, simplemente cargado de Zeon, que no comprendía el espacio de la misma manera que la Vigilia o Gaia en su forma habitual.

Si hubiera tenido que apostar, casi diría que había cierta esencia divina en el aire, como si alguna Beryl o Shajad tuvieran influencia o autoría sobre aquel lugar.

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23/06/2020, 21:37
Narrador

Galand estuvo ahí lo que parecieron unos minutos, hasta que de repente sus pies tocaron el suelo y ante él se alzaba la ciudad costera de Bharme, en la región de Arlan. Podía ver el mar, pero también la ciudad, desde la cima de un pequeño peñasco entre una pequeña arboleda y una ladera.

Eldar estaba junto a Galand, a la misma distancia que en el bosque embrujado de Moth, con cara algo sorprendida, aunque en seguida la cambio por una sonrisa. Todo estaba bien, y seguía con su padre al borde del primer destino en aquella trascendental aventura.

En la distancia, al borde de la arboleda, tres hombres parecían estar talando. Dos de ellos parecían absortos en su labor, sin darse cuenta, cada uno tomando el extremo de una sierra de dos mangos, pero el tercero había soltado su hacha, y con la mano abierta hacia abajo parecía mirar a Galand y Eldar con cara estupefacta.

Seguían conservando su apariencia humana, y no parecía haber nada raro en ellos. Salvando, claro está, que a ojos del humano seguramente habían aparecido de la nada.

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28/06/2020, 19:22
Galand Ul Del Verdantis

El viaje fue rápido y tranquilo. Aquella extraña dimensión inquietaba un poco a Galand, pero en el fondo se consideraba una persona bastante pragmática. Se habían ahorrado gran parte del viaje. Bien se lo podrían haber ahorrado todo, pero… Bueno, tenían que dar algo de ejemplo. Galand esperaba que los representantes de los Jayán y de los Tuan Dalyr fueran, al menos, agradables.

Cuando aparecieron junto a la ciudad, Galand se permitió respirar relajadamente. Sin haberse dado cuenta, había estado conteniendo la respiración durante el teletransporte. Miró a su hijo y le dedicó una tranquila sonrisa.

- Qué bien nos ha venido esto – comentó, relajado, antes de encararse de nuevo hacia la ciudad.

A cierta distancia había unos humanos. Uno de ellos, por la cara que ponía, seguramente acababa de presenciar la súbita aparición de padre e hijo.

- Esto puede ser un problema…

Galand era un artesano y un erudito, no un charlatán.

- Hagamos como si nada – le indicó a Eldar -. Anda conmigo, y saludemos a los humanos sin más. Sonríe cuando lo hagas.

> Una vez estemos dentro de la ciudad y lejos de las miradas ajenas nos cambiaremos de disfraz.

Mientras se encaminaban hacia la ciudad, Galand se planteó sus próximos pasos. Estaría bien consultar al “delegado” de Samael en Bharme. Toda información que pudiesen descubrir sobre el viaje… bueno, no estaba de más. Quizá le podría contar algo sobre sus próximos compañeros de viaje.

- Primero visitaremos la base de nuestros aliados – comentó -. Allí nos podremos enterar mejor de los detalles del viaje. Y seguramente podremos escondernos allí hasta que sea el momento de embarcar.

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30/06/2020, 22:06
Narrador

Galand, discretamente, evito a los humanos de forma amistoso. Si bien uno de ellos seguía descompuesto, los otros dos saludaron de vuelta como si nada y siguieron talando. Tras desaparecer rápido y seguir avanzando hacia la ciudad, Galand evito ver que acontecía después.

Una vez en la ciudad, y con sus nuevas apariencias, Galand se dirigió a la guarida de Samael en la zona. No sabía de memoria su ubicación exacta, pero si la zona  y aquello que debía buscar. En este caso, Samael no se escondía en el sótano de una taberna, sino en la vivienda sobre una vieja licorería y pequeño almacén de vino. No era inusual para los mercaderes vivir literalmente encima de su negocio, y era una tapadera simple que no llamaba mucho la atención.

Regentado por un humano entrado en la vejez, de unos aparentes 50 o 60 años, lo bastante bien pagado como para mantener la boca cerrada, y lo bastante simple y tranquilo como para no atraer atención, no tardó en dirigir a Galand y Eldar escaleras arriba, dándoles la bienvenida a la ciudad.

Aquel humano parecía algo tenso frente a la presencia de ambos Sylvain, pero lo bastante acostumbrado a ese tipo de situaciones como para seguir manteniendo la calma y una actitud afable antes de servirse dedo y medio de whisky.

Una vez en las escaleras, Galand observó como había un sótano que claramente olía a vino. Ignorándolo, y tras subir al piso superior, Galand observó una habitación cerrada, con cerradura, así como la cocina, el aseo, y dos habitaciones más, ambas abiertas. Una de ellas parecía un cuarto para invitados, claramente habitados. Un abrigo con capucha de color verde oscuro, bastante desgastado, con guantes a juego y un par de botas de cuero, descansaban sobre una litera. Un total de cuatro camas, dos arriba y dos abajo, a ambos lados de la habitación, pero todas vacías salvo una.

Galand distinguió un libro sobre una mesita de noche, pero parecía una simple novela de ficción en latín sin mayor repercusión.

Ignorando aquella habitación, avanzo hacia la otra, el salón. En ella se apreciaban dos sofás y dos sillones, así como una mesa para seis personas. Uno de los sillones estaba situado contra una pared, pero el otro junto a un ventanuco, cuya cortina estaba parcialmente echada, dando a la estancia cierta penumbra pero suficiente luz para ser acogedora.

Sobre la mesa descansaba pergamino vacío, plumero y tinta, varios tomos más y una daga enfundada.

Un D’Anjaini leía tranquilamente otro libro, titulado “El Caballero de Argos”. Quizá una novela histórica. Alzo levemente sus ojos de la obra, mirando a ambos Sylvaines.

- Denme un minuto, por favor-se excusó-. Por favor, póngase cómodos. Es un placer recibirles. Pueden ir dejando sus cosas en mi habitación. Está abierta.

Su habitación debía ser aquella con otro libro de cabecera y un abrigo. Tras depositar sus macutos y hacer algo de tiempo desempacando lo necesario, volvieron al salón. Ahora, el libro estaba cerrado sobre el sillón, y el D’Anjaini ahora estaba sobre la mesa. Había apartado la daga, colocándola en un estante, y se había acomodado con tinta, papel y pergamino listos en una hoja de registros a medio completar. Indicó con un gesto de la mano que se sentaran.

El D’Anjaini vestía con simple ropa humana. Vaqueros de tela oscura, camiseta blanca, y sin abalorios. Unos simples zapatos de piel, cómodos para andar por casa, y un chaleco abierto de piel, marrón claro, sobre la camiseta. Estaba pálido, y completamente calvo, pero parecía sano.

Tras las debidas presentaciones, el D’Anjaini escribió los nombres en el registro.

- Me imaginé que se trataría de ustedes. Se me puso sobre aviso que podrían llegar en cualquier momento, entre el día antes de ayer y unos tres meses desde el día de hoy- el D’Anjaini ofreció su mano para estrechar la de ambos, pero primero la de Galand, si él aceptaba-. He oído hablar de usted, Señor  Del Verdantis. Esta es una ciudad tranquila, y esta sede de Samael es bastante antigua, pero me siento aún más seguro con usted en la ciudad. El alojamiento es bastante barato, quince monedas de cobre por cabeza, por noche, dada la ostentosidad del mismo. Pensión completa serian otros diez por cabeza, pero considerando su raza, dos serían suficientes para darles sustento. Si buscan alimento de cierta calidad, como carne o pescado, con regularidad, hablaríamos de seis monedas por cabeza. Como mínimo. Es algo que podemos discutir más adelante. Por supuesto, también puedo dirigirles a posadas de cualquier calidad, si desean habitaciones privadas, y todo tipo de tenderetes y mercados para que se abastezcan ustedes mismos.

De entrada, tres cosas eran obvias. Al evitarse el viaje desde Moth a una ciudad costera de Abel, se habían ahorrado un tiempo de viaje sustancial. Tiempo que ahora iban a pasar en la ciudad. Por otro lado, aquel D’Anjaini, a diferencia de Morgana o Nerelas, trataba de usted a Galand y su hijo. En primer lugar, por modales, pero en segundo por mera posición social, y hasta cierto punto, militar. Y en tercer lugar… aquel D’Anjaini claramente tenía una vida humilde, pero tranquila y cómoda, y vivía sin prisas y sin estrés.

- Les dirían que incluso tienen tiempo de hacer un viaje a la capital- Arkangel- si lo desean. Esperamos a los emisarios Jayan y Tuan Dalyr en un par de meses. Asumiendo que no haya contratiempos. Todo está ya organizado en términos de transporte al otro lado del charco, pero les iré avisando conforme pase el tiempo. Por seguridad, y por si cambia algo. Pero no deben preocuparse por nada, al menos de momento.

El hombre siguió con su trabajo. Cobro lo que debía cobrar, ofreció comida y bebida, resolvió dudas sobre la ciudad, pregunto por posibles contratiempos en el viaje, posibles enemigos o rastros de los que debiera estar al tanto, e incluso ofreció algunos de libros de su propia colección. Historia, ciencia, novelas, e incluso un par de títulos con conocimientos sobre ocultismo que atesoraba en su colección personal, como deferencia por Galand y su hijo. En parte por su fama, en parte por su poder, y en parte por sus lazos con Samael.

Estaba claro que aquel hombre quería ganarse la simpatía de Galand.

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12/07/2020, 11:14
Galand Ul Del Verdantis

Galand observó con curiosidad todos los rincones de aquella guarida. Era humilde, pero Galand tampoco era una persona que disfrutase especialmente de los lujos. El D’Anjaini los recibió cordialmente, incluso con cierta deferencia. Galand pensó que aquel tipo quería ganarse su favor, pero… dada su posición entre los siervos del Príncipe y su poder personal… bueno, no le parecía extraño.

A pesar del tiempo, seguía siendo raro para el elfo que lo tratasen de ese modo. Era poderoso, sí. Pero él no se sentía… especial. Ni diferente. Ni mucho menos superior. Simplemente era… él. Galand.

Le tendió la mano al D’Anjaini, e hizo algunas preguntas pertinentes sobre el estado de la ciudad, lugares interesantes por visitar y las cosas que un par de Sylvain debían tener en cuenta. Presencia de inquisidores, agentes de otras organizaciones… Galand prefería evitar problemas, por mucho que pudiese solucionarlos blandiendo la espada. Aquello solía causar otro tipo de problemas…

El alojamiento en aquel establecimiento no era caro. Aunque también tenía el pago que había recibido por la katana que había forjado en Phaion. Ya que tenían que estar dos meses esperando, al menos podrían disfrutar un poco de la ciudad. También podrían aprovechar el tiempo. Dos meses era suficiente para que Eldar progresase en sus estudios de la espada y la hechicería.

Quizá lo que necesitaban era más bien un lugar discreto al que volver. Una posada tranquila, que no llamase mucho la atención. En la guarida de Samael no tendrían que ocultar sus identidades todo el tiempo, pero tampoco podían gozar de mucha intimidad. De todos modos, Galand no quiso rechazar la hospitalidad del D’Anjaini. Le había caído en gracia.

- Nos alojaremos aquí por el momento, muchas gracias.

Si en algún momento se cansaban siempre podrían ir a cualquier otra posada. Por el momento, aquel lugar estaba bien.

Tenían una larga espera por delante, por lo que Galand se aseguró de dar conversación al D’Anjaini, de establecer cierta relación. Les convenía tener al administrador de aquel lugar como aliado.

- Por cierto, ¿qué tan tranquilos son los bosques cerca de la ciudad? – preguntó Galand, recordando a los leñadores con los que se habían encontrado al llegar.

Necesitaban un lugar donde entrenar. La esgrima no sería un problema, pero si lo intentaban con magia… Necesitarían hacerlo en un lugar discreto.

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14/07/2020, 21:45
Oenoc

El D’Anjaini, Oenoc, reveló que los bosques en la cercanía de la ciudad eran usados para la tala y la caza. Practicar magia ahí no sería seguro, pero podían entrenar con la espada teniendo cierto cuidado.

Tras una semana en la ciudad, un Inquisidor con un séquito de cuatro guardias de El Dominio llegó a la ciudad. Según las investigaciones de Oenoc, no parecía nadie particularmente de renombre, pero seguramente había llegado ahí desde Arkangel. Una semana más tarde, el D’Anjaini pudo averiguar que estaba ahí para investigar cierta aparición de dos hombres, por arte de brujería, en los límites del bosque, hacía una semana. Preguntó abiertamente a Galand y Eldar si se trataba de ellos, e insistió en que tuviesen particular cuidado a partir de ese momento.

Eldar y Galand habían podido disfrutar un poco de la ciudad, sus vistas, sus tiendas y su comida, bajo el abrigo de un padre e hijo humanos. Con la llegada del Inquisidor, sin embargo, se volvieron más cautos, especialmente con sus escapadas al bosque para entrenar.

A las dos semanas, Galand observó a un hombre, ataviado con ropajes caros y nobles, anteojos, pero cargando una amplia espada bastarda y gemelos con forma de cruz, hablando con un par de leñadores a la salida de la ciudad. Galand cambió de rumbo, evitándolos.

A las tres semanas en la ciudad, el Oenoc hizo de mensajero para entregarle dos mensajes a Galand. Uno por parte de Samael, y otro por parte de un particular.

- Galand- se permitió, llamándole por el nombre tras tres semanas en su refugio-. Samael, como colectivo, me ha pedido que le trasmita sus disculpas. Tengo entendido que sufrió un ataque en Arkangel hace unos meses, resultando en la muerte de múltiples humanos y un considerable escandalo tras su célere partida de la ciudad. Astuta decisión, por supuesto- se aclaró la garganta-. Samael delató su posición, como asociado a la organización, a otro de sus miembros, a sabiendas de que esto podía resultar en un ataque contra su persona. Su posición contra las medidas del Príncipe Sylvain, y la campaña de Samael para salir de las sombras, les llevo a tomar tal medida.

El hombre saco de una mochila de cuero un par de objetos envueltos en tela. Desenvolvió el primero, que resultó ser un tomo sobre la forja de runas sobrenaturales en acero y Malebologia. El resulto resultó ser una bolsa de cuero, con monedas de oro dentro.

- Por favor, considérelo un simple gesto de disculpa, por el error cometido. Si bien Samael considera que hizo lo correcto en su momento, su nueva posición dentro de esta campaña requiere de una rectificación por parte de la organización. Por favor, entienda que no es nada personal- compuso una pequeña referencia con la cabeza-. Así mismo, el individuo que le atacó y soltó- como animales- un puñado de humanos contra usted, me pide que le transfiera sus disculpas, y que le complace ver que se ha movido al bando correcto. Me ha pedido que le diga que espera verlo otra vez pronto, en mejores circunstancias.

Deslizó el libro, tras poner la bolsa de monedas encima, hacia Galand.

-Si hay algo que pueda hacer por usted, por favor dígamelo. Y no tiene necesidad, pero si desea transmitir algún mensaje a Samael o a su asaltante, me encargaré de que llegue a donde deba llegar.

Un par de días más tarde, Galand y su hijo caminaban por la ciudad, bajo una apariencia humana. Tras un par de giros en la ciudad, y pararse a comprar comida, se dio cuenta de que el mismo hombre de hacía una semana, aunque en esta ocasión no cargaba una espada bastarda, había tomado el mismo camino. Pararon a comprar fruta en una tienda a pie de calle, y el hombre, a una distancia significativa, hizo lo propio en otro estante de lácteos y carne curada.

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22/07/2020, 09:47
Galand Ul Del Verdantis

Los siguientes días resultaron… apacibles. Galand y Eldar disfrutaban de las actividades y comida que la ciudad podía ofrecerles. De vez en cuando entrenaban en secreto entre los árboles. Nada demasiado llamativo. O al menos eso intentaba el elfo.

Con el paso de las semanas llegó un inquisidor. Seguía la pista del propio Galand, que había aparecido junto a su hijo delante de unos humanos. Era una situación realmente incómoda para el elfo. Pero su estrategia por el momento fue no hacer nada extraño, seguir con su estilo de vida tranquilo. Quizá, con el paso de los días, el hombre simplemente perdería la pista. Galand se había asegurado de cambiar los disfraces que Eldar y él portaban tras el incidente. Aquello les debería de dar… algo de tiempo.

Por otro lado, Oenoc mencionó cierto asunto con Samael.

- Ah, recuerdo… - mencionó el elfo, dándose por aludido cuando el D’Anjaini habló del ataque en Arkángel -. Un encuentro desafortunado, sin duda.

Por ese entonces Galand tenía una idea diferente de lo que debía hacer. Se sentía ciertamente molesto por la “traición” de Samael, pero podía comprender la tesitura en la que se habían encontrado.

- Dígale a la organización que acepto sus disculpas, y que no hay agravio alguno entre nosotros. Y a mí asaltante… Bien, hágale llegar este mensaje - carraspeó - “Cuando nos volvamos a encontrar, espero que podamos tener una agradable conversación cara a cara.”

Todavía le intrigaba la identidad del individuo. Se defendió bien en combate. Si podía convertirlo en un aliado sería todo un efectivo a tener en cuenta. A Galand no le interesaban demasiado los agravios del pasado. Había pasado demasiado tiempo de su vida cegado por la venganza. Y ni siquiera era tan viejo para ser un elfo…

El tomo y el dinero sin duda les vendrían bien. Y Galand se dedicó, en los días siguientes, a leer el tomo mientras su hijo meditaba y atendía sus propios asuntos.

Un par de días más tarde, mientras paseaban por la ciudad, Galand advirtió al hombre de los gemelos de cruz. Galand estaba bastante seguro de lo que aquello significaba, pero no deseaba organizar un numerito. No en medio de la ciudad. Aquello, pensó el elfo, les daba también cierta ventaja a ellos. Aquel hombre, si era un Inquisidor, no se atrevería a atacar en medio de la ciudad, ¿verdad?

¿Cuál era su jugada entonces? ¿Usar a los civiles de escudo, alargar la situación hasta que el propio Inquisidor se cansase y diese un paso en falso? Si tenía lugar un enfrentamiento allí mismo… Galand no podía abusar de la magia. Ya sería bastante llamativo cruzar espadas con un inquisidor.

- Hijo… - murmuró Galand, tratando de llamar la atención de Eldar mientras hacía ver que inspeccionaba la fruta del puesto en el que se habían detenido -. No te alarmes ni sobresaltes. Es posible que nos esté siguiendo un hombre.

Galand compró una cesta de peras y se adentró de nuevo entre el gentío junto a su hijo.

- Sospecho que es un Inquisidor, no le mires. No sé si se ha dado cuenta de que lo he visto.

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22/07/2020, 22:25
Narrador

Eldar se limitó a mostrar su conformidad, y mantuvo la calma. Presumiblemente, haber acompañado al Príncipe en el pasado podía haberle curtido a la hora de pensar con la cabeza fría en situaciones así. No obstante, se limitó a seguir la guía de Galand.

Padre e hijo se dispersaron en la multitud, pero no consiguieron perder de vista al presunto Inquisidor. Siempre a una distancia prudencial, pero sin aparente miedo a acercarse si era necesario para perder no perder de vista a la pareja, aquel humano parecía tenaz, y desde luego con un ojo entrenado pese a sus anteojos. Mantenía sorprendentemente la calma, disimulando bastante bien con una actitud apacible y contenta, pero aceleraba el paso si era necesario.

No parecía que Galand y Eldar fueran a despistarlo simplemente usando a la multitud, pero tampoco parecía que el hombre tuviera intención de acercarse demasiado, al menos mientras permanecían en las calles transitadas. Se limitaba a seguirles, de forma pacífica pero tenaz.

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02/08/2020, 10:35
Galand Ul Del Verdantis

A pesar de que intentaban mezclarse entre el gentío, el supuesto Inquisidor no los perdía de vista. Era evidente que los seguía, aunque no parecía dar ningún paso en falso. Si los abordaba allí en medio llamaría demasiado la atención.

¿Qué prefería Galand? ¿Intentar dejar pasar el tiempo?

No, el Inquisidor no cedería. Quizá lo mejor era… abordar la situación. Terminar con ello.

- Vamos a un lugar menos ajetreado, no bajes la guardia. Veamos qué quiere – le dijo a su hijo mientras andaba entre el gentío, asiento su cesta de peras con cierta tensión en los nudillos.

Ni siquiera iban armados…

Galand se dirigió hacia una zona menos céntrica de la ciudad. Con menos gente. Quizá con más intimidad para poder hablar, pero no la suficiente como para combatir sin llamar la atención.

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03/08/2020, 11:08
Narrador

Galand y Eldar se alejaron de las calles principales. Una vez se adentraron en las calles con menso gentío, el Inquisidor era más notorio y no podía ocultarse tan bien entre la muchedumbre. Sin embargo, las calles seguían relativamente pobladas, por lo que una pelea abierta sería ciertamente observada. El Inquisidor, sin demasiados miramientos, siguió sin hacer muestra de querer acercarse a hablar con la pareja, y se mantuvo a una distancia algo más prudencial, para no llamar excesivamente la atención, pero seguía siguiendo a la pareja y prefería saltar a la vista a perderles la pista. No se dirigió a ellos, e intentaba no mantener contacto visual, aunque ocasionalmente tenía que mirarlos brevemente para saber por dónde iban. El resto del tiempo se limitaba a andar, con la cabeza baja y las manos en los bolsillos.

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09/08/2020, 19:59
Galand Ul Del Verdantis

Llegado a cierto punto, Galand opinó que era apropiado detenerse. Seguía habiendo gente por la calle, pero no estaba tan ajetreada como para que no pudiesen mantener una conversación a cierta distancia.

Galand comenzó a hacer más evidentes sus miradas hacia el Inquisidor y, nada más se detuvo, se giró hacia él con expresión de fastidio en el rostro.

Se quedó quieto, esperando por si se acercaba a una distancia prudencial.

Alzó la voz lo justo y necesario para que aquel tipo pudiese oírlo.

- Veo que nos está siguiendo, caballero. ¿Podemos ayudarle en algo? – preguntó, tanteando el terreno.

No avanzó hacia él, dejando que el propio Inquisidor recortase la distancia si lo deseaba.

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12/08/2020, 19:36
Inquisidor

El Inquisidor echó el rostro hacia atrás, enarcando una ceja.

Titubeó, mirando a ambos lados. Si bien la calle no estaba abarrotada del todo, aún había gente.

- Buenas tardes- comenzó con educación-. Siento las molestias, pero me temo que soy un Inquisidor en acto de servicio. He venido aquí en persecución de un posible acto de brujería, y creo que pueden haber sido afectados sin saberlo- se aclaró la garganta-. Me temo que no puedo revelar muchos más detalles, lamento preocuparles. Si me lo permitieran, me gustaría echar un vistazo a su residencia. Quisiera asegurarme de que no hay nada que pueda suponer un peligro para sus vidas- señaló brevemente a los Sylvaines disfrazados de humanos-. Lo mismo con los bienes personales que lleven encima, por favor.

Metió su mano bajo la camiseta, sacando un colgante con una gran cruz de la Iglesia de un tamaño considerable, casi un palmo entero. Galand juraría que era de metal, pero bañada en plata. Llevaba pequeños grabados en latín, habituales de un sermón, y Cristo parecía haber sido moldeado a mano de forma simple pero elegante.

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17/08/2020, 15:54
Galand Ul Del Verdantis

Galand resistió la tentación de enarcar una ceja cuando el Inquisidor lanzó su petición.

¿Ver nuestra residencia y nuestros objetos personales?

Sin duda, no se había preparado para aquello. Habían cambiado de apariencia desde su llegada a la ciudad, pero el Inquisidor los estaba rastreando igualmente. ¿Sería de aquellos que podían rastrear a los seres inhumanos? El aura de Galand era relativamente difícil de ocultar ante el ojo experto, y quizá Eldar todavía no era lo suficientemente hábil como para ocultar la suya propia.

Pero aquel Inquisidor no debía de haber sido capaz de medir el poder individual de ambos. Si no… Bueno, Galand suponía que se habría replanteado su estrategia. Quizá pedir refuerzos.

En aquel momento Galand no tenía mucho tiempo para pensar. Ni siquiera para inventarse una excusa. Odiaba tener que recurrir a la violencia, pero no tenía ningún lugar que enseñarle a aquel tipo. No podía poner en peligro el refugio de Samael. Y si iban a una posada cualquiera, ¿tendrían tiempo de reservar una habitación sin que el Inquisidor se diese cuenta de que era una treta?

- ¿Brujería? – preguntó Galand con escepticismo -. Eso son solo cuentos de viejas, todo el mundo lo sabe.

Negó con la cabeza.

- No tenemos residencia alguna que enseñarle, solo la humilde habitación de una posada. Somos viajeros, pasamos los días esperando que llegue nuestro transporte – se explicó Galand mientras avanzaba hacia el Inquisidor, con calma.

> No sé qué podría encontrar en nuestra habitación, ni siquiera en nuestras posesiones que pudiese hacerle creer que hemos sido afectados por… ese cuento. O que nuestras vidas corren peligro siquiera.

El único objeto mágico que llevaba Galand encima en aquel momento era el Eru Pelegrí que hacía pareja con el de Ilviel, aunque no lo llevaba puesto. Nunca se separaba de él, era su nexo con Los Perdidos. Durante sus paseos, Galand había considerado que deberían dejar sus armas y otros objetos a salvo en el refugio de Samael. Galand no iba precisamente desarmado, pero…

- ¿No se habrá equivocado de individuos? – sugirió el elfo.

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23/08/2020, 23:45
Inquisidor

El Inquisidor negó con la cabeza, componiendo una mueca de pesar despreocupado al fruncir lo labios. 

- Me temo que le hago saber todo esto porque sospecho que no sea así, caballero- se limitó a responder-. Deseo estar equivocándome de individuos, pero debo cerciorarme- se disculpó. No parecía querer molestar a Galand y a su hijo, pero tampoco parecía realmente dolido por tener que hacerlo-. Si la brujería son cuentos de viejas, no tiene absolutamente nada que temer. Pero si no lo son... es posible que corran un peligro terrible. Entiéndanme. Debo mantenerles a ustedes, y a esta ciudad, a salvo.

Se aclaró la garganta.

- Prometo no robarles mucho tiempo, y no más del estrictamente necesario. Pero me temo que debo hacerlo. Les ruego que colaboren, la Iglesia es muy estricta con estas investigaciones, incluso en Abel, y no quisiera que tuvieran que pasar la noche en el calabozo sin ninguna necesidad- señaló al duo con una mano-. Tienen toda la pinta de ser gente de bien. Entiéndame, a mí esto me hace tan poca ilusión como a usted, pero debe hacerse.

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03/09/2020, 20:22
Galand Ul Del Verdantis

El Inquisidor era educado. Terco y educado. No cejaría en su empeño. Y si la cosa terminaba mal… la Iglesia enviaría a más de ellos. Podrían en peligro la misión. Galand se arrepintió en aquel momento de haber aceptado la hospitalidad del amable D’Anjaini.

Galand soltó un bufido.

- Bah, está bien. Todo sea por no agriar este fantástico día… - dijo, resignado -. Acompáñenos, por favor.

Galand comenzó a andar en dirección a una zona más alejada del centro, lejos del gentío y de las miradas indiscretas.

- Nos dedicamos a estudiar, por lo que decidimos alojarnos a las afueras de la ciudad, donde el ruido y las molestias serían menores – le contó al Inquisidor, dejando que su hijo oyese también lo que decía.

Quería que Eldar se diese cuenta de que no estaban yendo a su verdadero alojamiento.

3 segundos. Era lo que necesitaba Galand para invocar una de sus espadas y atravesar la garganta de aquel hombre. Esperaba pillarlo por sorpresa, pero primero necesitaban ir a un lugar discreto.

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04/09/2020, 16:47
Narrador

La espalda silbó en el aire con una nota musical. Invocada gracias a la conexión por sangre con Galand, atravesó la garganta del Inquisidor de forma limpia. El hombre apenas pudo ladear ligeramente el rostro, sorprendido por el tintineo pero sin sospechar de violencia. No al menos violencia presentada de esa forma.

El cuerpo del hombre cayó al suelo, inerte, y la espada se desvaneció en el aire.

No había sido difícil. En absoluto. Galand encontró entre sus posesiones una cruz más, una biblia, y algo de pergamino. Nada de ello parecía mágico. Tras deshacerse del cadáver, procuró tener más cuidado.

— ¿Vendrán más?— preguntó Eldar, volviendo al corazón de la ciudad—. El Príncipe solía acabar con ellos, pero no estuvimos nunca demasiado tiempo en el mismo sitio.

Era una buena pregunta. Pero lo hicieran o no, al menos el último rastro de aquel Inquisidor había desaparecido, dando algo de tiempo, y espacio, a Galand y su hijo. La pareja se reubicó en una taberna, bajo una nueva identidad, y mantuvo un perfil bastante tranquilo y disimulado durante las próximas semanas. Semanas que sirvieron para aleccionar a Eldar en asuntos de Esencia y Luz, pero también Forja e invaluables historias y anécdotas de sus viajes.

No encontraron, al menos durante ese tiempo, más molestias por parte de la Iglesia.

Fue aquella noche, no obstante, 2 semanas más tarde, que el barco que presuntamente iba a llevarles al otro lado de las aguas iba a convertirse en el nuevo hospedaje para dos tripulantes más. Dos Jayanes.

* * * *

Galand y Eldar habían hecho del navío su morada por aquella noche. Era un barco de un tamaño respetable, pero no excesivamente grande. Era una embarcación de mercancía, cargada con sal, especias, alcoholes, tabacos refinados y otros bienes varios. Oenoc, el D'Anjaini de la ciudad, ya había comentado a Galand la posibilidad de que también hubiera opio a bordo de ese barco. Los marineros habían sido pagados generosamente por su discreción ante sus seis, aparentemente seis, pasajeros a bordo, pero dicha discreción siempre era más segura cuando ambas partes tenían motivos para no abrir la boca más allá del dinero. Unos marineros que se sacaban un sobresueldo deslizando opio entre continentes no eran unos aliados muy honorables, pero tenían un interés personal en la discrección.

Era un lugar del puerto relativamente oscuro. Relativamente discreto. Pero no exageradamente. Estaban en plena noche cerrada, donde sólo el sonido de la madera chirriando por el mecer del agua, una suave brisa, y el sonido de alguna pequeña ola lejana, rompían el silencio. Los marineros, convenientemente, habían apagado las luces de aquel lugar, y se habían ido a dormir. Sólo Galand y Eldar permanecían en pie, algo fácil dada su limitada necesidad para descansar.

Un carruaje sencillo, pero grande y robusto, tirado por dos caballos y un jinete ajado se atisbó en el muelle. Moviéndose despacio. Muy despacio. Galand no era un novato, y sabía que aquellos caballos estaban haciendo un esfuerzo considerable. Estaban cansados, era tarde, y lo que fuera que había dentro del carruaje debía pesar bastante.