Partida Rol por web

Nunca has oído gritar a lord Erithalas, pero te aventurarías a decir que el grito no era del noble y con total seguridad no era de Gwyn.

Son muchas y de muy diversa índole las auras arcanas que detectas flotando alrededor de Gwyn. Magia de Transmutación, mezclada con magia Universal y de Abjuración. Y por encima de ellas, magia de Conjuración entrelazada con Ilusión y Nigromancia. Pero no descubres en él magia de Encantamiento.

Algunos de sus compañeros no disimulaban su sorpresa al verlo, Gwyn no estaba seguro si era porque esperaba que no saliese nunca del templo o porque no creían que pudiese vencer al Senescal. Mientras estaba al lado del difunto guardia, levantó el mentón respondió al jefe del grupo - Mejor que esa... bueno, puedo decir que estoy convencido que el motivo por el que he salido con vida de ahí es que soy un elegido de los dioses, como dice el venerable Nalvius - asintió hacia el sacerdote con falsa modestia - Sobre cómo lo hice, podríamos decir que pude dar caza al cazador - ninguno de los que estaban frente a él hubiese sobrevivido, él lo sabía y pensaba que ellos en el fondo también, aunque no lo admitirían. - No es tan extraño, estoy acostumbrado a lidiar con muertos vivientes, aunque este tenía un carácter parecido al de cierta momia que conocí - 

Volvió su atención sobre Lormaen, mientras a su alrededor la autoritaria voz de la druida volvía a sonar - Me he perdido de algo? En qué momento dejaste de ser una elfa disfrazada que a regañadientes es admitida entre nosotros y pasaste a ser la autoridad del grupo?- negó con la cabeza ignorando las preguntas que le había hecho - No aprendes más, Lithiniel. Yo respondo a Tareth, no a ti, por él es que aceptamos tu presencia entre nosotros, y por protegerlo a él es que me puse a su lado para lidiar con Lord Erithalas... si hubieses permanecido escondida como estabas y hubieses dejado que los dos manejásemos el asunto, ahora Lormaen estaría con vida... pero no pudiste contigo misma, tuviste que lanzar un rayo y arruinarlo todo, una vez más... así que al menos ten la decencia de hacer silencio - le respondió, mientras sus manos se posaban en el cuerpo del guardia.

El veterano de la Protectoría avanza hacia Gwyn con su espada desenvainada y con su enguantada mano izquierda agarra el arco de su difunto compañero que el kirath también sostiene.

—Esto no te pertenece, ratero —declara con el ceño fruncido, dejando muy claro lo que opina de la acción—. Ni esto, ni ninguna otra cosa, a decir verdad. Yo me lo quedaré para reemplazar el mío, gracias.

Tironea con fuerza para arrebatárselo a Gwyn de las manos pero no consigue que éste lo suelte. Con un gruñido furioso, el soldado redobla sus esfuerzos, pero patina al pisar una rata muerta y termina cayendo de culo al suelo.

—Apestoso saqueador kirath... —murmura rabioso, mientras recupera su espada y trata de hacer lo propio con su verticalidad y su orgullo herido— Yo te enseñaré...

La reaparición de Gwyn ahora que el peligro ha pasado tal vez me sorprenda a mí menos que nadie. Es un superviviente nato que siempre huye ante la menor amenaza y regresa cuando olfatea la promesa de botín. Por desgracia, nuestro grupo está tan exhausto y desmoralizado que me temo que su intolerable comportamiento acabe haciendo que alguno de los presentes quiera desquitarse con él. Así pues, me apresuro a intervenir antes de que Ghïlmeril lo haga con la espada y no con las palabras.

—En una situación diferente, ninguno de nosotros se atrevería a tocar las cosas de nuestro difunto compañero, pero hace ya tiempo que los que combatimos a la Pesadilla sabemos que los recursos son escasos y los escrúpulos son un lujo que no nos podemos permitir.

»Todos aquí necesitamos algo: tú, Ghïlmeril, necesitas un arco para reemplazar que el se te quemó a las puertas de la ciudad, eso está claro. Lithiniel ha llegado hasta nosotros mendigando un arma y me temo que hasta que no se la demos, no se dignará a luchar y seguirá escondida tras sus hechizos protectores, que se quede la lanza y veamos si con ella gana un poco del valor y la decencia de su anterior propietario.

Ghïlmeril parece dispuesto a protestar y yo puedo entenderle. Recompensar a Lithiniel con la lanza de Lormaen después de que lo haya matado parece un disparate. A nadie le repugna más que a mí, pero necesitamos a todos tan bien pertrechados como podamos estar. No quiero enzarzarme en un debate absurdo con el obtuso y racista militar, así que prosigo con mi monólogo.

—La espada parece una buena pieza, ¿la quieres tú, Elspeth? O quizá Nalvius pueda hacer buen uso de ella. Yo no voy a reclamarla, pero en mis manos todas las flechas son pocas y no creo que ninguno se atreva a negarme las de Lormaen ahora que mi carcaj vuelve a estar casi vacío. La armadura tal vez la necesite Nalvius, pero si él no la quiere, se la dejaremos a nuestro difunto camarada y no tomaremos de él nada que no nos ayude en nuestra lucha; los kirath viajamos ligeros y no saqueamos los cadáveres de los nuestros con fines lucrativos. Al menos no los verdaderos kirath —matizo, dedicando una significativa mirada a su sobrealimentado compañero—. Por lo que respecta a Gwyn, lo que le hace falta es vergüenza, pero esa no la va a encontrar en este campo de batalla del que ha huido más deprisa que las ratas. Enfurecerse con él no merece la pena, ni tampoco agotar las pocas energías que nos quedan en aleccionarle.

»Si dice que se ha ocupado de lord Erithalas entonces podéis estar seguros de que nos lo volveremos a encontrar, Gwyndaewar es un embustero patológico. Ya sabéis lo que yo opino, que deberíamos entrar en el templo y acabar con ese malnacido de una vez por todas. La druida coincide conmigo y también lo hace Nalvius. Tareth prefiere marcharse y nadie puede culparle, pero sin su magia temo que tendremos problemas para vencer. ¿Qué opináis los demás?

—¿Y con qué piensas acabar con ese brujo, mestiza? ¿Con tus discursos soporíferos? Por si no te has dado cuenta, ni los rayos, ni las flechas le han hecho una mierda. Estoy con el tuerto, mientras no nos lo volvamos a cruzar me trae sin cuidado si ese bastardo está vivo o muerto. No estamos aquí para limpiar Silvanost de estiercol, sino para encontrar un maldito collar y salir de aquí a la carrera. ¿Cuántos más tienen que morir para que os dejéis de heroicidades? Jodidos aficionados... os pensáis que esto es un maldito juego.

La elfa oscura tenía un límite a la cantidad de críticas que podía aguantar, e incluso en su estado de semiservidumbre podía aguantar bastantes más, pero aquello ya colmó el vaso, por lo que sin dudarlo un segundo empezó a poner a cada uno en su sitio diciendole a Gwyn en primer lugar:

-Yo ataqué porque ese malnacido había hechizado a Tareth y sé por mi propia experiencia que la única forma que estaba en mi mano para liberarlo era acabar con el nigromante, no obstante no sé porque me esfuerzo en explicarte nada cuando tu única respuesta ante algo que te supera es huir; así que te quede bien claro que no fui yo quien inició la pelea, vi a un compañero en apuros e intenté ayudarlo, como me gustaría que hicieran conmigo si fuese al revés -dejó bien claro dando una lección de principios- además, en cuanto a lo sucedido ahí dentro -indicó señalando la casa de la que había salido el explorador y hablando al resto- está claro que no quieres contar los detalles, algo que no me genera ninguna confianza -expuso cada vez más partidaria de la idea de que Lord Eritahlas lo estaba controlando como bien dijo Tareth- pero sí puedo decir que estoy completamente segura de que el grito que escuchamos antes no provenía ni de ti, ni del nigromante, así que hay más incógnitas de las que parece -aclaró mirando inquisitavamente al rechoncho kirath.

Acto seguido y cuando se inició el debate sobre el reparto del botín, tuvo que soportar los insultos de la semihumana, por lo que le respondió con igual dureza diciendo:

-¿¡Perdona?! ¿que me mantengo escondida? esconderse es lo que hace Gwyn, yo estuve luchando como los demás, y si empleo mi magia en protegerme de una horda de enemigos, ¡¿acaso me lo reprochas encima?! no sé si te has fijado pero llevo una maldita armadura de madera, al igual que el escudo, toscamente fabricado cómo únicamente pude, no tengo apenas ropas y mis zapatos son unos simples zuecos moldeados; y ante todo eso, y teniendo como única defensa mi propia magia ¿me criticas que no me lance contra la primera línea? pfff esto es inaudito -expuso sin dar crédito a todo lo que le decían, pues ya tiraban de motivos imaginarios incluso- te recuerdo que he matado a más enemigos que tú, pese a "esconderme" como tu lo llamas, además, no sé si después de todo lo vivido te has fijado, pero no soy especialmente letal en cuerpo a cuerpo, con mis hechizos como he demostrado hago mucho más daño y soy más útil, pues puedo potenciar a aquel que lo necesite, algo que puedo hacer sin posibilidad de fallo cuando no hay nadie atacándome -dijo con dureza defendiendo firmemente su estrategia de batalla- y por cierto, yo no mendigo nada, os pedí objetos amablemente y a excepción de Tareth los demás callasteis, no volveré a pediros nada, únicamente me quedaré con su mochila, pues no tengo forma de almacenar nada, el resto no os preocupéis que no quiero molestaros lo más mínimo y menos aún tratándose de los enseres de un valiente soldado -dijo anteponiendo su orgullo, que por muy machacado que estuviera aún seguía teniendo algo- no estoy aquí para que mi tiréis las sobras como si fuera un perro, si queréis darme algo amablemente lo cogeré, si esperáis que me arrastre para pediros migajas de todo lo que hallemos, mejor será que os calléis y os evitéis el actuar con falsa justicia -sentenció con dureza pues estaba harta de que la pisotearan, incluso cuando por una vez no había insultado ni menospreciado a nadie.

En cuanto a la ruta a seguir, Lithiniel tenía cada vez más dudas sobre internarse para seguir a Lord Erithalas, por lo que dijo:

-Sigo siendo partidaria de acabar con él, pero hasta que Gwyndaear no aclare lo sucedido no sé si entrar, podría internarme y si veo que la situación se tuerce, huir en forma animal -expuso ofreciéndose a echar un vistazo en solitario si hiciera falta

Ghilmeril se le vino encima cuando puso su mano sobre el arco corto del elfo muerto, o eso intentó, porque terminó en el piso haciendo el ridículo - Si me lo pides bien, te daría mi arco, pero no así, con esos modales...- negó con la cabeza, como si estuviese retando a un niño. Nadie le preguntó cómo estaba, por el contrario, cada cual le mostraba un desprecio visceral, cosa que él no mostraba por los demás, ni lo haría, porque le había prometido a Tareth que se llevaría bien con los demás, aunque como en aquél momento la druida los había dejado, y él no la consideraba parte del grupo.

Tras la reprimenda del rechoncho elfo a la orgullosa druida por creerse con autoridad sobre los demás, habló la semihumana aún con más vehemencia, como si estuviese al mando. Qué les pasa a estas mujeres? Lo que decía tenía bastante sentido de todos modos, y ni siquiera les estaba robando en la cara como en otras ocasiones, así que Gwyn se tomó a bien sus palabras sin dar mucha importancia a sus insultos y le extendió el arco a Ghilmeril - No estoy quedándome con lo ajeno, tú eras su amigo y tienes más derecho que yo al arco, lo que quería es un recuerdo, guardo uno de cada compañero caído - Cuando soltó el arma se dio cuenta que el grupo que tanto lo criticaba se había encargado de saquear completamente al muerto, la espada, la armadura, la mochila, el arco, cada uno se llevaba algo menos él, pero lo seguían insultando. Algo aquí no está nada bien, se dijo, dándose cuenta que se estaban llevando todo delante de sus narices.

Luego vino el discurso de la druida - No me das lástima, Lithiniel, si tienes esas ropas es porque nos abandonaste por seguir tus caprichos en vez de acompañarnos. Los mismos caprichos que te mueven crear un combate cuando no hacía falta. Si el jefe estaba bajo el embrujo del Senescal, cuál era tu problema? iba alguien a salir lastimado? no era mejor aprovechar eso para conseguir la ayuda del señor de Silvanost y negociar con él que nos diese el medallón, que después de todo es lo que vinimos a buscar? Podríamos haber liberado a Tareth luego, con el medallón en la mano, pero no, tú decidiste por todos nosotros que no podamos hacer eso... De qué sirvió el rayo que lanzaste sobre él? Lo que yo vi es que después de tu inservible rayo el Senescal se enfureció, perdimos toda posibilidad de contar con su ayuda para saber dónde está el medallón, vinieron cientos de ratas a comernos de a poco, y además de quedar heridos y sin encantamientos, hemos pedido a un compañero... y en lugar de disculparte, nos sermoneas y nos das órdenes ?!- volvió a negar con la cabeza - Al menos yo enfrenté mano a mano al Senescal y lo vencí. Intentalo tú ya que dices ser tan útil, ve... muéstranos cuán lejos llega tu orgullo y tu necedad, pero te advierto que ni como animal ni como elfa saldrás con vida de ahí - entonces volvió a centrarse en el cadáver, viendo qué recuerdo podría llevarse consigo. También puedo cortarle una oreja, podría colgarla junto a la mano, pensó viendo el cuerpo ya saqueado por sus compañeros.

- Gwyn... - Llamó la atención del kiriath. Acto seguido se mantuvo unos segundos en silencio. - Te hemos preguntado algo, ¿eh? - Se lo quedó mirando unos momentos. - Necesitamos detalles, si. Los necesitamos. - Apretó los puños. - ¿Qué ha pasado con el senescal? ¿Le has matado? ¿Le has encerrado? - Preguntó. - Detalles, detalles, Gwyn... - Resopló. Era muy difícil tratar con ese huidizo elfo. - Cuéntanos que ha pasado, ¿eh? Desde el primer momento. ¡Si desde el primer momento en que te fuiste...! - Tomó aire tratando de calmarse. - ...acabando ahora mismo. 

Gwyn guardó algo en su bolsillo y se puso de pie apenas Tareth se dirigió a él nuevamente - Y la respondí, pero si quiere detalles desde que desaparecí, puedo dartelos Jefe - dijo como si estuviese hablando el Comandante de los kirath, aunque no el actual porque por ese no sentía el menor respeto - Bueno, cuando vi que habías ido solo a enfrentar al temible señor de la maldita Silvanost, recordé lo que me dijiste acerca de ir juntos, codo a codo, y me puse a tu lado. Pero como Lord Erithalas dijo que todo lo que estaba a su vista le pertenecía y mi intención era ayudarte, pero sin someterme a él, decidí usar el poder Irda para que no pudiese verme y ser libre de sus brujerías, y eso funcionó -

- Luego, como vi que te pusiste de rodillas y él pedía tributo, me pareció que lo mejor era alimentar un poco su orgullo y ofrecerle nuestros respetos, y eso hice. Como el resto estaba oculto y él dispuesto a negociar, seguro que llegabamos a un entendimiento, no es la primera vez que negocio con no muertos... tampoco es la primera vez que el monje interfiere, ni la primera en que Lithiniel lo arruina todo, pero de eso ya he hablado -

- Como después del fallido ataque de esos dos el Senescal te envió a matar al monje, yo traté de convencerlo de que los dejase con vida, enumerando todas las ventajas de tenerlos dominados. No digo que lo fuesen a pasar bien, pero vivirían, y como Ashe y yo quedaríamos fuera, de algún modo los íbamos a liberar después de que consiguiésemos el medallón. Pero este no muerto es muy caprichoso y cambiante, creo que no le gustó la estatuilla kender, y bueno, se puso peor-

- Yo estaba herido y las ratas podían olerme, y morderme también, y ya no tenía sentido hablar con Lord Erithalas, al menos no en ese momento, porque estaba furioso y además quería matarme. Preferí aprovechar que no podían verme para subir al templo y desde ahí poder usar mi ballesta para ayudarlos, porque las ratas me estaban comiendo y acabarían conmigo si no me iba de ahí. Así que entré al templo -

- No es un bonito lugar, hay sólo una sala y muchas cadenas colgando del techo, casi todas ensangrentadas. Hay un elfo ahí, colgando de ellas, con el vientre destrozado, es un viejo que debiera estar muerto pero no lo parece, se queja todo el tiempo, está un poco loco pero cuenta historias interesantes, aunque un tanto aterradoras. Antes era el dueño del templo, supongo que el sumo sacerdote de E'li, pero su dios no lo ha ayudado mucho que digamos -

- Luego entró el Senescal, furioso, hambriento, dispuesto a comerme y bloqueando la salida. Drielae dice que es mi muerte, y me asusté un poco, no quería morirme todavía. Así que saqué el mosquito que no le gustaba a Elspeth, el del olor repugnante, para que el cazador no pudiese olerme, y sacudí las cadenas para que chocaran entre sí y no pudiese oirme, aunque al hacerlo el sacerdote empezó a gemir de dolor, tendré que disculparme con él luego. Como tampoco me veía, no podía darme caza y pude avanzar hacia la salida.  -

- No fue fácil, Lord Erithalas caminaba por las paredes como una araña y en un momento hice un sonido, creo que tropecé con algo, y él saltó sobre mí. Sus garras pasaron muy cerca mío pero los dioses están conmigo y no me hizo daño. Cuando llegué a la entrada, se detuvo furioso, tendrían que haberlo visto. No se atrevió a seguirme. Pienso que aceptó su derrota... aunque tal vez el sol tenga algo que ver con su cambio de idea. Hasta el anochecer va a estar ahí, encerrado, y luego nos matará a todos -

- Ese es todo el detalle que puedo dar en mi reporte, Jefe Tareth, pero escuché que quieren entrar ahí... mala idea, muy mala idea. Mejor vamos por el medallón, tal vez esté todavía en la casa de Alhana - dijo señalando la torre de las estrellas - y nos vamos de aquí antes que se nuble o anochezca - sugirió, consciente de que eran afortunados de estar con vida y no convenía abusar de ese privilegio.

El monje no se creía lo que estaba escuchando, y tuvo que repetir palabra por palabra en su mente para terminar de creérselo. Si de algo no había duda, es que en estos momentos Gwyn era amado por los dioses. Nadie podía entender sus enrevesados planes a la primera, o tal vez no trazaba planes y actuaba a lo loco con la esperanza de que su protección divina actuase y le diese coherencia a la cantidad de tropelías que cometía. Pero así era, el resumen es que el senescal estaba encerrado, tenían todo el día solar para encontrar el medallón y huir antes de que se hiciese de noche. Después... sí, venía el ligero contratiempo de que el senescal los mataría, pero ahora tenían una oportunidad y no debían desaprovecharla en absoluto.

- Gwyn, sin que sirva de precedente... ¡eres un genio! debemos coger el medallón y largarnos, tenemos el sol como aliado, y unas horas antes de que ese ser escape de ahí y nos mate a todos. 

Sinceramente, lo habría cogido y lo hubiera besado, pero no había tiempo que perder y su reputación estaba en juego. 

- No es tiempo de peleas, Ashe lleva razón, cojamos lo que cada uno necesita y rápido, por Lormaen, que su muerte no haya sido en vano. - las flechas, por supuesto, estaban adjudicadas a su amante, y si hubiera pedido algo más, se hubiese asegurado de dárselo. No respondió a las quejas de Lithiniel, ni de nadie. El tiempo apremiaba.

- Elspeth, ¿donde está la casa de Alhana? - la diplomática había vivido allí, era la que mejor conocería la ciudad. Aunque por unos segundos reparó en unas palabras de Gwyn... sumo sacerdote, vivo, destripado pero vivo...

- ¿Qué vamos a hacer con el elfo que está vivo ahí dentro? - preguntó al resto - ¿Y qué historias te contó, Gwyn?

Parecía que por un vez Gwyn había hecho las cosas bien. No le gustaban sus modos. Era demasiado individualista y aunque eso estuviera bien en ocasiones, en otras podía convertirse en un gran problema y en una temeridad que podía afectarles a todos. Tareth no era el padre de Gwyndahir y no podía estar siempre corrigiéndole, por lo que al menos en aquella ocasión no le diría nada.

- Está bien... - Dijo el tuerto y acto seguido resopló. - De ser como dices... - Bajó la mirada. - ...has sido muy valiente y has hecho bien. Si... Muy valiente. Muy bien... - Alzó la mirada. - ¡Pero deberías compartir tus planes antes de actuar por tu cuenta! - Y esa fue toda su regañina. 

Se acercó a Lormaen. No le gustaba saquear cadáveres, pero en aquellas circunstancias no les quedaba otra. Lithiniel no quisa lanza, pero sin duda le sería de utilidad. La lanza y la mochila si la necesitaba también. Agarró el arma del difunto y se la entregó a la druida. 

- Úsala y engrandece con tus actos a su antiguo propietario. - Le dijo. Entonces miró a Ghïlmeril. - Y a ti... - Frunció el ceño y le señaló con el dedo. - ¡En la guerra se cometen errores! ¡Si, muchos de ellos! ¡Pero con reproches no honrarás a tu amigo! ¡Él decidió estar aquí, si! ¡Sabía a lo que se enfrentaba! ¡Vaya si lo sabía! - Se acercó hasta el guardia y posó su mano sobre su hombro. - Es el momento de vengar a tu amigo. ¿Bien? - Y entonces se giró hacia el resto. - ¡Y ahora debemos descansar! ¡Si...! ¡Adentrarnos más en esta pesadilla en nuestras condiciones es una locura! Una locura... - Repitió. - Descansemos. Recuperemos y luego seguimos. ¿Bien?

Si a Lithiniel le pareció increíble que Ashe la acusara de no pelear en primera línea teniendo en cuenta lo escaso de su equipamiento, más inverosímil le resultó la respuesta de Gwyn, ante la cual no dudó en responder diciendo:

-¿En serio? ¿tan mal estás de tu maldita cabeza? ¿de verdad para ti lo más lógico es pactar con el nigromante a ayudar a un compañero por la fuerza? yo no sé ni para qué me esfuerzo en responder -dijo algo más tranquila pues tenía bien claro que en aquel tema el resto del grupo estaría de su parte, como gente con sentido común que eran- se ve que no has aprendido nada después de todo lo vivido, por mucho que te vanaglories, si de verdad me culpas por no haberme arrodillado ante los pies de ese malvado elfo en vez de socorrer a Tareth como intenté hacerlo, pues si Gwyndaear, soy totalmente culpable, y por fortuna no hay más como tú en este grupo que puedan considerar dicha alternativa si quiera como una opción ... -expuso con denotado desdén.

Tras ello, y después de haber perdido un tiempo valioso que el explorador dedicaba a porfiar y a hacerse el héroe, tuvo que dar todos los detalles de su historia, cosa que se podría haber ahorrado desde un primer momento si en vez de discutir con la druida se hubiese limitado a responder en vez de fanfarronear por algo únicamente fruto de la fortuna. Así pues, después de que hablara el tuerto, añadió:

-Gracias por el ofrecimiento Tareth, pero vuelvo a repetir lo dicho, si alguien tiene algún problema en que yo porte esta lanza que se la quede él, no quiero que me sigáis echando en cara cosas que no son culpa mía -añadió bastante molesta con los reproches hacía ella pese a haber intentado únicamente ayudar de la mejor forma- en cuanto a la retirada, sigo pensando igual que antes, nosotros estamos debilitados y con pocos recursos mágicos, pero Lord Erithalas también, si no ha lanzado más plagas de ratas es porque no podrá, y si no ha hechizado a Gwyn o a alguno de nosotros es porque no tiene dicha posibilidad, además hay un prisionero allí, creo que es nuestro deber intentar al menos rescatarlo, no quedan muchas horas de luz y es sólo cuestión de tiempo que nos de alcance aquí en su territorio; por mucho que nos retiremos, o intentemos coger el collar rápidamente creo que todos hemos comprobado que este lugar no es normal, hemos andado muchas horas y la torre siempre parece lejana, y por ende creo que es obvio que no llegaremos hasta ella simplemente caminando; no obstante -expuso ofreciendo el contrapunto- es cierto que todo es una suposición mía y puedo equivocarme de cabo a rabo, pero yo durante muy poco tiempo más aún podré tirar otro rayo más, y mi armadura mágica seguirá activa, al igual que la potenciación a la fuerza del monje, cosas que dentro de pocos segundos dejarán de ser efectivas y no podré recuperar hasta el día siguiente en caso de que descanse, algo que teniendo en cuenta que nos persigue un poderoso nigromante no sé si será buena elección... -dijo dejando clara su opinión y esperando que el resto de los presentes se decidieran pues a cada segundo perdían posibilidades.

Ghïlmeril se apodera del arco que Gwyn le tiende, aunque todavía parece deseoso de que el kirath le dé un motivo para desahogarse con él. En sus ojos podéis ver que le incomoda la cercanía de Tareth cuando éste le señala primero y le pone la mano en el hombro después. Le aparta el brazo de malos modos y bufa frustrado, pero no se atreve decir nada en vista de los prodigios que el tuerto ha demostrado ser capaz de realizar.

Tampoco dice nada Ashe, aunque la media sonrisa que se dibuja en sus labios os hace pensar que no está del todo disconforme con el desenlace de la discusión. O tal vez no, ¿quién sabe lo que piensan los semihumanos?

El clérigo de Astarin arruga la nariz ante la posibilidad de saquear el cadáver de su recientemente fallecido escolta y no se pronuncia sobre el asunto. En su lugar, opta por responder a la cuestión planteada por Zeverúth:

—Si hay un elfo inocente sufriendo, debemos rescatarlo —insiste con una vehemencia que cada vez tiene menos apoyos en el grupo—. Y más si es un clérigo de E'li. No podemos dejarlo en manos de esa depravada criatura.

—Créeme, hijo venerable, si ese infeliz de ahí dentro lleva cuatro años atrapado en la Pesadilla y torturado por ese brujo malnacido, te aseguro que hace mucho que ya no está vivo —replica Ghïlmeril en tono cáustico—. Vayámonos de aquí de una maldita vez y busquemos un techo donde resguardarnos unas pocas horas.

—La residencia Real es el Palacio de Quinari —indica Elspeth, tras regresar a su forma élfica después de constatar que no hay una mayoría clara a favor de seguir combatiendo en vuestro actual estado—. Pero la Torre de las Estrellas es el lugar desde el que se gobierna toda Silvanesti y donde, según lo que he escuchado, se halló al ahora difunto Lorac Caladon todavía prisionero de la magia del Orbe de los Dragones. Si el Medallón de las Estrellas no fue enterrado con su último propietario, entonces me inclino a pensar que se encuentra en algún lugar de la Torre.

—Suponiendo, claro está, que lord Erithalas o cualquier otro morador de Silvanost no lo haya reclamado para sí y escondido en cualquier otra parte —comenta Ghïlmeril—. Es como buscar un kender honrado en la fiesta de cosecha.

—Razón de más para enfrentarnos a ese siervo de la Muerte —persevera Nalvius a pesar de que se está formando ya una mayoría en contra de tales razonamientos.

—No es que no deseemos hacerlo, Nalviusduil, sino que es un enemigo al que no podemos vencer —trata de razonar con él la Túnica Blanca—. No en nuestro actual estado, al menos. Ghïlmeril está aquí para garantizar nuestra seguridad y prometimos seguir su consejo en esta materia. Tareth coincide y ha demostrado una y otra vez que sus capacidades están fuera de toda duda, así que si no quiere enfrentarse a lord Erithalas es sencillamente porque es dolorasamente consciente de que no le derrotaremos; o no lo haremos sin perder a más de los nuestros en el proceso.

Genio? Valiente? Esas palabras quedaron resonando en la pequeña cabeza de Gwyn, que miraba a Zeveruth y a Tareth completamente conmovido - Si jefe, te compartiré todo desde ahora - respondió como pudo, con un nudo en la garganta que le impidió decir más.

La druida no pensaba igual que los demás, y continuó con sus quejas e insultos como de costumbre - Que yo recuerde fuiste tú la que quiso llevarse las gemas para negociar sola con Arlithel, lo olvidaste? y nos dejaste peleando solos contra tu marido, en Tirintaal. No se por qué ahora te sorprendes de que otro negocie pacíficamente - el rechoncho elfo pensaba que el problema de la elfa no era la negociación con el no muerto, sino que sea pacífica. El razonamiento de la druida era demasiado complejo para el kirath, ella no quiso agarrar la lanza a menos que se la den, y cuando se la dieron amablemente quería ahora que todos estuviesen de acuerdo, con la excusa de que nadie se lo reproche, pero no se hacía cargo de la muerte de guardia, que sí era su responsabiliad. Gwyn levantó los hombros con indiferencia y levantó su mano como pidiendo permiso, mirando al jefe del grupo.

El monje quería seguir adelante y la druida quería entrar, jamás se iban a poner de acuerdo, podía anochecer y estar todavía discutiendo - Lord Erithalas no está debilitado, Lithiniel, no se de dónde has sacado eso. Dejó de convocar ratas para darme caza, y si no me sometió es porque no pudo verme, no porque estaba agotado... al contrario diría yo, se lo ve fuerte y muy motivado para matarnos a todos. Tiene domino sobre todo lo que hay en la ciudad, incluso sobre el sacerdote del templo, ni las flechas ni los rayos le hacen daño, tan sólo parece incomodarlo el sol... ahora, si puedes lograr que dentro del templo se haga de día, entonces todo puede cambiar - era una druida, caprichosa, orgullosa, mandona, y mal hablada, pero la naturaleza la escuchaba y si alguien podía convencer al sol de meterse ahí dentro era ella.

- Sobre el sacerdote... es una pena pero si E'li no lo salvó, qué podemos hacer nosotros? Arriesgaríamos el futuro de nuestra raza por rescatar a un hombre con los brazos y piernas quebradas, el estómago abierto y que cuelga agonizante desde hace años? Yo prefiero que ninguno de ustedes muera, y es lo que pasará si entran ahí - aseguró el rechoncho kirath.

Volvió a levantar la mano, como si requiriese un permiso - Zeveruth, la historia era confusa, puedo narrarla mientras vamos a la Torre de las Estrellas - había tiempo para contar lo que recordaba de esos dichos camino a la inalcanzable torre - bueno, a los que quieran ir - aclaró, porque lo más seguro era que no llegasen a un acuerdo y se separaran.

Levantó la mano nuevamente - Jefe Tareth... no quiero contradecirte, pero si descansamos ahora despertaremos cuando el sol está por caer... eso no nos dará tiempo a explorar la ciudad. Si quieres, puede descansar el grupo más herido y los más sanos intentar explorar - miró hacia la pareja feliz que se había enamorado en rocío matinal, tal vez entre los tres algo podían averiguar y regresar con el resto luego. 

- Heridos y con los conjuros agotados... - Negó con la cabeza. - No... no es buena idea. ¿Eh? - Le respondió a Gwyn. - Cuatro horas necesitamos para reponernos. ¿Si? ¡No será ni mediodía cuando estemos un poco más recuperados. No al cien por cien, no, pero si más recuperados. ¿Si? - Se encogió de hombros. - Tendremos tiempo... ¿eh? 

Esa era la postura de Tareth. Necesitaban reponerse. Al menos un poco para afrontar la búsqueda con mayores posibilidades de supervivencia. No sabían que iban a encontrar en el interior de la ciudad, pero desde luego nada que pudieran hallar sería favorable para su causa. No se trataba de una cuestión de valentía o cobardía, sino de cabeza. Adentrarse así como estaban era toda una temeridad. 

- Lithiniel... - Se dirigió a la druida. - No es momento de reproches ni de orgullo. - Miró a todos. - No, no lo es... ¡Y no va sólo por ella! - Clavó la mirada en Ghïlmeril, Ashe, Zeverúth y también en Gwyn, aunque por extraño que pareciera, éste último parecía el más cuerdo en esos momentos. - Si vas a necesitar esa lanza, cógela. ¿Si? Y si sólo va a ser un estorbo, déjala con su legítimo dueño. Si, eso tienes que hacer. - Entonces clavó la mirada tuerta sobre Ghïlmeril. - Y no quiero escuchar un solo reproche más. ¿Eh? Estamos todos del mismo bando. ¡Vaya si lo estamos! Tus reproches sólo sirven para erosionarnos y no contribuyen a nada salvo a nuestra destrucción... - Se le quedó mirando unos momentos. Como ido. Entonces reaccionó. - Debemos reposar. ¿Lo entendéis no? ¿Eh?

- Pero... es que...- el pequeño kirath quería insistir, pero hacerlo era desautorizar la palabra de su propio jefe, y no lo iba a hacer, no al menos mientras le siguiese siendo leal - de acuerdo - agachó la cabeza. El tuerto repartió escarmientos para todos y el silencio que se gestó en ese instante servía como un buen comienzo para disponerse a descansar, que si seguían de reproche en reproche no iban a poder pegar un ojo.

- Creo que antes tenemos que despedir a Lormaen, no se cómo, lo que el venerable disponga. Luego habrá que... decapitarlo o quemarlo - miró a Ghilmeril y levantó sus manos a la defensiva - sé que no es algo bonito recordar así a tu amigo, que a los dioses no le gustan esas cosas, que las tradiciones lo prohíben y que sería una ofensa para su memoria, pero con un representante de Chemosh entre nosotros, si no lo hacemos estará caminando en unas pocas horas queriendo comernos - no exageraba, había visto a sus amigos levantarse de entre los muertos y atacarlos sin piedad, entre ellos el esposo de la druida que parecía tener una predilección por el apetitoso kirath.

Luego caminó con pasos cortos y mal disimulados hasta su amigo tuerto - Puedo tener unas palabras contigo, jefe?- le susurró, y se quedó detrás de él por si el guardia o los diplomáticos decidían degollarlo por lo que acababa de decir.