Partida Rol por web

Tap, tap. Los pies de Mircea golpean la madera. Tap, tap. La luz ilumina el rostro de Viorica y puede ver una mirada de reproche en su rostro de chivata. No sabe qué le hace sonreir más, si el miedo que sabe que tienen los enanos o hacer enfadar a Vio. Tap, tap. Mircea ya está aquí. Satisfecho, ve como la tenue luz de la vela proyecta sombras horripilantes en la habitación, haciéndole permanecer en la penumbra. Genial. Esto les dará más miedo que la oscuridad. Tap, tap. Mircea ya no está enfadado: sus ojos chispean de diversión.

Pasa cerca de una cama y golpea al azar a uno de los bultos entre las sábanas. Flojo, al principio, porque podría ser Helga. Luego repite la operación tres o cuatro veces con camas distintas, moviendo su pesado cuerpo con una agilidad y un sigilo pasmosos.

-¿Así que no tenéis sueño, mocosos? ¿Queréis jugar a algo, eh? -Su sonrisa se afila mientras localiza la cama de Razzi. Supone que Viorica ha captado sus intenciones, pero es demasiado rápido. Cuando llega a la cabecera de su cama agarra de un tirón al señor Popescu, forcejeando con "Nenita" mientras grita:

-¡Lucha de quecos!

-¡No, no, no! -El pobre Razzi grita desesperado al ver cómo todos sus esfuerzos por mantener a su amigo de felpa abrazado resultan infructuosos. -¡Señor Popescu, señor Popescu! -Sus gritos se escapan incontroladamente, a la par que de un salto se incorpora en la cama, lanzándose sobre el abusón sin siquiera darse cuenta bien de lo que está haciendo.

En ese momento, la vela de Viorica ilumina una terrible escena: las sábanas y el pijama de "Nenita" están comletamente empapados, y está claro que no sólo por el sudor. Razvan se siente completamente desnudo, en evidencia, mientras todos miran su cama totalmente llena de pis. En ese momento, no puede evitar empezar a llorar desconsoladamente, haciendo más ruido de lo que él y cualquiera de sus compañeros de habitación quisieran.

Me fijo en las sábanas de Razvan y mis labios se curvan en una sonrisa maliciosa.

-¡Nenita! ¡No me digas que te has meado!

Pero parece que nadie me ha oído, porque todo el mundo empieza a llorar y no por eso. Aurel aulla como un salvaje, el cuatro ojos canta en voz baja como el llorica que es, Helga murmura algo con Gabi y Mircea me está sacando de mis casillas.

-¡Os odio a todos! -grito, al tiempo que el grandullón hace que Razvan se levante y descubra la faena.

De repente, Gabi se quita la manta de encima y subido en la cama, con el gorro puesto y una espada de madera apuntando al bruto de Mircea, le dice...

- T..t..tú!! Devuelve a Razzi el señor Popescu!!! O si no... o si no....

Debido al brutal acto que lleva a cabo Mircea al arrebatarle a Razvan el "señor Popescu", el pequeño se levanta instintivamente, dejando al descubierto una desagradable sorpresa.

A la luz de la vela de Viorica, la totalidad de niños de la galería puede contemplar cómo el pijama de Razvan está completamente empapado, al igual que sus mantas y colchón, e incluso en el suelo hay un pequeño charquito de un líquido que no puede ser otra cosa que pis.

Cuando el desdichado Razzi se percata de que lo que intentaba ocultar ha quedado al descubierto, rompe a llorar sobre la cama, mientras las burlas empiezan a caer sobre él como las gotas de lluvia que poco a poco van ganando fuerza en su tarea.

Con la misma velocidad del relámpago que ilumina brevemente la estancia, por las mentes de todos pasan las imágenes del último niño que se meó en la cama, de cómo fue castigado por las hermanas a pasar la noche siguiente encerrado en la caseta de herramientas del jardín.

Un escalofrío recorre las espaldas de muchos al imaginarse en su pellejo, pero en esta ocasión le ha tocado a Nenita, y es él quien para evitar el castigo debería deshacerse cuanto antes de las mantas sucias, bajándolas a la lavandería y cambiándolas por unas nuevas del almacén de ropa, y en cuanto al colchón, quien sabe, quizá en el desván aún estén apilados los que retiraron las monjas cuando el hospicio fué quedándose vacío... aunque claro... Razvan sólo es un niño asustado y humillado, y ya nisiquiera tiene al señor Popescu consigo en estos momentos de amargura...

Helga deja de mordisquear la sábana, apartándola de su camino para bajarse de la cama. Corriendo de puntillas con sus pies descalzos sobre el frío suelo, Helga se dirige a la cama de Razzi. Se sube a la cama arrodillándose en algún sitio que aún esté seco y le da un fuerte abrazo al niño, sin mediar palabra se queda enganchada a él.

Razvan miró a todos lados, desorientado; Viorica le increpaba, Gabi parecía querer defenderle infructuosamente, mientras los demás continuaban pasmados, presa del miedo. Al sentir el abrazo de la pequeña Helga, Razzi dejó de llorar, para quedarse con una cara de... ¿pasmado? De repente, parecía no entender lo que pasaba. ¿Tal vez no estaba acostumbrado a recibir muestras de cariño? La mezcla de miedo, vergüenza y confusión le produjo un extraño hormigueo en el estómago, que no habría sido capaz de describir.

Su atención volvió a centrarse en Mircea tras el momento de confusión, aunque sin librarse del abrazo de la niña. -¡Devuélveme al señor Popescu! Yo... yo... ¡es que tiene que venir abajo para ayudarme a cambiar las sábanas! -Dijo intentando parecer más fuerte de lo que se sentía, superando la vergüenza como pudo.

El pequeño Cosmin trata de serenar su respiración. Aquello le da casi más miedo que antes, y encima lo de Razzi... las monjas se enfadarían y seguro que castigarían a todos, el bruto de Mircea amenazando a todos, la tormenta y algo que nunca antes le había dado miedo... tenía miedo de las grandes sombras que se generaban por la vela.

A pesar de que quería hacer algo no quería moverse de la cama porque los más mayores siempre querían tener razón, y la fuerza les daba el apoyo que no les daba la inteligencia. O al menos eso le pasaba a Mircea.

Al final reunió fuerzas espoleado por el miedo que le daban las monjas enfadadas y con voz suficiente para que le escuchase Viorica habla sin moverse de la cama.

-Viorica... si no ayudamos a Razzi vamos a pasarlo mal todos... ¿Por qué no le ayudamos? Si no nos castigan a todos...

Arrugo el gesto, pensando en las consecuencias de todo esto. Si hablo, castigarán a Nenita y le meterán en la caseta de las herramientas... y seguro que eso está lleno de arañas. Es un niño muy pequeño. Tampoco se lo merece. Si no hablo, seguro que nos acaban pillando. Estoy en lo que la hermana Nicoleta llama "una encrucijada". La última vez me felicitó por saber usar palabras tan de mayores. Si me pillan no van a volver a confiar en mí.

Doy con el pie en el suelo una, dos, tres veces hasta que...

-Vamos a hacerlo rápido, ¿eh? ¡Como nos pillen nos van a dar una buena!

Miro a los niños más mayores: Mircea, Aurel, Gabi. Necesitaremos que Mircea coja un colchón, que él es muy fuerte. Las mantas podrán llevarlas Aurel y Gabi; entre los cuatro podremos hacerlo mientras yo vigilo que no venga nadie. Bueno, también tiene que venir el propio Nenita, porque es culpa suya.

-Aurel, ¿vas a dejar de llorar o quieres que me chive y diga que tú te has meado en vez de Nenita? Necesito que tú y Razzi, lleveis las mantas a la lavanderia y cojais unas nuevas. Mircea y Gabi: vosotros dos id a por un colchón al desván. El resto... quedaos aquí. Jan, tú te quedas a cargo de los más pequeños. El que llore o monte escándalo, me lo dices y me ocupo de que lo castiguen.

Asiento y sonrío, muy satisfecha de mí misma. Ahora espero que no digan que tienen miedo...

-Yo quiero ayudar... ¡Ha sido idea mía! - Cosmin se pone de pie en su cama mientras dice esto.

Las pocas oportunidades de hacer algo prohibido y ayudar le hacen hablar antes de pensar.

Aurel sigue con la mirada del candil que Viorica, ajena al aterrado seguimiento de los ojos del niño, menea de un lado para otro.

- ¡Yo no me he hecho pis! - protesta indignado- ¡Ha sido nenita!

Pero en el fondo se da cuenta de que da igual lo que diga: las monjas van a creer a Viorica y los demás niños no se atreverán a protestar. Y a lo peor aunque al final sea Razvan el que duerma mañana en la caseta seguro que a los demás los castigan por el alboroto. ¡Menos mal que las monjas son viejas y no oyen bien! Como las brujas de los cuentos... aunque igual no es una buena idea pensar en las brujas de los cuentos.

Resignado Aurel se baja de la cama.

- Vale... ¡Pero luego vamos a oler a meo! - dice fulminando con la mirada a Razzi.

Parece que Viorica toma la iniciativa y acaba con cualquier posible conato de pelea entre Mircea y el resto de los niños, incluido Gabi. Éste, sin cesar de desafiar con la mirada al bruto de Mircea, se baja de la cama, con cara de enfado, se guarda la espada de madera entre el pantalon y la pierna, colgada de la cintura, y sin mediar palabra asiente con la cabeza las ordenes de Viorica, aun teniendo que compartir aventura en el desván con el abusón de Mircea, y siendo consciente que en cualquier momento se la puede jugar... En el desván se guardan demasiadas cosas feas y no le gustaria cruzarse con algunas en concreto...

Subir, coger el colchón y bajar, nada más, Gabi, nada más... no tienes nada de que temer, tu casco y tu espada te protegen... Soy un caballero!!! se dice asi mismo sin dejar de poner ese gesto tan sombrio...

No tenía palabras para describi lo que Mirzón había hecho al bueno de Razzi, de manera institiva abracé mas fuerte a Willy y dejé de llora, no había tiempo para eso, tenía que proteger a Willy, no le iba a deja que se lo llevara…

Por suerte Vio se puso al mando, la escuché lo más atento que pude teniendo en cuenta lo que estaba ocurriendo, me agradó mucho que contara conmigo, en una misión tan importante como cuida de los mas peques, incluso cuando yo solo estaba de paso… ¡Vale!  Helga, yo y Cosmin nos quedaremos aquí y seremos buenos, ¿verdad? Les pregunté con una sonrisa

Viooo, nos dejaras una luz, ¿no? no me gustaba la idea de quedarnos esperando en la oscuridad mientras escuchabamos los ruidos que harian

Cuando Razzi deja de llorar, y viendo que los demás ya están haciendo planes para ayudarle, Helg le suelta, quedándose a su lado.

Nooo! yo también quero ayudar! yo... yo... yo no puedo con el colchón pero os puedo avisar si vienen las hermanas! - volviéndose a Razzi coloca una mano sobre su hombro, y lo más seria posible le dice - Tranquilo Razzi, que no te van a castigar.

Mircea se acerca a Viorica y sonríe mostrando todos sus dientes.

-¿Cómo te gusta mandar, eh? Pero aún no has dicho lo que piensas hacer tú mientras tanto. ¿O es que eres tan pija que te da asco el olor a meada? ¿Vas a ir a avisar a las hermanas mientras estamos fuera, chivata? ¿Es eso?

Luego sus ojos se posan en las sábanas empapadas de Razzi y el olor ácido de la orina parece hacerle cambiar de tema. Tira al señor Popescu sobre la cama, al lado de Nenita.

-Debería quitártelo, meón. Te haces pis en la cama sólo porque tienes miedo de que te lo quiten; si no lo tuvieras, no te mearías.

Observa el rostro de Nenita durante un rato, y luego observa a los demás. Cuatro ojos está ridículamente aferrado a su propio muñeco, sabiendo que él iba a ser el siguiente. Gabi se ha guardado su espada en el cinto, y Mircea no puede evitar sonreír para sí. Pone una mano en el hombro del niño y aprieta hasta hacer daño. Cuando Gabi le mira, aclara:

-Venga, D´artruñón, vamos al desván como dice Viorica la acusica. Pero no te asustes, enano, o te crujo. -Luego alarga la mano hacia la caja de cerillas, mirando a Viorica- Creo que nos llevamos esto. Si se te ocurre decirle algo a las hermanas te enteras, acusica.

Aurel se encoge de hombros y, todavía enfurruñado, va a recoger las mantas meadas. Prefiere ir a oscuras que con esas cerillas que pueden hacer fuego en cualquier lado. Los niños no deben jugar con fuego: lo decían siempre sus papás. En ese momento la oscuridad parecía un lugar más agradable que la luz traída por aquellas llamas titilantes que traían recuerdos horribles. En el fuego hay monstruos malos que se llevan a los papás...

Reprimiendo nuevamente un sollozo procedente más de la congoja que del miedo al monstruo del fuego Aurel coge las mantas sin decir nada, esperando tan solo que Razzi coja su parte.

-Está bien, Cosmin, vete con Aurel y Razzi, pero calladito, ¿eh?

Y entonces me piden la luz y las cerillas por dos lados. Un momento, un momento. Necesito decidirme. ¿A quién le doy la luz?

-Yo... -¿Con qué grupo vas, Viorica? Si vas con los pequeños, tendrás que darle a Mircea las cerillas. Si vas con Mircea, no se las puedes dar a los críos. ¿Y a los que se quedan? Ay, qué difícil es mandar...- A ver, Mircea, no te voy a dar las cerillas. Voy a ir yo con vosotros. Y los de la lavandería... Ay. Aurel, ¿coges tú la vela?

Yo usaré las cerillas, que para eso me han dado permiso y no me fío de Mircea. Supongo que Aurel puede llevar la vela. No es tan complicado...

Cosmin salta de la cama y se acerca a Razzi.

-¿Por que te haces pis por la noche? Yo también tengo 6 años como tú y no me hago pis como tú... Vamos, ayúdame.

Cosmin coge la manta y la quita de la cama a tirones y limpia el suelo antes de mirar a Razzi y a Aurel.

-Ahora tenemos que ir a por la s nuevas mantas... Pero tendremos que esconder estas porque huelen a pis. ¿Vamos?

Cosmin da un peqeño saltito preso de la excitación de hacer algo que estaba prohibido y que sería para ayudar a otro.

Aurel mira la vela que le ofrece Viorica como podría mirar a una serpiente. Traga saliva e intenta contestar algo, pero la voz no le sale. Sólo niega con la cabeza mientras agarra con fuerza las mantas, insensible al hecho de que están meadas. De ese modo se dirige hacia la puerta, sin volverse, esperando quizás que otro de los niños coja la vela.

-Gracias Helga, seguro que ahí hace mucho frío en esa caseta. -Contestó Razzi a la niña con dulzura.

Nada más ver al señor Popescu caer sobre la cama, se lanzó a por él cogiéndolo casi al rebote.

-Señor Popescu, ¿estás bien? Que susto hemos pasado. Pero no te preocupes, ya estamos juntos, y ahora vamos a ir a por esas sabanas para que no nos castiguen. -Le dice sonriente a su muñeco. Tras esto, empieza a andar hacia la puerta, pero al ver cómo Aurel pasa de largo, extiende su mano libre hacia Viorica para coger la vela.

Encogiéndose de hombros, responde a Cosmin: -Es que he tenido una pesadilla. Yo creo que han sido los rayos esos, es que me da miedo el ruido que hacen, y sobre todo el "uuu uuu" ese que hace a veces el viento, ¿sabes? ¿Tú lo has oído alguna vez? -El pequeñajo puso una exagerada expresión como de soplido, haciendo una gran "O" con la boca al imitar el ruido del viento, y abriendo mucho sus pequeños ojos.