Partida Rol por web

Gabi no puede evitar sobresaltarse un poco al ver a la primera niña y despues a la segunda, ambas muy similares entre si... no sabria distinguir quien de las dos le miro cuando las estaba observando a través de la ventana, pero lo que si podia afirma era que se trataban de las mismas niñas.... muy raro, todo era muy raro, pues las hermanas nunca se dejaban la puerta abierta, y no era normal que dos niñas corrieran y jugaran en mitad de la noche y lloviendo por todo el jardín, y menos siendo nuevas niñas... Nos las hubieran presentado en la cena!!!! piensa Gabi....

De momento, aunque encabezaba la comitiva, se mantiene callado, no por miedo, que tambien, sino por guardar silencio para no despertar a las hermanas. Aunque con cara de curiosidad, espera ansioso las respuestas de esas niñas, algo oscuras y raras...

Helga se mantiene escondida detrás de Gaby. Sigue pensando por dónde habrán entrado las niñas. No puede dejar de mirarlas, primero a una y luego a otra. Nunca había visto a dos niñas iguales, sabia que habia niños que nacian a la vez y se parecían muchísimo pero nunca creyó que realmente fueran tan tan tan parecidas. Desde detrás de Gaby, le da un pequeño empujoncito, como invitándole a adelantarse para hablar con ellas, pues para eso era el mayor.

Al verlos se me va un poco el miedo. Me han asustado un poco al salir, pero sólo son críos y creo que los puedo. Y Mircea sí que les puede.

-Sí, eso -digo molesta porque Aurel me ha quitado las palabras de la boca-. ¿Sois nuevos o qué?

Me sorprendí cuando salieron las dos niñas, se parecian mucho, era muy curioso que fueran igual vestidas y todo, me armé de valor y con la voz entrecortada empecé a preguntar:

-¿Sois hermanas? ¿Os ha dejado vuestra mamá unos días aquí? ¿acabais de llegar? ¿Os gusta la calabaza?...

Mircea se acercó al niño de los rizos con los puños cerrados y el gesto serio. De vez en cuando miraba a Viorica y a Aurel, volviendo la cabeza bruscamente. Viocusica observaba la escena desde el confortable resplandor de la cerilla que ardía en su mano, mientras que Aurel se mantenía lo más lejos posible de la llama... y de los recién llegados.

-¡No digáis tonterías, en el hospicio sólo estamos nosotros! -Miró al niño rubio con una mezcla de agresividad y miedo- A ver, tú, pasmao, ¿de dónde salís vosotros? ¡Contesta!

-¿Nuevos?... vosotros sois los nuevos... -contestó la niña, sorprendida ante las preguntas del grupo.

Inmediatamente después, justo en un intercambio de cerillas de Viorica, el niño de pelo rizado empezó a ponerse nervioso:

-¡Ya están empezando, ya están empezando!.

De pronto, una extraña melodía empezó a llegar hasta el desván... eran las dulces voces de unas niñas, cantando una canción que decía así:

“Dormíos niños, dormíos ya, que viene el coco y os comerá,
el coco ha venido, quería llevaros, en el suelo quedan cuerpos mutilados,
dormíos niños, no esperéis despiertos, si viene el coco, mañana habréis... muerto.”

La melodía cesó.

-¡Corre, hay que esconderse!, ¡ya viene!. - gritó la niña a su compañero, agarrándole del brazo y echando a correr hacia el fondo derecho del desván.

Fue desconcertante, pero parecía que se hubiesen desvanecido a medida que se alejaban...

Segundos después, un enorme estruendo ascendió desde la cocina hasta el desván a través de la chimenea, era como si a alguien se le hubiesen caído todos los platos y cacerolas al suelo...

-Pues por la puerta, ¿por dónde ibamos a entrar?.

Esa era la contestación de las niñas ante las preguntas del desconfiado grupo... aunque lo extraño era que la puerta principal no había emitido ningún sonido al ser abierta ni cerrada.

Mientras hablaban, una melodía empezó a llegar a la capilla, la dulce voz de unas niñas cantaba una canción:

“Dormíos niños, dormíos ya, que viene el coco y os comerá,
el coco ha venido, quería llevaros, en el suelo quedan cuerpos mutilados,
dormíos niños, no esperéis despiertos, si viene el coco, mañana habréis... muerto.”

Inmediatamente después de que cesase la cancioncilla, las dos niñas de azules vestidos se miraron entre si nerviosas, y la una le dijo a la otra:

-¡Ya está aqui, tenemos que escondernos!.

Acto seguido, las dos salieron corriendo por el pasillo central de la capilla, entre los bancos, en dirección a un rincón oscuro por el que literalmente desaparecieron... era como si... como si se hubiesen desvanecido...

De pronto, un gran estruendo llegó a los oídos de los asombrados niños. Venía de la cocina, y sonaba como si a alguien se le hubiesen caído todos los platos y cacerolas al suelo.

Cuando Gabi vió por primera vez a esas niñas en el jardín, podria haber jurado que parecían fantasmas o algo parecido... Al verlas despues en la capilla, su forma de pensar no habia cambiado... pero su forma de hablar, tan natural y obvia, con voces normales de niñas normales, le hizo cambiar de opinion. Aunque tan solo por unos pocos segundos, pues la nana que empezaba a llegar a la capilla, esa nana infernal, le estaba poniendo la carne de gallina...

- Pe...pe...pero si no os hemos oido entrar?, les pregunta asustado mientras la cancioncilla continúa sonando... Aunque cuando finaliza.... Quien, quien ha venido? Las hermanas? o quien?pregunta mientras estas salen corriendo y se desvanecen... Esperad!!!! dice sin preocuparse ya de no hacer ruido...

En ese momento, como por un acto reflejo, le da la mano a su amiguita Helga durante un momento, un gesto protector, tanto para ella como para él, y hace un gesto para que Razzi, Cosmin y Jan se junten a él, para que nadie se separe...

Al momento, oye un estruendoso ruido procedente de la cocina...

- ¿Que hacemos?¿Vamos a la cocina? Seguro que lo han oido las hermanas y nos van a pillar!!! Pero tenemos que coger las mantas limpias!!!!

- ¿Qué ha sido eso? - Aurel estaba casi al borde de las lágrimas - ¡Mircea! ¡Viorica! ¡Tenemos que escondernos! ¿Quién canta? ¡Se van a despertar las monjas!

El ruido de la cocina fue la gota que colmó el vaso. Sin pensar en las consecuencias Aurel se agarró a Mircea, que le parecía lo más similar a una persona mayor que había cerca. Llorando sin disimulo tiró de su manga:

- ¡Mircea! ¿¿Qué ha sido eso?? ¡Vamos a escondernos!

-¡Joer! -gruño-. ¡Menudo susto!

¿Qué es lo que viene? ¿Qué le pasa a estos niños tan raros? ¿Y qué ha ocurrido en la cocina? No habrán sido los mocosos... Como hayan sido ellos me la cargo. Tendría que haber ido con ellos, si es que no se los puede dejar solos.

-Vámonos a la habitación. ¡Como se despierten las hermanas y nos vean fuera de la cama nos van a dar una paliza!

Ya me dan igual el colchón y Nenita. ¡Tendría que haber dejado que lo metiesen en la caseta de las herramientas, jolín!

Cuando las niñas comienzan a cantar, Helga aprieta más fuerte la mano de Gaby, comenzando a poner pucheros. No le gustaba aquella canción, no le gustaban aquellas niñas, y empezaba a tener miedo. Cuando las gemelas desaparecen, Helga abre los ojos como platos sin creer lo que acaba de ver. Ahora sí que no consigue contener las lágrimas, comenzando a llorar en silencio. Después le susurra a Gaby en voz baja y algo temblorosa - Gaby... tengo miedo... vamos a la habitación...

-¿Quién viene, quién viene? -Preguntó Razzi asustado, mientras tragaba saliva con ademán de dolor. Justo en ese momento, se oyó el estruendo de la cocina, y las dos niñas salieron corriendo.

-No, no vayáis a la cocina niños. Son ellos, son ellos que están en la cocina... quedémonos aquí mejor, o vayamos a la habitación con los demás. -El señor Popescu lanzaba su vocecilla desde su escondrijo bajo la camiseta de su amigo, el cual le tenía sujeto fuertemente contra sí.

Sin embargo, Razzi miró a un lado y a otro, confuso. ¿Qué debía hacer? Sabía que si no conseguía las sábanas limpias le castigarían, pero ese ruido que venía de la cocina... tal vez las niñas y el señor Popescu tuviesen razón, y algo muy malo iba hacia ellos. Algo que bien podría estar ahora en la cocina armando ese escándalo.

-Helga, tengo que coger las sábanas... lo siento. -Dijo con voz tristona, sin dejar de soltarle la mano. El señor Popescu dejó escapar un tenue gemido de desilusión.

- No tengas miedo Helga.... cogemos rapido las sabanas y nos vamos a la habitacion, vale? Asi no le castigarán a Razzi, Gabi guiña al pobre Razzi... aunque cada vez lo pasa peor cuando su muñeco comienza a hablar...

(jooo las niñas no me hicieron caso... ¿les habré caido mal?.... me da miedo la canción esa, no es bonita... quiero dormir y que sea de día...) una vez que se fueron las niñas se escuchó un fuerte ruido venir de la cocina. Gabiii, yo no voy a la cocina, no, no y no... si vais a la cocina, me voy a mi camita digo cruzandome de brazos ¡ea!.

- No te preocupes Jan!

Acto seguido, Gabi cruza la capilla y se dirige hacia la puerta que accede al pasillo que lleva al almacén...

- Si quereis, esperad aqui... recojo las sabanas rapido y ahora mismito estoy vuelvo, vale? dice Gabi en voz baja, intentanto olvidar a esas niñas, la canción y el estruendoso ruido procedente probablemente de la cocina...

Una vez abierta la puerta, Gabi pone su mano libre sobre la empuñadura de su espada de madera...

Gabriel, armado de valor, cruzó la capilla hasta el otro extremo, acercándose a la puerta situada a un lateral del altar, bajo la atenta mirada sin vida del hombre crucificado.

Estaba dispuesto a coger él mismo las mantas limpias del almacén mientras el resto aguardase en la entrada, sumidos en la oscuridad que comenzaba a devorarles ahora que el portador de la vela se había alejado.

Los ruidos de la cocina continuaban llegando hasta el lugar, como si no bastase con haber tirado al suelo toda la cacharrería... parecía como si las puertas de la cocina hubiesen sido abiertas de un empujón y algo o alguien estuviese moviéndose por el comedor... cada vez más cerca...

¡Espera! te acompaño a por las mantas, pero nada de ir a la cocina, ¡¿ehhh?! digo mientras salgo a su encuentro.

ya me asustaba bastante escuchar los ruidos de la cocina, como para encima estar en la oscuridad esperando mientras los escuchaba...

Cuando Jan llega a la puerta, donde esta Gabi, este le da la mano... Vamos en silencio, no despertemos a las hermanas...

¡Espera! -Tal vez por remordimiento de conciencia, tal vez al ver que se quedaba en la oscuridad, Razzi reaccionó soltándose de las manos de sus compañeros y fue corriendo hasta Gabi. -El señor Popescu y yo también vamos. Es que yo me he hecho pis, así que tengo que ir... creo. -Titubeó un poco al escuchar ese estruendo proveniente del pasillo. El ratoncillo se revolvió nerviosamente bajo la camisa del niño.

-Uyyyy, parece que se acercan...

-¡¡¡Pero qué...!!!

La música subía hasta el desván con el sonido estridente de unas voces infantiles que Mircea no reconocía. Y dudaba mucho que los canijos se hubieran puesto a cantar en su camino a la lavandería. Luego cesó, los niños "nuevos" desaparecieron y un estruendo de platos rotos desde la cocina le hizo envararse como un palo seco.

Aurel le estaba agarrando. El rostro de Mircea parecía perdido entre el estupor, el miedo y la rabia.

-¡Quita, enano! -Dijo, zafándose del niño y corriendo hasta la chimenea- Vosotros ir a esconderos en la habitación si queréis, cagaos, pero yo via ver que ha pasao. Conozco una forma de llegar hasta allí ya mismo. Pero si decís algo a las hermanas os curto, ¿estamos?

Dicho lo cual, se internó en la chimenea para usar una vez más su atajo secreto. Si los crios estaban en la cocina y la habían liado igual podía sacarles de la cocina por la chimenea antes de que las hermanas les pillaran in fraganti. Si no, sabía que al final, de un modo u otro, acabaría pringándola él. Y, aunque no quisiera reconocerlo, también estaba contento de abandonar el desván...