Partida Rol por web

El Ángel Oscuro se precipitó hacia delante, forzando los retrorreactores para llegar rápidamente hasta el enemigo. Sin embargo un pequeño fallo de cálculo, un error en la maniobra o la insuficiencia de potencia del aparato le dejaron muy cerca del objetivo, a unos pocos metros de los rebeldes, pero no entre ellos

Al hermano Elyas no le había salido bien la jugada, pero por poco. Era una verdadera lástima. Ahora se encontraba delante de todos los rebeldes a la espera de recibir un más que merecido castigo por su falta de acierto - La verdad es que para ser el único que no quería avanzar y enfrentarse directamente a los rebeldes, ha actuado como un verdadero Astarte. Siguiendo las órdenes de su jefe de escuadra. Es de alabar.

El vuelo errático de Elyas le había llevado a cruzar el espacio cmprometido que había entre el enemigo y ellos mismos, pero le había dejado en una posición sumamente comprometida. No saldría bien parado de aquella si no recibía ayuda.

Afortunadamente, Sepheran estaba allí para apoyarle.

¡¡¡Skold, destroza a esos miserables!!! gritó mientras dejaba clara su intención al apuntar el bólter pesado hacia la posición de la ametralladora que se erguía ante Elyas. Apretando el gatillo, las primeras balas trazadoras hendieron el aire tras una detonación seca, y el astartes corrigió poco a poco su disparo para causar la máxima devastación posible, sabedor de que el Lobo Espacial haría lo propio entre las tropas del puente...

El Hermano Elyas ha obedecido la orden aunque a regañadientes. Hubiese podido lanzar una granada antes de dispararse en su justa cruzada, pero su acto ha sido igual de heroico. Saco una segunda granada de fragmentación de entre mis pertrechos y le quito el seguro antes de lanzarla en contra de la misma horda para así intentar acabar con ella de una vez, acabando con la mayoría de los enemigos y obligando a huir al resto, dispersos.

Hablo a mis compañeros en voz alta para que me oigan con fuerza:

 - "¡Mantengan el fuego, Hermanos míos! ¡No dejaremos que los herejes dominen este mundo mientras aun haya aliento en nuestros pechos! ¡Por el Emperador!"

Miro a ver si es que veo a alguien que parezca un líder, que esté dirigiendo la defensa de los enemigos y sea quien pueda accionar un posible sistema de demolición.

El fuego se recrudeció y concentró en el grupo de rebeldes que estaba justo frente a Elyas, que pudo ver cómo su número era reducido rápidamente hasta ser verdaderamente pocos. No esperaba menos de sus compañeros Astartes, pero aun así pudo sentirse enorgullecido de su eficiencia.

Él estaba en el medio de todo el maremágnum, y podía sentir el vibrar de la batalla en su cuerpo personalizado en esa sensación que producían las detonaciones de las granadas al recorrer sónicamente su servoarmadura. Podía notar cómo el frenesí de la batalla le iba inundando los sentidos, como la adrenalina le provocaba ese subidón necesario, ese aporte de energías extra para no desfallecer aun a pesar de las heridas, del cansancio y, en ocasiones, de la desesperanza. Era un Marine Espacial. Había nacido para ello. Y se sintió muy halagado cuando los rebeldes restantes, a pesar del fuego sostenido, tuvieron el detalle de no huir y se quedaros allí esperándole, mientras abrían fuego contra él. El Ángel Oscuro fue impactado en tres ocasiones mientras se dirigía hacia el enemigo, un porcentaje de éxitos nada desdeñable para unos peleles caóticos, pero la servoarmadura absorbió los impactos eficazmente y todo lo que se lograron fue molestar al Marine con ese rechinar incómodo de las balas sobre la ceramita... pero como en respuesta, la ametralladora también se cebó con él, y durante un momento Elyas desapareció en una nube de polvo causado por los impactos de los proyectiles pesados en el suelo. Aguantó estoicamente, aunque los impactos estuvieron a punto de derribarle. Notó como varios de ellos penetraban su sagrada protección, siendo frentados in extremis por la ancestral e irreproducible tecnología... y luego notó dolor en su pierna derecha... Ese disparo habría derribado a un hombre normal sin problema alguno, pero él era un Marine Espacial y no se detenía ante esos detalles.

Sin embargo, no todo marchó tan bien. Skold, a pesar de la cobertura, fue impactado de lleno en el pecho por un misil perforante. Quienquiera que manejase el lanzamisiles era endiabladamente bueno aunque, por suerte, bastante lento recargando. La explosión le detonó en las mismas narices, dejándole algo aturdido. Durante unos instantes fue incapaz de oír nada, sus oídos habían sido saturados, obturados por la onda expansiva. Todo parecía moverse muy despacio, y el mundo giraba lentamente a su alrededor de forma aleatoria. Veía los gestos de sus hermanos, pero todo a cámara lenta, como sumergido en un fluido transparente pero muy denso. Luego llego el dolor, un dolor a un tiempo abrasivo como el de una quemadura, y generalizado como si hubiera recibido una larga paliza con bates de beisbol... pero estaba todavía bastante vivo y para su sorpresa, no tenía graves daños... salvo en el orgullo: el águila de su servoarmadura estaba oscurecida por la explosión, y sus alas parecían quebradas.

Casi todos los demás disparos golpearon a la cobertura o se perdieron por el puente. Sin embargo, Sepheran había recibido un impacto de uno de los mejores tiradores rebeldes en la cabeza, entre ceja y ceja, que había impulsado su cuello hacia atrás en un ángulo forzado e incómodo. Sin embargo, la cosa se quedó ahí. El casco, ahora con una pequeña brecha perfectamente emplazada en su mismo centro, había salvado la cabeza del Ángel Sangriento de explotar cual melón maduro.

Eso dolía, por el Trono que dolía. Un misilazo en pleno pecho no era plato de buen gusto para nadie, por muy marine que se sea. El olor a quemado, el pitido en los oídos, la ceguera por el humo... por un momento Skold se sintió inútil. Sabía que el dolor había sido el preludio de un problema mayor, pero no sabía el alcance de este.

Trató de ocultarse tras el vehículo para inspeccionarse de forma rápida, temía conocer las secuelas del impacto. No obstante, parecía que no había brecha en la servoarmadura, aunque la explosión había deformado su decoración. Tenía sangre en el cuello que tintaba su barba del color bermellón de un herida reciente, poco profunda. Parecía que su visión no se veía obstaculizada y el desagradable olor era obviable. El problema era el oído. Un intenso pitido no permitía a Skold, ni siquiera, escuchar los disparos del enfrentamiento. Seguro que era un problema pasajero, pero no dejaba de ser una molestia.

Una molestia que por otro lado no le impedía disparar. Y si era cierto lo que creía haber visto, el origen del disparo, a ese hijo de puta le quedaba de vida lo que se tardaba en decir bólter. Por lo que con ese ánimo grita por el transmisor que lo une a sus compañeros de escuadra, sin saber con qué intensidad - ¡Acabemos con ese cabrón! Es el único con puntería.

Un pequeño fallo de cálculo había impedido que llegase hasta la horda a pesar de haber puesto sus retrorreactores al máximo, pero el lado positivo es que ya tenía a los rebeldes delante. Un silbido y una explosión desveló la ubicación del lanzamisiles, pero lo más probable es que su operario tuviese que gastar de nuevo un valioso tiempo recargando, así que se centró en la ametralladora que de momento era la amenaza más obvia. Dando con las pesadas botas de ceramita en el suelo y continuando la carrera con el impulso que los retrorreactores le habían proporcionado, Elyas se precipitó hacia la horda, cargando hacia la posición de la ametralladora.

Elyas había logrado sobrevivir a las ráfagas enemigas - Si no lo hubiera hecho hubiera tenido unas cuantas palabras con él... - por lo que el Angel Sangriento volvió a centrar su atención en las cantidades ingentes de soldados de infantería que se afanaban por destruir su cobertura.

Una nueva pasada del bólter pesado debería quitarles las ganas de jugar a esos malditos traidores gruñó el marine, rociando la muerte por toda la horda que aún resistía, ajena al desaliento. Si quereis morir, ¡estais de suerte, escoria!

Vamos a ver, ese jodido rebelde es un dolor de muelas, es el único que puede ocasionarnos algún problema junto con la ametralladora. Y parece que el hermano Elyas está justo encima de ella, durará poco (visto lo visto no sabemos si Elyas o la ametralladora)

Lo siento querido, es el turno de un arma más precisa - dice Skold dejando en el suelo la joya de la tecnología humana con boca de lobo - Veamos... así, enséñame esa cabecita pequeño cabrón - Mierda!! Lo tenía, lo tenía, por que poco - Y es que en el último segundo el rebelde giró el torso, poniendo a salvo su cabeza y quedando herido en el brazo.

Un cohete golpea fuertemente en el pecho del Hermano Skold, lo que me preocupa pues este puede estar gravemente herido. Aun así este momento no es como para detenernos a sanarnos las heridas y saco una granada rápidamente para lanzarla en contra de los enemigos que acosan al Hermano Elyas.

Apunto en contra de la horda de enemigos y lanzo la granada con toda mi fuerza, esperando que esta caiga en medio de sus filas y acabe con ellos de una vez por toda.

La coincidencia fue perfecta. El último disparo de Sepheran acabó con el último de los rebeldes que se encontraban frente a Elyas. Donde antes solo había un aglutinamiento de gente desesperada, mutantes herejes xenos despreciables, y mutantes desesperados ahora solo había una extensión llena de cadáveres. Los herejes restantes se apresuraron a cerrar filas para impedir el paso al Distrito de los Marines, aunque eso les dejaba a algunos en cuerpo a cuerpo con Elyas. Su moral parecía algo afectada, y es que ver morir a centenares de los suyos mientras tú, ni con un misilazo en pleno pecho has conseguido derribar a un enemigo te hace sentir un bebé pataleante frente a un Dios de la muerte.

No nos engañemos, la realidad era algo así. Solo que eran muchos bebés pataleantes. Y tenían algún juguetito.

Como el mismo Lobo había visto, su rebelde había sido lo suficientemente afortunado como para apartar la cabeza en el último instante. ¡Qué afortunado!, quería pensar el Marine Táctico, hasta que se dió cuenta de que, a diferencia de él, el hereje de buena puntería no llevaba ningún tipo de armadura y de que —cosas de la vida—, los herejes con buena puntería no pueden disparar los lanzamisiles cuando les falta un brazo. Es más, el grito que dió cuando el proyectil explosivo de bolter se lo desgarró del cuerpo pudo oírse por encima de todo el fragor de la batalla, y podéis creerme, gritaban muchos.

Intentando algún tipo de venganza, los rebeldes se abalanzaron sobre Elyas, su objetivo más obvio. Desde esa cercanía Elyas podía observar, aunque solo en algunos de ellos, los abominables rasgos de la herencia xénica y/o la mutación. Eran deformes, contrahechos, chepudos, algunos tenían los brazos de diferente longitud o grosor, la nariz torcida, las bocas extremadamente grandes, los ojos completamente negros casi como los de un insecto, y una larga lista de etcéteras. Le golpearon con sus toscas armas o, más frecuentemente, herramientas de trabajo. Con martillos, almádenas, sierras, ganchos, palos, que poco podían hacer contra una servoarmadura... pero la rabia era la rabia.

El petardeo de los rifles en los instantes posteriores a la eliminación de la horda central fue lamentable. La frecuencia de los disparos había, obviamente, disminuido, pero es que ninguno hizo blanco. Se limitaron a golpear al transporte medio centenar de veces, como un enorme chaparrón de plomo, dejándolo casi inservible, abollado y sin pintura. La ametralladora acabó el trabajo, partiendolo por la mitad. El vehículo blindado, ahora una carcasa reducida a pedazos, se desplomó por el suelo dejando a los tres Marines sin cobertura de ningún tipo, y el último disparo, perdido, del arma automática, golpeó a Sepheran en el tobillo derecho. Sintió el impacto, claro, pero fue repelido por la gruesa protección sin daño de ningún tipo.

Aquello era frustrante. Primero el fallo de cálculo al cargar con los retrorreactores, y ahora de repente se encontraba en mitad de un montón de cadaveres destrozados. El lanzamisiles no volvería a disparar, al menos hasta que otro lo cogiera, así que siguió centrando su atención en la ametralladora. Haciendo caso omiso de los insectos que intentaban perforar su armadura con burdas herramientas de trabajo, Elyas sacó una granada de fragmentación y la arrojó en dirección a la ametralladora.

Vaya, vaya, pues no he tenido tan mala suerte al fin y al cabo - dice Skold mientras coloca su bólter en la parte baja de su espalda - ¡Es un buen momento para avanzar! Parece que estamos a salvo de misiles inoportunos - recoge del suelo con cierto aire ceremonial el bólter pesado, sintiendo una punzada de malestar por haberlo dejado en tan inapropiado sitio.

Por cierto hermano Lucian, espero no tener más imprevistos, puedes utilizar al colega si lo deseas, siempre que no falles una... es muy exquisito ¿sabes? - comenta Skold con un movimiento de cabeza señalando el recién acoplado bólter - Vamos a enseñar a esos rebeldes que también sabemos utilizar el fuego automático

Y acto seguido Skold se pone en pie y camina hacia el enemigo. No lo hace pesadamente como podría pensarse de un Astarte de su envergadura, sino decidido, deslizándose sobre las punteras de sus botas sin apenas apoyar el talón. Está decidido a acabar con el enemigo - Al fin y al cabo acababa de recibir un misilazo en el pecho, y el vehículo no proporcionaba ya protección alguna...

Después de lanzar la granada, pudo ver a lo lejos como el resto del equipo se disponía por fin a acercarse a la refriega, aunque Skold lo hacía de una manera un poco... peculiar. Si los lobos borrachos sabían bailar, sin duda lo harían tal y como Skold se estaba moviendo ahora

- Sigh...

Sepheran meneaba la cabeza en claro gesto desaprobador. Si él tuviera el mando de la escuadra no permitiría semejante comportamiento díscolo en medio de un combate, pareciera más bien que estuviera en la feria anual de algún planetoide del borde exterior. ¿Acaso ese lobo no sabía comportarse?

Intentando ignorar la jovial actitud de Skold , Sepheran volvió a apuntar su bólter pesado contra las hordas de soldados corrompidos por los xenos, o por el caos. En realidad tanto daba. Un xeno debía morir. Un adorador del caos debía morir. Así que los mataría a todos sin más...

El bólter pesado escupió de nuevo su letal carga sobre la ingente masa de humanos, sin decoración ninguna. Su arma estaba exactamente igual que como le había sido entregada hacía ya tantos años por el Armero Mayor de su capítulo. Limpia, bien engrasada y eficaz. No se necesitaban adornos para hacer un buen trabajo.

Recibo el arma del Hermano Skold y sonrío al tenerla en las manos, por lo que apunto de inmediato con ella a un grupo de enemigos en frente nuestro, donde se esconde la ametralladora, cuando veo al lobo avanzar y romper la fila.

"¡Por el Emperador! La disciplina de los Lobos Espaciales es casi tan pésima como su aroma. Su carencia es tan grande como su ego. ¡Dame paciencia para guiarlos a pesar de sí mismos!"

Me quedo a disparar junto a Sepheran a pesar de que el blindado ya no ofrece cobertura alguna. El Hermano Skold ya avanzó, pero no es necesario que nosotros lo hagamos, pues el alcance de nuestras armas nos permite cubrir a Elyas desde esta posición, concentrándonos en el fuego.