Partida Rol por web

Descendísteis de vuestra posición y avanzásteis unos minutos por la sala hasta que os reunísteis con vuestros compañeros. Aunque teníais una clara idea de dónde se encontraban, pues habíais podido echar un buen vistazo a la sala desde las alturas, pudísteis comprobar que era más complicado encontrarles de lo esperado en aquella maraña de conductos. Aprovechásteis para fijaros en ellos, a ver si podíais encontrar un patrón, un código que permitiese llevar a cabo vuestro plan de chamuscar xenos. La signatura imperial utilizada para codificar y señalizar la función y características de aquel bosque de tuberías era endemoniadamente complejo, lleno de códigos numéricos y runas luminosas. Las examinásteis con cuidado e intentásteis correlacionar ciertas secuencias habituales, de algún modo, con el grosor, o con la dirección, o con sus conexiones...

Era jodidamente difícil. Estábais a punto de renunciar a comprender aquella jerga imposible cuando, frustrado, Sepheran dió un puñetazo a una de las consolas de control*. Dos de los pilotos de luz indicadora donde se encontraba Elyas se apagaron. Aparentemente, no tenía ningún sentido, ninguna relación, sin embargo, como para compensar, una luz se encendió en la cabeza del Ángel Oscuro. Como para comprobar, antes de perder la inspiración, se movió frenético de una tubería a otra. Comprobó dos bifurcaciones, un dispositivo de control, tres válvulas, un depósito...

... y comprendió. Ahí estaba. Lo sabía. Sabía qué tuberías llevaban agua. Sabía qué tuberías llevaban promethium. Sabía qué tuberías no llevaban nada. Y más importante. Sabía (más bien intuía) qué válvulas tenía que abrir para conseguirlo, para conducirlo a donde desease.

[Hermanos]  rugió Speheran con ímpetu renovado a través del canal de voz de la escuadra  [¡Creo que lo tengo!]

El Angel Sangriento comenzó a amnipular los controles de la estación intentando comprobar que efectivamente había logrado desentrañar aquel patrón sumamente complejo. Y por el Trono que así era.

[Sí, lo tengo. Podremos usar esta maldita fábrica en nuestro provecho. Ahora sólo necesitamos saber dónde se encuentran los genestealers ¡y abrasarlos desde aquí!]
 

De todos los allí reunidos, sin duda el Ángel Sangriento era el último del que se esperaría que supiera manejar aquellas máquinas, pero bueno, supuso que el Devastador podía ser bastante creativo y espabilado siempre que se tratase de masacrar algo.

- Perfecto, manos a la obra. Asémolos vivos y vayamos acabando con los que vayan saliendo.

Skold tardó en salir de la tubería, pues ya se había hecho a la idea de ir por ella y le molestaba bastante no seguir dicha linea de acción. Por este motivo gruñó cuando abrió su comunicador para hablar con sus compañeros - [Está bien, saldré. Espero que sepáis asar a esos bichos como el Emperador manda] - Le parecía la estrategia más cobarde, más lenta y más dudosa, pero también, y esto había que reconocerlo, la más práctica - [Hermano Elyas, controla a Seph, no estoy dispuesto a salir ardiendo de esta lugar]

Esperaba Skold que al ángel sangriento no le sentase mal su comentario, tampoco le importaba demasiado dado que, tratándose de Sepheran, era imperioso mantenerlo vigilado - ¿Seph manejando promethium? ¡Qué el Trono nos asista!

Finalmente llegan a nuestro lado los hermanos de batalla que permanecían lejos. Pero cuando descienden, parece que entienden como funcionan las tuberías, lo que nos da la posibilidad de poner en marcha nuestro plan inicial. Sonrío y les respondo:

 - "Es una bendición del Dios-Emperador la mente y la lógica de mis hermanos de batalla. Debemos hacer que el promethium inunde los tubos inferiores. Quiero una marea de fuego que arrase con todo lo que esté delante de nuestro camino. Una vez que el fuego purifique las tuberías, bajaremos por ellas aun calientes. Nuestras servoarmaduras deberían protegernos del calor residual. Si encuentras la forma de accionar el refrigerante, podrías soltar el promethium y luego el refrigerante para proteger nuestro paso y acabar con los que están delante con una lluvia de fuego y hielo. ¿Están de acuerdo?"

Preparo mi pistola en una mano y mi espada de sierra en la otra, listo para combatir con lo que sea que quede después de nuestro avance precedido por el de un infierno químico purificador.

Heh  ¿que si estoy de acuerdo? Estoy deseándolo, temerario líder  rió por lo bajini, sin llegar a activar el comunicador el Angel Sangriento. Estaba ansioso por lo que estaba a punto de desencadenar, un infierno abrasador que calcinaría a esos malditos xenos, que los reduciría a cenizas en el aire.

Sepheran flexionó los dedos, dentro de la servoarmadura. ¿Nervios? ¿A estas alturas, todo un Angel Sangriento nervioso? No, más bien era ansiedad combinada con expectación. Que él supiera ninguno de sus hermanos de Capítulo... ningún astartes, de hecho, había tenido la posibilidad de esgrimir una fábrica enterita de promethium contra un enemigo decenas de veces superior en número.

Sepheran sonrió, muy orgulloso. No era sólo mérito suyo, eso lo sabía. Pero llegados a ese punto, suya sería la mano que provocaría semejante destrucción.

Con calma, lentamente, disfrutando del momento, Sepheran, quizá en adelante conocido como el Portador del Fuego Sagrado de Terra, quizá no, fue accionando uno a uno los controles que dejaron fluir el promethium por el sistema de tuberías, intentando dirgir el abrasador líquido hacia allí dónde sus hermanos apuntaban que estaría el enemigo.

Después de eso, sólo fue cuestión de conectar los sistemas de encendido para que aquella marea ardiera...

¡ARDED! ¡POR EL TRONO, ARDED MALDITAS BESTIAS!

- Déjalo hacer, hermano lobo. Si alguien sabe mejor que nadie como aniquilar enemigos ese es nuestro Devastador -dijo Elyas, extrañamente de buen humor ante el espectáculo que estaba a punto de contemplar. El fuego purificador del Imperio arrasando una colmena entera de sucias bestias xenos, corriendo por las venas de aquella maquinaria como hirviente sangre salida del corazón de un volcán; ni en Macragge habrían visto algo similar. Elyas no sentía gran aprecio por la poesía, pero no se le escapaba la de aquel momento.

Flexionó los dedos de su puño de combate, expectante. Sin duda el Promethium no acabaría con todos los xenos y muchos intentarían huir de aquel infierno buscando la primera salida a su alcance. Él se encargaría de que su último pensamiento fuese que estaban mejor en los conductos inundados de fuego.

El sonido de gorgoteo del promethium deslizándose tubería abajo era extrañamente reconfortante, como una lumbre en invierno. Oh, e iba a parecerse aún más. Sin embargo, no podíais dejar de plantearos que desconocíais a qué profundidad estaba la supuesta guarida de la bestia y, más aún, qué potencia alcanzaría la explosión. Quizá quedarse allí de brazos cruzados no era la opción más inteligente. Según se decía en algunas escuadras de Marines, correr de una explosión más pequeña de lo previsto era quedar como una nenaza, pero estaba mejor visto que morir en tu propia explosión.

De todas formas, no hubo tal dilema de momento. La fábrica no disponía de una forma de hacer explotar el promethium directamente, y si la había sería de forma muy controlado. No suponía un problema, claro. Teníais granadas a patadas, explosivos plásticos, bólteres, pistolas bólteres, bólteres pesados, puños de energía... Eso eran un montón de opciones para iniciar la explosión, que por definición era descontrolada. Y eso suponía que podíais hacerlo desde una distancia prudencial, por si acaso.

El combustible ya ha sido regado, por lo que el momento para prenderlo ha llegado. Le muestro al Hermano Skold la apertura de la tubería y le sonrío al hablar:

 - "¿Nos hace los honores, Hermano Lobo?"

Solo una granada debería bastar para encender aquel espacio y volver este lugar un infierno de fuego químico.

Skold no daba crédito, el plan más absurdo se estaba llevando a cabo con una precisión y rapidez pasmosa. Se habían demorado más de lo necesario para hacer las cosas con una precaución y cuidado exquisitos y ahora de repente iban a hacer las cosas a la manera Seph.

Aquel grandullón le caía bien al lobo, tenía su propia forma de hacer las cosas, actuando sin dar explicaciones, practico podría decírsele. No obstante, a pesar de su empatía para con el Sangriento, Skold le guardaba cierta reserva, quizá temor, ante lo que a todas luces era una patología psicótica que se reflejaba en momentos como aquel.

El dominio del Promethium y el fuego, eran para Skold auténticos desconocidos pues el era un Astarte de bólter, llanamente hablando. Por este motivo, ante la idea de volar, quemar, o lo que sea que la granada que se disponía a lanzar provocase en aquella fábrica, el lobo se encontraba disconforme. Fue la demostración de destreza y coordinación con la que sus hermanos ponían en practica el plan, la que le hizo permanecer callado, y la orden de su capitán la que le dejaba claro qué debía hacer.

Skold sólo dijo - Sí capitán.

Y pensó - Seph querría hacerlo el mismo - Y por un instante, cuando aquella granada salió de su mano hacia la abertura de la tubería, se sintió pleno. Lleno de la felicidad de saber que has robado la felicidad ajena, que su acto era envidiado por otro. No pensó siquiera en el buen acto de exterminar a aquellos xenos para la gloria del Emperador, no, sólo en el placer del que había privado a un hermano. 

Sólo fue un instante, luego sintió remordimientos, pero primero fue el gozo.