Partida Rol por web

-Bien, gracias por vuestra colaboración -dijo el teniente acompañándolos a la salida-. Procurad manteneros lejos de problemas, ¿de acuerdo? Esta ciudad es peligrosa.

Nadie le pidió el maletín, no lo entregó. Estas cosas funcionan así.

"Bueno..."

El testimonio de todos contrastaba, así que pudieron irse tranquilamente: caso con forjados supongo. No suelen cometer crímenes, y por cómo habla ese está claro quién es el culpable en este asunto. Mañana los piquetes estarían más activos y apalizarían a algún pobre desgraciado que trabajaba más barato y sin necesidad de comida... así son las cosas. Debería haber algún héroe que se levantase por ellos, pero claro, también lo debería haber por esos padres que se ven conducidos a la desesperación por no poder ponerles a sus chiquillos un plato en la mesa.

-Buenas noches...

Había colaborado allí, sabía que por él no iba la cosa... ya sabía que la ciudad era peligrosa. Y el maletín en sus manos era o bien prueba de "nos han sugerido que ni toquemos esa mierda, llévatelo" o de que, por el contrario, "queremos saber qué es, pero esto es muy peligroso para una institución: como cabeza de turco, es tu turno". Tendría que comprobarlo cuando estuviera en casa.

En medio de las declaraciones intente comentarle a la autoridad sobre el terrible estado de Galethspyre. Sabía que no era nada profesional, pero el teniente no había atendido a mi pedido y de verdad necesitaba ayuda. Al salir, decidí ir a descansar en una posada para terminar de curar mis heridas.
Que la Diosa de la Llama los vea con buenos ojos, las vueltas del destino han hecho que nos encontremos y espero en un futuro volver a verlos. Si necesitan mi ayuda para algo podrán encontrarme en la posada que Sleuth me mencionó y si me es posible pagar por el favor divino que se me otorgó con anterioridad, lo haré. Monto a Silver y sigo mi camino.

El proceso es formal, pero sencillo. Comento todo lo que creo recordar sobre el asalto, incluyendo los diversos gritos de la forjado, obviando únicamente dos cosas: el disparo fallido de mi arma, que pretendo reparar en cuanto pueda, y el que el otro tipo cogiese el maletín. Lo primero, porque no aporta nada, y lo segundo porque... bueno.

-Veo que sigue teniendo algo que no le pertenece, caballero. -Había salido un poco antes, al parecer, y lo estaba esperando. El tipo con pintas de investigador sale, y yo me acerco por detrás antes de hablar. -Sin embargo, no es asunto mío preguntar por qué no ha actuado como enunció tan quedamente. Sí lo es, al contrario, hacer frente a un intento de asesinato contra mi persona. Así que veamos qué contiene en un sitio a cobijo de la lluvia, o si no le interesa, déjemelo para que lo haga yo. -Y por primera vez, mirándole mientras me devuelve la mirada, no puedo evitar una pequeña sonrisa para que solo él la vea, que dura un instante. Lo que incluye revelar un par de colmillos bastante mas afilados de lo habitual durante apenas un segundo.

El enano no había querido saber de las cuitas del paladín, que en Sharn todo el mundo tiene una historia y poco tiempo para escucharlas todas. Le había dispensado con buenos modos pero sin mucha paciencia, y así Philip volvió al camino a lomos del caballo, al que no le agradaba mucho trotar por las calles suspendidas en lo alto o subir a bordo de ascensores mágicos.

En la posada, a aquellas horas de la noche, sólo los menos madrugadores bebían junto a la chimenea. La población de Sharn era multirracial y no resultaba extraño ver a un trasgo compartir mesa con un enano y un elfo, aunque pudiese que sí lo fuese para un forastero. A nadie le interesaba el recién llegado ni viéndole manchado y amoratado, y el posadero no hizo muchas preguntas. Accedió a alojarlo y a dar forraje a su caballo sin más vueltas, cobrándole un precio razonable por sábanas limpìas y un lecho confortable.

Embelesado por la belleza de la ciudad, el elfo avanzaba en silencio, mirando de un lado a otro con la vista constantemente en movimiento, en direcciones opuestas muchas veces a sus pies. El interrogatorio fue ameno, y más aun teniendo en cuenta que él no tenia nada que ver.

Al salir, uno de los hombres seguia portando el maletín y otro le instaba a abrirlo. Movido por una tremenda curiosidad y no ajeno a las palabras del hombre del sombrero, sin preguntar nada, se dirigió tras ellos siguiendoles. Tenia curiosidad por saber qué había dentro y se enteraría de una manera u otra.

Luego de mi larga siesta me levanto con fuerzas renovadas. El lugar no era como estaba acostumbrado pero yo no estaba en muy buena posición últimamente. Al levantarme hago mis rezos matutinos agradeciendo el día a día y me retiro a tomar el desayuno. Buen día posadero, ¿sería posible un desayuno de precio medio, por favor? Cuando termino mi desayuno no puedo evitar preguntar por una Iglesia de La Llama de Plata. Tal vez, mi problema sea mejor recibido allí que en los oídos del teniente.

Palabras amables y acusaciones de un desconocido cuando estás solo.

"..."

La reacción natural es llevarse la mano a la gabardina. Con calma, como si fuera a sacar algo. Cosa que a Daniel no le preocuparía (su pistola era mucho más potente que una ballesta pequeña), pero a él le ayudaba tener algo siquiera con lo que poder defenderse de aquel tipo.

-No lo mencionaron por una razón. Ahora me toca a mí mirarlo, así que te sugiero que te esfumes, amigo, y...

Colmillos. Pálido. MIERDA. Otra vez la Iglesia. ¿Cada vez que iba a hacer un trabajo le iba a salir un padrecito de Vol?

-...no quiero problemas con la Sangre -dijo- Acompáñeme.

Igualmente no lo perdería de vista. Que fuese a hacer lo que decía no implicaba que confiase en él, más bien al contrario. Los cultistas dementes que buscan traer una especie de fin del mundo zombi y convertirnos a todos en monstruos ansiando la carne de los vivos no inspiraban confianza profesional.

-Alguien nos sigue -le susurró.

Me mantengo absolutamente glacial ante su comportamiento. Y al final, mi intención tiene el desarrollo adecuado. Más o menos, por supuesto. Pero quién soy yo para judgar las opiniones de los demás. -Voy detrás suya. -Digo, avanzando tras él tranquilamente. Su susurro quedo no pasa desapercibido, y respondo tranquilamente. -Lo he notado. -Y entonces torcemos por un callejón. Le hago un gesto al investigador.

Momentos mas tarde, un par de manos agarran la solapa y el hombro de un elfo de cabellos blancos, y lo hago entrar contra la pared del callejón por la fuerza y la sorpresa. -Imagino que todos tenemos curiosidad, ¿me equivoco? -Sonrío, sin enseñar los dientes, y suelto al elfo. -Bueno, ¿alguna opinión sobre la criatura que atacó? Porque fue así -digo mirando al elfo, después de haber pasado la mirada por el otro-, y desconozco por completo quién es el Señor de los Filos. Pero quizá el muerto supiese algo, y por esa razón acabó así. Si es tan amable, ahora sería un buen momento para ver qué contiene ese maletín.

No hace demasiados comentarios ante agarrar al elfo, a lo que hace una mueca. No quería tener que actuar a menos que relucieran las armas o el vampiro empezase a entonar cánticos; nadie tenía que salir de allí demasiado mal y hacerse el héroe podía ser un problema.

-¿Sobre la forjada? Que estaba loca -dijo, resumiéndolo sencillamente- El Señor de los Filos será algún líder de secta que les prometa lo que todos quieren. ¿Qué es lo que quiere un forjado, que los mantengan limpios y en condiciones?

Forjados asesinos. Aquello iba a ser el boom.

-De acuerdo. Veamos que tenemos.

Procedió a tantear el maletín para ver si se abría. En caso de que no lo hiciera, tenía una ganzúa... y en caso de que no funcionara eso, conocía gente. Pero como siempre, cuanta menos gente de por medio, mejor.

El maletín, de cuero oscuro, tenía un pasador metálico que se abría con los dedos sin problema. En el interior había varias hojas de papel karrnio de excelente calidad, en blanco, tres plumas de punta variada y un frasco de tinta sellado, una manzana roja y brillante, un grueso informe que, ojeado por encima, parecía una tesis sobre el desarrollo industrial del antiguo imperio Dhakaani, y un diario personal. El diario tenía una cubierta de cuero negro con hilos de mithril cosidos para formar un esquema extraño. En su interior, todas las páginas aparecían en blanco, pero las hojas poseían un tacto especial. No eran ni papel, ni piel, ni cuero, sino algo distinto difícil de ubicar.

Poco a poco, el investigador abre el maletín sin que haya una verdadera dificultad o alguna clase de trampa que salte para quien proceda sin precaución. Lo cual ya dice unas cuantas cosas sobre su propietario, que tendré a bien guardarme para mi persona ya que nadie me ha preguntado. También paso por alto el comentario sobre el Señor de los filos que hace, porque es algo que todos podíamos habernos imaginado con un poco de cabeza.

Así, va sacando cosas poco a poco, objetos cotidianos mezclados con cosas mucho menos simples, y no puedo evitar fijarme en todo ello con interés, aunque el tema de la tésis no me suena en absoluto. Sin embargo, con suavidad recojo las hojas en blanco del material extraño, pasando las manos por encima tratando de saber de qué son exactamente. Y luego la tinta, alzando una ceja mientras elevo el frasco frente a mi, oteando por si reconociese algo sobre ella...

El elfo observaba atento, mirando por encima del hombro de sus acompañantes las cosas que se encontraban dentro del maletin. Poco podía hacer salvo esperar a su turno, si es que le llegaba, de hojear el libro. En su mente pasaban muchisimas cosas, pero no podia ubicarlas, ya que no sabia siquiera de dónde había salido ese maletín.

Las hojas del diario no tenían nada de particular, pero las gotas de lluvia que caían encima resbalaban sobre ellas, como si estuvieran impermeabilizadas. La tinta tampoco parecía especial. Tenía la densidad adecuada para escribir con ella y, si se abría y olfateaba, olía a tinta normal y corriente.
 

Y olfatear era algo que el exquiriente hacía, arrugando la nariz a distancia del papel. Un hábito adquirido.

"...nada"

Tapó las hojas del agua, pero se dio cuenta que resbalaba. Material en clave, nombres desconocidos, papel karrnathi, un hilo que posiblemente valiera más que lo que él llevaba en el bolsillo ahora mismo. Y todo eso, extrañamente, en el equipo de lo que parecía un académico. Otra vez la universidad, no se había equivocado... pero esta vez se habían metido en algo gordo. Y los tres presentes también: a Sleuth no le cabía duda de que le habían dejado aquello por una razón, y es que a alguien debía haberle llegado el soplo de que era una patata caliente. Son cosas que pasan en Sharn, pero uno sabe perfectamente cómo arreglárselas. 

El problema era que la última vez estuvo meses en cama por la rotura de varios huesos por tener que caer desde una torre a la otra. Prefería no tener que volver a arriesgar su suerte.

-¿Alguien tiene una habitación donde pasar la noche? -dijo, mirando aquello- Deberíamos de pasarla no muy separados. Por precaución.

Se encogió de hombros, con algunas gotas colándosele por el pescuezo. Maldita llovería...

-Si no, tengo un sitio. Y podemos probar algunas de las cosas que tengo para averiguar qué es esto. Y por qué lo tenía un gafitas.

Contemplo bastante impresionado todas las cosas. Para decir la verdad, quitando unos cuantos manuales viejos y libros pequeños sobre diversos temas que tenía mi maestro, nunca he tenido gran oportunidad de disfrutar de una biblioteca durante mis viajes, y no porque mi voluntad haya sido contraria a tal evento, sino por los infortunios de tales situaciones, o tener que cavar fosas para llenarlas luego de nuevo. El investigador manosea las cosas como dándole vueltas a algo, y al pareccer acaba siendo verdad por las dos frases que nos suelta. Y con ellas, no puedo evitar lanzarle una moderadamente larga mirada al elfo de cabellos blancos.

-No esperaba llegar tan tarde a la ciudad, y eso ciertamente es un infortunio a la hora de obtener habitación en una posada. Considerando que se ha hecho inclusive más tarde, creo aceptaré gustoso tal invitación y participar en lo posible, si hay ayuda requerida, en esas pesquisas que desea hacer, señor... Claro, no ha dicho su nombre. Una descortesía por mi parte el no presentarme antes. Enterrador aficionado, Daneel Yuzimov. -Pronunciado I'Azimov- Además, agradecería un rato tranquilo para reparar a mi pequeña, que tuvo la mala fortuna de malfuncionar contra esa gigante de metal. -Sonrío, llevándome la mano al empapada ala del sombrero y considerando cómo habría podido acabar la situación si ese disparo hubiese funcionado tal y como deseaba. Un forjado distinto habría sobrevivido, y el acompañante de orejas puntiagudas que tenemos al lado no habría tenido tiempo a dudar de si inmiscuirse o no, pues la batalla ya habría acabado antes de su aparición. -Y mi montura, que me gustaría ir a recuperar ahora que hemos visto lo que había en la cartera, responde al nombre de Estrella Lejana.