Partida Rol por web

Keloa asiente y justo cuando Udokal sale corriendo, ella también se lanza en carrera, puñal en mano, dejando salir todo el aire de sus pulmones en un grito tan desgarrador como fiero.

Hundes con tanta violencia tu Kryll en el estomago del Orco Orog que este le atraviesa tambien la espina dorsal y cae al suelo con espasmos por todo el cuerpo.

Mientras te lanzabas a la carga, podías escuchar las fuertes pisadas de Udokal a tu lado, gritando de furia mientras blandía su enorme hacha de dos manos. Cuando llega ante uno de los Orcos Orog descarga este desde el cielo, con la intención de partirle la cabeza en dos, pero por suerte o por desgracia el Orog se mueve algo y el hacha acaba cayendo sobre su hombro, partiendolo desde esa altura hasta casi la altura... La sangre del orco os baña casi por completo....

El ultimo de los Orcos Orog, que tampoco es que sean realmente estúpidos, al ver lo que les ha ocurrido a sus compañeros, frena en seco y sale corriendo, intentando huir de la batalla.

Si, no te preocupes, yo prepararé mi hacha para cuando regrese.

Al ver como su enemigo intenta huir, Keloa aprovecha la distancia que él mismo ha creado para volver a cargar. Sujeta su puñal Kryll con firmeza después de desenterrarlo de las entrañas de su última víctima y se lanza en carrera con un nuevo grito, rasgado, que brota desde el fondo de su garganta.

La velocidad del asustadizo orco no es rival para las piernas de la lancera que Kryll en mano sale a la carrera tras él. El Orog apenas si recorre unos 20 metros antes que el puñal de Keloa lo atraviesa por la espalda, con tal fuerza que la punta del arma acaba asomando por el estomago de este. Ni siquiera tiene tiempo de gritar, el Orog se desploma en el suelo.

Tras una violento y corto combate, habéis conseguido vengar en parte a vuestro masacrado clan. Pero cuatro simples Orcos Orog parecen un precio demasiado bajo por toda un clan de hermanos y hermanas perdidos

En un abrir y cerrar de ojos el combate había terminado. Todavía me encontraba conmocionado por todo lo que estaba pasando. Durante el combate solo había conseguido abatir a un orco. Había sido algo mecánico, como si enfrentarme a los asesinos de mi pueblo no despertara en mí ningún tipo de ánimo. Pero no era así, era una especie de rabia contenida que temía soltar de repente para no volverme loco. Esto no había servido para compensar nuestras pérdidas pero nos había tranquilizado en cierta manera.

-Bien hecho. Le digo a Keloa mientras limpio mi hacha de sucia sangre orca. Estos ya no molestarán a nadie más.

Busco entre los cuerpos cualquier cosa que nos pueda ser útil.

-Podemos continuar cuando quieras.

Los Orcos y mas estos, los Orog, lo mas bajo entre ellos, apenas si tienen objetos de valor o que os puedan ser útiles, son poco mas que bestias que viven de la carroña. Sus armas se dividen entre las fabricadas por ellos, toscas y de calidad pésima, y las que saquean; viejas armas medio oxidadas y casi sin filo. Basta observarlas para ver que tampoco se preocupan por tener su equipo en buen estado.

En cuanto a sus objetos de valor, algunos tienen la costumbre de coleccionar huesos o cráneos de alguna victima importante a la que hayan derrotado.

Uno de ellos veis que guardaba unos 5 metros de cuerda de cáñamo, posiblemente la utilizaban para atar a sus victimas. Aunque vieja aun os puede servir

Keloa respira todavía agitada por la pelea. Poco a poco se endereza y su mano derecha, sujeta con fuerza el puñal Kryll con el que ha matado a dos de esos sucios seres. Han sido muy fuertes las emociones que han rellenado su cuerpo durante la lucha, y tarda unos segundos en volver a ser la tranquila y fría lancera que siempre ha sido. Cuando sus manos dejan de temblar de ira, no tiene reparo alguno en limpiar su puñal con las pieles que cubren sus largas piernas.

Escucha las palabras de Udokal y sólo entonces levanta la mirada gris del suelo. Una mirada ahora en calma, tranquila... Pero distante.

- En cuanto recoja mis lanzas podemos continuar.

Su voz, aquella misma voz que había gritado de forma sobrecogedora, volvía a ser suave y dulce, descompasando aquella imagen de bestia contenida que emanaba de toda ella.

Por unos instantes se había sentido satisfecha. Sólo por unos instantes puesto que su pérdida había sido mucho más significativa. Con calma desanda el camino hasta el campamento de los orcos, recogiendo sus tres lanzas y amarrándolas a su espalda.

Mientras Keloa recoge sus lanzas, encuentro un trozo de cuerda de cáñamo. Hago unos círculos con ella y me la coloco sobre el hombro.

Tal vez nos sea útil.

Después y viendo que ya no queda nada que hacer por allí me reúno con Keloa para proseguir la marcha.

El resto del día transcurre sin mas sobresaltos, si bien tardáis mucho mas de lo esperado en llegar a vuestro destino debido a los grandes rodeos que dais para evitar cualquier encuentro con las hordas de pieles verdes. Una cosa es atacar a cuatro distraídos Orog y otra muy distinta ser sorprendidos por un centenar de estos. Y por mucho que vuestra sed de venganza desearía un encuentro así, sois conscientes de que tal enfrentamiento no acabaría bien.

Durante todo el día, el cielo del norte ha estado oscurecido por decenas de columnas de humo negro... ¿Mas clanes O´shar masacrados o el humo producido por gigantescas piras con los cuerpos de pieles verdes ardiendo? demasiado lejos para saberlo, aunque en vuestros oscuros pensamientos os teméis lo peor.

Así llegáis hasta una ladera salpica aquí y allá por algunos arboles frutales, no muchos, pues estas altitudes no son adecuadas para ellos. Unas cuantas manzanas algo raquíticas y próximas a pudrirse cuelgan de ellas, pero al menos las suficientes para alimentaros durante 2 o 3 días.