Partida Rol por web

Lirian levantó las manos si no pidiendo disculpas sí al menos pidiendo una tregua, no lo había dicho con malas intenciones. - Tran...tranquilo Vizko. Sólo decía que...que serías una bue... una bue... una bueeena ayuda. - Kraum no le caía bien en absoluto, pero era innegable que de alguna forma, puede que no de la más ortodoxa, se había labrado un nombre en Qark. Era por ello que Lirian pensaba que si éste no les servía de ayuda contra el Puma, sí que podría hacerlo con sus hombres. 

Dejó hablar a Morgan, pues consideró que las palabras de la mujer habían tocado el punto al que las suyas no llegarían jamás. Asintiendo y dando a entender que compartía los mismos pensamientos que su compañera, Lirian se levantó de su duro lecho y se colocó junto a Kraum. - Pi...pi...piensa en ello, Kraum. - Palmeó el hombro del semiorco con toda la simpatía y confianza que pudo reunir, que pese a no ser mucha, sí era la suficiente como para no fruncir el ceño.

Kraum soltó un bufido de incredulidad cuando escuchó las palabras de Morgan, miró con desesperación al bardo -que estaba ensimismado y no le hizo ni caso- y desistió de seguir discutiendo con la pareja de guerreros. Observándole, vi que probablemente tenía tanto miedo de sus «antiguos compañeros» como del Puma. Recordando a algunos de los tipos que nos cruzamos en aquel escondrijo de las montañas, no podía culparle: incluso a mí me costaba creer que alguien pudiera llevarles al camino correcto. Y eso en el caso de que saliésemos vivos de nuestro enfrentamiento con el Puma.

—No sé cómo podremos convencer a la tribu de que Escamanegra sigue vivo cuando nos lo estamos llevando a pedazos —comenté socarrón, cuando Morgan sacó el tema, señalando las dos enormes alas que estaban atadas a la mochila del enano.

Incluso el bulto que formaba la cabeza en el saco de Morgan era difícil de disimular. Mientras tanto, Abrahel se levantó y comenzó a estirar las piernas en el túnel. La primera guardia le correspondía y probablemente no quería agotarla muy pronto.

Dorn miró las alas perfectamente distinguibles en uno de sus petates y la señalo con el dedo - suponiendo que este dispuesto a esconderlo ¿crees que se puede disimular?

Po...podíamos decirles que...que...que éste no es Esca..Escamanegra, sino la drago...drago...dragona con la que vi...vi...vivía. - Le había estado dando vueltas al asunto desde que Morgan lo comentara. Había que evitar por todos los medios que los orcos se atreviesen a entrar en los túneles ya que, tan pronto lo hiciesen, no tardarían en descubrir el resto del tesoro. Además, con las minas despejadas, los orcos dispondrían de más espacio para vivir, reproducirse y acantonarse; si de entre aquellos que habitaban la parte superior de los túneles surgía un líder poderoso, ahora que Ulfe había muerto, ¿cuánto tardaría éste usar el tesoro para atraer a más de aquellas viles criaturas? No. Lirian no estaba dispuesto a que aquello sucediese, por muy remoto que esto fuese.

Por otro lado, tras echar un vistazo de nuevo hacia Kraum, mantener a los orcos bloqueando el libre paso hasta las minas tampoco le parecía descabellado, por lo menos hasta que acabasen con el Puma. ¿Quién les decía que una vez La Ley se separase de ellos no se las arreglaría para volver con otro grupo de indeseables como él para llevarse lo que habían escondido?

Lirian, de haber vivido prácticamente con lo puesto durante gran parte de su singladura en solitario por los Reinos, se veía ahora agobiado por un tesoro que le había llovido del cielo; o mejor dicho, surgido de las profundidades de la tierra. Fue por ello que el norteño decidió exponer un plan que acababa de venírsele a la mente: había que hacerles creer que Escamanegra tenía una compañera y que, de no haber entrado ellos allí, estos habrían conseguido reproducirse. Tenían que convencerlos de que sólo consiguieron matar a la dragona gracias a que Escamanegra había salido a cazar a través de un túnel inundado que da al lago y que ella se encontraba en el nido. Después les dirían que tras una dura y reñida lucha consiguieron derrotarla y que, cuando estaban despedazándola llegó el dragón, que realmente era mucho más grande que un caballo de guerra, y sólo a duras penas lograron escapar.

Cuando hubo acabado su larga exposición, pues entre los tartamudeos y las repeticiones ésta se alargó lo suficiente como para echar media silla a la hoguera, el norteño dijo: Y...y...les diremos que...que...que… hay que tapo...taponar la entrada de...de...de nuevo po...po…,poooorque Escamanegra está furi...furi...furioso.

Durante el descanso Rivoel estuvo un buen rato ausente, pues tras escuchar la historia de Dorn se pasó la mayor parte del tiempo hilando todas aquellas historias que había escuchado del tal Drizzt  , hizo varias prguntas a Dorn sobre su pasado,  sobre cuando y dónde estuvo en el pasado  hasta que finalmente  llegó a la conclusión de que aquel que ayudó al enano en efecto se trataba del conocido héroe Drizzt Do´Urden. Mientras sus compañeros estaban hablando de como salir de allí sin que los orcos se enterasen de que habían matado a Escamanegra Rivoel de pronto los interrumpió diciendo   - Sin duda fue él. Coincide en el tiempo y lugar con la historia de Dorn y además, los elfos oscuros no son conocidos por ayudar a nadie, mucho menos a un enano. Sin duda tuvo que ser  Drizzt , Drizzt Do´Urden....  Sentrenció...

Tras eso escuchó las explicaciones de cómo pretendían salir de allí sin que los orcos supiesen que Escamanegra había sido derrotado y bueno , a falta de una idea mejor, lo de hacerles creer que habían matado a su compañera parecía la menos mala, al menos era más difícil de descubrir. - Bueno , dejadme hablar a mí, creo que les podré hacer creer que así ha sucedido, pero no prometo nada, aunque mucho mejor que intentar ocultar todas las partes que lleváis del dragon, con sangre incluida. Aunque... ¿ Es necesario que salgamos hoy con todo esto? Está claro que habéis despiezado al dragón porque queréis llevaros todas estas partes de su cuerpo, pero  ¿Tiene que ser hoy...? NO creo que todos estos miembros del dragón nos sean de mucha utilidad contra el Puma, tan solo necesitamos la cabeza y creo que ni eso. Si tan claro tenemos que no va a haber trato con él no sé por qué tenemos que cumplir con su encargo, aunque lo hayamos logrado. Si vamos a volver de todos modos a por el resto del tesoro ¿ por que no recuperar entonces también los restos del dragón?

Respecto al tema de Kraum el bardo comentó: Entiendo amigo Kraum que no quieras acompañarnos frente al Puma, pero piensa que tu futuro depende de nuestra victoria. Si El Puma nos derrota no podrás vivir tranquilo el resto de ti vida. Siempre vivirás con su amenaza. Necesitas que le venzamos para que puedas vivir en paz, además, te ganarás el favor y la fama de las gentes de Qark cuando sepan que gracias a Vizco Kraum, el brazo duro la ley , el cruel y déspota  Puma ha sido derrotado. Todos en Qark te lo agradecerán y podrás llevar una vida normal, sin tener que estar escondiéndote en una guarida alejado de la ciudad, como si fueras una alimaña. Piénsalo bien...

Los dedos tambolireaban mientras sus compañeros hablaban, les dejo hacerlo, viendo clara la linea de acción que querían llevar, mentiras, engaños - no voy a participar en ningún tipo de engaño, hemos matado a escamanegra y debemos enorgullecernos de ello, si los orcos entran en estas cuevas, mejor, las sellamos, aquí no hay nada para comer, será su tumba, no hay porque perseguirlos, ya vendrán- miro a la paladina, le extrañaba que ella no se pronunciara en la misma linea

Tras escuchar las palabras de su compañero, Lirian no tardó en llegar a la conclusión del porqué había conocido a tan pocos paladines: o bien estaban muertos o nadie los aguantaba.- ¿Pe...pero de ver...verdad creéis que...que van a entrar tooo....to...todos juntos para que nos permi...permitan demoler la entra...entra...entrada? - Negó con la cabeza y prefirió acercarse hasta una de las entradas para simular echar un vistazo al pasillo que se abría ante él. - Dalo por perdido Lirian...bastante hemos conseguido.

Ante las palabras de Códice, Morgan miró el equipaje del paladín y se encogió de hombros. La propuesta de Lirian le pareció buena, y más si la defendía Rivoel, pero Dorn no estuvo de acuerdo en mentir -Estos paladines y sus escrúpulos extraños, son buenos guerreros y excelentes compañeros, pero cuando acaba la lucha es mejor que se pongan a dormir- pensó recordando también las palabras de Abrahel, quien supuso que sería del mismo parecer que el enano.

-Pues entonces no hay nada más que hablar, salimos como victoriosos y sin ningún rasguño, no creo que se nos enfrenten pero habremos de estar preparados.

Escuché sin intervenir la discusión de mis compañeros. La propuesta de Lirian me pareció interesante. «No deberíamos habernos aseado, entonces», pensé con humor. «Resultaríamos más creíbles si estuviéramos en un estado más lamentable». No nos costaba nada intentarlo, aunque me costaba creer que la tribu de Ulfe -o de Colmillo Podrido, o de quien fuera ahora el líder- tragara con la patraña fácilmente, y menos indefinidamente, por mucha labia que le pusiera Rivoel. Por eso, cuando habló Dorn y dejó claro que no toleraría aquello, fue un jarro de agua fría, pero no un drama. Yo también quería conservar el tesoro y, de paso, evitar que los orcos lo usaran para el mal, y aquello me fastidió, pero entendía la causa de Dorn y le comprendía.

—Déjate de estúpidas historias, bardo —gruñó Kraum en ese momento, tumbándose y dando la espalda al grupo—. Mañana tengo un largo camino por delante.

No parecía que le estuviéramos convenciendo demasiado.

En el momento en el que Lirian cruzaba la puerta de la habitación, Abrahel entraba.

—Andáis hablando sobre cómo salir de aquí, ¿hm? —nos preguntó a Lirian y a mí.

Le dije que sí, y le expliqué que Lirian había propuesto engañar a los orcos para hacerles creer que había aún un dragón vivo aquí abajo, y que de esta forma no se hicieran con el tesoro, pero que Dorn se había opuesto a usar mentiras.

—Y yo estoy con vos, maese Dorn —sentenció en un tono solemne, duro—. La mentira y el engaño no son caminos virtuosos: son armas envenenadas que corrompen el espíritu de quien las usa. Si en esos orcos hay redención, mintiendo sólo les enseñaremos la mentira. ¿Vale tanto esa plata? No: iluminemos sus vidas con el esplendor de la Rectitud…

Estaba maravillado: ¿era posible que Abrahel hubiera perdonado a los que habían abusado de ella durante días? ¿Tanta bondad había en el corazón de esa mujer santa?

—...que ya volveré para educarles con el acero de la Justicia —añadió entre dientes, alzando la mano hasta el pomo de su espada.

Y cuando dijo «justicia», supe que quería decir «venganza». La rabia contenida afloró a su rostro, acentuando los rasgos que había heredado de su antepasado infernal. No tuve arrestos para decir nada.

—Respecto al Puma, tampoco apruebo atacarle por la espalda. No es honorable —continuó, recuperando cierta calma, y quitándonos a nosotros la nuestra—. Sin embargo, confío en vosotros —añadió, mirándome a mí, en particular— y entiendo que es la única forma de asegurarnos de que cumpla el trato y os dé ese libro que tanto buscáis, y que es esencial para el Valle. Aún así, una cosa os digo: si accedemos a sus aposentos, planeo capturarle y llevarle ante la justicia. —En sus palabras no había titubeo alguno: no estaba prometiendo nada, ni pronosticándolo, sino describiéndolo como si ya hubiera ocurrido, a pesar del inconveniente despreciable de que era un evento futuro.— No ejecutaré a un hombre sin conocer sus crímenes.

Obviamente, Abrahel -como Dorn, quizás- no había oído del Puma lo que nosotros habíamos oído. O lo que Kraum sabía. Al alguacil se le escapó una pequeña risita. Abrahel hizo oídos sordos a esa impertinencia.

Morgan se acercó a su mochila, rebuscó mientras oía a la paladín y extendió su petate. Se sentó, sacó la daga y se puso a hurgar con la punta del arma en algo que llevaba en la palma de la otra mano, no se puso a dormir de inmediato pues quería esperar que acabase la conversación. Ella entendía el odio que destilaban las palabras de la otra mujer y, aunque sabía que la venganza no aliviaría el dolor, no pudo evitar darle su apoyo.

-Si me es posible, podéis contar con mi brazo para ayudaros con la "educación".

Lo que dijo sobre no ejecutar a nadie sin conocer sus crímenes estuvo bien, era un bonito pensamiento, pero la guerrera sabía que en la lucha no siempre podías ser todo lo honorable que querías. 

-No creo que un hombre con sus recursos sea fácil de atrapar, -ni de matar -pero no seré yo quien sesgue una vida por placer.

Con ello quería dejar claro que si la veía hundir su arma en el cuerpo del hombe no era por capricho, era por haber visto alguna amenaza.

Lirian resopló sin miramientos al escuchar las palabras de la paladina pero no quiso avivar el fuego con más palabras, pues sabía que cualquier cosa que dijese se estrellaría de plano contra la firme moral de ambos servidores de la ley. Para evitar caer en un enfado mayor, el guerrero agarró su cimitarra y se adentró unas yardas en el corredor que se dirigía hacia la guarida de los orcos, allí al menos no tendría que escuchar aquellos argumentos que, en su opinión, estaban tan alejados de la coherencia en cuanto a la lucha contra personajes tan despiadados como el Puma se trataba.

No seguimos con la conversación después de que la paladina interviniera: estábamos todos agotados y ella había pasado la hoz al tema. Kraum ya había empezado a roncar, así como Rivoel. No sé cuánto dormí tumbado junto al fuego, rebujado en mi capa, hasta que Lirian me despertó para mi turno, ni sé tampoco cuánto duró mi turno. No hablé con Abrahel en nuestra guardia. No ocurrió nada especial.

De hecho, no ocurrió nada especial en ninguna de las guardias. Después de un tiempo imposible de definir -ni siquiera sabíamos si afuera era de día o de noche-, nos fuimos despertando. Pronto todos estuvimos en pie, preparándonos. Mientras comía algo, sentado en un sillar caído en el pasillo, pensé en la última vez que había descansado tanto tiempo. Fue hacía unas horas, en aquella anónima posada de Qark, pero lo sentía como si hubieran pasado mil primaveras desde entonces… Pero no: habían sido mil primaveras y un dragón.

La caminata por las estancias superiores transcurrió de un plumazo: antes de que pudiera darme cuenta, estábamos cruzando el amplio umbral que daba a las salas del chamán. La enorme roca redonda seguía donde la habíamos dejado, a un lado. Por primera vez, me pregunté para qué la habrían puesto ahí los constructores de aquel lugar, habida cuenta de que los orcos no podían haberla traído de otro lado. La única explicación es que los habitantes originales ya hubieran temido que algo pudiese atacarles desde las minas. «Un pueblo precavido», me dije mirando con asombro las dimensiones de la roca.

También los cadáveres seguían en su sitio: tanto los del chamán y sus aprendices, como los más antiguos. El olor de la carne podrida nos había llegado mucho antes, pero al entrar en la sala, oscura salvo por la luz de mi linterna, volví a estremecerme como la primera vez. Dibujos cultuales, hechos con los-dioses-saben qué tipo de materiales, decoraban las paredes y el techo, donde no faltaban también las pieles de animales y otros objetos. Aquella era la segunda estancia más lujosa de la ex-fortaleza, después de la de Ulfe. Otros objetos rituales y utilitarios yacían por la habitación de cualquier manera. Se notaba que había sido un espacio tabú, sagrado. No se oía nada más que el zumbido de unas cuantas moscas ni se percibía ningún movimiento.

Rivoel cayó rendido al poco de que hablara la paladina. Su decisión sobre el tema de cómo enfrentarse al Puma no preocupaba mucho al medio elfo, muerto o prisionero lo importante era derrotarlo y hacerse con el libro. Lo más problemático era el tema de los orcos, aunque el bardo esperaba que después de que los orcos hubieran visto como habían  derrotado a Ulfe sin mayores complicaciones y al verles salir con el dragón muerto sin haber sufrido bajas ni heridas de consideración a la vista, los orcos serían capaces de entender que eran un grupo de aventureros muy experimentados en el combate, lo que serviría para disuadirles.

El camino de vuelta duró poco y nada había cambiado cuando llegaron a la sala del chamán. La barbarie seguía reinando por toda la estancia, si cabe con el desagradable añadido del olor a podrido derivado del tiempo transcurrido.

Rivoel se tapó la cara con el brazo izquierdo y esperó a que el resto entrara a la habitación a comprobar que no había ningún peligro. Tras eso se acercó evitando mirar la dantesca imagen de los cuerpos asesinados hasta llegar a la primera entrada y acercó su oreja para intentar escuchar si había alguien al otro lado.

Vaya peste… - El ambiente era irrespirable pero no era menos el espectáculo que se daba en las estancias del chamán, con aquellos cuerpos, horrorosos ya de por sí cuando estaban vivos, completamente hinchados y putrefactos. Por un momento, Lirian dio gracias a que la única luz en la estancia fuese la de la lámpara de Códice. El norteño dejó que Rivoel examinase la estancia antes de atreverse a hablar, no quería que su parloteo solapase algún sonido que pudiese significar la presencia oculta de algún orco. En su opinión, habiendo dado tan sólo un par de pasos más allá del umbral y contando únicamente con aquella débil iluminación, nada había cambiado con respecto al momento en que pasaron por allí horas o días atrás. Eso le incomodó.

Qué...qué calma, ¿no? - El susurró no iba dirigido a nadie en particular, pues no era otra cosa que sus propios pensamientos abriéndose paso a través de su boca. Aunque no recordaba muy bien el trayecto que habían seguido desde que acabaron con Ulfe, todo había sido muy rápido y confuso, hubiese jurado que las cocinas no quedaban muy lejos de allí. ¿Por qué no dirigirse hasta allí y abandonar la gruta por el mismo lugar que por el que habían entrado? Aquello les evitaría tener que mentir o dar explicaciones acerca de lo sucedido; si conseguían salir sin que nadie les viese los orcos bien podrían pensar que Escamanegra había dado cuenta de ellos. Así se lo hizo saber al resto en baja voz tan pronto Rivoel se hubo asegurado de que estaban solos.

El sueño alcanzó pronto al enano que no tenía ganas de discutir, pasó la noche tranquila incluso en su guardia se permitió el lujo de orar a sus dioses en un estoico silencio, incluyo a Kraum en ellos, un alma impura que vislumbraba el camino de la virtud siempre era algo a tener en cuenta, lo observó largamente y regreso a sus rezos.

Al llegar de nuevo a la estancia del chaman arrugó la nariz, un claro ejemplo de lo que la falta de un buen mando provocaba.

Cuando Rivoel escucho a través de la puerta pregunto - ¿piensas salir a hurtadillas? -

Cuando Rivoel estaba intentando saber si estaban solos o había alguien al otro lado de la puerta Dorn preguntó si pensaba salir a hurtadillas. El bardo se giró esbozando una leve sonrisa y le contestó - claro que no, tan solo quería saber si estábamos solos o había alguien al otro lado. Tras eso dio un paso al lado de la puerta para dejar paso y con un ademán señalando la salida pronunció con solemnidad    - Maese Dorn, puede iniciar el glorioso camino hacia la luz que  os  otorga la honrosa victoria sobre Escamanegra. 

Morgan guardó sus cosas, se soltó el pelo para que se secase y durmió cuando todo estuvo dicho, durante su guardia respetó el silencio del enano y siguió hurgando con la daga y con otras herramientas que sacó de la mochila. Los trabajos manuales hacían que su mente se centrase y la ayudaban a poner en orden sus pensamientos. Saludó al elfo con una inclinación de cabeza cuando éste sustituyó al paladín y siguió con su quehacer, agradecía esos momentos de tranquilidad, más sabiendo que lo que les esperaba era posiblemente una tarea más ardua que vencer al dragón. Volvió a echar una cabezada antes de levantarse para desayunar, se trenzó el pelo de nuevo y recogió todas sus pertenencias, esta vez se ubicó en la parte de detrás del grupo, no es que esperase ningún ataque si no que sus manos estaban parcialmente ocupadas con cordeles que había hecho de un trozo de la cuerda*.

La sala del chaman estaba como la habían dejado: nauseabunda. La guerrera acabó lo que estaba haciendo mientras Rivoel aplicaba su oreja a la puerta, asintió levemente a Lirian y elevó las cejas con las palabras de Dorn, pero una risa se le escapó instantes después con la contestación del bardo. Logró disimularlo carraspeando para llamar la atención, intentando evitar así una subida en los ánimos. 

-Antes de seguir y de que pase cualquier cosa... me gustaría que todos tuviésemos un recuerdo de esta misión. -no aclaró si era la específica de matar al dragón o la general de encontrar el libro.

Se acercó a cada uno de los otros seis integrantes de la comitiva y depositó un pequeño colgante en la mano de cada uno, era una escama de dragón negro, más pequeña que la palma de la mano, con un cordel pasado por un orificio. Cada una de las escamas estaba tallada con un dibujo hecho por la mestiza, cada una de ellas era diferente y única. 

 CÓDICE    KRAUM   ABRAHEL    LIRIAN    DORN    RIVOEL

Cuando las hubo entregado todas se colgó la suya al cuello  y se acercó a Códice mientras le mostraba otras y añadía unas últimas palabras 

-He hecho estas tres por los compañeros que no han podido llegar hasta aquí.

 KLAIN     FHEWIR     LADFIENA   

Se las dió para que las guardase y ofreció su parecer a la "estrategia" de salida.

-Me gustaría salir como decís maese Dorn pero, llamadme precavida, no confío en la palabra de un orco que ha hecho esto con sus "colegas". Eso suponiendo que él ostente ahora el mando. Además para salir por la puerta grande hay que atravesar un puente de cuerdas nada confiable si hay orcos en ambos lados. Yo probaría primero la chimenea.

La obviamente burlona respuesta del semielfo enojo al paladín justo cuando iba a responder intervino Morgan - gracias - respondió - ahora vamos a hacer el paseo de la victoria- volvió a decir mirando a Rivoel con ira contenida y empujando la puerta totalmente decidido a salir por la entrada de la fortaleza con el beneplácito de los orcos o sin el