Partida Rol por web

Acabas de llegar a la ciudad y acabas de ver que el templo es mas hermoso de lo que te habian dicho. Caminas hacia el para poder rezar a tu dios, para darle las gracias por llegar sano y salvo a buen puerto, al atravesar las puertas ves que todo es marmol blanco y que la luz entra a traves de hermosas cristaleras de colores

Admirando la belleza del lugar, avanzo entre los bancos, situándome bien cerca del altar, donde mi rostro muestra una leve sonrisa antes de sentarme.

En silencio, y con la mirada prendida de la representación de mi diosa, murmuro unas leves palabras dirigidas a la Dama de Plata...

...... y debo dar gracias por mi salud y bienestar, y así lo hago. Pero debo pedirte un favor, cuida de Argon hasta mi regreso, pues hay muchas palabras que no supe decirle y deseo hacer. Concédeme el favor. Gracias. - tras mi breve plegaria. seguida de mi explícito deseo, vuelvo a ponerme en pie mientras recorro el templo, en busca, quizás, del sacerdote que lo dirige....

Muchos estan alli rezando tambien, en las primeras filas hay un grupo de caballeros apoyados en las guardas de sus espadas que brillan por el sol al estar desenvainadas y recibiendo las bendiciones de los clerigos alli congregados. Una mujer llama tu atencion con armadura y con un bebe en los brazos, que esta sentada en un rincon cerca tuyo acunandole

Al divisar a la mujer enfundada en la armadura y con el crio en su regazo, me acerco a ella mostrandole una tierna sonrisa, dispuesto a observar al bebe que acuna en sus brazos.

Saludos bella dama,... y saludos pequeñín. - susurro, sonriente, mientras me inclino para ver al crío más de cerca. - Un niño muy hermoso, señora.

Te miro mientras sigo acunandole Lo siento, pero no podia dejarle en casa solo, su niñera aun no habia llegado y pensaba acudir a ver a una amiga despues para que se quedara a su lado mientras realizaba mis labores. miro al niño que se chupa el dedo mientras mira todo con ojos curiosos de un brillante color verde. Es mi hijo Sigmund, es demasiado travieso para dejarle solo

Hola Sigmund. - saludo, acercando unos de mis dedos a una su pequeña mano libre. - Yo soy Arutha, un placer conocerte, pequeño. - agrego, mostrando una cariñosa sonrisa, tanto al crío como a su madre.

Su mirada así lo corrobora, sin duda es avispado e inteligente, ¿señorita...? - comento, tras el comentario de la madre acerca de lo travieso que es Sigmund. - Se que soy un desconocido para vos, pero si necesitaseis ayuda, estaré encantado de ofrecérosla,

Lady Atriel replico mientras acaricio la frente del pequeño sonriendo os lo agradezco mucho, tengo que dejarlo en compañia de alguna de mis amigas, ellas al menos tienen mas tiempo que yo para poder cuidar de sus propios hijos o tienen a un hombre a su lado para cuidarlo por ella.

Un tono de tristeza sale en esas ultimas palabras y los ojos se velan un segundo.

Al ver la mirada de Atriel una vez pronuncia la palabra hombre, deduzco con rapidez que esta ha perdido al suyo, lo cual me oprime el corazón, especialmente por Sigmund, pues ningún crío debería perder a un padre a tan temprana edad.

Elhona, vela por ambos en estos difíciles momentos...

Lamento vuestra perdida, Lady Atriel. - afirmo, apenado y sincero, mientras mi mano continuo acariaciando la de Sigmund. - La verdad es que no se me dan mal del todo los niños, y si lo deseáis, no tendré problema alguno en llevarlo con alguna de vuestra amigas o hacerme cargo de él durante el tiempo en que realizáis vuestras labores. - agrego, dispuesto a ayudar, aunque sea con ese sencillo gesto, al joven Sigmund y su madre.

No esta muerto, solo que no se sentia con fuerzas para dar ese paso replico sonriendo y negando Os lo agradezco, dirigir a los Caballeros cuando no esta el maestre es tarea ardua dificil. Algunos no soportan que una mujer les pueda dar ordenes

Ah, siento oír eso, pues es, quizás, peor que mi suposición. - murmuro, asintiendo con la cabeza, pero con mi mente aun sorprendida al darse cuenta de que estoy hablando un alto cargo de los caballeros.

En ese caso, que no se hable más. Permítame que me encargue de Sigmund durante el tiempo que necesite, seguro que nos lo pasaremos muy bien. - afirmo, tras unos segundos, mientras tiendo mis brazos para coger al crío si Atriel así me lo permite. - ¿A que si Sigmund? - agrego, sonriente.

Os lo agradezco mucho, es mas si no teneis lugar donde descansar me gustaria ofreceros un sitio en el alcazar para que descanseis y os aposenteis sonrio tendiendote al niño que se rie y extiende las manitas mientras hace un extraño ruido con la boca. Creo que le habeis gustado a Sigmund.

Os lo agradezco mucho, lady Atriel. - afirmo, cogiendo al pequeño en brazos y alzándolo hasta que su rostro queda a la altura del mío. - ¿Así que te he gustado, pequeño?. Tu a mi también. Verás que bien nos lo vamos a pasar juntos, jaja. - agrego, con una gran sonrisa, mientras coloco a Sigmund correctamente entre mis brazos para acunarlo tal como hacia su madre.

La verdad es que he llegado hoy, asi que aceptaré gustoso vuestro ofrecimiento.

Sonrio levantandome y besando al niño en la frente.

Se bueno mi cielo, luego vendre por ti. te miro y asiento. Todos conocen el alcazar y os guiaran hacia el si no lo conoceis. Os esperaremos alli y me contareis de donde sois mientras cenamos en la sala comun. Un placer, procurad que no coja frio

Un placer también, Lady Atriel, y estad tranquila, cuidaré de vuestro hijo como si fuera mío. - afirmo, devolviéndole el gesto de la cabeza, asintiendo. - Nos veremos pues en el alcázar, donde será un placer compartir la cena con vos. - agrego, a modo de despedida.

Pobre mujer, la pena y la tristeza gobiernan su alma... suerte del pequeño, es su única, pero gran esperanza...

Cuando la joven Atriel parte, centro mi atención en el pequeño Sigmund, jugueteando con él mientras mi rostro le muestra un sin fin de divertidas carantoñas. - Bien Sigmund, nos hemos quedado solos, ¿que te parece si vamos a ver el alcázar? - le susurro al crío, tras unos largos minutos en los cuales disfruto de su compañia. - Estoy seguro de que tú podrías indicarme el camino, pequeño, pero aun no sabes hablar, así que le preguntaremos a uno de esos guardas tan chulos, ¿eh? - agrego, poniéndome en pie y asegurándome de que el crío esta cómodo y bien tapado, avanzo hacia uno de los guardas.

Perdón, caballero, me preguntaba si seriáis tan amable de indicarme, a mi y a mi amigo Sigmund, el camino al alcázar.

El guardia se gira y te hace una inclinacion de cabeza mientras te mira, la verdad es que es algo curiosa la escena con el bebe en tus manos y lo que llevas.

Por supuesto caballero. Seguid esta calle toda recta y luego en la segunda interseccion torced a la derecha, despues seguid recto y de nuevo torced a la izquierda en la tercera. luego todo recto y llegareis a una colina. En lo alto esta el alcazar. Lord Sigmund veo que llevais hoy muy buena compañia

Gracias caballero. - respondo, complacido y agradecido antes de realizar una breve inclinación de cabeza ante al guarda a modo de despedida. - Vaya Sigmund, parece que eres muy famoso, ¿verdad?. Claro, el cargo de tu madre es de suma importancia asi que es normal, ¿eh pequeñín?

Sonriente, me encamino a la salida del templo para seguir las indicaciones del guarda. Mientras avanzo, bien atento a las calles por y las gentes que me rodean, me mantengo alerta y divertido con Sigmund, hablandole en susurros y divirtiendole con las continuas muecas que realizo en mi rostro...

Caminas siguiendo sus instruciones y tras un rato caminando lo ves alli, es imponente. Blanco marmol en mitad de esa verde colina, con los pendones hondeando al viento, de azules colores. Los caballeros de bruñida armadura en sus almenas y paramentos caminando con paso firme con sus armas prestos al combate o la defensa.

Tras detnerme para admirar durante unos minutos el impactante contraste entre la colina y el mármol blanco, reanudo mi marcha hacia la puerta del alcázar, caminando con paso tranquilo mientras mi mirada recorre el lugar que rodea al enorme edificio.

Vaya, es un sitio grande, ¿eh Sigmund?. Ya lo creo, grande y bonito, sin duda...

En la puerta hay varios caballeros que te saludan con un gesto de cabeza dejandote pasar. Dentro en un lateral estan practicando algunos jovenes con sus armas de entrenamiento. Otros se dedican a leer o a cepillar a sus monturas, darlas de comer.

Hay algunos criados por alli tambien, algunos clerigos, pero en su mayoria son caballeros, gente armada. El simbolo de la Dama de plata sobre la puerta invitando a la proteccion con sus brazos abiertos.