Partida Rol por web

Parece que su idea con el aceite ha funcionado. La ánfora impacta contra la bestia sin ningún problema, gracias a los dioses, y ésta comienza a arder como una antorcha. No parece sentir el dolor, no parece sentir el fuego. Ataca sin importarle que está en llamas.

Se mantiene cerca de la "seguridad" del carro, observando la batalla que se lleva a cabo. Siente no poder hacer más... desea a los dioses que sus esfuerzos no hayan sido en vano y que la criatura vuelva al lugar del que ha salido.

Habíamos acometido a la criatura con nuestras lanzas, el acero había penetrado en su piel. Pero no había sido suficiente y aunque la habíamos oído gritar y sangrar estas heridas empezaban a cerrarse con pasmosa velocidad. Si no conseguíamos acabar con ella pronto lo más seguro es que se hubiera repuesto de cualquier herida antes de poder terminar el trabajo y nosotros no teníamos esa asombrosa capacidad. La bestia no parecía dispuesta a desistir a tener otra presa y lanzó dos férreos zarpazos contra mi. En el primero penetró mis defensas como si no estuviesen allí y las garras se llevaron algo mas que tela, este golpe me hizo volver a la realidad y pude detener el siguiente.

- ¡Guerreros hemos de terminar el trabajo!. Akintos con fuerza esta vez, que pruebe el acero y la derrota.

Por lo que mi experiencia me indicaba, la manera de acabar con la bestia era hacerla suficiente daño como para que no pudiera regenerarlo. Si lo conseguíamos quizás nos diera tiempo en ir a ayudar al resto de nuestros compañeros. Amago un golpe hacia un lateral antes de girar la lanza hacia la criatura, esperaba que con eso fuera suficiente para volver a sorprenderla y herirla.  

Veo como mi hermano consigue superar su miedo con un grito y muchos sentimientos se agolpan en mi interior. Veo como él comienza el ataque y siento que me estoy comportando como un cobarde. Siento que todos están luchando y que yo estoy siendo una vergüenza para mi familia. Pienso en mi padre y sé que le estoy deshonrando. Le estoy avergonzando y no puedo soportar la idea de que me mire con desaprobación por no ser un hijo digno de su amor y atención.

Mis ojos se humedecen y mi respiración se corta pues es mi primera batalla, primera vez que puedo enfrentar a un oponente y que la vida de alguien corre peligro pero estoy siendo una decepción para todos los que alguna vez me han visto y han depositado su Fe en mí. Que han creído que soy más que solo un bastardo inútil.

Un profundo grito de rabia sale de mi interior, un grito que refleja todos aquellos sentimientos y toda la ira que siento conmigo mismo por no estar a la altura de las circunstancias y de mis seres queridos, pero que a la vez muestra que no me conformo y que no me rindo ante esto y ante mis propias limitaciones. Es el grito legítimo de quien lucha contra sí mismo para superarlo todo.

Desenvaino a la velocidad del trueno mi espada larga y mi diga para correr con todo lo que puedo hacia el enemigo que amenaza al General Spyridon y ponerme a su lado para luego hablar:

 - "Estoy con usted, General. ¡Atácame a mí, criatura infernal! ¡Ischyros ya no te tiene miedo!"

Preparo mis movimientos para esquivar sus ataques a pesar de que me he agitado y descuidado mi defensa al correr con todo. Aun así espero ser capaz de evitar sus embates lo suficiente como acabar con él antes de que sea tarde. Ahora estoy preparado para luchar y lo haré hasta el final.

Era el primer lanzazo que había logrado herir al enemigo. Al hacer contacto, el escudero pudo sentir la rigidez de aquél cuerpo antinatural. Incluso imprimiendo más fuerza, el golpe se frenó en seco. algo de sangre inmunda brotó... sin embargo las heridas de aquél ser parecían cerrarse solas, alguna especie de energía oscura del inframundo lo acompañaba.

Akintos ya se sentía por completo envuelto en el calor de la batalla, la sangre bombeaba potente, llenando su cuerpo de adrenalina. Era una danza que no podía detenerse, sobre todo ahora que el enemigo seguía sin prestarle atención, centrado en atacar a Theron.

- No les importa el dolor, ni la victoria, ni la derrota, solamente pretenden destruir... -

Las palabras del general no cesaban, aún cuando su cuerpo comenzase a sangrar por el fiero ataque, y entre una y otra Akintos se lanzó contra la espalda del enemigo.
Poniendo el escudo a un costado, el cirrense dio un paso hacia atrás y avanzó haciendo un giro de cadera. Su fibroso brazo se movió como un látigo provocando que el acero se hundiese en la endurecida carne, cortando profundo, haciendo manar substancias oscuras.

La carrera estaba calentando su cuerpo, sus pisadas ligeras aprovecvhaban cada esfuerzo haciendo que las zancadas fueran fluidas. La lanza eb su mano era lo unico que generaba rigidez, y el puño de la lanza la sugetaba con firmeza y determinacion.

Spyridon había sido tomado por sorpresa por la velocidad del engendro y había recibido un impacto que le había producido una fea herida. Ni era la primera ni seguro que iba a ser la última que recibiría, estaba acostumbrado a ser herido debido a sus muchos combates librados.

Al menos ahora ya no iba a ser sorprendido y estaba preparado, esquivó como pudo el siguiente ataque mientras golpeaba a la criatura con su espada larga.

Observo con orgullo como el resto de sus compañeros combatían con valentía.

Anatolius por fin consigue salir del estupor del miedo. Se abofetea a sí mismo para luego tomar el arco y con una única respiración, tensar y disparar contra la más cercana de las bestias. Desde el carromato tiene una visión excelente de los horrores, y su saeta se clava en la piel del bicho.

Talios se encontraba molesto, aquella bestia parecía regenerarse y ésto le impedía poder ir a ayudar al General. Así que se encomendó a Zeus y atacó a manos desnuda al engendro infernal!

Zeus que el poder de tus rayos recaiga en mis puños!

Al finalizar su colérico ataque volteó a ver al general, y gritando amistosamente le digo:

Mí general, no hay lucha que no pueda ganar, enemigo que no pueda derrotar ni amigo que deje atrás!

Por fin con si los dioses les favorecieran, la suerte cambio el rumbo de aquella batalla. Por un lado Ischyros y su hermano menor Atreo entraban por fin al combate empezando a atacar a aquellas bestias, mientras que el general Spyridon quien ya sangraba mucho, había recobrado la compostura y empezaba a mostrar por que ostentaba la fama que ostentaba como guerrero. Mas al norte, un solitario Talios enfrentaba a una bestia que no lograba hacerle nada.

El combatía seguía con su intensidad y aquellos engendros no parecían querer doblegarse, aun cuando uno de ellos, tras un brutal ataque de Ebalo, dejo en claro que también sentían el dolor, aunque fuera pocas veces. Ambas bestias ya estaban tocadas para cuando una tercera surgió también de entre la oscuridad para abalanzarse contra el General Theron quien ahora combatía a dos enemigos a la vez.

En la retaguardia, Anatolius empezaba a lanzar flechas contra los enemigos mientras que Lykaios por fin regresa a reunirse con los demás, probablemente repuesto de su inicial psicótico ataque de pánico.

La horrible criatura no parece prestarme demasiada atención y golpea brutalmente al General, quien parece estar ya muy herido. Ha luchado con valor contra una criatura salida de las peores pesadillas y no ha retrocedido, por lo que ha recibido terribles golpes que han dañado su cuerpo pero no su voluntad. Le admiro y no puedo fallarle ahora. Es por eso que le hablo con ánimos renovados:

 - "Tranquilo General, ahora no está solo. Enviaremos a esta criatura al rincón del Hades del cual se fugó."

Lanzo un corte descendente con mi espada larga, con gran fuerza para luego girarme y apuñalarle con mi daga en un movimiento fluido que mil veces practiqué contra los postes de entrenamiento o un enemigo que no era otro que el aire. Esas incansables jornadas de entrenamiento son las que me han ayudado a desarrollar las habilidades con las que ahora intento salvar a quienes me importan.

Dareios observaba aterrado el fuego que había por delante de él. Sin duda era un cuerpo que ardía, pero sus movimientos eran sumamente extraños para alguien en esa situación, lo que le indicaba que más criaturas como las del poblado estaban atacando al carro. ¿podrían esas criaturas comenzar a arder de alguna forma?, si era así, tendrían un serio problema si se acercaba al carro, si el aceite se calentaba, acabaría por arder y consumiría todas sus provisiones.

Al ver por el rabillo del ojo cómo un nuevo engendro se unía al combate, dirigiéndose directamente hacia mi, giré el cuerpo para cambiar de objetivo con la naturalidad que me daba la fuerza de la costumbre. Apunté con calma y disparé la flecha hacia la nueva criatura.

No sin cierto nerviosismo, al verme ya desarmado y en cierto modo indefenso, me preparé para Rechazar la arremetida de aquél engendro sin piel.

El engendro le estaba ganando la partida. Spyridon trataba de cubrirse como podía y contraatacar, pero las heridas empezaban a pesar en sus ataques. Calculó que podría aguantar a la bestia tres o cuatro golpes más con suerte.

El golpe con su espada había hecho mella en el monstruo, pero éste seguía atacándole sin descanso.

Spyridon sonrió como solía hacer cuando las cosas iban realmente mal. Si algo tenía claro es que no iba a morir en una cama, sino en combate.

Gritó mientras golpeaba a la bestia nuevamente con su espada.

No puede haber duda que Talios era seguido del gran Zeus, un gigante que una criatura demoniaca no puede ni rasguñar...En la mente de aquél super humano solo estaba la urgencia por vencer al enemigo para poder ir a proteger al general, aquél hombre, aunque ofendió la virtud de Talios, se había ganado su respeto.

Molesto por aquellos pensamientos, Talios realizó una finta para poder luego saltar y golpear al monstruo con las dos manos.

El enemigo comenzaba a ceder, lo cual avivaba la llama combativa del escudero y sus golpes se volvían más fieros.

Akintos tensó su brazo derecho, su dori se había hundido en la carne oscura y ahora la retorcía con vehemencia. Frente a sus ojos otro oponente se sumaba a la lucha, dejando a Theron defendíendose a duras penas mientras era flanqueado.

Rechinando los dientes, con el ceño rígido como esculpido en roca viva, el guerrero golpeó otra vez, sintiendo como el sudor corría por su rostro, su cuello y su espalda.

-¡Anatoliussss!- gritó potente - ¡Necesitamos tus flechas! -