Partida Rol por web

Las palabras de Lykaios le hacen pensar que posiblemente sea  la actitud del mercader, incorrecta a su forma de entender, sea debido a la situación vivida.

- La escritura tiene algo divino, siempre los dioses nos inspiran para las creaciones, no profieras según qué palabras Lykaios, no queremos enfadar a los dioses - le dijo viéndose en la necesidad de advertirle. - Agradezco tus palabras pues las actitudes a veces nos hacen pensar cosas que no son.

Luego cambió su actitud y miró al resto del grupo.  - El asumir un lugar que no nos corresponde, la hybris, es el mayor error que los mortales podemos cometer y siempre es castigado por los dioses.  Incluso en los momentos más tensos y peligrosos, incluso en los momentos oscuros lo debemos recordar para no caer en el error y evitar así un castigo por parte de los dioses. -  dijo con cierto respeto y algo de solemnidad.

Asintió al resto de intervenciones y se levantó para encaminarse con Lykaios a algún lugar donde pudieran mirar la tablilla y hablar sobre el asunto sucedido.

- Hypatia, querida amiga, si necesitas ayuda con los heridos no dudes en buscarme, el mal que nuestros pasos generan no debe ser pagado por aquellos ajenos a nuestra misión - dijo y se acercó a Lykaios.

Pensó en recordar de nuevo que había que dar sepultura a los caídos pero decidió esperar y ver el devenir de los acontecimientos.

Ebalo se quedó con la sonrisa colgada tontamente de la boca mientras a su alrededor todos seguían a lo suyo y nadie le hacía caso, levanto las cejas divertido, desde cuando su voz de varítono era ignorada. Sin embargo por conversaciones que oía aquí y allí, resulta que ya han tirada casi todo la casa sobre el agujero, su idea llegaba tarde. Con un exagerado suspiro se va a dar la vuelta para ponerse por fin con el fuego, oye la voz de la gran sacerdotisa que aunque atendiendo a los heridos, me ha escuchado.

No hago sino responder su interés con el doble por mi parte, escuchando cada palabra que sale de su boca. Parece que n hay problema en enterrarlos, pero es más fatigoso y un tarea más, junto a la de apagar fuegos, sepultar humanos, cerrar agujeros, limpiar carro... menuda noche más larga. Parece ser más precavido no delvolver las criaturas por el agujero y quizás aprovocar a alguien.

-Gracias por el consejo sacerdotisa, en cuanto acabe con el fuego, me pondré a ello a toda prisa- le respondo.

Despues ya con toda mi atención en las tres personas que tengo a mi cargo, interrumpo la discusión entre los esposos que no tengo ni idea a que ha venido. Les pido que entre los cuatro empecemos a pagar los fuegos, que ya no nos podemos escaquear más. Pero seguimos con sólo un cubo, el del pozo, le digo al marido que traiga dos más, incluso dejo entrever que es peligroso que vaya a buscarlo, pero que confío en él, para darle un poco de protagonismo.

Aunque la batalla había quedado ya atrás y no parecía que corriesen ningún peligro, la constante tensión entre varios se hacia notar, de hecho, el único que se mantenía siempre alegre era el espartano que curiosamente parecía ser siempre así. A regañadientes y no muy de acuerdo con las cosas, Ifianasa se apartó de todos hasta donde antes habían hecho una fogata, el hombre con la pierna amputada había sido retirado ya por Dareios y uno de los pobladores para llevarlo hasta el interior de la única casa que se mantenía en pie e intacta.

El grupo compuesto por los generales Spyridon, Theron, el mercader Lykaios y la sacerdotisa Ifianasa reunidos junto al fuego se centraron esperar que Lykaios pudiese leer lo que en la tablilla estaba inscrito tras que la sacerdotisa la hubiese depositado en el suelo sobre una roca algo cerca de la luz de la fogata.

Y mientras aquellos se centraban en tan peculiar e importante tarea, otros dos grupos trabajaban arduamente. El primero dirigido por Ebalo se concentraba en apagar el fuego en la cabaña que aun se incendiaba, esto con la ayuda de los aldeanos presentes y alguno que otro de sus compañeros. El otro grupo que era dirigido por Akintos bajo encargo del general Spyridon, se concentraba en terminar de derrumbar el edificio, cosa que realizó el gigante ateniense ya con algo de esfuerzo, probablemente debido al cansancio, y a su vez los otros se aseguraron de seguir las indicaciones dadas para hacer un sello natural con ceniza, tierra y agua. Todos los recursos los tenían presentes y ya habían echado la tierra revuelta con ceniza, solo les faltaba el agua y apalearlo todo. No obstante los recipientes disponibles eran usados por Ebalo para apagar el fuego por lo que o traían uno de los grandes contenedores de agua que habían traído desde Micenas y lo usaban, o bien esperaban o ayudaban con el incendio. De cualquier modo, aun estaba el problema de como derribar aquel árbol.

Decidí seguir haciendo guardia en el carro pero para ello necesitaba luz. Me acerco a la cabaña que mi hermano y Akintos estaban derribando para bloquear el paso a los engendros con los que nos habíamos enfrentado. Miro bien y vi unos seis tablones que me servirían para fabricar antorchas. Los cojo y los llevo hasta el carro. Antes de continuar, desenvaino la Parazonio y afilo uno de los extremos para poder clavar las antorchas al suelo. A continuación, busco en el carromato tela para las antorchas. Encontré un pedazo lo bastante grande para las seis antorchas, con la Parazonio desenvainada, corto seis tiras de tela. Acto seguido cojo un poco de hierba seca y envuelvo el extremo contrario de un tablón, dejando la hierba seca entre el tablón y la tela. Repito la operación con el resto de tablones.

Finalmente fabrico seis antorchas que no pueden servir para más adelante. Dejo cuatro de ellas en el carromato y me llevo dos hasta la hoguera, donde esta Spyridon y el resto, en ese momento Spyridon me comenta varias cosas, le contesto con un gesto, inclinando la cabeza. Enciendo las dos antorchas y vuelvo al carro. Me alejo unos cuatro pasos del carromato y clavo las antorchas en el suelo:-No quiero que por alguna estupidez, el carro se queme por accidente.- me digo a mi mismo en voz baja. Antes de montar guardia me acerco a Akintos:-Akintos, el General Spyridon ha dado orden que en cuanto terminéis de sellar el agujero, incineréis los cadáveres de los engendros para que no tengan oportunidad de volver.-

Vuelvo al carro y descuelgo el arco, saco una flecha del carcaj y la dejo preparada.

Junto al fuego, Spyridon espera pacientemente a que los entendidos puedan descifrar lo que dice la tablilla. Desde la distancia observa aprecitivamente cómo van los trabajos de sellado del foso por el que escaparon los engendros. El grupo está realizando una buena labor.

Anatolius se acerca a encender dos antorchas y por su intención parece que quiere situarlas cerca del carro. Aprovecho la ocasión para comentar en voz baja, mas por no interrumpir a los que intentan descifrar la tablilla que por ocultar algo.

- Lleva cuidado que el carro aún puede estar manchado de aceite. Por favor, comenta a los demás que en cuanto sellen el agujero procedan a quemar los cadáveres de los engendros. No me fío que vuelvan de nuevo del Hades.

Dareios suspiró mirando hacia la oscuridad.
-Ya ha pasado el peligro-dijo sin mucha voz a las sombras de los arboles por si había alguien por allí cerca curioseando y no se fiaban de él. La verdad es que no se imaginaba lo que habían vivido esas pobres personas. Tal vez hubieran huido hacia alguna granja cercana o tal vez estuvieran perdidos en la noche.

Tenía la lanza preparada, pues no se fiaba de que todos los enemigos estuvieran muertos, los ojos fijos en la noche intentando vislumbrar algo que se moviera, pero con el cansancio, todo comenzaba a parecer amenazador o con movimiento así que decidió volver junto al carro por si podía servir de ayuda y que otro compañero que lo necesitara por sus heridas ocupara su lugar vigilando.

Por lo que parecía los trabajos en la que nuestros muchachos estaban atareados iban bien encaminados. Las gentes del pueblo por fin habían empezado a colaborar con Ebalo para apagar el fuego y los restos de la casa ya se encontraban sobre el agujero, en cuanto terminaran de echar el árbol abajo ya casi estaría taponado. Aun quedaba el hablar con los supervivientes, encontrar a los huidos en la noche y enterrar los cuerpos.

- Me da que esta noche aun va a ser larga, incluso sin engendros...hay mucho trabajo que realizar y temo que el tiempo que nos demoremos sea en detrimento de nuestra misión. Aun tendremos que ayudar con los entierros, hablar con estas gentes para calmarlas al menos y buscar ,ahora que ya no hay engendros, si hay mas supervivientes que están corriendo por los campos. 

Ayudo a sellar el agujero con la ceniza como indicaron, pero aún queda el tema de derribar ese árbol. Se me ocurre que cortando con hachas y luego tirándolo con cuerdas puede ser suficiente para conseguirlo, pero no sé si realmente es algo muy importante o no. Creo que con la casa ya se ha creado una primera barrera y algo me dice que si las bestias quieren salir nuevamente, el árbol tampoco será capaz de detenerlos.

De todas formas, el General dijo que el árbol debía derribarse, por lo que hablo en voz alta a los presentes:

 - "¿Quién tiene un hacha para cortar ese árbol? Unos lo talan desde abajo y otro se sube para amarrar cuerdas. Cuando ya tiene cierto espesor cortado, entre todos tiramos con las cuerdas y lo quebraremos para que caiga sobre el agujero. ¿Están de acuerdo?"

Pregunto mirando especialmente a Akintos, quien ha sido designado a cargo de la labor de sellar aquella entrada al inframundo y debe coordinar nuestros esfuerzos. No se me ocurre una mejor idea para derribarlo y que caiga justo donde queremos pues si solo lo cortamos, moverlo será un tema de gran dificultad.

Akintos se encontraba atareado mezclando tierra con ceniza aún humeante cuando el ateniense se acercó con las improvisadas antorchas y las órdenes respecto a los restos de las abominaciones. Clavó la pala en la mezcla y se secó el sudor de la frente.
- Entendido Anatolius, será como indica el general - le confirmó con voz tranquila y se acercó a su hermano de armas que ya comenzaba a organizar la labor referente a derribar el enorme árbol.

Sacó la sierra y la hachuela - Tenemos esto para cortar el tronco - le mostró a Ischyros, luego descolgó el rollo de cuerda que llevaba al hombro y se lo lanzó en las manos.
- La formación en las barracas nos hace pensar igual ¿no? - torció una sonrisa de complicidad mientras se ponía mano a la obra con la sierra.

Lykaios e Ifianasa se apartaron del grupo a un lugar resguardado. El primogénito clavó una antorcha en el suelo y esperó a que la sacerdotisa se sentara para seguirla en la misma acción.

Quería ser el primero en leer el contenido pero habrá que conformarse con la situación actual. Al fin y al cabo, poco sacaremos en claro de ella y mas de la sabiduría de Ifianasa cuando le exponga mi opinión... ¿Cómo habrá conseguido el Rey Alameo el favor divino de Hades y Poseidón?

Lykaios esperó paciente a que desenvolviera la tablilla y le dijo_ Creo que no deberíamos decir nada hasta que ambos hayamos terminado de leerla, después compartiremos impresiones. ¿Estás de acuerdo?

Me acerqué a Akintos y a mi hermano tras apilar el último montón de ceniza y le cogí la cuerda de las manos a Ischyros.

- Yo me encargaré de trepar. Creo que vuestros brazos agradecerán más el tacto del hacha y la sierra que el del árbol. - les dije con una sonrisa.

Acto seguido me colgué la cuerda en el hombro y me dispuse a trepar por el grueso tronco.

Mientras muchos se desempeñaban en diversas tareas como atender a los heridos o acabar de taponar aquel portal, un grupo reducido frente a la tablilla se detenía deducirla. Entre aquellos, junto a la fogata, solo Lykaios estaba capacitado para leerla por lo que realmente solo podría entender lo que allí se plasmaba.

La noche ya estaba muy entrada, y en la mente de muchos estaba la preocupación de las tareas que tenían que realizar. Mientras mas se demorasen, mas cansados estarían y menos viable sería partir en la madrugada aun cansados; no obstante el tiempo apremiaba.

Sonrío a Akintos y le respondo:

 - "Así es, Hermano, pensamos igual."

Tomo la hachuela y comienzo a cortar el árbol con ahínco y buen ritmo. La herramienta no es lo más apropiado para un árbol tan grande pero somos varios y si me canso, siempre puedo pasar la hachuela al siguiente que desee ayudar.

Después de harto trabajo, entrego la herramienta y me paro a mirar el árbol mientras Atreo ha decidido subir al árbol y amarrar las sogas. Tomo una de ellas y espero a que el corte esté listo como para comenzar a tirar y quebrarlo. Una vez está todo listo, me preparo para empezar y espero a que Akintos de la señal para comenzar a tirar.

Cuando llega el momento, hago uso de todas mis fuerzas tiro de la soga con todo lo que puedo. Los brazos me duelen ya porque usé demasiado la hachuela pero aún así consigo poner de mi parte para derribar aquel árbol y que caiga justo donde queremos, sobre el agujero y lo selle.

El gigante no dudó en ayudar a tirar el árbol, era el último pendiente que tenía para poder sellar dicho agujero que el mismísimo Hades seguro había hecho. Antes de tomar la cuerda, respiró profundo e hizo un par de flexiones, al parecer tirar la casa le había cansado un poco.

Aquella hazaña no le costó mucho, y con la fuerza renovada se dirigió a mover los cadáveres para proceder a quemarlos, no sin antes preguntar:

¿Dónde llevamos los cuerpos?

Arrimé el hombro todo lo que pude, tanto para derribar el árbol como para arrastrar los cuerpos al lugar que habría que elegir para incinerarlos. Hice acopio de todas mis fuerzas, ignorando el dolor que causaba esto a mis heridas, y tiré todo lo que pude junto a mis compañeros.

Dareios observaba cómo todo el mundo parecía ocupado y que nadie parecía necesitar descansar, así que se mantuvo en guardia otra vez más cerca del carro y de su hermana.

-Hermana, cuando termines deberías descansar un poco, mañana será otra jornada dura de camino.-le dijo con amabilidad sabiendo que unos momentos antes había sido demasiado cortante con ella-aunque si nadie piensa en descansar, creo que no podremos hacer una jornada muy larga

El joven sabía que la mayoría eran hombres duros y sin duda podían soportar largas jornadas de camino, pero con heridas todo era distinto e incluso en las largas marchas, uno debe descansar bien por pocas horas que sean para poder rendir. Si eramos el objetivo de la ira de algunos dioses, teníamos que estar preparados.