Partida Rol por web

La puerta está siendo mas resistente de lo que esperábamos. No podía trepar por lo que no fui capaz de seguir a Ischyros, no ayudaría en nada y sólo retrasaría a los demás. La entrada debía ceder en los próximos minutos, por lo que me quedé cerca. Quería entrar corriendo, algo dentro de mí me decía y me impulsaba a aquello sin importar los peligros que podían esperarme dentro del lugar.

"Hermosa y poderosa Hera, bríndanos tu poder en estos minutos. Tú que estás en el Olimpo, la de los brazos blancos, aquella que se sienta en el trono de oro, diosa esposa, quédate a mi lado"

Los sonidos de la batalla en la torre se habían ya alejado demasiado hasta que súbitamente regresaron por un instante pero provenientes del tercer piso. La pared colapsada esta permitiendo que el sonido de la batalla les llegara con mas claridad.

Mientras ello acontecía, los héroes se daban prisa por echar abajo aquella puerta hasta prácticamente lograrlo, sobre todo por la inmensa fuerza del gigante ateniense. Por su parte, Ischyros se había echado a escalar para intentar acceder justamente por la pared colapsada en la tercera planta. Su hermano Atreo habría de seguirlo bajo las indicaciones del general Spyridon, no obstante, ni siquiera había empezando a escalar.

Tras el ultimo ataque de Akintos, la puerta quedó prácticamente demolida, pero aun estaba lo suficientemente entera y firme como para impedirles el paso, no obstante con un ataque mas o dos se vendría abajo. De momento, desde fuera ya se podía ver el interior con facilidad; dentro, parecía haber una especie de viejo comedor o sala de reuniones. Solo había un par de velas encendidas en una amplia mesa con varias sillas polvorientas.

Por fin se miraba el final de la puerta, quién diría que un pedazo de madera les haría frente a los aventureros, el gigante se encontraba ya algo molesto de que la sombra de un árbol le impidiera el paso, sin embargo la escena de Ebalo rebotar le alegró el día.

Mientras respiraba para proseguir le comentó

General, poco falta para que el tronco ceda a nuestro paso, permitidme entrar primero ya que soy el más resistente de todos, creo qué Ebalo sería el ideal para entrar segundo, su fuerza siempre es de utilidad; y de tercero mí hermano, un arquero podrá apuntar a lugares que nuestros aceros no lo permitan. Se que usted tiene más experiencia, pero no vale la pena arriesgar al lider de la misión.

Después de dirigir las palabras con respeto a Spyridon se preparó para hundir la lanza nuevamente sobre la puerta, esperando ese fuese el último de los ataques.

El muro de aquella torre me recibe con facilidad y mis manos encuentran buenos apoyos mientras que mis pies se agarran fácilmente a las pequeñas salientes que se esconden entre las rocas. Mis músculos me levantan con potencia para impulsarme en mi ascenso, preparado para llegar lo antes posible a la zona derrumbada de la estructura que me permitirá ingresar.

Los ruidos indican que la batalla va subiendo cada vez más y siento que debo apurarme para conseguir ser algún aporte para nuestra misión. No sabemos qué ocurre ahí dentro y solo hay una forma de saberlo.

Miro hacia abajo, esperando que Atreo suba junto conmigo pero no parece comenzar aún a escalar, por lo que sigo sin pensar que, una vez arriba, lo más probable es que esté solo.

Con cada golpe de Talios, la puerta se hacía añicos, llevaba contados 5 o 6 golpes cuando la puerta, finalmente, cae:-Que soberana paliza le ha metido a la puerta.-pienso para mis adentros al ver caer la puerta. En el último momento Talios comenta cómo entrar: primero Talios, después Ebalo y por último yo para cubrir desde la distancia:-No parece un mal plan hermano. Qué dice usted general?-comento mientras veo caer la puerta y se desvanece la nube de polvo tras su caída. 

No se ha alejado demasiado de la zona de la torre cuando se escucha como la puerta se viene abajo. Parece que ya no va a ser necesario encontrar una entrada alternativa. Vuelve sobre sus pasos y se prepara para entrar. Se siente un estorbo en esos momentos. No ha sido capaz de ayudar a encontrar una entrada y, seguramente, en el interior de la torre no sea más que eso. Teniendo en cuenta que se está llevando a cabo una lucha, quizá a muerte.

¿Qué debe de estar pasando en el interior? Al asomarse un poco, solo puede ver el polvoriento estado de la torre, con poca iluminación y habiendo dejado atrás mejores momentos. Ahora, más que un templo, parece una casa. Quizá así sea... aunque con muy poco cuidado. Solo un ermitaño viviría en esas condiciones. Puede que alguien que vive más en los años de grandeza del pasado, pero en el declive del presente.

Deben darse prisa. Los sonidos de lucha se alejan cada vez más, hacia la parte alta de la torre.

- Yo iré detrás tuyo, Talios - irrumpió Akintos con una sonrisa socarrona, golpeando el asta de su dori sobre el suelo. El ruido sordo remarcó lo que pretendía decir. - La segunda línea no necesita fuerza, necesita un buen alcance para poder apoyar a la primera, con mi dori lograré eso - avanzó hasta ponerse al nivel del enorme ateniense.

- Muero de ganas por ver esos brazos atacando enemigos animados - bromeó pateando un trozo de madera que había saltado de la puerta - En la tercera línea tendremos el arquero y en la cuarta Ébalo el Apuesto hará porras, nos animará con sus talentos naturales - frotó los dientes y miró al espartano, sabía que le gustaban aquellos juegos y ahora estaba de ánimo para no darle respiro.

Estaba intentando mostrarle a Spyridon que recordaba las lecciones, y que por más que se mostrara bromista, iba en serio.

Spyridon asintió a Akintos, era su mano derecha y confiaba plenamente en sus indicaciones.

- Talios, Akintos y  tu hermano. - Contestó el general al gigante ateniense - Detrás Ebalo y yo mismo y detrás de mi las mujeres a las que protegeremos, el resto cerrando la retaguardia. Theron detrás del todo vigilando que no nos cierren la retirada.

Spyridon estaba atento a lo que se podía ver en el interior de la torre. Recordaba que había dos compañeros ascendiendo por el exterior, por lo que no podían demorarse mucho en subir al piso superior.

- Hay que ir rápido y subir. La retaguardia ha de asegurarse de que no haya sorpresas en el piso inferior.

La posición en el centro del grupo de Spyridon le permitiría estar al tanto de la vanguardia y la retaguardia.

Nuestro gigante volvió a arremeter contra la puerta y con un sonido de madera rota y metal desgarrado esta se vino abajo. Ahora ya nuestro camino estaba expedito para entrar en la torre, encontrar al apostata y posiblemente enfrentarnos a la bestia que había atacado a los cazadores. Spyridon dio las ordenes pertinentes, mientras los mas jóvenes exigían su parte de gloria solicitando puestos en vanguardia.

- Como ordene general.

Se me había encargado la protección de la retaguardia, aunque en una torre no veía como podrían flaquearnos siempre existía esa posibilidad.   

Una vez decidida la formación de entrada al templo, preparo el arco y acomodo el carcaj de flechas para extraerlas lo mejor y más rápido posible en caso de entrar en combate. Dejo pasar a Talios, luego a Akintos y por último yo. Detrás de mi iría Ebalo y luego el resto, con Atreo en la retaguardia.

Saco una flecha del carcaj y la dejo preparada y apunto con lentitud para poder fijarme bien en todo lo que hay. 

Ébalo levantó una ceja ante el ateniense, pretende la gloria para sí, poniéndose en la vanguardia, el guerrero rubio ya estaba levantando un dedo para poner en su sitio al enorme personaje, cuando Akintos "El Acantilado", con mucha más gracia que el anterior interlocutor, me manda a la tercera fila. Una vez más Ébalo, aunque ahora con una sonrisa, se presta a quejarse que no pasará delante de él ni para cruzar el rio Estigia, pero otra voz , esta vez la del general, lo manda a la cuarta posición.

Con un exagerado y teatral suspiro, se va hacia su posición designada, el maldito ateniense se va a llevar toda la gloria a este paso, por lo menos está centrado y tiene más libertad de movimiento viendo la parte buena del asunto.

- Akintos, a ver si das la talla, tu lengua como un látigo restalla, veremos si tan rápida tu espada, si no, en vez de una medalla, conseguirás deleitarnos con una apresurada retirada- le contesto al pasar por su lado con sorna y sonrisa de borma, confío plenamente en su capacidad.

Bajo las órdenes del general micénico Spyridon, el grupo de héroes conformó una posición cerrada para iniciar su avance en el interior de aquella torre que alguna vez sirvió como templo al dios Apolo. Dado que las escaleras permitían solo el avance de dos en dos, la formación tuvo que modificarse un poco apenas empezar a subir a la segunda planta. Al frente iban Akintos y Talios con sus lanzas protegidos por Anatolius con su arco; tras ellos avanzaban Spyridon y el singular espartano Ebalo como una fuerza de asalto para ayudar a la primera línea. En el centro de la formación iban los más vulnerables del grupo que eran Hypatia e Ifianasa seguidos de Lykaios y Atreo que protegía el perímetro con su arco. Al final de la formación iba el general Theron acompañado de Dareios. Mientras tanto, Ischyros, ya sacando ventaja, se encontraba accediendo a la tercera planta de la torre tras haber escalado las dos primeras él solo.

Subiendo las escaleras en la planta media, en­contraron una especie de altar dedicado a Apolo pero muy destrozado, como si se hubiese llevado a cabo algún tipo de pelea. El lugar era viejo, con incluso capas de polvo, dejando en claro que no habitaba realmente nadie allí, o al menos no en apariencia.

El tercer piso tenía un panorama similar, lo que parecía ser un viejo dormitorio común, se encontraba destrozado por una aparente pelea. A la derecha, la pared lateral se había desplomado y el fresco frío de la mañana se colaba entre sus armaduras, mientras que a la izquierda, unas escaleras asomaban hacia el exterior del techo donde la torre, desde donde ahora se escuchaba la batalla. Ischyros, que fue el primero en llegar, se encontraba ya a punto de subir, quizá a la espera de alguna señal o una orden, mientras que el resto apenas iban accediendo a la tercera planta.

Entonces, mientras los sonidos de la batalla se acrecentaban a medida que subían, un fuerte grito de dolor se escuchó al tiempo que una fiera bestia rugía de forma tan intensa que era difícil no sentirlo hasta en los huesos.

Al oír el ruido en la terraza, Spyridon se preocupó por Ischyros, que estaba ascendiendo por el exterior. Era necesario llegar a la fuente del ruido antes, pero no podía precipitarse, además de que había que proteger a las mujeres.

- Talios, Akintos, Ebalo, avanzad en vanguardia. No podemos permitir que Ischyros llegue solo antes a esa "cosa".

Spyridon seguía tras ellos con espada y escudo preparado, cubriendo a todo el que iba tras él.