Partida Rol por web

La criatura se niega a caer, pero se nota que es muy poca la vida que le queda antes de volver al Inframundo. Se eleva rápidamente y el golpe que lanzo no alcanza a impactarle, pero veo que Tarquino ha convocado a cuatro guardianes que parecen ser una temible defensa. Veo que Lykaios y Ebalo están solos contra esa amenaza, pero no alcanzo a ayudarles desde mi posición.

"Talios y el General son grandes guerreros y están más cerca que yo."

Hablo mientras comienzo a cargar contra la bestia:

 - "General Spyridon, lleve a Talios a apoyar a Ebalo y Lykaios o no aguantarán. Con Akintos y mi tío nos encargaremos de lo que queda de esta bestia. ¡Por favor!"

No quiero pensar en que mi hermano Lykaios muera, creo que mi padre nunca me lo perdonaría y jamás lo superaría, por lo que es imperativo que obtenga ayuda de los dos mejores guerreros de este grupo.

Mis pasos me llevan rápidamente a la criatura enemiga, a quien lanzo un corte descendente con toda la fuerza que puedo imprimirle, esperando así rajar su tórax y derribarla al fin.

Nuestro empuje empieza a hacer mella en la bestia y recorre el campo de batalla alejándose de nosotros. Es la pericia de mis compañeros lo que ha dañado claramente a la bestia, ya que mi intento por acabar con ella había sido un desastre. Pero tengo la oportunidad de golpear a la criatura antes de que nos obligue a perseguirla. Su nueva posición no es mejor pero pone claramente en peligro a mi sobrina.

- Hypatia apártate de la criatura.

Corro como un poseso hacia la bestia, si la atacase con la suficiente fuerza quizás llamara su atención, eso daría tiempo a mis sobrinos para ponerse a salvo de sus ataques.

- Vamos criatura cae.

Esta claro, para ella, que solo parece ser un estorbo para sus compañeros y una preocupación para su familia. Está herida y seguramente no pueda sostenerse mucho más en pie, pero tampoco es una persona que se rinda con facilidad. Cuando la criatura les sobrevuela para alejarse de ellos, se posa revoloteando un poco alejada de ella y puede tener una vista de su costado.

Se mueve hacia su derecha al ver que la criatura siempre a escupido fuego allí donde más gente ahí. Quizá no consiga alejarse completamente de la bestia, pero quizá tenga tiempo de alejarse antes de escupir fuego. Así pues, desde su nueva posición, ataca con la lanza improvisada e intenta herir a la criatura, justo en la zona del ala para que no le quede más remedio que bajar y posicionarse en el suelo.

Veo como la quimera alza el vuelo y le propina un coletazo a Spyridon. Y cuando vuelve a aterrizar, lo hace cerca de mi posición. Intento destrabar-me, pero sus movimiento hacen que me centre en esquivar-los y me imposibilita mi acción. 

Mientras intento, sin éxito, destrabar-me de la quimera, veo que Tarquino, invoca a nuevos esbirros:-Refuerzos enemigos!!!!.-grito señalando la posición de Tarquino.

La fortuna sonríe al general cuando consigue hacerse a un lado en el momento en el que la bestia arremetía contra él. Gracias a ello evita un golpe que podría haber sido desastroso.

La bestia levanta el vuelo escapando del grupo que la tenía rodeada, Spyridon lanza un furioso mandoble a la misma pero no llega a impactarla.

Spyridon observa para hacerse una idea de cuanto lo queda de vida a la bestia para calibrar la sugerencia de Ischyros, al final decide tenerla en cuenta. Asiente a su compañero.

- ¡¡ Talios !! ¡¡ Conmigo !! ¡ Vamos a ayudar a Ebalo y Lykaios !

Spyridon cambia de objetivo y se dirige a ayudar a los dos guerreros ante la nueva amenaza que supone esas apariciones.

Las plegarias que Tarquino estaba elevando al Olimpo eran poderosas, antes era una protección y ahora, al parecer, había pedido que se le otorgara un ejercito.

Mis ojos se posan en aquellas criaturas mientras con mi mente recorro las posibilidades de saber que son.

El gigante se mostraba molesto, había fallado golpes que seguramente habrían puesto final a la larga batalla, sin embargo en el mejor momento escucha a su hermano anunciar a los nuevos enemigos, definitivamente contra ellos no he de fallar mí lanza, se dijo a sí mismo mientras sonreía. Pronto escuchó al general ordenarle cambiar el objetivo, tal y cómo él lo estaba deseando.

Por ello corrió con todas sus fuerzas en direccion al oeste para combatir

Una y otra vez atacó la lanza, el brazo de Akintos se movía rápidamente, latigueando furioso como el mismo apéndice de la criatura que lo había hecho sangrar por las heridas que decoraban la parte superior de su cuerpo.

Su voluntad tenía un solo objetivo en mente, hacer caer al enemigo antes de que cayese ninguno de sus amigos.

- No voy a moverme de aquí, y no me protegeré hasta que el monstruo deje de atacarnos -

Con los ojos inyectados en sangre, y la mándibula tensa como la cuerda de un arco, su voluntad parecía que iba a destrozar todo lo que le pusiese delante.

El guerrero espartano sabía que algo estaba tramando pero no sabía el qué, ahora el maligno sacerdote ah invocado a su hueste personal, guerreros dorados de refulgiente piel. Ahora tenía el dilema de atacar a una barrera debilidata o hacer frente a los invocados.

Ébalo antes fué el obejtivo de un conjuro del infame Tarquino y no sucedió nada, puede ser que al ser un fiel devoto de Apolo y de haber bebido del nectar de los dioses, hay una pequeña posibilidad que ignoren al esparatano, sin embargo debido a esa posiblidad, el guerrero mantiene el escudo alto para defenderse de algún esporádico ataque y continua con el ataque sobre la barrera. Hay que debilitarla lo máximo posible hasta que llegue los refuerzos, parecen que mis compañeros héroes ya vienen a prestarme apoyo.

El ataque es previsible y directo, tras muchos ataques y siendo un blanco inmovil, es facil hacerle daño.

Doy una orden a mi hermana, confiando en que me seguirá.

- Sígueme, Hypatia. Cúbrete.

Me muevo hasta tener de frente a uno de los efebos y apunto, confiado en la inspiración de Artemisa para no dañar a mis amigos. Mi flecha irá a impactar sobre esas invocaciones. Rasgando hasta llegar a su corazón, si es que lo tienen.

El rostro de Tarquino había cambiado completamente con respecto al momento en que iniciase la batalla en la cima de aquella vieja torre. Lo que en un inicio era para el un momento de gloria y consagración, ahora apuntaba a una posible derrota. Y todo esto a raíz de que su principal arma, aquella bestia inmensa y alada de tres cabezas a la que los héroes a un no lograban identificar, estaba siendo derrotada por estos mismos. Incluso, ante lo profundo de sus heridas, el sangrado y su dolor, ya no le era posible volar y había descendido al suelo sentenciando su muerte y convirtiéndose en una presa mucho mas fácil.

Pero el peligro no había terminado aun. La bestia aun podría resistir mucho tiempo si no se le remataba pronto y con letalidad, y de ser así, su letal fuego era una amenaza que no debían olvidar. A la par de ello estaban los cuatro guardianes luminosos que invocase Tarquino para protegerle, los cuales aunque tras los últimos intercambios en combate no parecían ser peligrosos, dadas las heridas de todos, bien podrían ser un rival aun mas peligroso que la quimera si no se les daba la debida importancia.

- ¡ Acabad cuanto antes con esa bestia, hay nuevos enemigos ! - Spyridon exhortó al grupo que combatía la bestia para darles ánimos, entonces se percató del estado de Ischyros.

- Ischyros, ¡ fuera de ahí ! Protege a Ifianasa que está sola - Spyridon sabía que el soldado no se retiraría simplemente por estar herido, el orgullo y la moral del guerrero era importante mantenerla elevada.

Por su parte observó a los nuevos invitados, Ebalo estaba con dos de estos seres mientras Talios ya había elegido. Confiaba en que el espartano pudiera aguantar ante ambos rivales aunque el general aún no conocía la fuerza de los mismos. Seleccionó al cuarto y corrió hacia él atento a cualquier movimiento del ser. Su intención era que no se acercará a la otra bestia moribunda de tres cabezas ya que no sabía si podría ayudarla de alguna manera.

Apenas el gigante llegaba en contra de los nuevos enemigos, uno de ellos ya estaba listo para hacerle frente. El ateniense intentó derribarlo, sin embargo ante el fallo procedió a atacar con todas sus fuerzas, agitando la lanza violentamente contra el enemigo.

El combate es intenso, hasta que recibo el mordisco de la cabeza de dragón, directamente en mi muslo derecho. El dolor es terrible pues puedo sentir como sus afilados dientes se ensartan en mi carne con violencia, rasgando piel y musculo como si de su merienda se tratase. El enemigo me suelta de inmediato y veo como la sangre comienza a salir por la herida rápidamente, lo que me produce un ligero mareo que me cuesta contener.

Enojado, lanzo un corte descendente con mi espada sobre dicha cabeza, intentando cercenarla de golpe.

Entonces, escucho la voz de Spyridon de que debo proteger a Ifianasa que está sola. Pienso un instante más corto que la duración de un relámpago, en mi amiga de toda la vida y en como jamás me perdonaría dejarla morir por el orgullo de la batalla, por lo que intento destrabarme de aquella  criatura para poder ir en socorro de aquella mujer a la que tanto quiero.

Quiere seguir las instrucciones de su hermano para ayudar con la nueva amenaza, pero teme que al pasar por delante de la quimera ésta decida escupir su fuego mortal. Que podría servir para acabar con esos 4 nuevos guardianes, pero podría en riesgo a todos los miembros de esa comitiva. Así pues, en lugar de intentar pasar por delante, lo que trata de hacer es rodear a la criatura por su espalda.

Y hace eso porque ahora lo único que le queda a la quimera es su fuego. Volar se está haciendo imposible para ella así que tendrá que atacar desde tierra y es más fácil que ataque allí donde se acumulan más enemigos.

El brazo de Akintos se había unido a su dori, era una sola arma. El escudero había hecho suyo el momento, concentrado en cada movimiento, cada finta, el hierro se movía con precisión abriendo tajos e incisiones en la agonizante criatura. Aún el amargo dolor de ver a su hermano prácticamente caer de dolor no había afectado su precisión; le había proporcionado aún más fuerza a su brazo, el cual se debatía por provocar que el enemigo exhalase su último aliento.

-¡Ischyyrooosss alejate!- gritó, mientras su dori, letal, volvía a calcular exactamente el momento para ensartarse en el costado de la bestia. Sabía que su general estaba diciendo lo correcto, tanto por el grupo como por el bien de su hermano. No había tiempo, ese golpe tenía que hacerlo caer.

El espartano se ha equivocado, aunque con una sonrisa se lleva la mano al costado donde un corte afea su perfecta figura, gracias a los dioses no ha sido perforada la capa. El otro guerrero dorado a golpeado el escudo infructuosamente, sin poder traspasar las barrera de metal de ébalo.

Sin embargo el Obsesivo guerrero sigue fijo en acabar con la barrera de Tarquino y que se ponga nervioso y quizás así cometa errores, así que da un paso lateral con el escudo levantado, da un golpe de medio lado con su Xifos a la barrera la que no parece tan sólida como al principio del combate.

- No te será fácil escapar- presiono a Tarquino- a un ejército has de llamar, por lo menos, que estos guerreros sean que yo más bellos, ahora se como se sienten conmigo aquellos- señalo a mis amigos mientras me rio con ganas.

La criatura que tantos problemas nos había causado estaba tan herida que ya ni sus alas podían sostenerla, era este momento en el que podíamos marcar la diferencia y acabar con ella, al mismo tiempo era el momento mas peligroso ya que la bestia podía intentar llevarse a algunos de nosotros por delante. La criatura me lanza sendos ataques e intento detener estos con mi escudo, por muy bien que lo haga se que al menos uno de ellos conseguirá impactar.

- No cedáis compañeros acabemos con ella. ¡Ischyros retrocede! 

Con su fuerza poco duraré de seguir encajando tantos golpes, ahora me toca a mi devolver golpe por golpe.