Partida Rol por web

Aquél enemigo contaba con más suerte, fue capaz de levantarse rápidamente tras ser derribado y logró esquivar el ataque del gigante en el asalto previo; sin embargo el instinto combativo del ateniense no se debilitó apesar del poco éxito mas aquello llenó de fuerza a Talios para volver a derribar a su artificial enemigo para luego proceder a brindarle el regalo de un golpe con toda su fuerza.

Otra andanada de meteoritos había caído sobre nosotros, en este caso los objetivos habíamos sido Ifianasa y yo mismo. Aunque no me gustaba que la sacerdotisa hubiese sufrido daño, me alegraba que hubiésemos sido ella y yo y no mi sobrina y Anatolius que parecían francamente heridos. Las heridas sufridas por la lucha constante empezaban a notarse, mis piernas temblaban ligeramente y mi escudo pesaba mas de lo normal o al menos eso me parecía.....tenía que seguir.

- Este es el fin tarquino, tus trucos no te servirán ahora.  

Me impulso una vez mas sobre mis agotadas piernas y arremeto con la punta de bronce de mi lanza contra el cuerpo de Tarquino, había tenido tiempo de hacer las cosas bien y evitarnos el sufrimiento, por mi parte el sacerdote no escaparía de esta sin castigo.

Por fin se acercaba el final de Tarquino. La barrera que lo circundaba ya no estaba. Tenso mi arco y lo apunto con cuidado entre las figuras que lo cercan. 

- Ríndete, Tarquino. Tienes mucho que expiar y que contar.

Spyridon se prepara para dar un golpe mortal a Tarquino, pero sus años de disciplina militar hacen que controle su impulso de matar a su objetivo.

- ¡¡ Rindete o muere !! Suelta ese orbe inmediatamente y quizás, solo quizás, puedas vivir unas horas más.

El general sitúa la espada en el cuello del sacerdote, esperando su rendición.

Cuando la lanza, como extensión de su cuerpo, atravesó, destruyendo, la tersa barrera de energía divina que lo protegía, unas leves ondulaciones lo sacudieron. Sus instintos le animaron, el dolor había quedado tan atrás, lo mismo que la roca que continuaba cayendo del cielo. Tras el, mejor aún que en las prácticas en el patio de armas, Ischyros aprovechó el momento exacto para acercarse como un torbellino de hierro, haciendo sangrar al impostor e impartiendo justicia a su modo.

La furia de Akintos se tornó en una sonrisa burlona - ¡Estás con un pie en el otro mundo! - se mofó, victorioso.

Con un rápido giro de cadera se colocó entre su mentor y su hermano. Ni un titán podría escaparse de aquella trampa marcial, su dori se dirigió directa hacia el muslo del degraciado. Lo empalaría en el lugar para que no pudiese intentar siquiera escapar.

La lucha parece completamente de nuestro lado, si una quimera no puedo hacer frente al ataque convinado de los héroes, Tarquino, por mucho poder que haya usurpado a los dioses, de esta vez no podrá escapar, sin embargo, como no se fía de lo que pueda pasar, Ébalo vuelve a cambiar de "objetivo" repartiendo la luz de Apolo por todos, esta vez, lanza su voz hacia Ischyros, siguiendo con esa canción que enciende corazones y eleva alma, con un ritmo fuerte, Apolo lo escucha, y como premio, cierra sus heridas más importantes.

Con el escudo en alto, sigue rechazando a su oponente que lo tiene controlado.
 

Des la posición en la que me encuentro no tengo angulo de tiro contra nadie, ni a Tarquino ni a los dos guardias. Lo único que puedo hacer es desplazarme buscando una posición ventajosa que me permita poder apuntar a cualquiera de los enemigos. 

A pesar de que todo parece encaminado y que Tarquino ya está rodeado, decide que es más seguro para ella ponerse a cubierto. Sabe que algo ha hecho el canto de Ébalo, pues no se siente tan cerca de la muerte, pero no cree que sea seguro estar al descubierto. Poco podría hacer en ese momento.

Se pone a resguardo en las escaleras de acceso y observa desde allí lo que sucede. Aunque tiene claro que deberían ser los dioses quienes castigasen a Tarquino por haber robado el Orbe de Hera y no los hombres. Su pecado es más divino que mundano. Aunque también debe pagar por la muerte que haya podido causar y eso solo puede hacerse bajo las leyes de los hombres mientras está vivo.

-El techo se está resquebrajando- exclamó Lykaios con un grito de advertencia tras el impacto de los últimos meteoros. Y es que aquel ataque fue tan brutal que no solo había dejado a Ischyros debatiéndose entre la vida y la muerte sino que todo la torre parecía estar haciéndolo. Si el sacerdote volvía a lanzar otro ataque de tal magnitud, la torre colapsaría.

Por suerte, ya fuera por la preocupación de sentir como la tierra se resquebrajaba, por la mera adrenalina del combate, por una inesperada coordinación táctica; de forma eficiente, todos los héroes fueron a por sobre el sacerdote distribuyéndose y rodeándole. El sacerdote tenía claro que no sobreviviría e incluso amago con saltar como una ultima esperanza de sobrevivir. No obstante, un letal ataque del general Theron le hizo perder la estabilidad y frenar su huida. Lo que vino después fue claro para todos, primero una flecha de Atreo surgió de la nada para impactar profundamente en el costado del sacerdote causándole un brutal daño que le hizo doblarse y bajar la guardia, y entonces, el general Spyridon, ya con la clara noción de que aquel hombre no se rendiría, empleó su espada y con ultimo golpe, le quitó la vida, terminando con ello por completo con el combate.

Y aunque lo peor parecía ya haber pasado, realmente no era así, todos pudieron percibir, una vez la adrenalina iba bajando y los gritos de batalla se esfumaban, como la torre crujía considerablemente; debían darse prisa y salir de allí.

Por fin los enemigos habian caído, sin embargo el edificio parecía que compartiría el mismo destino que aquellos que se atrevieron a retar a los héroes. El gigante analizó la situación y observó que Ischyros estaba desmayado por lo que se acercó a él, le cargó y procedió a correr para huir del edifcio cargándole.

Spyridon le había dado la oportunidad de rendirse, pero conocedor de que solo podría esperarle la muerte Tarquino había decidido dar un último golpe. En el fondo el general lo prefería así, una muerte limpia, no era de torturas ni de juicios en los que a veces la justicia no aparecía.

Tras cortar el cuello de Tarquino, Spyridon se da cuenta de que Ischyros ha caído y llega a él un instante después de que el poderoso Talios lo cargue a su espalda.

- Vamos, Talios, deja que te ayude. ¡¡ Todo el mundo fuera de aquí !! Si la sacerdotisa lo ve correcto que alguien tome el orbe, pero ¡¡ salgamos ya. !!

Spyridon se pone al costado de Talios para repartir el peso de Ischyros y salir a toda velocidad de la torre.

Su estocada había dado con lo justo, rasgando piel y músculo, pero dejando al sacerdote libre. Gruñó impotente, sin embargo el asunto fue acabado por los más veteranos, quienes sabían exactamente como darle fin al desgraciado.

El tajo de Spyridon casi llegó hasta el espinazo, e hizo llover sangre sobre los que se encontraban cerca, incluso sobre Ischyros que caia a su lado por el terrible impacto de un meteorito. Todo se había sacudido en el escudero, el suelo, su espíritu, su ánimo.

Siguiendo las palabras del general, dejó que él junto a la bestia ateniense cargaran con el caido. Akintos obedeció sin dudarlose lanzó contra el precioso orbe que rodeaba sucio de sangre por el suelo. Lo agarró con la mano de la que colgaba el escudo, el dolor parecía estar volviendo, sin embargo no había tiempo para desperdiciar.

- Tengo el orbe mi general, salgamos de este lugar - bajo sus pies la estructura tambaleaba, se puso de pie y acompañó a quienes llebavan a su hermano. Ellos saldrían junto al orbe o no saldrían.

El canto de ébalo cae sobre el joven de la casa, junto a los meteoritos, gracias a Apolo, ha soportado el daño, pero malherido y lo sacan en volandas mientras recupera la consciencia. Estamos todos vivos, así que sólo queda salir de ese lugar. El fantástico guerrero de coloca el pelo hacia detrás y pasa la mirada por toda la sala, para poner los ojos en blanco. Maldita sea.

Corre con los demás, pero se gira en la escaleras antes de bajar y se dirige a toda velocidad hasta la criatura que intentó curar al inicio del combate, sin embargo, estaba en la zona de llamaradas, y según se acerca, el olor a plumas quemadas y una postura muy poco ususal. Espera que siga con nosotros, un sólo hálito de vida será lo justo y necesario para traerlo de vuelta. Se acerca, lo toca, mira si respira.

Mi golpe se dirige con fuerza contra el sacerdote, cuando un nuevo meteorito me golpea directamente en el pecho, causándome un dolor inenarrable que pronto vuelve toda mi visión oscura. Ya no siento las piernas y todo gira a medida que se oscurece. Las voces y los sonidos se vuelven más lejanos y siento como me sumerjo en la oscuridad cuando, de pronto, consigo oír la voz de Ebalo, que canta con su voz hacia el Dios Apolo, pidiendo por mí y para que me recupere.

No sé si es su voz o una calidez que siento desde lo más profundo de mi pecho, pero siento como las fuerzas vuelven a mí y como recupero la salud. Mis ojos se abren de golpe cuando ya está Talios tomándome en brazos y Tarquino sin vida en el suelo.

Me pongo de pie mientras agradezco sus intenciones:

 - "Gracias pero creo que puedo caminar solo. Gracias otra vez."

Veo que la torre parece querer derrumbarse y me acerco a Tarquino para arrancar su cabeza con mi espada, prueba que nos pedirán de que se ha hecho justicia. Sé que el Capitán de Midea querrá saber que el asesino y ladrón está muerto, le alegrará saber que ya no debe preocuparse de aquel mal.

Luego de eso, me preparo para bajar lo más rápido posible de esta torre, antes de que se derrumbe.

Tras mi golpe el sacerdote parecía malherido pero para nada indefenso, ya intentaba desatar otra tormenta sobre nosotros, cuando Spyridon acabó con su vida. Pero no todo eran buenas noticias, la batalla nos había debilitado tanto a nosotros como a la estructura donde nos encontrábamos y teníamos que salir de allí. 

- Seguid a Spyridon, no os rezaguéis.

Veo como Talios tiene que cargar con el cuerpo de mi sobrino Ischyros, pero antes de poder darme cuenta este se suelta y empieza a caminar por su propio pié, estaba claro que era un hueso duro de roer. Akintos coge el orbe como ha pedido Spyridon y en vez de huir diferentes misiones con poco sentido se toman como necesarias, cortar la cabeza de Tarquino o dirigirse a comprobar si la criatura alada que estaba en un principio en la torre seguía con vida.

- Por todos los dioses, salid...no sabemos cuanto aguantará la estructura.

Empiezo a caminar hacia las escaleras de la torre.

Era notorio para todos que aquella estructura no aguantaría mucho, e incluso, el piso sobre ellos ya empezaba a resquebrajarse a medida que salían del techo para entrar de nuevo en la torre. No les era claro si solo colapsaría el piso superior o si la fuerza desencadenada sería suficiente como para hacer colapsar todo el lugar. De cualquier modo, ninguno quería quedarse a averiguarlo, y por ello, bajo las ordenes de los generales, el grupo emprendió un rápido escape no sin antes coger el orbe, aunque quizá las manos de quien lo había tomado no eran dignas pues claramente Akintos sufría de mucho dolor mientras intentaba avanzar al ritmo de los demás.

Cierra los ojos cuando la estocada final acaba con Tarquino. ¿Qué se merece ese final? Seguramente. Ha hecho muchas cosas imperdonables, pero quizá no eran ellos los que debían juzgar eso. Cierto es que él no les habría perdonado la vida y lo ha demostrado durante todo el combate... pero no es momento para eso.

El suelo del tejado de la torre comienza a agrietarse y parece que no va a aguantar mucho más. Deben darse prisa antes de que todo se venga abajo. Con las heridas que tienen todos, no sería buena idea quedarse atrapados bajo los escombros. Comienza a descender las escaleras cuando ve que todo el mundo se acerca corriendo a las escaleras. Si se queda ahí, estorbará.

A pesar del ardor que siente en sus pulmones, continúa corriendo, bajando las espaleras de dos en dos, intentando no matarse por el camino.