Partida Rol por web

Por suerte para ella, Atreo llega para salvarla de perderse en un bosque completamente desconocido y con a saber que peligros. Atreo la regaña aunque no quiere ser duro con ella. Y aunque le preocupa el espartano, no es eso lo único que la ha hecho salir corriendo a pedir ayuda. 

-No es solo eso... En esta ocasión solo he servido para preocuparos y salir herida. No... no he hecho nada para ayudar. Al menos, quería poder hacer esto. Pero casi mi pierdo... Quizá debería haberme quedado en Micenas.

Se siente, más bien, inútil. No ha sido de ayuda para nadie. Y encima la han tenido que proteger. Es un estorbo.

-Volvamos con los demás, Atreo. Quizá les hagan falta nuestras manos para levantar esas piedras.

Comienza a caminar, guiada por su hermano.

-¿Sabes? Me gustaría saber usar el arco como lo usas tú. Así quizá podría ser de ayuda en los momentos difíciles, me podría proteger y no estaría directamente en peligro. Además, el arco siempre me ha parecido bonito. Quizá podrías enseñarme...

De pronto, estamos de nuevo en el trance que nos lleva al Olimpo. Ahí vemos como Hera ha aprobado nuestras acciones y nos indica que hay cosas más grandes por ocurrir de las que nosotros contemplábamos. Parece que la misión de probar la inocencia de nuestro padre ha quedado eclipsada por una guerra entre los dioses.

Miro a la diosa y pienso que debo ayudarla, pero no sacrificaré a mi padre por un asunto del Olimpo. Soy un devoto de Zeus, pero la vida y el honor de mi padre son más importantes para mí que cualquier otra cosa en el universo.

Tomo la copa que me ofrece y le hablo con ella en alto:

 - "¡Por mi padre!"

Luego de eso, bebo hasta el fondo lo que se me ofrece, sellando así el pacto para con su causa. De esta forma paso a ser uno de los héroes de Grecia, uno de sus elegidos. Esto listo para ello... siempre lo estuve.

Cuando entono mi canto junto a Ischyros y Anatolius, quien acude a mí es otro dios, bueno a todos nosotros, Hera, la voz que oí cuando pensé que estaba todo perdido, nos reclama a su lado.

Las palabras que salen de su boca son del todo esclarecedoras. Ébalo ya tenía la confianza que hacían lo justo, pero la frase El asesino en las sombras debe ser descubierto, despeja cualquier atisbo de duda que pudiera tener una vez encontremos al culpable. Ahora sabía que la diosa no sólo nos había ayudado a recuperar el orbe, nuestra meta estaba más allá, nuestros pasos van en la buena dirección. Fue como si se quitara una pesada carga, que inconscientemente llevaba.

Con tranquilidad, haciéndose un hueco entre sus amigos, el espartano cogió la copa, sonrío a la diosa con inocencia, y se llevó la copa a los labios, hizo el gesto de “salud” con la copa y bebió.

Habíamos iniciado la marcha de vuelta al pueblo cuando un destello nos cegó y entramos en trance de nuevo. La diosa Hera se mostraba de nuevo ante nosotros. Nos Agradecía por recuperar su orbe y nos daba otra misión: Encontrar al asesino de las sombras y ponerlo al descubierto, así como detenerlo la extinción de los dioses.

Nos pedía que bebiésemos de nuevo su sangre y forjar el pacto con los dioses. Uno a uno los micénicos, forjaron el pacto con los dioses jurando por la familia. Ebalo aceptó el don para encontrar al asesino de las sombras. Quedábamos Talios, yo e Ifianasa por forjar el pacto con los dioses. Y era mi turno.

Me acerco y hago una reverencia ante la diosa Hera, no había que ser descortés. Cojo la copa aceptando el don y me giro en dirección a mi hermano:-Por nosotros, hermano.-le digo elevando la copa. Miro al resto de mis compañeros y elevando nuevamente la copa digo:-Por vosotros.-bebo de la copa. Vuelvo a girarme hacia la Diosa Hera y con una reverencia le entrego la copa:-Gratitud, mi diosa.-

Escombros y una neblina de polvo pintaban la escena de los guerreros, la confusión y cansancio prevalecían ante aquellos que habian levantado la espada contra las bestias indescriptibles; un parpadeo más tarde se encontraban en el Olimpo, una vista magnánima, un aroma suave y relajante; era claro que un simple mortal no era digno de tales placeres. Hera, la Diosa madre les había llevado, al parecer la búsqueda de gloria de Talios terminaría siendo una misión más divina que lo que nunca habría imaginado. Al gigante no le interesaban los detalles, sabía que Zeus le estaba forjando su camino y que dentro de poco su poder sería mucho mayor que su cuerpo; por lo que sin dudarlo se acercó a la copa, voltea a ver  a su hermano sonriendo e ingiere el dulce vino de ella.

Aquel ateniense era de pocas palabras, sabía que tenía una misión y lo único que importaba era cumplir.

La diosa simplemente sonrió, y cuando ya la mayoría habían bebido de sus copas se levantó de donde se encontraba y dándoles la espalda a los héroes, volvió a dirigirles la palabra. Para los barones, era claro que la diosa era demasiado hermosa, la atracción que sentían a ella solo era frenada por el miedo, y probablemente la diosa lo sabía.

-Habrán de hacer algo por mí. Se de su camino y sus intenciones, y de alguna forma todo ello ha sido consecuencia de los acontecimientos que son superiores a ustedes. Id por la hija del rey de Asine, no falléis en su objetivo, pero hacedlo rápido. Hay fuerzas aquí que desean capturarla y sus intenciones, aunque me son desconocidas, sé que están ligadas a todo el caos que ahora está surgiendo.

Por ello es importante romper sus planes, quizá solo sirva para frenarles, pero con suerte podrían ustedes mismos averiguar que se proponen y por qué aquella chica es especial, e incluso finalmente detenerles y hacer que todo vuelva a la normalidad.

Id pues, cumplid con lo que hasta ahora tenían planeado, pero deberán hacerse con la chica por las buenas o por las malas. Sé que una guerra entre naciones no es lo buscan, pero si no encuentran en su mortalidad una mejor forma de tener éxito, entonces será la única opción en alas de encontrar un mejor camino hacia la resolución final.

Cuando lo hayan hecho, se de un modo o de otro, no regreséis por el mismo camino, conseguid una embarcación en el puerto y partid desde allí. Allí se reunirá mi mensajera, Iris, por medio de quien se comunicaran por mí de ahora en adelante, pues su presencia aquí supone muchos riesgos-.

La diosa se sentó de  nuevo mirándolos fijamente, con una mirada tan firme que se sentían desnudos y débiles. -Sé que tienen dudas, pero el tiempo apremia. Por ello, les dejaré hacerme una única sabia pregunta- dijo con suma seriedad, -preguntad ahora, y márchense después-.

Las cosas parecen suceder muy rápido. Llegan al claro del antiguo templo justo para presenciar como Ébalo es rescatado. Ha evitado ser aplastado por la torre gracias a la protección divina... Seguramente es la protección de la diosa Hera.

Pero no es lo único que acontece en ese corto periodo. Otra visión como la que tuvieron hace poco se hace presente ante ellos. Hera está frente a ellos y como la vez anterior, les invita a beber de las copas de oro para cerrar un vínculo con los dioses. Primero duda ange su copa. Se pregunta qué es lo que puede ofrecer a los dioses. ¿Es ella digna de representarlos? ¿Es digna de llevar a cabo la misión? Sin duda, ha demostrado que molesta más que ayuda. Pero, por otro lado, podría ayudar con las heridas y con las tareas más propias del hogar. Quiza eso sea algo que también necesiten.

Y si su hermano accede a enseñarle el uso del arco, seguramente podra ser de más ayuda. Toma la copa y sella el vínculo con los dioses.

Volvemos a la torre desandando sobre nuestros propios pasos. Hypatia está bastante callada y respeto su silencio. La miro subrepticiamente y veo una joven vital y fuerte. De algún modo, como mi propia diosa, no parece hecha sólo para estar en el hogar y alumbrar un hijo tras otro. Pero es frágil. Como una buena espada, no sólo cuenta el material, sino el temple y la forja. 

Tomo una decisión al tiempo que llegamos al claro. Ébalo está vivo y a salvo. Sonrío satisfecho. A pesar de todo, estamos vivos y hemos recuperado el orbe; además, hemos eliminado una amenaza, un hombre corrompido. Saludo a todos y, antes de que podamos explicar nada, Hera nos reclama a su lado.

Dudo, pues mi vínculo con Artemisa es muy fuerte. Aún así, si quiero limpiar el nombre de mi padre, intuyo que voy a necesitar toda ventaja a mi favor. Por ello, tomo la copa y tras alzarla en silencioso brindis, bebo.

Akintos escuchó con calma, o al menos eso aparentaba, eso quería mostrar frente a su mentor. Por dentro se sentía convulsionado, a exitación que le provocaba aquella figura femenina era algo que no había vivido nunca. Sentía que Hera misma podía ver los ardientes deseos de su corazón, que esa mirada lo traspasaba y lo humillaba.

Pero no quería que ninguno de sus compañeros de viaje, ni los más cercanos a su corazón ni los apenas conocidos notasen cuanto le estaba costando aquella situación. Debía solo luchar contra aquello que doblegaba su voluntad. Cada, curva de aquel cuerpo, cada gesto lo llamaba libidinosamente.

Apretó la mandíbula con fuerza y sotuvo la copa , colocándola en la mesa sin hacer escándalo alguno. Entrecerró los ojos e hizo foco simplemente en la misión encomendada y como ello cambiaba el panorama que les deparaba el futuro.

Se volteó ante Spyridon y le comentó - Quizá con su conocimiento divino Hera pueda saber cual es la debilidad del rey de Ansine, ya sea un secreto oscuro o algo más, eso nos daría una ventaja para negociar con él... -

La belleza de la diosa Hera es tan grande que apenas soy capaz de concentrarme para no quedarme embobado contemplándola. Consigo mantener mi boca cerrada y para que no se caiga mi saliva para no parecer un estúpido. Su forma de hablar y moverse es seductora pero a la vez peligrosa. Como una gran reina a la que agradecer pero con peligro de hacer enojar.

Ella nos ofrece responder a una pregunta, que debemos decidir con sabiduría. Akintos pregunta por alguna debilidad del Rey de Asine pero no puedo evitar pensar que lo único que deseo es saber quien fue el asesino de la madre de mis hermanos. De todas formas, no quiero pasar por encima de mis compañeros y no tengo el derecho para decidir por todos.

Miro a Akintos y le hablo:

 - "¿Estás seguro de que esa es la pregunta que deseamos hacer? Quizás debamos pensarlo mejor, hermano. ¿Quizás "quien es el verdadero asesino" u otra sea más apropiada?"

No lo sé, realmente no lo sé pero tengo miedo de que desaprovechemos una muy buena oportunidad de asegurar que el nombre de mi padre sea limpiado y sacarlo de ese calabozo donde está. Mi padre no merece aquello y la ayuda de los dioses puede ser la única manera de conseguir que se haga real justicia.

La belleza de la diosa es casi física, te choca como un calido viento del desierto. Te podrías perder en esos ojos. Sin embargo están debatiendo que preguntas hacerle a la diosa. A Ébalo le preocupa eso de pero deberán hacerse con la chica por las buenas o por las malas. Siempre pensando en ir por las buenas y conseguir su objetivo, ébalo preguntaría qué tiene la hija del rey en su corazón. Para saber a quién o qué ama, por quién pierde la razón, para poderla chantajear o enamorar, buscando llevársela, no asesinar.

No podía resistirlo la belleza de la mujer diosa que tenía ante mi, no podría describirla ni en mil días y noches de esperar a que las musas me dieran palabras. Por mas que intentaba concentrar mi mente en otra cosa, mi mirada se desviaba hacia la divina figura, aun con el temor de que si ella creía que esto era un insulto y con mi existencia terminara habría merecido la pena por un instante poder observarla.

Muevo la cabeza con suficiente fuerza como para sacar de mi la embriaguez causada por Hera y poder concentrarme en dar mi opinión al regalo añadido que nos da. - Aun sabiendo quien es el verdadero asesino, si nuestra señora Hera no pareciera en el juicio solo nuestra palabra no valdría para convencer a nuestro rey. Niego con la cabeza. - Sea cual sea la pregunta esta tendrá que tener el consenso de todos, me temo que un regalo así no lo veremos en mucho tiempo. 

Como era de esperarse de una Diosa, su belleza supera lo terrenal, el ateniense estaba al límite de quedar embobado ante su magnífica figura; sin embargo poco se necesitaba del guerrero en aquella situación, la pregunta más importante habría de decidirla el general y para el gigante no había información importante que le sirviese para asesinar a todos los peligros que estan por llegar. Por lo que cruzó los brazos y discimuladamente observaba la belleza de la Diosa.

La belleza de la diosa era algo más allá de los mortales y una delicia para la vista, pero Spyridon aguantó estoicamente tal contemplación de belleza mientras escuchaba las instrucciones que la diosa les estaba dando.

Hasta ahora la misión consistía en ayudar a un amigo y hermano a salir de las pérfidas garras de su traicionero rey, pero ahora había poderes divinos involucrados y la cosa se complicaba.

La chica era la clave, por lo visto y el hecho de que había que conseguirla por las buenas "o las malas" ya le daba al general la sensación de que no iban a ser buenas. Al menos la huida por mar sería mejor que recorrer todo el camino de vuelta.

Necesitaban descansar, pero poco, las palabras de la diosa indicaban premura y ellos no podía fallarle.

A pesar de la belleza de Hera, actúo con diligencia y realizo una reverencia. Me coloco junto a mi hermano y espero. 

La escena que estábamos presenciando era indescriptible. La diosa Hera, aquella de los brazos blancos, estaba nuevamente frente a nosotros. La podía ver mas claramente. Mis ojos recorrieron cada parte de aquel sagrado cuerpo, desde su hermoso rostro que no era comparable con ninguna maravilla terrenal, hasta sus vestimentas que parecían estar hechos con materiales fuera de este mundo.

Bendita Hera. Apenas terminó con sus palabras de invitación para beber de su copa, lo hice sin titubear, quería que la sangre de mi diosa recorriera cada vena de mi cuerpo, que me inundara con su poder y su aura sagrada. La miré a los ojos con confianza y una explosión de amor se hizo parte en mi alma.

Estaba lista para seguirla a donde fuera y hacer su voluntad por sobre todas las cosas.

La diosa suspiro para luego sonreír con cierta malevolencia plasmada en su rostro. Bien sabía ella que solo eran mortales, y que como mortales no eran de fiar, al final solo eran peones a los que se les habría de sacar el máximo provecho y con suerte alguno de ellos llegaría a convertirse en un mítico héroe que marcase diferencia. Pero no había que esperar mucho de ellos, eran mortales, y como tales su único destino era la muerte.

Nada dijo la diosa de esto a los héroes, como mortales no tenía sentido explicarles el sentido de la divinidad. Y por ello ante la nula o confusa acción ante su oferta, la diosa simplemente siguió su camino, pues el enemigo estaba cerca.

El silencio se hizo de nuevo en sus mentes, y pronto, un tanto desorientados, se vieron a si mismos navegando en aquel mar sobre una bella barcaza de plata y cristal, se alejaban de los aposentos de la diosa, la reunión había terminado, y ni siquiera habían tenido tiempo de formular su pregunta.

Y así como todo empezó, terminó de nuevo. Se encontraban ahora solos en aquel claro del bosque, junto a la torre destruida. El sol ya estaba cayendo, por lo que habían estado ausentes largo tiempo y solo les quedaban unas tres horas mas de luz antes de que la noche les cayese encima.

A lo lejos, fuertes y temibles aullidos se escuchaban, lo que les hizo escuchar a todos el episodio con aquel gran lobo de camino a la torre. Seguramente el olor de sus heridas les estaba atrayendo, y si se quedaban allí tendrían que enfrentar un nuevo combate contra un número quizá grande de adversarios.