Partida Rol por web

Bofri estaba contento pues por fin iban a dar cumplimiento a la misión que Gloin les había dado desde el inicio. Llevar un mensaje importante a Beorn y recorrer el camino viejo del Bosque para encontrar rutas alternativas y no tener que pagar el peaje de los elfos cada vez que se quisiera comerciar a ambos lados del Bosque Negro.

La primeras dos semanas transcurrieron con normalidad. Felggo y Anaryenel parecían algo cansados en algunas de las etapas del viaje pero consiguieron mantenerse al ritmo del resto. Los beórnidas andaban sin problemas y el resto de la Compañía afortunada también así lo hacía. 

No hubo sobresaltos ni nada por el estilo, todo transcurrió con normalidad en aquella primera etapa del viaje. Decidieron hacer una parada en el camino pues uno de los beórnidas creía haber encontrado un rastro de lobos, tal vez los huargos que habían atacado por aquellas praderas en las que no debían estar. 

Tuvieron que montar un campamento improvisado y planificar las guardias y las cazas, pues la comida, tras dos semanas de viaje, se había agotado.

Montamos un campamento bastante improvisado, pero en un suspiro habiamos levantado un lugar donde pasar la noche en medio del bosque negro.

Suponia que en la repartición de tareas me darían cierta libertad para hacer lo que me saliese del morral.

Antes de salir de la casa de Beorn había cargado provisiones, hierbas y especias para el camino. Pero, distraida como había estado, familiarizandose con Pacharán, había gastado buena parte de las mismas.

-Pacharán - llamo al gran can - acompañame a buscar frutillas, hierbas y raices. Demos un paseo al rededor del campanento. Entre otras cosas, tenía la esperanza de que el mastín hiciese sus "cosas" lejos del mismo.

Sin embargo, asi como la sombra parecía estar extendiendose por doquier, el bosque negro pareció hacer honor a su nombre y la joven hobbit no encontró nada util para aromatizar los guisos o dar sazón a la carne.

Por suerte, le quedaban todavia algunas briznas de hierba para mezclar con la hierba de pipa de Felggo.

Las primeras jornada transcurren sin problemas. Ambos grupos adaptamos nuestra marcha al otro para que ninguno se agote en exceso para conservar las energías en caso de combate inesperado pero tras dos semanas de viaje no ocurre nada. De no ser por la presencia de los beornidas parecía que fuera una excursión por el campo. 

Nos de tenemos y montamos  un campamento improvisado para descansar y comer un poco dado que la comida que traíamos se había agotado:-Patukkas intentaré traer algunos conejos o algún ciervo que pueda encontrar para la comida.-​​​​​​le dije mientras preparaba el arco y las flechas y salía a cazar. 

No me aleje demasiado del campamento y encontré las primeras piezas de caza. Un par de conejos y unas perdices. Prepare las flechas y fui disparando, con una precisión magistral y abatí a dos conejos y tres perdices. Recupere las flechas, metí las perdices en la mochila, atención los conejos por las patas y los colgué de la mochila también. Siendo los que éramos ibamos a necesitar una pieza a algo más grande para poder comer todos. Así que busque un poco más hasta encontrar un ciervo. Prepare la flecha y espere a que estuviera en posición. Esperé y esperé y entonces solté la cuerda del arco. La flecha salió disparada y abatió al ciervo al instante. Me acerqué y recupere la flecha. Cargue al ciervo a la espalda y volvi con el grupo. 

.-Hemos tenido suerte con la caza. Patukkas te toc a hacer tu magia.-le dije a la hobbit para cuando deje las piezas de caza. 

El inicio del nuevo viaje había comenzado bien, y el joven mediano así lo demostraba con su rostro de felicidad. Con su diario siempre presto para reproducir lo que iba ocurriendo, lo que iba descubriendo de los beórnidas y del camino, y las historias que escuchaba. 

Su ánimo se vio ligeramente mermado por el continuo ritmo y trajín del viaje, aunque eso no impidió que siguiera ejecutando sus quehaceres de vigilancia.

tras un par de semanas de viaje, por fin habían encontrado algo de los huargos, esperaba que fuera de los que habiamós matado, pero si no lo era y había otra manada, esperaba que por lo menos hubiera un orco, por lo que al parar a descansar, ayudo a preparar el campamento, "Voy a ir haciendo el mantenimiento de las armas, si alguno necesita ayuda en algo, que me lo diga" le digo antes de ir a ponerme con mis armas.

Anaryenel disfrutó, como pudo, del viaje por el bosque. La verdad, disfrutaba mucho de poder caminar por aquellos arboles tan queridos y que tantas veces había trabajado para hacer objetos de madera para el rey Thranduil. Luego, cuando encontraron aquellos rastros de huargos, el elfo se quedó incómodo, en tensión. De hecho, por eso se apuntó a ayudar a Lurick.

- Déjame que te acompañe, compañero, que tengo ganas de seguir sintiendo el bosque, y notar lo que me pueda contar. Me preocupan esas huellas. 

El elfo se preparó con su arco, y acarició al perro antes de salir a acompañar al guardián. Luego, ayudó a cargar el ciervo, que magistralmente localizó Lurick. 

La Compañía Afortunada comenzó a caminar sobre el camino del bosque viejo, les llamó la atención que el camino en si estaba en sorprendentes en buenas condiciones, al menos en gran parte de su recorrido.

El camino medía unos tres metros de ancho y estaba construido con adoquines de piedra oscura, probablemente de alguna montaña cercana. En algunos tramos, la hierba o la maleza había invadido el camino acortándolo, y las raíces de los arboles cercanos, habían levantado parte del empedrado. Se recorría bien, había espacio para todos. En pocos lugares, el camino ha desaparecido o ha sido destruido por completo, y su travesía es cómoda. En esos lugares, los beórnidas se alejaban para explorar y encontrar de nuevo el camino y luego la compañía afortunada les seguía a su encuentro.

Pero el paisaje que rodeaba el camino viejo del bosque es otra cosa. Los enormes arboles que bordean el camino son tan altos que apenas dejan ver la luz del sol, formando una cúpula de ramas y hojas inaccesible. No hay viento y el aire es húmedo y cálido y cuesta respirarlo, creando una sensación agobiante. Los arboles se retuercen en si mismos como si sufrieran una terrible enfermedad que les causara un dolor agonizante, y su madera esta oscurecida.

De día el lugar da una sensación de inquietud, pero nadie, ni hombre ni criatura molesta a nuestros héroes. De hecho, es infrecuente ver animales en el camino, aunque enormes telas de araña cruzan algunos trozos del mismo. Y los pocos animales que se ven, como las ardillas, parecen grotescas, enfermizas, y miran a la compañía como si fueran su próxima cena… otros animales que pueden observarse son conejos, y algunos tipos de aves.

Los rastros de otros tipos de criatura tambien pueden observarse si uno dedica tiempo a ello, las huellas de lobo, orco, arañas y venado se encuentran esparcidas en diferentes lugares del recorrido.

Pero de noche el bosque cambia… los aullidos de lobo, los ruidos alrededor del campamento y la oscuridad casi completa, sin luna ni estrellas hace temblar al corazón más valiente. Y aquella noche, la primera que pasaban después de que se les acabaran los alimentos, fue una noche especialmente movida en cuanto a ruido.

La vigilancia de Felggo y los beórnidas hizo que no sucediera nada durante aquella noche en la que les costó conciliar el sueño. Lúrick consiguió cazar unos conejos que hicieron las delicias de los viajeros. Habían concluído la primera etapa del viaje, todavía les quedaban dos etapas más y confiaban en que fueran igual de tranquilas que la primera...

Los conejos que me trae Lurick tienen muy buena pinta, una vez desollados y eviscerados procedo a guisarlos con esmero.

Quizá fuese la compañía de los Beornidas, que les hacía parecer una poderosa expedición, o quizás el buen ambiente reinante, que dió a Patukkas una falsa sensación de seguridad. No entendía por que tanto temor al bosque  Negro, sólo parecía un bosque grande más.

Pero ya entrada la noche y comenzando a conciliar el sueño, la cacofonía del bosque la desveló. Las historias oscuras contadas por viajeros no dejaron de acosarla cada vez que cerraba los ojos. Escuchaba el siseo de grandes arañas arrastrándose para arrastrarla lejos del campamento, sentía que, cada aullido de lobo, era una invitación a atacarles al amparo de la noche.

Así pues, se pasó toda la noche comprobando tener el arco y las flechas a mano, alimentando las hogueras con ramaje para que no se apagasen y hablando con los vigías o cualquier miembro despierto de la expedición. No durmió ni un ápice esa noche, y a la mañana siguiente su rostro lo reflejaba como la luna se refleja en las calmadas aguas de un lago cristalino.

Anaryenel no temía al bosque. Aquella zona, desde luego, le encendía el corazón, y en ocasiones había conseguido años atrás ganar cierto enfado y odio al Mal por culpa de la corrupción de los animales y otros seres que vagaban por él. Pero no lo temía. Sencillamente, estaba acostumbrado a pasear por él, aunque aquella no era la zona del reino de Thranduil dónde él se criara. 

El camino con los beórnidas había sido hasta cómodo, para los estándares que habían visto en otros de sus viajes, pero él sabía que podía todo torcerse. Durante el día los encuentros fueron pocos, ya que hasta las retorcidas criaturas del mal temían el poco sol que hasta ellos llegaban.

Cuando acamparon, Anaryenel contó algunas historias del bosque, pero de las que él había oído anterior a que el Nigromante se estableciera, cuando era el Gran Bosque Verde, intentando disipar en ellos el miedo y la angustia que se empezaba a oír y notar en los alrededores del campamento. Él mismo empezó a ver el mal, pero lo combatió con el recuerdo que esos cuentos le ponían en la mente. Ahora era cuestión de todos descansar, y esperaba que todos pudiesen hacerlo. 

El camino se estaba volviendo siniestro, y aunque habría probado mi templanza en la batalla, sobre todo contra los orcos, en un bosque no me sentía nada comodo, no era mi terreno, puede que Anaryenel si, pero no yo, y las telas de araña no ayudaban nada, era de un tamaño mas grande de lo normal, "Esto Anaryenel, ¿es verdad que hay arañas gigantes?, oí que el hobbit ese, Bilbo, se enfrento a ellas" me acordaba de haber escuchado esa parte de la historia, no exactamente de su boca, pero si de trovadores que contaban la historia, pero no quería separarme de mi hacha ni escudo, sabía que lo iba a necesitar.

Ante la pregunta de su compañero, Anaryenel asintió con pesadumbre. - Si, no se sabe cuando aparecieron, antes de que yo naciera, y están sólo en algunas zonas, y desde luego, en los límites del reino de Thranduil no se les permite pasar. Maese Bilbo si se enfrentó a ellas, por lo que se canta, y fue un acto muy valiente. Ojalá - Dijo apesadumbrado- ojalá no las encontremos. Son peligrosas. 

Ya había estado en varias ocasiones en el Bosque Negro y cada vez que entraba podía no salir de él debido a todas las criaturas que residían en el bosque. Esta vez ibamos bien acompañados, gracias a la presencia de los beórnidas así que el pude centrarme más en lo que nos envolvía por que sabía que contábamos con el apoyo de los beórnidas. 

Al caer la noche y nos reunimos para la cena el ambiente siniestro del bosque nos envolvía y podía afectarnos e intentamos mantener la compostura lo que pudimos. Escuchaba como Béli conversaba con Anaryenel:-No te falta razón, amigo, una de las últimas veces que estuve en este bosque encontré los restos de unos lobos devorados por las arañas y te puedo asegurar que los lobos se defendieron bien pero perdieron igualmente.-comenté apoyando lo dicho por el elfo de que las arañas son peligrosas. 

La presencia de los beórnidas daba seguridad al pequeño Felggo. Se veía que los tipos saben lo que hacen, y particularmente admiraba la cautela y la precaución que profesaban. Sin embargo, el paso a través del tupido bosque y los rastros de criaturas perversas lo escamaba. Tirando de su labia, su diario y su pipa el joven hobbit pudo evadirse por momentos, y también armarse de valor para superar, no sin el debido tedio, la primera etapa del viaje.

No habían dejado de escuchar los aullidos de los huargos en todo el viaje desde que se adentraron en el camino viejo del bosque. Esto parecía preocupar a los beórnidas pues era como si les estuvieran siguiendo, como si alguien supiera donde estaban o que habían entrado en su territorio.

Después de una comida austera pero rica gracias a Patukkas, los beórnidas decidieron que explorarían los alrededores del camino y recomendaron a la Compañía Afortunada que no se moviera del camino.

- No abandonéis el sendero. - dijo el beórnida que más tiempo había estado pasando con los miembros de la compañía afortunada. - Seguid hacia delante, ya os encontraremos. Pero ahora debemos seguir un rastro que nuestro señor Beorn ha encontrado. - añadió sin explicar demasiado.

Así, los beórnidas se marcharon y la Compañía afortunada pronto los perdió de vista. Las indicaciones habían sido claras por parte de sus acompañantes y ahora debían continuar solos... o esperar. Todo estaba en sus manos.

Anaryenel sonríe y despide a los beórnidas con un cierto gesto de ánimo. Esperaba que no tuvieran ningún mal encuentro, pero en cualquier caso, viajar con ellos había sido circunstancial. - Yo creo que tenemos que continuar. Que ellos nos acompañasen era algo que no nos esperábamos, y hasta ahora nos ha venido bien, pero al final, tenemos que volver a Esgaroth. Así que, ¿os parece que avancemos? Con toda la prudencia posible, ya sabéis, no bebais de las aguas de los arroyos que veais, ni deberíamos salir del sendero. 

Luego miró al bosque y a sus compañeros, y les animó: - Oid, amigos, no es tan mal lugar. Yo viví aquí. Tenía grandes amigos entre los animales de bien, y cuando el mal se retire, y ojalá lo haga pronto, será un lugar que no volverá a dar miedo. Os contaré alguna canción que hablaba de cuando era un hermoso bosque, que me cantaban en mi infancia... 

Anaryenel les canta una tonada en élfico, breve, casi que parece acunarles con el viento suave que mece las hojas, y les hace parecer que el bosque vuelve a ser verde, luminoso y hermoso por un breve segundo. Luego, les traduce las palabras, ya sin cantar, y contaban la historia de una familia de pájaros que había viajado allí para tener un hogar en un arbol más alto y verde. - Una canción de niños, ya veis, pero, quizás nos anime a atravesar este bosque. 

Al mediano no le gustó un pelo eso de separarse. Entendía que cuantos menos fueran en la investigación del rastro sería mejor. Pero eso de continuar solos por el camino no le terminaba de convencer.

El muchacho agradeció los ánimos y las canciones de su amigo. Le apasionaba ese lenguaje tan musical. Y aunque fueran para niños, le gustaron tanto esas frases que más tarde pidió la traducción al elfo para dejar constancia del momento en su diario.

El joven Felggo andaba siempre atento a los sonidos del camino. Caminaba con paso lento, tal vez retrasando al grupo, como esperando que los beórnidas terminaran su investigación rápidamente y regresaran con ellos.

La protección que ofrecían los beórnidas fue bien recibida hasta que tocó separarse y pasé al frente del grupo siendo el explorador:-Anaryenel, ponte en retaguardia mientras avancemos.-le dije decidíamos avanzar sin los beórnidas. Siempre que entraba en el bosque Negro para cazar algún objetivo me ponía tenso, aquél lugar siempre estaba rodeado por una leve oscuridad y tenía que esforzarme por mantener la compostura y agudizar mis sentidos para cualquier cosa que pudiera acechar al otro lado de los árboles. 

Aunque apreciaba la sinceridad del elfo con respecto a su estancia en el bosque y la amistad con algunos animales del bosque, yo me mantuve en silencio la mayor parte del trayecto. Las canciones élficas siempre eran bien recibidas y tal vez en otro momento le habría acompañado tarareando pero ahora mismo me preocupaba más lo que podía salirnos al frente.  

El viaje estaba siendo muy cansado, ni aunque hubiera pasado 3 dias entero en la forja de mi padre trabajando si parar me habría sentido tan cansado, ahora para empeorar tenía pesadillas, siempre la misma, y lo peor es que aquel maldito orco se llevaba la cabeza de mi padre y mi hermano Óin me gritaba e insultaba por haber desonrado al clan al no proteger a mi padre, pero eso no era lo peor, sino que además tuve otro sueño, estaba en el suelo y un grupo de orcos tenía los cuerpos del resto de la compañía, "Estos seran buena compañía a tu padre, y ahora iré a visitar a tu madre y hermano, tu cabeza será la ultima" me decía con su horripilante voz*, a lo que solo podía responder agarrando mi hacha y inventando excusas para evitar que vieran mi debilidad, aunque el cantico del elfo permitió aunque solo fuera una noche, poder descansar decentemente.