Partida Rol por web

Luego de lo dicho, el Trilbanson mandó a llamar a su mayordomo, Aleus. Con simples palabras le dejó en claro que Volgar y Derian podrían ir y venir por la mansión, junto a un guardia de confianza, Franer. Podrían interrogar a las personas que estaban al servicio de los Trilbanson.

El mayordomo mostró algo de reticencia, y hasta expresó algunas dudas, pero el Lord insistió con vehemencia. Parecía que algo había cambiado en su actitud. Una vez se retiró Aleus para buscar a Franer, Vinton se acercó a ellos.

-Vamos a la biblioteca, les daré el libro... pero no puede salir de allí- dijo con decisión, al tiempo que abría una puerta disimulada que se encontraba al costado oriental de la habitación.

Cuando la cruzaron, y gracias a una ventana alta que se encontraba hacia su derecha, pudieron ver que no era la única entrada ya que la principal se encontraba a su izquierda. Vinton cerró la puerta al pasar el último de ustedes, y notaron que de ese lado la puerta secreta estaba igual de bien disimulada. Había una buena colección, llamativa para un Lord Trilbanson, más adeptos a la esgrima que a los conocimientos escritos.

Vinton se dirigió hacia una estantería que se encontraba lejos de la puerta principal. Agarró un tomo que tenía una piel de cordero (o algo así...) recubriendo las tapas de dura madera. Las hojas se encontraban amarillas por el paso del tiempo, pero se encontraba en buen estado.

-Tomen...- dijo dejándolo sobre una mesita que se encontraba junto a dos sillones de una plaza cuyos tapizados oscuros que habían conocido mejor tiempo -No saldrá de aquí, y me llamarán cuando quieran guardarlo-

Derian miraba la biblioteca Trilbanson, estupefacto. Jamás había visto tantos libros juntos, ni siquiera una pequeña parte de los volúmenes que se apilaban en esa habitación. Pensó en las reticencias del mayordomo, en las puertas secretas para acceder a la biblioteca. No parecía imposible que alguien pudiera haberse colado allí y haber leído el libro. ¿Alguien del servicio? ¿de la familia?

Así será, por supuesto, Lord. ¿sabría decirnos qué personas del servicio saben leer? Aquí hay muchísimos libros... No parece que alguien pudiera identificar el correcto sin poder leerlo.

Volgar asintió con gravedad mientras sus manos callosas acariciaban la suave superficie del volumen. Parecía que los Trilbanson escondían mucho más de lo que sus gestos guerreros daban a entender.

-Cuando regrese Aleus podrán preguntarle a él- respondió el Lord -Seguramente lo va a tener más claro que yo. Espero que encuentren algo útil en aquellas páginas malditas...- y apoyando una mano en su espada, se retiró de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Apenas un par de minutos después, la puerta volvió a abrirse, dejando paso a Aleus. Por la puerta abierta se veía que un hombre con cota de malla, espada al cinto y una rodela con varias marcas, se encontraba del otro lado: seguramente ese era el tal Franer.

-Me dijo el Lord que deseaban saber cuántos de sus sirvientes saben leer- dijo con tono tajante y mirada suspicaz -El contable y yo somos los únicos sirvientes que sabemos leer y escribir- casi había desafío en su tono.

Derian miró a Aleus, y a Franer detrás de él. Muchas gracias por la información. Y en la casa: ¿Quién más sabe leer? Lord Trilbanson nos ha encargado una tarea crucial... Necesitaremos toda la ayuda que su experiencia pueda darnos, sin duda. ¿Quién suele usar la biblioteca, aparte del Lord?

Aleus lo miró levemente ofendido ante la pregunta de Derian.

-La familia, por supuesto- dijo con aquel tono ofuscado -Salvo la señora y el señor, nadie utiliza la biblioteca- respondió finalmente, esperando que las preguntas cesaran por completo, ya que aquel espadachín parecía despertarle emociones políticamente incorrectas.

Mientras tanto, Volgar comenzó a leer. O intentó, porque la escritura no era clara, se notaba antigua y seguramente tuvo un tiempo de poco cuidado, ya que no todo estaba en buen estado.
 

Entonces la señora es también amante de la lectura... Gracias por sus respuestas, amigo.

Derian dedicó una sonrisa amable a Aletus. Miró a Volgar, que se peleaba con la lectura.

Parece que mi amigo estará muy ocupado durante un rato. ¿Sería posible hablar con la señora?   dijo, mirando de nuevo al mayordomo.

El mayordomo dudó un momento.

-Espere aquí, le preguntaré al Señor y a la Señora, si es de su voluntad recibirlo- dijo con cierta altanería, dando media vuelta y desapareciendo por una puerta.

Aleus regresó poco tiempo después, con frustración en el rostro.

-Acompáñeme...- le dijo al espadachín, para luego mirar a Franer -Tú quédate aquí, pronto regresará el... señor- e hizo un gesto bastante despectivo hacia Derian.

Mientras tanto, Volgar quedaba leyendo aquel libro antiguo y oscuro...

Aleus caminaba muy erguido a pesar de la edad, y lo guió hacia otra zona de la mansión.

Agveta sin duda es una noble con un aspecto chocante. Donde todas las nobles suelen ser bellas y bien alimentadas, Agveta parece haber estado sufriendo algún tipo de reclusión. Sus ropas y maquillajes son buenos, pero está extremadamente delgada, haciendo que sus ojos azules apenas les hagan justicia a la belleza que tal vez fue en su juventud. Su rubio pelo cae cuidado, pero en mal estado y hasta con cierta calvicie.

-Mi señora- dijo el mayordomo con una reverencua -Aquí está el... espadachín que junto al viejo parece que se ocupan de la investigación de las muertes-

La mujer se dio vuelta, despacio, y su rostro amargado resaltó alguna emoción difícil de determinar.

-¿Así que investigando las muertes? Me parece bien, no crea lo contrario, pero ya tengo a mi propio especialista en el lugar, y Karisfen ya investigó en su día. ¿Qué le hace pensar que lo harán mejor que la corrección, eh?-

De todas formas, en ningún momento le hizo gesto alguno para que tomara asiento, sólo despidió a Aleus con un asetimiento de su cabeza.

A Derian no se le escapó que el viejo se quedó a cierta distancia, escuchando.

Volgar tuvo tranquilidad apenas salieron los hombres de la habitación. Podría enfocarse completamente a la lectura.

Ya la letra era complicada de leer, tenía un trazo fino y educado, pero también se notaba un estilo propio muy rebuscado. El viejo recordó que había eruditos que lo hacían adrede, para que no cualquiera pudiera leerlo.

Había dibujos que parecían hablar de un ritual, pero no lograba identificar el para qué, o el cómo. Al menos no aún. Necesitaría tiempo. Toda la noche tal vez bastaría...

A sus pies, mi Señora. Dijo Derian, con una reverencia. Disimuló el escrutinio que le hacía a la noble, mientras pensaba en su aspecto enfermizo.

Ni mi compañero Volgar ni yo pensamos ser mejor que nadie. Simplemente queremos colaborar. El panadero y su familia... bueno, ya sabe. Usted sabe, mucho mejor que yo, por lo que han estado pasando estos días. Y ahora, esa pobre mujer, sola... ¿Sigue viviendo aquí?

La mujer pareció muy afectada por la pregunta.

-¿Cree que ella ha estado pasando un peor momento que yo?- elevó la voz haciendo que sonara aguda por demás -No se olvide que mi hijo también fue asesinado...- su rostro mostró mucho dolor por una fracción de segundo, mientras que los ojos apagados cobraron algo de vida, pero una triste y amargada.

Hizo un gesto de desprecio hacia Derian, y meneó la cabeza negando.

-Sí, vive aquí, la acogimos con mi marido para que no estuviera sola...- dijo mirando hacia el suelo, aparentemente más tranquila.

~~Creo que ese gesto de acogida les honra; a los ojos de Soid y del pueblo. Siento la brusquedad, mi señora. Estoy seguro de que les está haciendo bien poder ayudarse en estos momentos. Derian hizo una pausa. Miró a la mujer con aire decidido.
Encontraremos al asesino, no le quepa duda. Ahora mismo, mi compañero Volgar, lee ese dichoso libro del demonio. Es un hombre muy, muy capaz, estoy seguro de que sacará algo en claro de esa lectura. Llegó la segunda pausa, algo más larga.

¿Usted lo ha leído? ¿O la mujer del panadero?
 

Agveta se volvió a alarmar visiblemente.

-¿Qué libro del demonio? ¿En qué están metidos ustedes?- preguntó con los ojos desorbitados y las manos apoyadas en el apoyabrazos de una manera que asemejaban garras por las huesudas manos -¡¿De qué libro me habla?!-

Inmediatamente después, Derian pudo ver cómo Aleus se movía un poco, atendiendo a si su señora necesitaba algo, pero ella no estaba al tanto de su presencia, o al menos no parecía hacerlo, ya que su mirada estaba penetrantemente fijada en el rostro de Derian.

Disculpe de nuevo, mi Señora. Pensaba que estaba usted al tanto de los avances en esta cuestión. Perdone, pero creo que no soy el indicado para explicarle esto. Los libros y estos asuntos de conocimientos antiguos se me escapan, y no querría transmitirle una idea equivocada.

Derian hizo una reverencia mientras hablaba. Gracias por su hospitalidad y por su, sin duda, valiosísimo tiempo. Si mi Señora lo permite, me retiraré ahora a la biblioteca, con mi compañero. Siento el trastorno que le he causado, y espero sepa perdonar a un tosco espadachín.

Esperaba que las disculpas apaciguaran a la noble. Si el marido no había sido el autor de las muertes (y a Derian no se lo parecía), entonces debería ser alguien con acceso al libro, a la biblioteca. ¿Podría haber sido ella? ¿O alguien de la casa? O quizás ese Karisfen...