Partida Rol por web

 El funeral tiene lugar por la mañana en la Casa Funeraria Myers, contiguo al cementerio del viejo molino, a varias millas de la ciudad de Arkham. La funeraria es a la vez lugar de negocios y una residencia. El señor y la señora Myers viven en el piso de arriba. A la residencia se accede por unas escaleras que vienen por el vestíbulo de la entrada principal, cerradas por un cordón de terciopelo del que cuelga un cartel en el que se lee "Privado". 

En el vestíbulo aguardan multitud de convecinos y conocidos. El color negro lo tiñe todos, lamentos y sollozos por doquier. La gente está en corrillos, charlando y compadeciéndose, un "no somos nada" y  un "era tan joven" es lo más oído en el recinto, mientras que ofrecen protocolarios abrazos a la madre del fallecido, pronto os tocará vuestro turno. Allí estáis, expectantes.

-Mi pobre hermanito. - Pienso mientras me limpio una lágrima que se forma en mis ojos.

De pie al lado de mi madre veo pasar a los asistentes al funeral, algunos son conocidos, compañeros de colegio, amigos de la familia, algunas personalidades de la ciudad, pero otros muchos son totalmente desconocidos para mi.

La escena era la típica escena de un funeral en toda regla. La gente sollozando por los pasillos, todos vestidos con ropas negras de luto, las mujeres llorando, olor a velas. Vamos, el típico funeral de toda la vida. Robert odiaba los funerales. Había venido a este por que sus padres se lo habían "pedido" unas cinco o seis veces y él no puede negarles nada a los padres.

El fallecido era un primo lejano, pero al parecer, sus padres y los de Robert eran muy amigos y se sintieron muy dolidos al saber de la muerte del chico. Por supuesto, ellos no podían acudir por asuntos de trabajo y entonces, lo han enviado a él como "representante".

El médico vivía rodeado de muerte en su trabajo, y no le apetecía seguir entre cadaveres mucho tiempo.

Pero allí estaba, de pie junto a una de las paredes intentando buscar a alguien conocido ( o tal vez simplemente, pasar desapercibido. ) y esperando el momento de presentar su pésame a la familia directa del fallecido.

  Michael había ido. Claro que había ido, habia dado clase al joven durante años y al igual que con el resto de sus alumnos, Michael se sentía unido a ellos de algun modo y la muerte del chico no le había dejado indiferente. La verdad es que no había dejado indiferente a nadie. Se presento alli con el traje mas formal que tenia, tipico de chaqueta americana oscura y corbata.  Fue directamente a saludar a la familia de manera cortes y despues estubo deambulando de un lado para otro sin saber que hacer hasta que se sentó en una silla mientras veia al resto de familiares hablando de esto y lo otro. No podía evitar sentirse fuera de lugar.

Entre plañido, gemido y sollozo escucháis algunos comentarios de fondo; Bien porque hayan sido dichos por un hombre de buen tono o por una mujer de estridente voz (o puede que al revés) han llegado a vuestros oídos.

Las palabras sugieren que últimamente se había visto a Robert paseando o sentado en este mismo cementerio (recordad que la funeraria está al pie del cementerio del viejo molino) a horas poco habituales. Como si supiese que algo malo estuviese a punto de ocurrirle y que pronto se encontraría aquí. 

Los comentarios que se escuchaban en el velatorio no hizo que Robert cambiara su semblante entristecido. Aunque, a decir verdad, tal vez su rostro era más de aburrimiento que de otra cosa. No podía creer que estaba allí, pero tenía que contentar a sus padres y él nunca haría nada por enfadarlos. Aún con sus treinta y cuatro años, pensaba mucho en ellos y en que sean felices. Habían hecho mucho por él como para hacerlos sentir mal.

Escuchar que el muerto estaba caminando por el cementerio a extrañas horas de la noche y pocas noches antes de su muerte lo hizo pensar en qué demonios podía buscar en el cementerio, sin embargo, su mente no pudo descubrir nada malo. Tal vez por que no es nada malo caminar por un cementerio, tal vez venía a ver las tumbas de su familia, de un amor, de alguien conocido.

Siendo macabro, tal vez venía a saquear tumbas.

Robert casi sonríe ante ese comentario. Su primo, aún conociéndolo poco, no podía ser un mero ladrón de tumbas. Además, dinero no le faltaba, por lo que rápidamente descartó ese pensamiento de su cabeza.

Siguió esperando su turno para dar el pésame a la madre del finado con las manos en los bolsillos.

Mientras recibo el pésame de los asistentes no puedo evitar escuchar algunos comentarios sobre los últimos días de mi hermano, el bullicio del tanatorio hace que la gente levante la voz demasiado y sin quererlo sean indiscretos... incluso maleducados. Me apena tener que recibir de esta forma la noticia de que mi hermano visitaba este mismo cementerio los días anteriores a su muerte.

¿Qué buscabas aquí querido hermano?

Con la mirada intento identificar a alguna de las personas que hacen los comentario sobre los días anteriores al accidente..

Cuando termine el besamanos creo que debería preguntarle a algún testigo de esas visitas al cementerio.

 Robert en el cementerio? que demonios haría ahi...no, no es propio de él.

El profesor pensaba en ello. Pero algo no le cuadraba, aquel chico era un chico muy normal no de esa clase de chicos raros y taciturnos. Había escuchado historias de crios haciendo ritos extraños y jugando a la ouija, pero sabía que eso no hacia daño a nadie. Pero Roberts estaba en aquel ataud y no debería haberle pasado aquello.
El profesor se levanto de la silla y dio una vuelta por la sala intentando distraerse un poco, seguia sintiendose incomodo...

 En un momento dado se abren las puertas del velatorio. Un silencio se hace casi al instante, acompañado de algún suspiro. Lentamente la gente comienza a entrar en el salón que guarda el ataúd, ataúd que podéis ver al final de esa sala, desde donde estáis. Un largo trecho para algunos. La primera en entrar es la madre, Jennifer Monroe-Tyler, seguida por los más allegados. Todos se ceden el paso muy protocolarios, no es momento de cometer una grosería en esta guisa. Vosotros no seréis menos, y poco a poco avanzáis a la estancia.

 Después de pensarlo te consta que esos comportamientos no eran propios del chico y que siempre a sido un estudiante modelo

La gente que rumorea no son nadie de importancia, vecinos, tenderos, conocidos... hablar por hablar es lo que hacen

Mientras me acerco al féretro que guarda el cuerpo de mi hermano agarrada al brazo de mi madre, no puedo evitar recordar los momentos pasados junto a mi querido hermano en nuestra casa de Massachusetts.

Eras tan joven, te quedaba tanto por hacer, nos quedaba tanto por compartir.

Pienso mientras las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.

Allá vamos. Empieza el espectáculo.

Si hay una cosa que no me gustan de los velatorios es este protocolo tan estricto sobre como pasar a saludar al difunto, escuchar los sollozos de los familiares, los gritos de algunos, las frases típicas. Todo eso es tan... innecesario.

Creo que cuando yo muera pediré que me cremen y que no venga nadie a verme.

Esta falta de sentimiento puede deberse a que vivo entre la muerte cada día, también que no conocía muy bien al fallecido, sin embargo, supongo que si todo fuera distinto la cosa no cambiaría.

Michael siguio al grupo hasta la zona del ataud. Siguió el protocolo a rajatabla, auqneu no era algo a lo que estuviera acostumbrado. En la sala reinaba el silencio. Solo los pasos de la gente y algun que otro susurro se escuchaba alli. Espero antes de presentar sus respetos a la familia del chico y se mantuvo apartado y en silencio observando la ceremonia.

Esto no tendria que ocurrir, chicos como este no merecen eso. 

 Y con los demás asistentes os incorporáis a la ceremonia. Instantes más tardes tomáis asiento. El sacerdote hace acto de presencia, camina entre las dos hileras de bancos hasta llegar a su atril, donde comienza.

.... Hora y media más tarde....

 La misa del difunto es larga, muy larga. Al final de elogio, el cortejo fúnebre forma una fila para pasar frente al ataúd cerrado y dar el último adiós al muerto. Cuando la madre del difunto se acerca al féretro solloza y se desploma encima del ataúd, aferrándose a los agarraderos de metal usados por los portadores del féretro.

Dos hombres intentan apártala con cuidado, pero ella no cede y sigue agarrada. El ataúd cae sobre el estrado, la sacudida deja la tapa del ataúd abierta y lo que él contiene se desperdiga por el suelo...