Partida Rol por web

Dorwas sonreía al mirar a Jaali, sonrisa que se expandió cuando observó el ring de combate y que llegó a unos límites que muchos calificarían como de imposible para cualquier humanoide cuando vio que justo al lado había una enorme barra.

Esto puede ser una buena idea para cuando Raffius y yo montemos la taberna, combates y cerveza... - dijo cuando el goblin se marchó.

- Por cierto Jank... ¿tu colega está en venta? - trato de reprimir una sonrisa al recordar la cara desencajada de Jaali con el hombre-cabra - creo que sería una buena incorporación, o cuando menos divertida. - ahora sonrio abiertamente - En fin, de cualquier modo los negocios primero y el placer después. ¿O era alreves?

Bueno, ve alejarse al pequeño goblin. Ahora viene la parte complicada supongo. Espero que a Jaali no le de un telele. Mientras voy pensando la pronunciación de la frase que pienso decir si esos trasgos se acercan mucho. Las manos fuera de mis pertenencias si las queréis conservar. Esto tiene pinta de ser un lugar donde solo sobreviven los fuertes y si uno se deja robar, lo mas probable es que no llegue al día siguiente vivo.

El goblin se gira un momento mientras se aleja para contestar a Bethel.

- Supongo que si, aquí casi todos somos esclavos, desde luego el demonio ese lo es. Pregúntale a Kardswan más tarde. Supongo que es cuestión de precio - dice en un tono algo triste.

El mercado trae recuerdos de otra época a Diegen, una época oscura y difícil. 

Mejor mantener los ojos muy abiertos... puede que en unas horas estemos luchando sin cuartel contra esta carroña... carroña, je, je. 

El semielfo no dice nada, pero sonríe mientras observa el interior del mercado. 

Durante 10 minutos esperáis en el centro del mercado. Ni los humanos, ni los grandes trasgos, ni el camarero para desesperación de Dorwas (*) os hacen caso ni dicen palabras. El ambiente solo se puede describir como tenso.

Para complicar la situación más o menos a mitad de la espera 10 gnolls armados con arcos se colocan en el balcón del segundo piso(*⁾, claramente vigilándoos.

Finalmente vuelve Jank, acompañado de 4 gnolls y un ogro (*)

- Kardswann quiere veros, por favor acompañadme arriba - dice el goblin mientras vuelve a gesticular para que lo sigáis.

Jaali, tranquilizado por estar dentro del recinto y lejos del ser cabrio y demoniaco, suspira aliviado. En los 10 minutos en los que el grupo espera la cara del mago recupera poco a poco el color

Bueno, al menos aqui estamos a salvo - piensa intentando relajarse, sin darse cuenta d elo que se cocina a su alrededor

Seguis al goblin por unas escaleras que rodean por el interior la pared externa del mercado hasta el tercer piso. En las escaleras, en píe copiando a los guardias de la realeza, se encuentran otros 5 gnolls (*). A pesar de la intención no se parecen en nada a una guardia de verdad, los uniformes variados, los adornos formados por trozos de enemigos, la actitud agresiva y la falta de disciplina hace que parezcan más lo que son, un grupo de salvajes.

Finalmente alcanzáis el tercer balcón (**). Una habitación amplia con 6 grandes columnas de luz y tres tronos. Contra la pared continua la extraña guardia gnoll, otros 6 están de píe contra la pared, esta vez más callados y quietos que en la escalera.

En el trono central se sienta un humanoide grande y calvo, con ojos de color rojo brillante y una gran hacha. A su derecha se sienta una arpía y a su izquierda un gnoll (*)

El hombreton se levanta y os mira de arriba a abajo. Cuando parece convencido habla:

- Soy Kardwann, el Grito del Rey Carroña, señor de los Kuldis (*) - dice con una voz dura e inhumana - He recuperado Kelmarane y vuelto a abrir esta ciudad al comercio y los viajeros. Si venís a comprar pesh, a comerciar, o simplemente estáis de paso y dispuestos a pagar por el descanso y la protección sois bienvenidos a esta ciudad. ¿Que debo esperar de vosotros - pregunta.

La joven arpía se mantiene callada, pero en cuanto se levanta os sonríe de forma coqueta.

Diegen ignora a la arpía, y se mantiene calmado pero alerta por si se empiezan a torcer las cosas y se rompe la tensa calma que se respira en el ambiente... mientras piensa: 

Más nos vale que haya paz
y la calma no se pierda, 
pues si la calma se pierde
estamos hundidos en la m.... mejor que haya paz. 

Se mantiene callado, esperando a que Bethel lleve la voz cantante y suene convincente cuando diga eso de que venimos de paso, y sólo queremos vender estas magníficas cazadoras de cuero algunas armas (no tenemos dinero para comprar pesh) antes de continuar nuestro camino. Como mucho, hacer algunas apuestas en el ring. Sin dejar de mirar al frente, calcula mentalmente la distancia a los tres jefes entronados, al resto de los presentes (*), y a la puerta (**). 

Dorwas subió justo detrás de Bethel, en la actitud que tomaría un guardaespaldas aunque ligeramente relajado.

Al llegar al último piso, miró de arriba a abajo a Kardwann, claramente sorprendido ante la mole que se erguía ante él.

Después paso revista, sin ningún disimulo, a la arpía, sabedor que era lo que la criatura quería y a él no le importaba sacrificarse por ello.

Finalmente esperó a que Bethel hablase y rezó una plegaria a un dios en el que no creía para que el mago no la cagese...

Sonrio juguetón a la arpía antes de volverme a responder al grandullón.

Cita:

- Vengo a comerciar, con cualquier cosa que se pueda negociar. Me gustaría ver que oportunidades ofrece Kuldis para ganar dinero.

- A mi y a mis hombres - señala a Diegen y Dorwas - nos interesaría ver algún combate o visitar algún antro donde la cerveza no sepa a meado y las mujeres no sean viejas. El flacucho se encarga del papeleo. Si todo va bien, espero que pase un buen tiempo con esa narizota metida entre los libros y mientras se deja los ojos escribiendo a la luz de velas servidor se dará una alegría.

- Si los negocios funcionan quizás me véas más a menudo...

- Entonces has venido a un buen sitio, excepto por las mujeres - contesta con un vozarrón - Mujeres, si no te gustan los gnolls solo tenemos a dos, y no estoy seguro de que Undrella sea la más peligrosa. - ríe su propia gracia.

- En el piso inferior hay otros comerciantes con los que puedes tratar, si quieres comprar pesh, habla conmigo. Y esta misma noche organizaremos un combate para probar a tus hombres. - añade

- Sois libres para moveros a vuestro gusto por el pueblo y el mercado. Los campos de pesh son territorio prohibido. Pero antes de iros me gustaría ofreceros un espectáculo - dice mientras se os hace gestos para que os acerquéis a la barandilla.