Partida Rol por web

El lider de los hombres rata sufre las quemaduras de la esfera, quedando su cuerpo desfigurado y casi irreconocible debido a la continuada exposición a las llamas, pero el enano le tiene demasiado controlado como para moverse, así que le ataca sin mucha convicción mientras con su fuerza de voluntad hace avanzar de nuevo la zona sacrílega hacia el resto de vosotros...

El asesino de los hombres rata dispara de nuevo sus virotes, pero Obsidian parece pletórico de energías y los desvía con facilidad, después avanza contra el primarca y justo cuando estabais empezando a sentir el dolor de cabeza característico del conjuro de la rata, el enano destroza la caja torácica de su adversario con el martillo y la zona se disipa.

EL tiflin avanza al escuchar el grito final del primarca intentando ayudar a Obsidian. AL llegar a la entrada a la sala descubre al asesino acorralado contra la pared pero no acierta a golpearle con su rayo negro.

- Otra maldita rata que morirá como las demás.

El eladrín satisfecho y aliviado con la muerte del primarca no se concentra en los pases mágicos y la rata que queda ni siquiera ha de molestarse en esquivar su ataque.

Balbo al ver que el camino está depejado, echa una pequeña carrera y se introduce en la habitación, donde se cubre tras la columna.

Ahora que tengo a la rata a mi alcance, no dudo en salir corriendo a por ella. Sacando fuerzas de flaqueza empiezo a correr, hasta quedarme a su lado. Cuando llego, le digo en tono amenzante- Aquí llega tu final, sucia alimaña...

Nosotros... nunca... rendir. Dice el hombre rata con voz aguda, se nota que le cuesta hablar vuestra lengua, y aunque seais cinco contra uno, él casi no está herido y la mayoría de vosotros apenas se tiene en pie, con lo que sus palabras aún suenan convincentes.

Al pararme frente al hombre rata, aprovecho un segundo en el que baja la guardia, y ataco con mi maza. No bostante, el cansancio del combate me supera, y fallo mi golpe.

El hombre rata se separa de Duhark e intenta crear un hueco por donde escapar entre vuestras defensas, pero aunque ensarta de nuevo a Obsidian con un virote, éste aguanta de pie en el sitio sin ceder un solo paso y, lejos de acobardarse, se adelanta furibundo y arremete con todas sus fuerzas contra el asesino, golpeándole en un costado y aplastando uno de sus brazos contra su cuerpo, quedando este totalmente inutilizado junto a algunas costillas rotas...

Akmenos desaparece en una nube amarillenta para reaparecer al lado del asesino con un rayo negro en su mano que sale disparado hacia el rostro del hombre rata.

La daga de Balbo voló, una vez más, hacia su enemigo, pero a éste le resultó demasiado fácil esquivarla.

El eladrín hace desaparecer la esfera de fuego (no sostiene el conjuro) y se acerca murmurando por el camino cosas ininteligibles al tiempo que hace gestos con la mano que acaban cuando señala con la diestra a la rata.

No véis que le impacta, pero el asesino es estampado contra la pared para rebotar escupiendo sangre.

Sacando fuerzas de flaqueza, me acerco al hombre rata por uno de los costados, y aprovechando que está desprevenido, le propino un duro golpe en las costillas, dejandole a merced, si sobrevive, del ataque de Obsidian...

El último hombre rata muere acribillado por vuestros ataques, desplomandose sobre un charco de oscura sangre con la mayor parte del cuerpo quemado y destrozado.

Por fin tenéis un momento de paz para recuperar el aliento, parece que habéis acabado con el líder de vuestros enemigos y sus más peligrosos guardianes, aunque tal vez aún quede algo de resistencia en la guarida, ahora debéis decidir si terminar el trabajo ahora o curar vuestras heridas.

Cuando tenéis tiempo de observar la sala en la que os encontrais con algo de tranquilidad, os fijáis en la presencia de un altar a algún macabro dios desconocido, con las mismas representaciones del dios que ya visteis en las estatuas de la sala del incienso, probablemente su templo. Sobre el altar se encuentran los cuerpos desmembrados de dos niños que a duras penas reconocéis por las descripciones dadas por los aldeanos.

Obsidian se acerca al altar dandoos la espalda, y aunque intenta ocultarlo, habéis escuchado un reprimido sollozo mientras lentamente y con los dientes apretados recoge los restos del que debe ser su fallecido familiar.