Partida Rol por web

Sin mediar palabra, Muren se encamina hacia la puerta tras el pasillo donde Keyleth había estado desactivando trampas.

Se supone que ahora estáis todos ante las puertas. Al final buscaste trampas, abriste? hiciste algo en ellas?

Tras acabar con el esclavista y liberar a los cautivos os reunís todos ante las puertas que Keyleth ha examinado cuidadosamente. Curiosamente las puertas no están cerradas con ninguna cerradura y podéis acceder a la sala contigua sin mucho esfuerzo.

Mas allá de las puertas dobles se encuentra una gran cámara, iluminada con baseros y velas. El olor a incienso es débilmente perceptible y apenas oculta el hedor a carne quemada. Al otro lado de la estancia, frente a la puerta, hay un altar sobre una tarima. Consiste en una plataforma circular que sobresale de la pared con tres escalones en su parte frontal. En la tarima hay una gigantesca estatua de unos 15 pies representando a un orco de un solo ojo, de pie con las piernas abiertas y sosteniendo una gran espada con las dos manos por encima de la cabeza. Frente a esta estatua hay tres semiorcos fuertemente armados. Detrás de ellos se encuentra una mujer con armadura de placas portando una maza. En la esquina izquierda hay una fuente con 10 esclavos encadenados de pies y manos a su lado.

El combate que acababan de dejar atrás parecía un aperitivo comparado con lo que estaba a punto de suceder. Por su aspecto, estos esclavistas daban la impresión de ser un hueso duro de roer.

Muren empuñó el hacha, todavía con sangre fresca en su filo, dispuesto a dar buena cuenta de los semiorcos.

Duin no dijo ya una sola palabra. No había nada de qué hablar. Solo las espadas y la sangre tenían algo que decirse.

-¿Esta gente está sorda o qué?--se preguntó asombrada Keyleth al verlos ahí tan tranquilos después de la tremenda explosión que acaba de tener lugar en el exterior del edificio.

En mi forma de águila no podía preguntarles porqué habían tardado tanto cuando les veo llegar por el pasillo. Tampoco era el momento después de abrir la puerta.

Os dais cuenta de que a la derecha de la estatua hay otra figura agazapada.

Leoster queda atónito ante la escena, observa los esclavos y el altar bajo la estatua ciclópea e intenta encomendarse a Pelor. -Parece que esto solo ha sido el principio, Oh Pelor! dame fuerzas..-piensa mientras agarra con fuerza su maza.

¿Cómo osáis invadir nuestra guarida y perturbar nuestros quehaceres? ¡Intrusos! ¡Estáis condenados!

Grita con fiereza la figura femenina al fondo de la cámara.

Keyleth  dice algo a sus compañeros señalando el lado derecho de la estatua pero ningún sonido sale de su boca mientras avanza hacia la sacerdotisa desenvainando la espada corta.

-Vosotros, los esclavistas, sois los que no volveréis a ver salir el sol--amenaza la enrabietada elfa pícara a la mujer antes de soltarle una precisa estocada.

A pesar de no haber acertado con toda la fiereza que parecía, la habilidad de Keyleth para encontrar puntos débiles provoca una grave herida en la sacerdotisa. Ésta suelta un desgarrador aullido de dolor.

Enrabietado por las palabras de la sacerdotisa, y al mismo tiempo motivado por la acción de Keyleth, el enano no está dispuesto a quedarse atrás en este nuevo y prometedor combate. Avanza hacia uno de los semiorcos más próximos y le ataca con todas sus fuerzas.

Muren proporciona un buen golpe a uno de los semiorcos, pero se encuentra con su escudo en el siguiente.