Partida Rol por web

Todos por un medio u otro averiguais alguna información sobre el salón de baile "El Cielo Azul".

Se trata de un Club Nocturno en el que se sirve alcohol ilegalmente, de manera que sabeis que si asistís, estais infringiendo la ley.

Los hombres deben ir de esmoquin y las mujeres de traje de noche, a no ser que prefieran ocupar asientos de tercera... No se deja entrar a ningún caballero sin corbata(¡a nadie se le ocurriría salir de noche sin corbata!).

Pasar la noche en el club es caro. Muy caro, ya que este garito para la alta sociedad está protegido, y tanto la policía como los gansters toman partido en cualquier alboroto que se produce que se produce en el local.

El cielo azul es el speakeasy de más prestigio de la ciudad, así que la música es buena, la compañía excelente y la bebida genuina y de importación. Para mantener abierto el local, pensais, que debe ser necesario una gran cantidad de sobornos.

La primera actuación da comienzo sobre las 8 en punto, y como cada noche, el club permanece abierto hasta el amanecer.

Cuando llegais, solos, Tras una puerta azul sin ningún letrero, dos blancos corpulentos vestidos de esmoquin vigilan la entrada de los clientes.

Desde el asiento de atrás del taxi, podía ver desde lejos la vida de esa gente al pasar, aunque su atención se centraba ahora en esa escueta carta que había recibido unos días atrás. Mucho tiempo hacía que no había visto al profesor Merriweather, ese viejo profesor que tan importante fue hace años, el que le animó a seguir el camino que hasta ahora había andado. Por ello decidió que no debía faltar a esta reunión que había convocado, a pesar de realizarse en un local donde servían alcohol, quizá el simple hecho de estar allí fuera un delito, pero qué demonios, seguro merece la pena, acompañado del profesor y de un buen bourbon de importación bien merece el riesgo pensaba mientras recordaba esos licores baratos que se podían obtener bajo manga del economato del barrio, que eran poco más que matarratas. El taxi se detuvo en frente de una puerta azulada, 'el cielo azul', ese era el nombre del local y según el taxista un sitio bastante concurrido, y de alto postín, algo que no parecía encajar demasiado con Arthur, el taxista se fue con una sonrisa cuando recogió la carrera con su correspondiente propina. Y allí estaba, delante de la puerta donde detrás debería esperar el profesor, miró su reloj, era pronto todavía las nueve, quizá pueda tomarme alguna copa antes de que llegue el profesor pensó, justo antes de ir hacia los porteros, cuando estuvo a su altura dijo: - Buenas noches. - carraspeó, para aclarase la garganta - Me están esperando, en una mesa reservada a nombre de Rupert Merriweather -

Hace tiempo que no se deja caer por El Cielo Azul, puede que un par de meses, y tiene sus dudas de si el bueno de Franco le dejará atravesar la entrada. En aquella ocasión quizás había bebido de más y la jovencita que había llegado del brazo de Fibonacci no dejaba de hacerle ojitos. Una sonrisa, un leve movimiento de cabeza y tras dar una espléndida propina al jefe de camareros se llevó a la muchacha al almacén. Ahora no tiene muy claro cuál era su nombre, Lucy o Cindy o cualquiera de aquellos con los que fingen haber sido bautizadas, pero sí está seguro de que valió la pena aunque supusiese un paso atrás en sus relaciones con la familia D´Angelo.
—¿Rick?
Ofrece su mejor cara de chico bueno cuando Franco lo reconoce.
—No me puedo creer que te atrevas a pasar por aquí después de aquello.
—¿Ha venido Fibonacci?
—Creo que está en Atlantic City. —Sigue bloqueando la puerta—. Pero algunos de sus muchachos están dentro.
Rick se encoge de hombros.
—Sabes, Franco, tengo un par de entradas para las series mundiales —murmura palmeando su pecho, allí donde está el bolsillo interior—. Se dice que los White Sox tienen bastantes posibilidades este año.
—Vamos, no puedo dejarte pasar y hay mucha gente a la cola.
Al echar una mirada hacia atrás Rick ve a una docena de parejas, ellas lo miran con curiosidad y ellos con impaciencia, y al volverse hacia el portero muestra su más estudiada sonrisa.
—Es cierto, olvidaba que eres de Brooklyn... puedo conseguirte unos pases para los Dodgers.
El matón titubea mirando de reojo hacia su compañero.
—Mira, debo entrar ahí para reunirme con unos viejos amigos y uno de ellos tiene contactos, ¿sabes?
—Rick, por favor...
—Y puedo arreglarte una cita con la prima de O´Neill. —Sonríe al comprobar que los ojos del gigantón se abren como platos—. Pasé la otra noche con una de sus hermanas y me confesó que Jessi tiene debilidad por los hombretones italianos... ¿qué me dices?

El local está como siempre hasta los topes y el maître, un marsellés que estuvo la mitad de su vida en la legión extranjera, sonríe al verlo llegar.
—[Buenas noches, Luciên] —lo saluda en un más que aceptable francés pese a haberse criado en el rincón más infecto de Storyville—. [Hace tiempo que no nos vemos].
—No sé si decir que es un placer o todo lo contrario. —El jefe de sala tiende su mano—. ¿Vienes solo?
—He quedado con alguien.
—Espero que no sea la mujer de nadie.
—No, en absoluto —se apresura a decir sin perder la sonrisa—. Cuatro viejos amigos en una mesa reservada para Merriweather.
—Y esperemos que el clima siga así, ¿eh? —bromea el marsellés acerca del nombre de la reserva—. Jerry acompaña al Señor Gaumont a la mesa de Merriweather.
—Gracias, Luciên... nos vemos luego.
El marsellés lo agarra del brazo suavemente.
—[Ten cuidado, Rick, algunos hombres de Fibonacci están aquí y no han olvidado la afrenta].
—Lo tendré en cuenta; siempre me ha gustado ese vino.
Y se deja llevar por el camarero hacia la mesa donde, a pesar de la distancia, es capaz de reconocer sentado al bueno de Arthur y no puede evitar sonreír antes de avalanzarse sobre él por la espalda.
—¿Qué hay, viejo truhán?

Joe iba camino de El cielo azul. Hacía poco que había oído hablar de ese bar, y por lo visto iba gente importante, no toda muy legitima pero importante al fin de cuentas.

Se había vestido para la ocasión con sus mejores galas. Camisa negra, pantalones de vestir también negros y una corbata blanca. Se había también abrillantado los zapatos e iba bien peinado, todo lo que le permitía su pelo corto. Llevaba también su saxofón, había oído que era un club de Jazz y no le vendría mal un contrato. Así que lo llevaba por si surgía la oportunidad tocar para el encargado y probar suerte.

Cuando llegó vio como dos hombres llegaban, hablaban con el guardia y este los dejaba pasar. Aunque claro todos ellos eran blancos. No es que Joe fuera racista pero no podía evitar pensar que la gente blanca tenía privilegios. Aun así no se dejo impresionar, fingió seguridad si dirigió a la puerta con la intención de entrar.

Bueno, tras la carta críptica del profesor Merriwather, Tom hizo los preparativos para acudir a su cita en Arkham. Tampoco le resultó particularmente complicado, ya que había estudiado allí y conocía la ciudad. Sería agradable volver a un sitio conocido, donde tantos buenos momentos había tenido junto a sus compañeros. ¿Qué sería de ellos?

Conoció al profesor durante su período universitario, aunque nunca le dio clase. ¿Qué sería de él? Su carta era un tanto enigmática, pero siempre fue un poco teatral. Y parecía que acudiría más gente.

Así que alquiló un esmoquin y acudió a la cita en el Cielo Azul.

Todos conseguís entrar de forma sencilla, al ir correctamente vestidos y decidir al pasar con quien habeis quedado, salvo Joe Mathius, que se da cuenta en seguida que no es tan bien recibido como el resto de invitados "blanquitos".

Joe, consigue entrar, pero para poder acceder a la mesa preparada para el grupo, tienen que llamar a una tercera persona, que les da una orden, indicandoles que le den acceso a la mesa.

Una vez superado a los gorilas, unas escaleras con alfombra azul suben hasta el salón de baile, que está dispuesto de manera muy parecida a la de los cines de la época.

A la izquierda queda el servicio de caballeros, así como la escalera que sube a un casino de lujo, y a la derecha, el servicio de señoras y la entrada al propio salón de baile.

El encargado soríe cuando los investigadores pasan a través de las puertas batientes hacia el área princial y les hace una señal para que les acompañen, tras decir estos la mesa con la reserva que buscan.

Se puede observar como los camareros no se detienen ni para respirar, y el jazz y el zumbido de las conversaciones llenan la sala por completo.

El salón es bastante grande y a lo largo de la parte de la izquierda, se extiende una opulenta barra, en la que puede verse a los camareros medio tapados tras filas de botellas.

Enfrente de la barra, hay un escenario en que se encuentra la banda, y el espacio entre ambos lo ocupan la pista de baile y una zona de pequeñas mesas redondas, rodeadas de mesas sin brazos y forradas de felpa.

Cada una de las mesas dispone de una pequeña lámpara para lograr una iluminación más intima, y del techo cuelga una serie de candelabros eléctricos que arrojan una tenue luz azul y dorada sobre los rostros de pulcros y pálidos hombres corpulentos y de ambiciosas y bien vestidas jovencitas de pelo teñido.

Esta noche la música la proporciona la banda de las "5 estrellas". En el garito, son negros los camareros y sus ayudantes, los chicos y las chicas del coro, los intérpretes y los ayudantes de cocina, mientras que la clientela, la dirección, los guardas y los dueños son blancos.

Al entrar el club está a rebosar y la banda "5 estrellas" interpreta una calurosa versión de "Doctor Jazz". El encargado les pide disculpas por  la muchedumbre y les busca sitio en una gran mesa en un rincón cercano a la barra. Al llegar, ven como un desconocido ya está ocupándola y, aunque asiente con la cabeza para darles a entender que pueden sentarse, pone la mano sobre la silla que hay justo a su lado, ya que espera a alguien.

El desconocido no dice palabra y tampoco escucha la música, como indican los nerviosos golpecitos que da sobre la mesa con la yema de los dedos.

Es un hombre de constitución media, con unas cejas tan espesas que parece que solo tiene una línesa negra y peluda cruzándole el ceño.

Todos os sentais y podeis comenzar a presentaros, ya que el desconocido no dice nada.

Thomas toma asiento y observa a los desconocidos que tiene delante. No conoce a ninguno de ellos, aunque le llama la atención el hombre de las cejas pobladas.

-Encantado de conocerlos, caballeros -se presenta y estrecha sus manos, antes de sentarse-. Soy Thomas Novak. Supongo que también vendrán citados por el profesor.

Buenas noches- saludó Joe mientras se sentaba- Había quedado aquí con mi amigo el profesor Rupert Merriweather, supongo que si ustedes están aquí abran venido por lo mismo. Dijo mirando tanto al hombre que esta sentado como a los que han entrado con él.

Me llamo Joe Mathius y me dedico a la música, es un placer conocerles. Dijo a modo de presentación a los presentes. Nos lo conocía pero si eran amigos del profesor para Joe también lo eran.

Joe le tenía un gran aprecio al profesor Merriweather. Lo había conocido años atrás en la universidad. El no estudiaba allí obviamente, pero una profesora de artes le había pedido que llevara algunos cuadros suyo a una exposición para que sirvieran de ejemplo de expresión artística de la cultura afroamericana. La exposición fue bien pero a la salida un grupo de chavales del equipo de futbol empezaron a lanzarle basura y a gritarle que se fuera de allí, que aquel no era sitio para negros y cosas por el estilo. El profesor Merriweather pasaba por allí en ese momento y salió a defenderle. Los chavales al interceder el profesor dejaron a Joe en paz. Desde entonces Joe siente un gran afecto hacia Rupert, y no duda en ayudarle en ningún momento.

El encargado abría el paso entre la multitud que poblaba el cielo azul, con paso firme Arthur seguía sus pasos, de pronto alguien le abordó por detrás - pero qué diablos - pensó.

Sorprendido volvió la mirada, un tipo sonriente estaba ahí plantado, ni más ni menos que Rick Gaumont que me parta un rayo - solo pudo decir, junto con un efusivo saludo. Rick era muy distinto de Arthur quizá fuera eso por lo que le tenía un especial afecto, ese desparpajo, ese plante, esa forma de actuar que Arthur nunca sería capaz de tener.
¿Pero que diantres haces aquí? ... ohh ... eres incorregible , siguió con una pequeña risa, mientras le señalaba de forma disimulada la pequeña mancha de carmín que le asomaba en el cuello de la camisa, al parecer aún seguía teniendo ese imán con las damas, todo aquel del que Arthur carecía.

¿también recibiste la carta del profesor?- mientras siguieron el camino hasta la mesa disfrutando del ambiente generado por la banda de las 5 estrellas, prefería la música de los grandes clásicos pero no por ello dejaba de disfrutar del sonido especial que conseguían arrancar de esos instrumentos aquellos artistas morenos.

Allí habían varias personas ya sentadas un músico moreno de nombre Joe el profesor siempre fue un gran amante de la música, otro que al parecer también conocido del profesor, y otro tipo silencioso que no dijo nada.

- Buenas noches señores, Arthur Sharpe, un placer. Y éste de aquí es el señor Rick ..., bueno mejor que él se presente- dijo mientras tomaba asiento, hizo un gesto al camarero para atraer su atención - un bourbon - el cuerpo le pedía no demorar más la degustación de un buen licor en estos tiempos de sed. -Espero que el profesor no nos haga esperar demasiado , dijo sonriente a la espera de su ansiado elixir, miró curioso a sus compañeros de mesa en especial al tipo callado, al parecer nervioso, el repiqueteo de sus dedos no seguía el ritmo de la música.

Rick toma asiento a la derecha de su viejo amigo lanzando una rápida mirada a todos los presentes antes de presentarse.
—Como ya ha dicho Arthur mi nombre es Rick, Rick Gaumont. —Enciende un cigarrillo previamente liado con un efectista golpe al mechero y, exhalando una densa nube de humo, cierra sonoramente el mismo para continuar—. A él lo conozco de mi breve etapa como empleado de mantenimiento en Miskatonic... mi mala memoria y las fiestas de aquella época me impiden recordar si estudiabas o ya eras profesor adjunto.
No da tiempo al bueno de Arthur para responder.
—Hubo un tiempo en que también yo creí poder dedicarme a la música —comenta mirando hacia Joe—, pero supongo que nunca fui demasiado bueno con el piano y esa mitad de mis genes un poco más oscura que mi piel, la que supuestamente me otorgó cierta habilidad con la música, acabó siendo aplastada por otras facetas mucho más pálidas de mi personalidad.
Advierte un leve atisbo de reconocimiento en la mirada de Mathius.
—En cuanto a usted, ¿Novak? —Un delicado movimiento de cabeza para encararlo—. Aún no sabemos a qué se dedica y, bueno, está claro que nuestro silencioso y todavía desconocido acompañante no es nuestro anfitrión... así que, ¿quién diantres es usted?
Y aprovecha el paso de un camarero con una bandeja para pedir sin palabras, con un gesto de su mano, un whiskey canadiense y no uno de esos matarratas caseros que tanto abundan últimamente en la ciudad.

A pesar de todo, Novak no pudo más que esbozar una tenue sonrisa ante los comentarios del señor Gaumond. Al menos la velada no sería aburrida, por lo que se veía.

-Bueno, en realidad tampoco sabemos a qué se dedica usted -dijo Novak con tono divertido-. Aunque sin nunca duda podemos afirmar que se dedica a las mujeres -añadió reparando en la mancha de carmín. -Mi labor es algo más aburrida, verá, ejerzo la medicina, aunque eso es en la teoría; en la práctica curo resfriados y entabillo exterminades rotas.

Rick mira hacia Novak ofreciendo una tibia sonrisa mientras recoge sin mirar la copa que le tiende el diligente camarero de color.
—Siempre está bien contar con un matasanos a mano. —Finge un brindis hacia el doctor—. En cuanto a mí, supongo que podría decirse que me dedico al noble arte del comercio... en todas sus vertientes.
Un giro de cabeza hacia el orondo individuo que ya ocupaba la mesa antes de su llegada.
—¿Y usted? He de decir que me disgusta bastante beber con alguien a quien no conozco.

El desconocido os ignora, y cuando se vé obligado a responder, algo sucede...

Os dais cuenta que el desconocido está muy nervioso y que está sudando profusamente. Teniendo la cara muy sudada.

Aunque mira hacia la banda, no parece que escuche la música.

La banda acaba de finalizar de interpretar "Doctor Jazz" y se lanza a tocar "Clarinet Marmalade.

De pronto una puerta situada tras la mesa se abre de repente y de ella sale lentamente un negro alto y delgado, vestido con traje, que lleva una brillante trompeta en las manos.

El hombre echa un vistazo al local y parpadea, con la clara intencion de llegar hasta el escenario, pero el Desconocido y los investigadores le impiden el paso, sentados como están alrededor de la mesa.

El trompetista vacila, y salta a la vista que ha tomado alguna copa de más. A continuación, estudia las caras de los que le bloquean el paso y decide pedir permiso al Desconocido...

Señor, me he perdido entre bastidores. Esto... ¿Sería tan amable de dejarme pasar?. Le pido disculpas por las molestias.

El desconocido tendría que ponerse de pie para dejar pasar al negro, pero ni siquiera sus nervios a flor de piel sirven para que tenga mejores modales...

Prueba por otro sitio, muchacho, o haré que te echen. Responde con sequedad.

La mayoría de vosotros estáis familiarizados con la vida nocturna de la ciudad o con el jazz, y reconocéis al negro como Leroy Turner, un excelente y joven trompetista que está pasando por una mala racha.

Turner, agacha la cabeza y dice:

Disculpe, señor. Disculpe, disculpe...