Partida Rol por web

La puerta empieza a abrirse y Mei pone todas sus fuerzas para impedirlo. Desde el otro lado empiezan a forcejear hasta que la fuerza con la que abren es tal que lanzan a Mei al suelo. Por el marco de la puerta abierta un soldado con el pomo en las manos, detrás de él un hombre de rostro hirsuto rodeado de dos soldados más. El hombre al que algunos quizá conocéis como al nuevo director de L-Block, el actual nombre de la antigua corporación El Bloque, grita: Pero que cojo... cuando ve el panorama del pasillo. La puerta corta cualquier posible continuación a aquella frase, cuando Duarte pulsa la consola la puerta por impulsos magnéticos o a saber que tipo de sistema automático, se les cierra en las narices. Lejos de conseguir ningún efecto cómico, aquella puerta de metal encajando al vacío con la fuerza de un camión cercena, literalmente, el brazo de uno de los soldados que había empezado a internarse: mira por donde tenéis otra pistola.
Hijos de puta, os mataremos!!! vamos a mataros!! grita una voz diferente a la de aquel "Pero que cojo..."
La voz que sí le pertenece, dice con tono glacial: Traed las lanzas térmnicas. Y un médico. Y que sea Ya

Apenas un suspiro fue lo que escapó del aliento contenido en los pulmones de Duarte. No perdió el tiempo y salió apresuradamente de la cabina de la consola.

-¡Rápido güeras! -dijo al tiempo que miraba los dos cuerpos en el suelo, el dormido y el fallecido. A su lado, brillaban dos puñales, los que había dejado sin recoger. Se agachó, los recogió y uno fue a parar a su mochila, como si fuera víctima del síndrome de Diógenes. El otro permaneció en su mano-. Debemos irnos y no podempos cargar con él. Ni dejar enemigos atrás. Hay que quitarle eso -señaló el extraño aparato del cuello del que había sido acertado por Mei con sus tranquilizantes. No fue especialmente delicado y lo sacó de un potente tirón para luego tendérselo a Alex-. Tome, Alex y guárdelo.

Bajo la luz blanca, el cuchillo apenas fue un relámpago de brillo acerado. La hoja se introdujo desde la barbilla hacia el cerebro, en un gesto que hizo que apenas brotara sangre en un primer momento.

-Debemos irnos -se incorporó. A un lado, el traje con la máscara del hombre que acababa de matar a sangre fría. Una sonrisa cruzó por su rostro, como fauces de un depredador. Limpió el cuchillo contra la pernera del mono y lo guardó en la mochila, cada vez más pesada, algo que pronto dejaría de ser así con el reparto-. Mei, recoja esa pinche pistola, hágame el favor. Yo me llevo también esto -el uniforme y sus accesorios pasaron a sus manos.

Cuando el brazo cercenado del hombre cayó delante de ella soltó un pequeño grito involuntario, pero se recuperó pronto, sobretodo gracias a las palabras que Duarte le dijo:

-Mei, recoja esa pinche pistola, hágame el favor. Yo me llevo también esto.

No había un momento que perder y no podía permitir que la duda le impidiera actuar. Se levantó, guardó el arma que ya poseía y cogió la pistola abriendo la mano que aún la sujetaba, no sin cierto asco. En ese momento no tenía muchas opciones ni opiniones al respecto de qué podían hacer, pero vió que Pedro estaba recogiendo equipo y se dispuso a ayudarle en lo que hiciera falta: el hombre parecía estar trabajando en un plan de acción.

Rápidamente se acercó a sus compañeros y dijo directamente a Pedro:

- ¿Tienes algún plan? Te ayudaré en lo que haga falta

Y con estas palabras dichas con total convicción, sin que le temblara la voz y mirando diractemente a los ojos de Duarte, se preparó para acatar las posibles órdenes con diligencia.

Pedro le tendió el extraño colgante que llevaba el soldado...justo antes de apuñalarlo...Habían habido muchas muertes desde que entraron, pero ninguna a sangre fría como las de los dos soldados, sobre todo la que el mexicano acababa de cometer. Alex reprimió una pequeña arcada, no era momento y se repitió que eran ellos o aquellos...y por supuesto prefería que fueran aquellos.

Mei se reunió con ellos. Tenían que pensar y actúar rápido...

- Podemos poner un par de cargas en la puerta de entrada y otro par por la que pasemos para derribarla y evitar que nos sigan, en caso de que las dos primeras no surtan el efecto deseado. Y tampoco estaría de más destrozar la consola. Quién sabe lo que estos tipos saben de este lugar y como usarlo en nuestra contra...- evidentemente hablaba sin tener ni idea, pero no se le ocurría otra cosa...no sabía cuan potente podría ser la explosión del C4, ni si daría los resultados que ella pensaba...ver McGyver y el Equipo A en su infancia, podía no ser la mejor escuela al respecto. Miró a sus compañeros mientras se colocaba el auricular y amartillaba la escopeta preparándola para reventar la consola o lo que viniera.
 

-¿Y si elegimos la pinche puerta sin salida? -fue la respuesta de Duarte al comentario de Alex. Optar por un pasillo y no saber si había salida los dejaba en una situación en la que acabar con las opciones de regreso no era buena idea-. Ya oyeron, ¿no? Tienen médico, se preocupan por el pinche manquito y quieren matarnos. Vendrán a ver si ellos están bien -señaló a los cadáveres-. Una bomba ahí, bajo los calzones y quizá nos libremos de algunos. La pinche consola. Miedito me da hacerla volar como tordo de campanario. Mas órale, ¿por qué no? ¿Pero cuánto se demorarán esos charros en abrir la pinche puerta? -el tiempo era la gran baza. Si acertaban con el tiempo, habría víctimas y por lo tanto menos enemigos. De no acertar, solo habría humo y cascotes y el deseo de darles caza se acrecentaría-. Pero que sepan que deben temer a estos coyotes. Güeras, esto es malo. Pero de ellos podemos defendernos, podemos verles llegar -dijo mientras manipulaba los temporizadores, con una expresión de duda acerca de lo que tardarían en abrir aquella puerta, y los ponía a tres minutos y tres minutos y medio respectivamente, uno bajo los calzoncillos de uno de los muertos. El otro se lo tendió a Mei-. Póngalo dentro de la cabina, bajo la consola, invisible a la simple mirada, güera. Y luego entremos en el primer pasillo, a la carrerita y escondámonos si podemos, silenciosos como pinche puma. Pero antes de ello, ustedes me ayudarán a disfrazarme, güeras, a hacerme pasar por uno de ellos -alzó un tanto el uniforme y una sonrisa macabra se dibujó una vez más en su boca. Sí, tenía un plan. Y en ese plan había un objetivo. Proteger a su manada-. ¡Corran! -e hizo lo propio dirigiéndose al primer pasillo, mientras se santiguaba-. Alex, ilumine.

Mientras Mei pega el explosivo Alex arrastra uno de los dos cuerpos también a la garita, si ven los dos cuerpos desnudos no les cuadrarían las cuentas de ver aparecer un tercer soldado. Cuando Duarte les comenta el plan del disfraz Mei ayuda rápidamente a vestir a Duarte mientras Alex hace lo mismo con el único cadáver que han dejado, solo os quedáis de su uniforme el chaleco antibalas y la máscara. El explosivo Duarte lo ubica en el mismo bolsillo del que había salido y luego lo sentais con la espalda y la cabeza reposadas contra la pared, como si estuviese tomando un descanso.
Salís corriendo dejando la trampa preparada, tan rápido que en la puerta aún no ha aparecido el circulo rojizo que indicaría que la lanza térmica ya está en completo funcionamiento.
Os detenéis flanqueados por ambas puertas de cuarentena, a lo lejos la puerta de la capilla, a vuestras espaldas la trampa. Es hora de decidir.

Pedro no tenía mucha escuela, él mismo lo decía, pero era indudable que era listo. Alex, al igual que hizo Mei, siguió las órdenes del mexicano y un poco más. Escondió en la garita uno de los cuerpos mientras Mei ayudaba a vestirse a Pedro, y sacó su linterna de la mochila. Todo estaba listo, y no quedaba mucho tiempo.

A la voz de "¡¡Corran!!"  no se lo pensó dos veces y salió corriendo hacia la primera puerta que habían abierto, con la linterna en una mano y la escopeta en la otra, el haz de luz intentó iluminar la boca del lobo por la que iban a entrar en unos segundos...No miró a atrás, pero sabía (esperaba con toda su alma) que sus compañeros la seguían...

Como alma llevada por el diablo, el trío operó como una máquina perfectamente engrasada y en un tiempo imposible de medir lo prepraron todo para que el enemigo cayera bajo una trampa mortal y ellos conquistaran una mínima ocasión de supervivencia bajo la forma de confusión y unos preciados segundos.

Los explosivos aguardaban hábilmente escondidos a que las poco incautas presas cayeran bajo su mordisco de plástico y fuego, mientras Duarte se alzaba como un soldado más entre ellas. Cortó una tira de la cinta americana que recogió de Alex y se la enrolló en un dedo, de tal modo que ellas pudieran distinguirlo de los demás llegado el caso.

Alex salió corriendo y él no hizo otra cosa que seguirla. La dirección la marcaba ella y él confiaba en su decisión, fuera esta la que fuera. Las mujeres siempre tenían un instinto más desarrollado. Era la razón por la cual en aquel pequeño grupo habían dos hembras y un solo varón.

-Veremos lo que esconde la pinche guarida, pero esperemos que puedan ocultarse, güeras. Yo no lo haré. Espero poderme mezclarme entre ellos cuando nos busquen. Pero es mucho hablar y por la boca muere el pez -dijo mientras corría-. Y cuando lleguemos, Mei, le daré lo suyo -señaló palpando a la carrera la mochila.

Tras ultimar los preparativos en lo que a Mei le parecieron horas pero que en realidad fueron escasos minutos, Alex salió corriendo y Pedro no tardó en seguirla. La chica asiática no se quedó atrás, y mientras corría junto a sus compañeros no pudo evitar sentirse... alegre. Sabía que era un sentimiento absurdo, que en aquella situación nadie podía estar feliz a no ser que hubiera perdido la razón, de lo cual tampoco estaba muy segura. Pero sonreía. Puede que en unos minutos estuvieran muertos, o que horrores innombrables les esperaran tras aquella puerta, pero en ese instante estaban vivos y juntos, y por extraño que pareciera Mei no hubiera deseado estar en otro lugar.

Pedro le dijo que le pasaría parte del equipo en cuanto llegaran, a lo que ella asintió y dijo un breve "OK". Notar el peso de la pistola en su mano derecha era todo cuanto necesitaba en ese momento, lo cual era asombroso porque nunca se había familiarizado con las armas de fuego ni las había usado. Sin duda podría acostumbrarse a llevar una encima a partir de ahora...

Al llegar a su destino y justo antes de atravesar aquel umbral, Shan Mei no puedo evitar decir:

"...Conviérteme en medio del camino... en una luz esquiva que se disuelva en la noche"

Entrais en aquel nuevo espacio oscuro cerrando tras vosotros, aunque sabéis que -para bien o para mal- la puerta no está bloqueada. La superficie bajo vuestros pies os parece extraña y Alex, tras iluminar unas con la interna una pared frontal a unos cinco metros enfrente vuestro e intentar iluminar sin éxito unas paredes laterales, enfoca con la linterna el suelo que os devuelve el destello. Buscáis a tientas alguna luz cerca de la puerta y la encontráis. La habitación se ilumina y en un primer momento, por las proporciones y lo vacío de la estancia, creéis que habéis entrado en un ataud. La estáncia mide unos cinco metros de ancho y unos veinte de largo, razón por la cual Alex no había conseguido iluminar las paredes laterales. Incomodados por una extraña sensación observáis bajo vuestro: el suelo és un grueso vídeo transparente. Este es solo el techo de un inmenso acuário lleno de cuerpos humanos "de pié", atados a camillas metálicas verticales y con mascarillas de oxígeno que lucen, todos, una lucecita roja que parpadea. Los cuerpos parecen ya despellejados de tanto tiempo en el agua, sus cabellos cortos o melenas cogidos en coletas danzan en el agua, medio desprendiéndose. Todos van vestidos con monos azules que aguantan aquella situación mucho mejor que sus dueños. En sus cuellos aquellos desgraciados lucen todos sendas cruces de plata.
En el centro de la estancia hay una consola metálica de un metro por un metro de ancha, adherida al suelo de cristal.

Mei se sentía dirigida, llevada a remolque por sus dos compañeros, no por culpa de Pedro o de Alex, claro, sino por su propia falta de iniciativa. Por eso en cuanto entraron y cerró la puerta buscó a tientas un interruptor en las cercanías, pulsándolo en cuanto lo encontró y se dispuso a actuar. La habitación que podía ver era del todo menos normal, pero aquel sitio le había preparado ampliamente para no sorprenderse ante prácticamente nada. Sin embargo, los cuerpos que podían verse en el acuario que veían bajo sus piés era lo suficientemente perturbadores para arrancarle una mueca de asco a la chica asiática. Los monos, las cruces... todo demasiado familiar como para no relacionarlo con ellos mismos.

Se fijó entonces en una especie de panel de control que estaba en el centro de aquella estancia. Sin perder tiempo se acercó y dijo, susurrando:

-"A ver que tenemos por aquí..."

-Un pinche acuario de cadaverizados cruciformes -dejó caer de su boca Pedro, cuando a la luz de la estancia encendida por Mei fue posible ver el tétrico suelo y el contenido que yacía bajo él-. Si hay justicia en el mundo o en el cielo, el pendejo que hizo esto debería arder en el putísimo infierno agarradito a mi mano.

Vio cómo Mei avanzaba hacia la consola. Por su parte dudó un instante. Si de él dependiera, se marcharían de allí rápidamente.

-¿Está segura güera? Acá no hay salida. No a la vista. Y tras nosotros están esos pendejos. Y por esos pobres diablos poca cosita podemos hacer nosotros. Preferiría ir a otra sala. La de la cruz pues de seguro que la otra pinche cámara de cuarentena es la mesma cosa que esto.

Suspiró al verla concentrada en hallar algo. Tomó del brazo a Alex y la conminó a acompañarle hasta Mei.

-Juntitos, no vaya a ser que el pinche suelo se nos abra bajo los pies y caigamos a la pecera de muertos. Cerca de esa cosa -señaló la consola-, será más seguro, si es que acá hay seguridad.

Maniobró rápidamente y extrajo de su mochila algunas cosas que metió en la de Mei, colgada a su espalda, tras abrirla. Las cajas de morfina, la beretta y los tres cargadores de la misma que Alex no había cogido pasaron a ser posesión de la asiática, así como un cuchillo. Sacó a su vez tres raciones de comida y el agua correspondiente y las repartió.

-Coman y beban, güeras. A saber si podemos volverlo a hacer -dijo al tiempo que engullía lo suyo sin placer alguno, simplemente por fortalecer su cuerpo.

Cuando acabó, apenas unos pocos segundos después, su escopeta apuntaba hacia la puerta de entrada.

Mei se acuclilla frente a aquella consola y vé que es muy similar a la de la garita del pasillo que habían abandonado. De hecho cualquiera que esté cerca lo puede ver: una consola reluciente con una ranura para una tarjeta y cuatro botones dibujando un rombo alrededor de la misma. No hay más indicación.
Mientras comentáis escuetamente que hacer y algunos estáis acabando de dar algun bocado esucháis un sonido fuerte y poderoso que hace temblar levemente el suelo. Tras este se escuchan aullidos desesperados de dolor acallados por las paredes. Luego otro estrepito fuerte que hace parpadear las luces de toda la estancia y temblar con más violencia aún el suelo, y que crea una grieta en el suelo de cristal que se dibuja desde la esquina más cercana y contigua a donde estaría ubicada la garita hasta la esquina contraria, atravesando toda la estáncia como un relámpago irregular. Luego, de esta grieta, empiezan a nacer otras más pequeñas y silenciosas que hacen que el suelo empiece a vibrar de manera tenue. El cristal emite un sonido quejadumbroso que acalla los gritos de dolor procedentes del pasillo.

Alex parpadeó unos segundos cuando la luz iluminó aquella estancia, y ahí estaban, en mitad de un acuario psicótico y retorcido. Reaccionó cuando Pedro tomó su brazo, giró su cabeza y lo miró a los ojos, para dejarse llevar a dónde estaba Mei. Si, era mejor estar juntos, en ese lugar habían aprendido a que no era buena idea separarse aunque fueran unos minutos.

Cuando Pedro le tendió las provisiones, su estómago comenzó a rugir...había pasado mucho tiempo desde comiera por última vez...o no....no lo sabía ya, aunque daba igual. Pero se quedó con las ganas. Las luces temblaron, las paredes temblaron y un estruendo resonó por todo aquel lugar, un estruendo que indicaba que la trampa había funcionado, o al menos en parte. Se encogió por instinto, mirando a todos lados. No podían saber hasta que punto habían dañado al enemigo, si quedaba alguno en pie o no. Pero entonces, algo llamó su atención sobre toda aquella situación...

- ¡El suelo!..- exclamó mirando hacia abajo - Se está agrietando..- el crujido del cristal bajo sus pies le recordaba al sonido de una capa fina de hielo..craaaack craaaack...Y por un instante tuvo miedo de moverse...Quizá podrían volver al pasillo e intentar otra puerta...pero ¿y si no habían logrado acabar con todos los soldados?...como odiaba los dilemas!!

Mei estaba dando buena cuenta de su ración de comida, que por cierto le estaba sabiendo a gloria, cuando se escuchó el primer sonido y el primer temblor los sacudió levemente. Gritos, carreras por los pasillos, ecos que no se podían identificar... Pero no duró mucho, porque un estruendo y otro temblor les hizo partícipes de aquel caos que se escuchaba, ya que el suelo sobre el que se encontraban, completamente de cristal, empezaba a cuartearse.

- ¡El suelo!.. Se está agrietando..- Exclamó Alex, a lo que Shan Mei respondió: -No podemos quedarnos aquí, aunque signifique arriesgarse a que nos peguen un tiro deberíamos probar suerte ahí fuera...

Aunque su voz no transmitía demasiada confianza en sus palabras, lo que estaba claro es que caerse al agua solo serviría para empeorar la situación. Empezó a moverse con cuidado hacia la puerta por la que habían entrado, temiendo con cada paso que daba quebrar aquel vidrio que les separaba del macabro acuario que veían bajo sus piés. Giró la cabeza levemente y dijo a sus compañeros: -Vamos.

Estaba dando un largo trago al botellín cuando sonó la primera explosión acompañada de gritos de dolor que a Duarte le sonaron a música celestial. Pero los ecos de la segunda bomba tuvieron un efecto inesperado. El suelo, como una pista de hielo, se agrietó de parte a parte haciendo su posición más vulnerable. Alex parecía concentrada en algo tra su grito de alarma, olvidada de la consola. Mei, por su parte, parecía dispusta a jugarse el pellejo recibiendo una bala.

-¡Deténgase güera! -ordenó más que gritó a la asiática en un siseo-. Si sale la matarán esos pendejos. Están asustados y furiosos y desearán venganza. A la que la vean, le darán matarile. Y nos expondrá a nosotros. La pinche consola es nuestra oportunidad. Ya es tarde para salir -proclamó mirando el tablero con el dibujo romboidal a base de botones y sacando una tarjeta de un bolsillo, aquella que había pertenecido al simio que mató a Mich, la pasó por la ranura pertinente sin llegar a pulsar ningún botón-. Pero hagamos lo que hagamos, debemos hacerlo juntitos. Y si marchamos, mejor arrastrarse por el pinche suelo como serpientes. Menos peso y menos riesgo de romper el suelo. Decidan ustedes, pero decidan ambas.

Mei se quedó congelada tras el aviso de Pedro. Tenía razón, sobretodo en la parte del cristal. Había confiado en que si salían lo suficientemente deprisa el suelo podría aguantar, pero las grietas ya se extendían por la superficie de manera muy preocupante, lo que lo hacía un trayecto muy peligroso. Se giró lentamente y con cuidado hacia ellos.

-"Es cierto, perdonad"- Dijo en un susurro.- "¿Que hacemos Alex?".- Continuó diciendo mientras miraba a la chica. Sacó de nuevo la pistola y la empuñó en su mano derecha. Si les sorprendían allí dentro no dudaría en abrir fuego contra cualquiera que se atreviera a cruzar aquella puerta.

En el momento que Shan Mei se encamina hacia la puerta la mitad por la que camina se hunde unos centímetros, de manera que Alex tiene la sensación de que sus compañeros de repente se han hecho más bajitos. Cuando se detiene, el suelo deja de hundirse, pero se siguen escuchando esos clack CLACK clack cleck clACK a medida que las venas a las que se asemejan las grietas se siguen extendiendo.
Duarte inserta la tarjeta de El Puño en la ranura y los pulsadores se iluminan: los de los laterales del rombo de color azul, el superior se ilumina de blanco y la inferior de verde.

Los alaridos del pasillo empiezan a silenciarse al ritmo de disparos. Algo os hace intuir que se han quedado sin médico.