Partida Rol por web

Cuando Strumni se disponía a responder a Tressa el anciano Runi salió ofreciendo nuevas acerca de la princesa. El broche era sin duda una pieza clave y era un muy buen indicio. Al escuchar al anciano ordenar a su pájaro que les guiara el enano pidió un instante con la mano.

—He encontrado unas huellas que salen de la parte trasera de la granja y avanzan. Por el tamaño y el peso de las mismas se trata de alguien joven. Son de una única persona y la única que ha podido estar a solas es la princesa. Lo que quiere decir que se fue por su propio pie. No he encontrado el rastro de nadie más.

Tras aquellas palabras respiró con profundidad e hizo un repaso de su equipo para cerciorarse de que todo estaba donde debía estar, una pequeña manía nerviosa. Cuando terminó miró al resto de los presentes y asintió dejando claro que él estaba listo para ir en busca de la princesa si era necesario.

Svartfloy echó a volar y puso rumbo al sureste. Curiosamente, aquella era la misma dirección que seguían las pisadas que Strumni había encontrado junto a Tressa. Aquello reforzaba la teoría de que era el camino que la princesa había tomado.

Siguieron al ave negra durante al menos cien pasos, y entonces el cuervo se posó en el camino y picoteó el suelo para dar a entender que ese era el punto donde había encontrado el broche. Las pisadas de la princesa, efectivamente, llevaban también hasta allí. Daba la impresión de que Ingelyn se había detenido y se había dado la vuelta por algún motivo. Pero después, sus pisadas continuaban adelante en dirección al camino y los bosques que había tras ellos. No pudieron ver nada más que se saliera de lo habitual.

Antes de partir en busca de la princesa debían tener algunas consideraciones.

-Alguien tiene que quedarse aquí. Los chicos podrían volver en cualquier momento, por no hablar de cuidar a los heridos un poco más.-

Miró a Sven.

-Nosotros iremos en busca de la princesa. Y volveremos lo antes posible, procurad estad listos para cuando lo hagamos pues seguramente iremos con prisas.-

Se giró a Gunnar. No le gustaba lo que le iba a decir, pero tenía que hacerlo igualmente.

-Gunnar. No te voy a mentir diciendote que seguro que Ylva estará bien, pues no lo sé. Pero la princesa nos necesita, y al contrario que tú hija ella está sola. Ylva está con Glyrhel y Mara. Y tienen más posibilidades de salir bien parados. Ingelyn no. Por favor. Ayudanos en la busqueda. Si logramos alcanzarla a buen seguro que vamos a necesitar tú espada.-

No dijo más. Pues no podía ni imaginar lo que debería estar sucediendo en la mente del guerrero en esos instantes. Pero confiaba en que tomara la decisión correcta, que no la que él querría. Así que se preparó para seguir a Svartfloy hasta donde encontró el cierre de la capa de la princesa.

Una vez allí no tenía muy claro de qué hacer a continuación.

-¿Y ahora? ¿Algún rastro discernible?-
 

Gunnar se permitió sumirse en la autocompasión y la melancolía durante unos momentos, pero ya aquello había pasado. Dígase una cosa de Gunnar: estaba cabreado, cabreado y decidido.

— Tienes razón como casi siempre, viejo sabio —respondió el capitán con solemnidad—. Por supuesto que los acompañaré, sé cuál es mi deber... por mucho que me duela tener que dejar de lado a mi hija —concluyó.

Aprovechando las palabras de Runi, Gunnar dio órdenes a Olaf y a Fygrod de permanecer con Sven, tendrían que asegurar la cabaña y tener todo a punto para partir tan pronto volvieran. A los enanos... bueno, ellos se mandaban solos, ya decidirían si iban. Tressa los acompañaría, pues podría decirse que estaba más fresca que los miembros restantes de la comitiva.

— Dependemos de ti, camarada —dijo a Strumni, mirando intercaladamente el rastro, los bosques y al enano. Rastrear no era lo suyo, él era un guerrero, y confiaba plenamente en las capacidades del montaraz.

El enano escudriñaba cada paso que daban y cada pequeña huella que encontraban por el camino. En sus manos estaba su ballesta, sujetada con firmeza y lista para abatir a cualquier posible peligro que se les presentara. Ojalá fuera tan sencillo como eso, combatir contra lo que fuera que tenía a la princesa y rescatarla. Sin embargo se temía que la resolución del problema no sería tan sencilla.

—Mi desconocimiento sobre la magia es casi absoluto pero ¿cabría la posibilidad de rastrear la magia con la que nos atacaron como hacemos con las huellas? Quizás eso nos ayude —dijo el enano mientras no levantaba la vista de las huellas. Pese a que no miraba a nadie sabía que posiblemente una única persona podría responder a su pregunta.

Asintió a las palabras de Gunnar y volvió a concentrarse en su trabajo. Necesitaba rastrear cada pequeña pista y conseguir identificar una buena forma de seguir el rastro de la princesa. No era poca presión la que tenía sobre sus hombros en aquel momento.

Tressa iba siguiendo al grupo por detrás mientras comprobaba de vez en cuando la retaguardia. Debido a lo de ayer, ya no podía bajar la guardia, sentía que en cualquier momento alguien podía atacarles por la espalda. Quizá estuviera siendo algo paranoica, pero en mitad de la noche alguien que no pudieron identificar les echó un hechizo del sueño que les durmió en contra de su voluntad, en su cabeza la paranoia estaba completamente justificada.

Escuchando la conversación que estaban teniendo, pudo entender un poco más lo que pasaba con ese segundo grupo del que había oído hablar. Parece que entre ellos se encontraba la hija de Gunnar, seguro que debía estar muy preocupado por ella. ¿Pero qué se supone que hace una niña en una misión tan peligrosa? Debía tener sus motivos, claro estaba, deseó que les hubiera ido bien y volvió a dirigir su mirada hacia los alrededores.

No pasó mucho tiempo de rastreo hasta que Strumni se dio cuenta de algo evidente. A partir del punto en el que se encontraban, las huellas de la princesa se espaciaban y se hacían más profundas. Por algún motivo, Ingelyn había llegado hasta allí andando... pero había continuado corriendo.

Runi sabía que había maneras de hacer lo que el enano sugería, aunque no era sencillo y dependía de muchos factores. El hechizo era relativamente reciente, pero los rastros de magia se iban disipando a medida que el tiempo pasaba. Además, existían métodos para camuflar el uso de magia y un hechicero tan poderoso como para llevar a cabo el encantamiento de aquella noche seguramente los conocería.

Pero tampoco se perdía nada por intentarlo...

Tressa estaba pensando en aquellas cosas cuando distinguió algo entre los árboles en la distancia. No estuvo muy segura de qué se trataba, pero le había parecido ver algo muy claro, casi blanco, moviéndose entre los arbustos. ¿Algún animal...? Pero su instinto rara vez fallaba, y algo en el ambiente hacía que se sintiera observada...

Esperaron mientras Strumni se concentraba en los rastros que habían quedado en la zona y se esforzaba por sacar de ellos más información. Las huellas de la princesa continuaban claras y no tendrían problemas para seguirlas, pero no era buena idea continuar sin más y arriesgarse a dejar atrás alguna pista importante.

Mientras tanto, el sol continuaba alzándose y había alcanzado ya los dos dedos por encima de la línea montañosa del horizonte. El clima se hacía un poco más agradable.

Runi negó lentamente con la cabeza.

-Desgraciadamente lo que pides necesita de un tipo muy específico de magia. Algo que yo no tengo. Además, quienquiera que haya sido el que nos ha lanzado el encantamiento es poderoso. Ha de serlo para haber podido afectar a todos desde tanta distancia. Y esas personas suelen tener medios para enmascarar sus acciones.-

Aun así el viejo skaldi aprovechó un parón momentaneo en el lugar donde encontraron el medallón de la princesa para cerrar los ojos y tratar de concentrarse en el Don.
Daba igual los fines para que cada usuario de magia los usara. La fuente primordial era la misma. Si había algún rastro de lo que había pasado allí, sobretodo de alguien fuerte, tal vez hubiera alguna débil muetras que les pudiera ayudar.

Abrió los ojos enfadado consigo mismo.

-Maldito viejo. Ya apenas eres capaz de nada. Y en ésta ocasión no te juegas tú cuello. Si no el de Ingelyn. Más te vale hacerlo mejor que hasta ahora.-

¿Qué era eso? Algo ahí  se estaba moviendo, en un bosque es normal que haya alguna agitación causada por animales salvajes, pero ¿y si no fuera un animal salvaje? Tressa quería averiguar lo que era, algo le daba mala espina y no creía que fuera simples imaginaciones suyas.

- Veo algo allí - Habló a los demás sin apartar la mirada del bosque, no quería perder lo que fuera eso de vista. - Quizá solo sea algún animal del bosque, pero solo por si acaso voy a comprobarlo.

Luego se dirigió hacia aquello que se movía despacio e intentando hacer el menor ruido posible. Sostenía su espada cerca lista para defenderse en caso de que fuera necesario, no estaba de más ser precavida ante algo desconocido.

Agachado comprobaba las huellas que la princesa había dejado a su paso. Sus años de experiencia le permitían leer las pequeñas variaciones que presentaba el terreno. El enano gruñó primero y luego asintió varias veces sin hablar con nadie. Tras unos instantes de duda se puso en pie mientras escuchaba las palabras de Runi.

—El rastro de la princesa no es complicado de seguir pero... creo que estamos pasando algo por alto.

Tras decir eso el enano levantó la mirada tratando de encontrar alguna pista en el aire, algo que le ayudara a formar un relato completo de lo sucedido. No tuvo mucha suerte hasta que Tressa habló.

—¡Cuidado! —La advirtió—. En este punto las huellas de la princesa indican que comenzó a correr, puede que algo la asustara o la pusiera en peligro. No sé que has visto pero ve con cuidado. Te cubro.

Mientras pronunciaba aquellas palabras, el enano volvió a apuntar con su ballesta en la dirección que se movía Tressa escorándose para no apuntarla a ella.

Runi trató de concentrarse en cualquier influjo mágico que pudiera sentirse en la zona, invocando su sensibilidad especial para la magia. No conocía conjuros realmente eficaces para ello... pero incluso así pudo sentir restos del hechizo que les había hecho caer dormidos. Habían pasado horas desde entonces, pero todavía se podía sentir, tenue y difuminado. Su potencia debía ser brutal...

También notó otra cosa, aunque no hubiera podido decir de qué se trataba. Pero fuera lo que fuera, era algo oscuro y maligno, de eso no le cabía duda alguna.

Tressa y Strumni comenzaron a acercarse a los arbustos en los que habían creído distinguir algo... pero no pudieron dar muchos pasos antes de que una figura saliera de ellos, tambaleándose como un hombre ebrio. Y sin embargo, no era un hombre... o mejor dicho, había dejado de serlo hacía tiempo. Era un esqueleto, y se mantenía erguido por su propio pie, aunque trastabillaba y se tambaleaba como si estuviera a punto de derrumbarse. Llevaba una espada herrumbrosa y un escudo abollado, y su cráneo estaba cubierto por un casco de factura skaldi. No cabía duda, aquél era el cadáver de un guerrero, muerto hacía años y alzado por algún tipo de magia prohibida.

Un escalofrío recorrió la espalda de los cuatro compañeros, como si les hubieran sumergido en un lago de hielo. Los rumores de cadáveres andantes habían resultado ser ciertos. Y la princesa Ingelyn había tomado el camino que llevaba justo hacia ellos.

Runi no tenía muchas esperanzas de notar nada, por eso se sorprendió cuando lo hizo. Se sorprendió y se asustó, pues si lograba hacerlo era porque el hechizo había sido lanzado por alguien muy poderoso. Algo que ya sospechaba pero eso lo confirmaba.
Pero también notó algo más. Justo cuando Tressa dijo que había notado algo, y Strumni le decia que tuviera cuidado, el viejo skaldi lo notó. Una presencia maligna.
No obstante, antes de que pudiera decir o hacer nada, ésta hizo acto de presencia. En forma de un no muerto.

-Mierda. Estamos muy jodidos.-

La visión de aquella cosa podía causar pavor en la mayoría de personas. Incluso Runi que había visto mucho no pudo evitar dar un paso atrás. Pero no podían permitirse retroceder, no ahora. La princesa dependía de ellos.

-Atacad rápido y fuerte. No le dejéis oportunidad de que ataque él.-

Gunnar se quedó mirando al muerto viviente durante varios segundos. El capitán había mirado el rostro de la muerte en muchas ocasiones, pero nunca de una manera tan... literal y vívida, y aquello le tomó por sorpresa. Sin embargo, era tanto un enemigo como un obstáculo, y había sólo una resolución posible, por lo que desenvainó su espada con presteza y cargó contra el muerto viviente con la intención de asestarle un tajo en el brazo que sostenía la herrumbrosa espada. No tenía duda de que las armas naturales del esqueleto también serían peligrosas, pero la principal amenaza provenía de aquel antiguo filo.

Cuando Gunnar atacó al esqueleto, este alzó el brazo de la espada para defenderse... pero fue demasiado lento. El golpe del capitán skaldi lo alcanzó a la altura del codo y rompió la articulación como si fuera una ramita. La espada y el brazo cayeron al suelo... y después, todo el cadáver se desplomó como si fuera un simple montón de huesos viejos. 

Daba la sensación de que aquellos insepultos no eran tan terribles como les habían contado, pero algo les decía que en realidad no debían confiarse.

Runi podía notarlo. Aquél montón de huesos estaba imbuido por un poder oscuro, que se disipaba poco a poco. Por algún motivo, el hechizo que había levantado de sus tumbas a aquellos cadáveres se estaba debilitando. Tal vez quien quiera que los estuviera controlando necesitaba descansar, pues los poderes nigrománticos eran bastante complicados de invocar y muy exigentes con la resistencia del hechicero que los empleaba...

Aguantó el disparo, la ballesta no era la mejor arma para enfrentarse a esa clase de enemigos. Algo más contundente como una espada o una maza, eran mejor opción. El capitán Gunnar confirmó sus especulaciones cuando de un certero y potente tajo mandó al esqueleto al suelo del que nunca debió levantarse. Una bocanada de aire salió de los carrillos del enano, algo más relajado ante la destrucción del enemigo dijo.

—Tenemos que reanudar la marcha, los motivos para preocuparnos de la princesa son mayores ahora.

Strumni no soltó su ballesta, ni la descargó, pues estaba convencido de que la necesitaría de nuevo en un tiempo reciente. Tras echar un vistazo a sus compañeros para comprobar que todos estaban enteros, cosa que ya sabía, se adelantó. Con unos pocos pasos llegó a la zona de la que había salido el esqueleto y echó un vistazo por si identificaba el rastro de más de ellos. Con suerte aquel era un único esqueleto perdido y no tendrían que combatir contra más.