Partida Rol por web

Se pusieron en marcha sin perder tiempo, tratando de pasar desapercibidos entre los arbustos y árboles del bosque. Aquí y allá pudieron ver más esqueletos, algunos vagando sin rumbo, otros dando vueltas en círculos y otros parados con la mirada fija en el cielo o en el suelo. Ninguno de ellos supuso un problema, y además pudieron mantenerse ocultos casi todo el tiempo.

Por fin, llegaron a un claro en el que encontraron una curiosa construcción. Un cubo de piedra de unos cuatro metros de alto, que parecía internarse en la tierra, y estaba decorado con motivos geométricos típicos de los enanos. El esqueleto lo señaló, dando a entender que era la ruta que había tomado la princesa. Tenía aspecto de ser una entrada a los Caminos Enanos. Sin embargo, estaba sólidamente cerrada.

Strumni estaba sorprendido. Aquella era, efectivamente, una entrada a los Caminos Enanos. Pero las runas grabadas en la puerta de piedra indicaban que era una entrada sellada mágicamente, y nadie debería haber sido capaz de atravesarla.

Algunas veces, los túneles enanos se sellaban cuando se volvían peligrosos. Quizá un temblor de tierra los volvía inestables, o se veían invadidos por criaturas inmundas, o algo por el estilo. Pero en esos casos, sus accesos exteriores e interiores se sellaban para aislarlos hasta que volvían a ser seguros. Algunos llevaban muchos años así y ese en concreto era de los más antiguos, Strumni lo conocía bien. ¿Cómo era posible que la princesa hubiera logrado entrar en él? En cualquier caso, si realmente se había metido ahí, Ingelyn estaba lejos de encontrarse a salvo...

Se acercó para observar la estructura con mayor detenimiento y leer las runas que en ella se encontraban. El enano no abrió la boca mientras estudiaba lo que se encontraba frente a él, pero cualquiera podría deducir por su actitud y sus movimientos, que se encontraba tenso. 

—No es bueno, esto no es bueno. Cuando los enanos cerramos un tunel es porque algo nos ha obligado a cerrarlo. En ocasiones, las menos, es que el terreno es inestable y hay desprendimientos y en otras... es que algo demasiado peligroso habita dentro. Que Ingelyn esté dentro no es ninguna buena noticia pero... ¿cómo habrá entrado? —dijo Strumni mientras palpaba con su mano la superficie de piedra en busca de algo que se le hubiera pasado por alto.

Trató de buscar una entrada lateral o un acceso escondido que hubiera permitido a la joven mujer cruzar las defensas de su pueblo. A cada paso que daban las noticias resultaban más preocupantes, si querían tener alguna opción de rescatar a la princesa sana y salva debían darse toda la prisa posible.

A Runi le extrañó llegar a la entrada de las cuevas tan facilmente, sobretodo teniendo en cuenta que había bastantes más esqueletos de los que esperaba. Aunque las palabras de Strumni eran bastante ominosas.

-Entiendo lo que dices, pero la princesa tiene bastantes recursos. Seguro que ha podido eludir todo eso y entrar. Ahora lo que tenemos que hacer es darnos prisa tal y como sugieres. No vaya a ser que perdamos el rastro de ella.-

El viejo skaldi parecía bastante seguro de sí mismo y de su confianza en las habilidades de la princesa. Si lo decía para convencer a los demás, o a sí mismo eso ya no se sabía.

Sin perder un instante, Strumni buscó posibles accesos alternativos al túnel. Pero no había ninguno. La roca era tan sólida como correspondía a una construcción enana, lo cual dejaba claro que si la princesa había entrado en ese túnel, lo había hecho a través de la puerta. ¿Cómo era posible...?

Pero no tuvieron mucho tiempo para preguntárselo porque en aquél momento, cada uno de ellos sintió cómo alguien les hablaba. O más bien, como ellos mismos se hablaban en su cabeza. Hubo un instante de confusión total, en la que lo único que tuvieron claro era que todos habían escuchado una frase dentro de su mente, pronunciada con sus propias voces.

—¿Os divertís...?

Los cuatro alzaron la vista casi al mismo tiempo, y lo que vieron hizo que un escalofrío de alarma les recorriera el cuerpo de pies a cabeza. Una figura negra como una noche sin luna ni estrellas, les observaba de pie sobre el cubo de piedra. Parecía cubierta con una capa de tinieblas, y no podían distinguir ninguna facción. Excepto una sonrisa que dejaba ver unos dientes blancos y parecía burlarse de ellos.

La boca que veían no se movió, pero la voz volvió a escucharse. Y una vez más, cada uno de ellos la oyó dentro de su cabeza como si fuera la suya propia, entremezclada con otra voz siniestra y siseante. Era como si la voz de ese ser estuviera usando las suyas para enmascararse, igual que hacía su dueño con aquella capa de sombras.

—Caliente, caliente... —dijo la voz—. Pero me temo que vosotros no podréis pasar por aquí como hizo la joven princesita...

Runi estaba petrificado. La súbita aparición había afectado al viejo skaldi más que a cualquiera de sus compañeros. No porque le asustara el aspecto siniestro de aquél ser... si no porque aunque no era un experto en detectar magia, podía sentir el inmenso poder que contenía esa forma. Jamás había notado un poder mágico tan intenso, y supo al instante que, de enfrentarse a quien quiera que fuese esa cosa, no durarían más que unos segundos con vida.

Pero al mismo tiempo, el anciano mago supo instintivamente que ese ser no pretendía hacerles daño. O al menos, no de momento. Si hubiera querido matarlos o capturarlos, Runi estaba seguro de que podría haberlo hecho antes de que ninguno de ellos hubiera sabido qué les estaba atacando...

Runi tragó saliba en cuanto vio aquella cosa. Si no hubiese estado apoyado ya en la pared buscando la forma de entrar seguramente se habría caido de culo. Trató de mantener la calma por el bien de la princesa, pero le costó un gran esfuerzo.

-¿Quién eres sombra oscura? ¿Qué quieres de la princesa? Dejaté de juegos y rodeos y dinos de una vez. Tenemos cosas más importantes que hacer. Aunque imagino que ya lo sabes. Habla.-

Trató de imponer un tono indiferente. Ya fue todo un logro que no se le quebrara la voz.

La ballesta del enano se balanceó cortando su recorrido a medio camino. El nuevo invitado a la reunión tenía una presencia intimidante y tramposa. Era de esa clase de seres que nunca parecían traer nada bueno entre las manos. El enano dudó sobre como actuar, casi con seguridad parecía alguien hostil pero conocía más del paradero de Ingelyn que ellos. Debían jugar sus cartas con cuidado. La vida más importante de todas estaba en juego. Por ese motivo Strumni enseñó su ballesta pero no apuntó al extraño ser. Quería que supiera que ellos estaban armados y dispuestos si buscaba la guerra pero que no era su único recurso.

—Hablemos señor oscuro. ¿Qué sabe del paradero de la princesa? ¿Piensa entorpecernos en nuestra tarea?

El enano habló con cordialidad pues prefería hacerlo así mientras pudiera. Sabía que para cambiar el tono y empezar la gresca siempre había tiempo. A ellos les escaseaba pero evitar una batalla nunca era una pérdida del mismo.

—Agradeceríamos una respuesta amable y cierta. Soy enano y llevo mal las mentiras.

La silueta negra ya daba suficiente mala espina, pero escuchar esa voz en su cabeza le ponía los pelos de punta.

- ¿Por qué no podremos pasar? - Preguntó. Dudaba si sacar la espada, de momento quien quiera que sea el que se oculta entre las sombras no había mostrado ningún signo de querer atacar, solamente se había limitado a hablar de una forma que aún no comprendía muy bien. Aunque que se oculte entre las sombras ya era un gran motivo para actuar con cautela, alguien con buenas intenciones no tendría por qué esconderse.

Finalmente optó por empuñar su espada, no es que quisiera empezar una pelea, pero el simple hecho de tener un arma en las manos hacía que se sintiera mejor.

El ser cubierto de sombras observó a los cuatro compañeros sin perder aquella sonrisa siniestra. No daba aspecto de sentirse intimidado por las armas ni las palabras de Strumni o Tressa. Pareció cavilar algo durante un momento, ladeó la cabeza y todos volvieron a escuchar aquella extraña e inquietante voz entremezclada con las suyas propias.

—Qué aplomo —dijo—. No se puede negar que sois valientes. Está claro que la Aguja sabe bien a quién escoge...

Asintió un par de veces, aunque ninguno de ellos supo por qué lo hacía ni qué estaba pensando.

—¡Muy bien! Pensaba ponéroslo un poco más complicado para ver lo que valéis, pero quizá sea más divertido cambiar de plan. Y ese valor se merece un premio, así que... ¿Queréis encontrar a vuestra princesita? ¡Adelante, entonces!

En un visto y no visto, la forma oscura que les había observado desde encima del cubo de piedra se desvaneció como si nunca hubiera estado ahí. Al mismo tiempo, un estallido que les puso los pelos de punta resonó en todo el claro del bosque. Era como si algo invisible se hubiera roto, causando aquél sonido penetrante. La puerta del cubo se abrió de par en par, con tal violencia que se separó de sus goznes de metal y cayó al suelo con gran estrépito. Después, todo quedó en silencio...

La entrada enana que hasta hacía unos segundos había estado sellada, ahora estaba abierta sin posibilidad de volver a cerrarse. Al asomarse al arco de piedra, pudieron ver que este daba acceso a unas escaleras cuyos peldaños se internaban en la oscuridad de la tierra. Unos peldaños que, por lo que sabían, Ingelyn había recorrido no hacía mucho tiempo.

Cuando la puerta enana se abrió con aquella violencia, Strumni abrió los ojos de par en par. Trató de buscar con la mirada a la sombra pero no tuvo éxito y lo agradeció. Sin duda aquel ser, fuera lo que fuera, era mucho más poderoso de lo que ellos habían juzgado en un primer momento. Debían de dar gracias de no haber tenido que enfrentarse a él. El enano agarró con más fuerza su ballesta y experimentó un gran deseo de fumar una larga pipa, por desgracia no era el momento ni el lugar.

—No perdamos el tiempo, ya habrá ocasión de pensar en todo lo que estamos viendo ahora mismo. Saquemos a la princesa de aquí lo antes posible.

Dicho eso el enano avanzó por la puerta que les acababan de abrir con paso firme. Él era un enano atípico y solía sentir un nudo en el estómago cuando dejaba la claridad de la superficie y se introducía en uno de los túneles construídos por su gente. No siempre había sido así, pero las cosas del pasado poco importaban en aquel momento. Sin decir nada Strumni se ofreció como guía, al fin y al cabo él era el que más experiencia tenía en pasadizos similares y confiaba en que eso sirviera de algo. 

Los túneles que estaban cerrados solían ser oscuros y por eso mismo el enano buscó con la vista alguna posible antorcha abandonada con la que iluminar el camino cuando la luz de la superficie desapareciera.

Cuando Strumni se internó en el túnel, Byrald pareció dudar y sus huesos hicieron un ruidito curioso al entrechocar.

—¿Y yo? —preguntó—. ¿Queréis que vaya con vosotros o...?

Dejó la frase inacabada, como dando a entender que podía hacer cualquier otra cosa que se les ocurriera para ayudarles.

Tressa observó el lugar donde anteriormente se encontraba la sombra y sus alrededores, ¿cómo había desaparecido tan rápido? Oh bueno, eso no importaba, ahora el camino estaba abierto.

Tras dar unos pasos para a seguir al enano oyó al esqueleto hablar, se quedó unos segundos pensando, no creía ser la adecuada para decidir que hacer con Byrald. Ella lo que sabía hacer era pelear, de la toma de decisiones sería mejor que se encargara alguien más capacitado, pero si les preocupaba que fuera a atacar por sorpresa ahí si que podía hacer algo.

- En el caso de que venga con nosotros, puedo vigilarle. A la mínima que haga un movimiento extraño o de señales de estar siendo controlado podría... - Terminó la frase posando la vista sobre la espada que aún sostenía en sus manos y alzándola un poco. - Lo siento, solo en caso de ser necesario. Preferiría no tener que hacerlo. - habló esta vez dirigiendo la mirada hacia el esqueleto.

El esqueleto alzó las manos una vez más, dócil. Asintió.

—Entendido, entendido —dijo—. En ese caso, acabaría yo mismo conmigo si pudiera antes de atacaros. Pero dudo que pueda...

El esqueleto parlante, Strumni no había reparado en él pues demasiadas cosas habían sucedido y no era capaz de estar a todas. El enano se detuvo mirando al conjunto de huesos animados y reflexionó. No quería emitir un juicio demasiado rápido pero tampoco podían detenerse a deliberar así que movido por las circunstancias se dispuso a hablar con total franqueza.

—Creo que es mejor que nuestros caminos se separen aquí. Tengo miedo que puedan usarte para conocer nuestra posición. Gra parte de nuestro éxito depende del sigilo.Debemos ser sombras en la oscuridad. Mi desconocimiento de magia me hace sospechar y quizás aquel que te invoca pueda ver a través de ti. Eso sería fatal para nosotros —dijo el enano con cierto pesar—. Te agradezco tu ayuda y haremos lo que podamos para que descanses en paz. Lo mereces.

Dicho eso Strumni se preparó para volver a enfrentarse al tunel enano y a la oscuridad que ante él se abría.

Gunnar había quedado estupefacto con la sombra, pero volvió en sí al ver que su ser peligraba conforme las puertas amenazaban más y más con caer al suelo. Dió un par de pasos hacia atrás, y pronto las puertas se separaron violentamente de sus soportes y cayeron sonora y violentamente al suelo. Gunnar miró hacia atrás, esperando que una horda de esqueletos se les abalanzase, pero pasados unos segundos, todo permaneció en silencio. Gunnar tragó en senco.

— Creo que lo mejor será empezar el descenso ahora mismo. Puede que hayamos tenido suerte llegando hasta acá, pero un estruendo como el que hubo es muy difícil que haya pasado desapercibido —dijo, mientras daba un par de pasos hacia la entrada.

Sin embargo, la intervención de Byrald hizo que el capitán se girase sobre su mismo eje, y encarase al esqueleto. Suspiró.

— Como dice Strumni, necesitamos pasar lo más desapercibidos posible, y es probable que conforme avancemos por los túneles, nos acerquemos más y más al nigromante, y que de alguna forma su energía vuelva a controlarte y delates nuestra posición —volvió a suspirar—. Agradecemos tu ayuda, Byrald, y estoy seguro de que no habríamos llegado aquí sin luchar si no fuera por ti, pero no podemos correr ningún riesgo. Sin embargo, si de alguna manera consigues evitar que los demás... levantados no entren por aquí —dirigió una mirada fugaz a la entrada enana—, te lo agradeceríamos. Suficiente tenemos con tener que enfrentar a un nigromante y su séquito como para tener que estarnos preocupando por nuestra retaguardia.

Quizás pedía mucho al esqueleto, pero bueno, él mismo quería ser de utilidad. Gunnar miró a Byrald una vez más. Suspiró.

— ¿Hace cuánto... —empezó, dudoso, aunque se le perdieron las palabras a mitad de camino—... Quiero decir, ¿sabes si aún tienes familia en Skermnir o alguien a quien te gustaría hacer llegar un mensaje o algo así? Me aseguraré de hacerlo llegar —aseveró—.

Runi suspiró aliviado cuando la sombra desapareció.

-Buff. De la que nos hemos librado. Al menos de momento.-

Pero no pudo relajarse mucho porque de repente las puertas empezaron a abrirse y tuvo que apartarse a un lado para no ser aplastado. Ante ellos un pasaje oscuro y siniestro, como la mayoría de las cuevas. Iba a hacer algo cuando el esqueleto les interrumpió.
Por un lado sentía algo de lastima por la criatura, pero por otro sus compañeros ya habían dado con el quid de la cuestión. no podían arriesgarse.
La solución de Gunnar fue de lo más acertada y asintió apoyando su idea.

-Mientras terminais me arriesgaré con un poco de luz ahí dentro. Eso puede delatarnos, pero no podemos ver en la oscuridad y cualquier paso en falso puede ser una desgracia. Mejor contad con esto.-

Cuando terminó de hablar realizó unos pases y dijo un par de palabras en un idioma arcano, acto seguido la punta de su bastón se iluminó como si de una antorcha se tratará.

El esqueleto escuchó las palabras de Strumni y Gunnar, pero no pudieron saber si se sentía decepcionado, porque su expresión siguió siendo la de una calavera sin emociones. Aunque sí bajó un poco los hombros, como si hubiera esperado una respuesta como aquella. Sin embargo, luego el capitán skaldi hizo aquella pregunta. Byrald lo miró y abrió un poco la mandíbula.

—Yo... —dijo dubitativo—. Yo... tenía un hijo. Acabo de recordarlo. Pero no puedo acordarme de su nombre...

El esqueleto ladeó la cabeza, como si tratara de recordar con todas sus fuerzas. Pero después negó con un movimiento.

—Es inútil. Ni siquiera sé cuánto tiempo llevo muerto. Quizá mi hijo también lo esté ya, y nadie me recuerde en Skermnir desde hace muchos años. Pero te agradezco tu interés.

Volvió a coger su espada y su escudo.

—Adelante, buscad a vuestra princesa. Si alguien quiere cruzar este umbral, tendrá que pasar antes por encima de mis viejos huesos. Y si veis a ese enano nigromante... ¡cortadle la barba de mi parte, y luego la cabeza! ¡Os deseo suerte!

Y se apostó para vigilar la entrada del túnel.