Partida Rol por web

Mientras Tressa se lanzaba a la carrera hacia el grupo de la princesa para apoyarlo, Mawi lanzó un grito agudo y corrió para abalanzarse sobre el esqueleto que se dirigía hacia Ingelyn. De un salto, rodeó con sus pequeños brazos las huesudas piernas y el esqueleto cayó al suelo. Al darse cuenta de la situación, Mawi pareció recuperar la proverbial prudencia de los arbóreos.

—E... ¡echadme una mano!

El nigromante había hecho acto de presencia para interponerse entre ella y el Corazón de Cobre. Quería el brazal para él y así poder usar su magia para hacer más maldades. Pero no lo iba a permitir. Habían prometido devolver esa reliquia mágica a su lugar de pertenencia y lo iban a conseguir.

Ilwen había caído a manos de uno de los esqueletos, aunque esperaba que pudiese recuperarse de la misma forma en que lo había hecho Ylva. De todas formas, ya se preocuparían por eso luego. La única forma de acabar con todo eso era acabar con Murgin. Y el nigromante se encontraba frente a ellas y más vulnerable que nunca. Al estar tan cerca, vio imposible usar su arco así que desenvainó su espada y atacó al enano.

Por suerte, eso sería suficiente para acabar con él.

A pesar de que había parecido un enemigo formidable, enfrentarse a aquél grupo de aventureros había sido demasiado para Murgin. Ni siquiera respaldado por una numerosa escolta de cadáveres había sido capaz de superarles. ¡Incluso una mocosa había conseguido clavarle una flecha a través de una multitud, después de que un criajo invocara una protección sobre todo el grupo! ¿Qué demonios pasaba con esa gente y de dónde sacaban esa fuerza para oponérsele?

El espadazo de Mara fue definitivo. Murgin notó que sus fuerzas menguaban peligrosamente y su vista se nubló un poco. Perdía sangre. ¡Habían logrado herirlo de gravedad! Aquello no podía estar pasando...

Sólo quedaba una solución. Con mano temblorosa, el mago sacó algo de entre sus ropajes. Parecía ser una piedra de un extraño color morado. El viejo la apretó entre sus dedos, al tiempo que miraba a sus enemigos con rencor.

—Esto no acaba aquí —siseó furioso—. ¡Volveremos a vernos!

Hubo un estallido de humo negruzco y de un olor agrio, y el nigromante desapareció una vez más. Sin embargo, en esta ocasión, todos los esqueletos que quedaban aún en pie se desmoronaron, convirtiéndose en inertes pilas de huesos y armas herrumbrosas. Murgin había huido definitivamente.

El silencio cayó sobre la sala. Después del caos de la lucha, parecía aún más intenso. Todos se quedaron quietos donde estaban, esperando alguna treta del nigromante... pero no ocurrió nada. Se había acabado, habían ganado.

Merial fue la primera en moverse, y corrió hacia el cuerpo inmóvil de su hermana, que continuaba tendida en el suelo allí donde había caído tras recibir el golpe del esqueleto que la había derrotado.

—¡Ilwen! —la elfa se abalanzó sobre el cuerpo de su hermana—. ¡Ilwen, despierta! ¡Dime algo!

Merial sacudía por los hombros a su hermana, mientras dos lágrimas se deslizaban por sus mejillas, pero Ilwen no daba señales de vida.

—¡Por favor, ayudadme! ¡Tenemos que hacer algo!

Lo primero que hizo Ylva nada más terminar el combate, fue abalanzarse sobre Glyrhel para darle un fuerte abrazo. Lágrimas de alivio y felicidad resbalaban por sus mejillas. Habían vencido al nigromante y, aunque este había huído como los villanos de los cuentos, ya no tenían porque temerle. Ingelyn podía hacer lo que fuese que tuviesen que hacer. ¿El qué? ¿Por qué? Aunque sentía una gran curiosidad al respecto, no le importaba tanto como el resto.  

Pero no duró mucho aquel abrazo. Ilwen y Merial necesitaban ayuda y no sabían si aquella aparente calma duraría mucho. Despacio se acercó a Ilwen.

—Merial... No fue el vial lo que me trajo de vuelta. Mawi lo sabe ¿verdad? Solo curó mis heridas, pero porque ya había vuelto— la niña miró a la arbórea y finalmente se agachó junto a las elfas, tendiéndole el vial verde a la arquera. Solo quedaba una dosis y había reservado un plan para ella, pero no le importaba dársela, igual que había dado la otra a Wik para que pudiesen huir.— Ilwen necesita tiempo para... para ver y para volver. Cuando vuelva puedes dárselo, pero... 

Confusa, miró a Runi, y luego sacudió la cabeza. No estaba segura de que el mago supiese algo de aquello o de que si lo que decía tenía mucho sentido, pero esa había sido su experiencia. Había vuelto por.. Bueno, no sabía el motivo, quizás porque aún tenía que ayudar. Pero Ilwen también había caído antes de que todo terminase.

—...pero fue así para mí. Creo que puede volver. Ella sabe más de esas cosas que yo, seguro que tarda menos en entender. Después, puedes dárselo.

Cuando Runi vio marcharse al nigromante varias sensaciones le inundaron. Primero alivio, porque significaba que habían salido de aquella. Pero después rabía, ya que había escapado con vida, y un poco de temor porque tenía claro que cumpliría su palabra de volver.

-Bueno. Ya nos ocuparemos de eso más adelante.-

Estaba mirando a todos por si había algún herido, cuando Merial pidió ayuda. La otra elfa había caido en la lucha. Lo menos que podía hacer era tratr de ayudarla si todavía estaban a tiempo.

-Cuidado, dejadme espacio.-

Se sacudió al cuervo de su hombro y lo mandó vigilar fuera.

-Ahí fuera había un constructo de los enanos peleando con Lognar. Asegurate de avisarnos si alguno de ellos viene hacia aquí.-

El viejo escaldí se arrodillo junto a la elfa mientras Ylva decia muchas cosas sin demasiado sentido aparente. Pero lo dejó de lado para concentrarse en el hechizo de curación. Le costó más de la cuenta, y una gotas de sudor le recorrieron la frente pese a la temperatura de la sala. Pero la joven resplandeció con un aura azul y su herida empezó a cerrarse.

El hechizo de Runi funcionó, y la arquera elfa recobró el conocimiento con un gemido. Sin perder tiempo, Merial llevó el Vial verde a sus labios y ayudó a su hermana a beber la última dosis. Ilwen tragó con dificultad, y unos instantes después, abrió los ojos por completo, sorprendida.

Merial rompió a llorar y abrazó a su hermana, mientras ella le daba palmaditas en la espalda.

—Estoy bien, Merial —dijo sonriendo—. Gracias, skaldi. Y gracias, jovencita.

Inclinó la cabeza ante Runi e Ylva, y después se incorporó sin esfuerzo.

—Un bebedizo impresionante, no hay duda. Estoy como nueva.

Mientras Ilwen se levantaba, Svartfloy regresó al hombro de Runi. Aleteó y graznó, y el viejo comprendió a la perfección. El cuervo había contado ocho constructos destruidos, y no había visto a Lognar por ninguna parte. Así que sin duda, el jarl traidor había ganado el combate y se había esfumado de allí.

—¡De nada! Vosotras hubieseis hecho lo mismo— dijo , antes de dispara la pregunta que le taladraba la cabeza desde que se había agachado a su lado —Lo viste, ¿verdad?

Ilwen aún estaba examinándose y recuperando su equipo, cuando Ylva le preguntó aquello.

—¿Ver...? —por su mirada, estaba claro que Ilwen no entendía qué quería decir la skaldi—. ¿A qué te refieres? No... he visto nada especial.

Cuando Svartfloy se posó en el hombro de Runi y empezó a graznar, el viejo skaldi soltó una maldición.

-Maldito sea. Esperaba que al menos Lognar hubiese caido. Que escape Murgin es malo. Que escapen los dos es mucho peor. Aunque dudo que se vuelva a aliar a menos que la necesidad sea mayor que el odio que se tienen.-

Se levantó y dejó a Ylva con su rara conversación con la elfa y se acercó a Ingelyn. Su rostro estaba serio, pero en el fondo estaba muy contento de que estuviese viva y a salvo.

-Princesa. Me alegro de ver que estáis bien. Nos habéis tenido muy preocupados. Y desde luego seguro que tenéis cosas increíbles que contar. La mayoría de ellas seguro que pueden esperar, pero...Hay otras que no.-

Carraspeó, un poco incómodo.

-Decidme por favor. ¿Cómo habéis logrado pasar por todas esas barreras y protecciones antiguas que salvaguardan esta zona? ¿Os ha ayudado alguien? ¿Una sombra tal vez?-

Más allá de la sorpresa, Glyrhel recibió el abrazo de Ylva con enorme gozo. No había espacio para la vergüenza, no lloró y nada pudo arrebatarle la amplia sonrisa dibujada en su rostro. Además, no había espacio para el sonrojo. Se alegraba, se alegraba muchísimo, y aunque el abrazo fue breve, lo saboreó todo lo que pudo y mientras pudo. Demasiada angustia había sentido ya cuando se había imaginado que lo peor le había pasado a su amiga.

Sacudió la cabeza alejando aquellos recuerdos y la vio correr inquieta, moviéndose de un lado a otro como si nada hubiera pasado. Le habría querido preguntar que si estaba bien, que descansara, pero parecía poseída de la inagotable energía que había desbordado durante toda su vida, una energía que por un instante se había apagado.

Cauto, en silencio, aún algo preocupado, la observó y escuchó desde un segundo plano.

- ¿Ver el qué, Ylva? ¿A qué te refieres?

A lo mejor no estaba tan bien como en un principio parecía.

Y Murgin huyó, haciendo que otro de los juramentos de Strumni quedara en saco roto. No estaba siendo un buen viaje para su palabra, debía dejar de jurar cosas que no era capaz de cumplir. Sin duda esa sería una de sus próximas reflexiones, pero en aquel momento la iba a postergar.

Bajó la ballesta y se encaminó hacia la princesa a la carrera, cuando llegó resopló un poco pero fingió que no era por el cansancio acumulado de las consecuentes carreras y batallas.

—Princesa ¿estáis bien? ¿Qué os sucedió en la granja? —preguntó el enano mientras echaba un vistazo a su alrededor para comprobar el estado del resto—. ¿Ningún herido de gravedad?

Mientras esperaba respuestas rebuscó entre sus pertenencias sacando tras una rápida búsqueda su pipa. Con una expresión triunfal la mordisqueó mientras echaba un poco de tabaco y la encendía.

—Me alegro de volver a verte Runi.

Mientras todos se aseguraban de que los demás estaban bien y recuperaban el respiro tras la batalla, la sala volvió a iluminarse con aquellas vetas doradas que recorrían la piedra. Una figura trémula y semitransparente apareció junto a la princesa y Mara, con aquél porte orgulloso que había mostrado desde que se había manifestado en los túneles.

—Enhorabuena —dijo el Rey de Krar Drom con un asentimiento—. Me avergüenzo de que un integrante de mi raza haya sido capaz de caer tan bajo como para alzar a los que descansan de sus tumbas, pero me alegro de que hayáis podido derrotarlo. Ahora, nada se interpone entre vosotras y vuestra promesa.

Se hizo a un lado, dejando el paso franco a Ingelyn y Mara hacia el Corazón de Cobre.

—Na... nada. Da igual. Por cierto Mawi ¡Has estado alucinante!

La respuesta de Ilwen había dejado a Ylva de una pieza, pero no dijo nada más y cambió de tema. Tenía que meditar con calma, pues tenía muy claro que no había sido su imaginación. Aquello había sido muy diferente de la vez que en pleno estado febril durante una fortísima gripe vio un ciervo de ocho patas. No había sido una fantasía por la pérdida de sangre y lo sabía: tenía pruebas. Pero la elfa había sufrido prácticamente lo mismo que ella, en las mismas circunstancias, en el mismo lugar... ¿Por qué no le había pasado lo mismo? ¡Si además Ilwen dominaba la magia mientras que ella ni con el vial había conseguido nada! Aunque claro, la verdad era que no sabía si lo que había intentado era magia, quizás alguien tenía que dar alguna indicación o algo. Desde luego, no entendía nada. Solo que todo había salido bien, y era suficiente... por el momento. 

—¿No sería mejor que antes curases un poco sus heridas?— preguntó a Runi con preocupación. Las heridas de su amiga eran bastante graves, lo suficiente como para que la arquera le preocupase más su estado que la respuesta. 

Sacudiendo la cabeza, mientras los que no daban nunca explicaciones las pedían a una maltrecha princesa, la chica se volvió de nuevo hacia Glyrhel con una sonrisilla traviesa y los ojos chispeando de emoción y le cogió la mano. Se moría de ganas por contarle todo y de escuchar cómo había conseguido hacer magia. Y también a Ingelyn, pero sobre todo a GLyrhe

—Gracias— Ylva se quedó unos segundos quieta, mirando alternativamente la mano del muchacho y su cara, como esperando algo hasta que finalmente se encogió de hombros. Si él no se atrevía a dar el paso, lo haría ella misma. Decidida, se estiró y le dio un rápido y suave beso, antes de ponerse roja como una brasa incandescente. Por un momento se sintió muy avergonzada pensando que lo mismo lo que le faltaba a su amigo no era atrevimiento, sino ganas; no tardó en levantar de nuevo la cabeza y esforzarse en sonreír. No era difícil, pues estaba muy feliz.

La arquera miró a Ingelyn y tímidamente, tiró de la mano de Glyrhel con intención de soltarla, para ir donde su amiga. Se sentía muy rara en muchos sentidos muy diferentes, pero Ingelyn los necesitaba. Y no iba a ignorar aquello. Justo cuando se acercaba a ella, la aparición de aquel espectro le hizo dar un salto, sorprendida. ¿Qué demonios era eso?

—¿EH?

Todo parecía haber acabado. El nigromante había desaparecido, no sin antes prometer que volvería, y todos los esqueletos habían caído. No podía relajarse aun. No hasta que todo estuviese en su sitio y todos ellos lejos de ahí. Pero primero tenían algo importante que solucionar. Ilwen había caído en combate y no despertaba. Se acercó, preocupada, aunque, viendo que había mucha gente alrededor, se mantuvo unos pasos por detrás. Tenían que darles un poco de espacio a los expertos. Ella solo molestaría.

Tras un largo momento tenso en el que Runi hizo uso de su magia, Ilwen pareció recuperarse de sus heridas. Al final, las dos hermanas se habían reencontrado y parecía que habría un final feliz. No dijo nada en ese momento.

-Nos ha guiado un espíritu de un rey enano. Princesa, debemos cumplir nuestra palabra - dijo levantando la Llave Maestra.

Debían colocarla en el Corazón de Cobre como habían prometido y devolver esa reliquia a los enanos. Quizá pudiesen devolver a esa fortaleza y a esa ciudad enana el esplendor que un día tuvo. Se acercó al origen de esa magia vibrante que se podía apreciar en el ambiente y se dispuso a colocarlo en su lugar. Se giró hacia Ingelyn para que acercase también. Miró a Ilwen también, por si también quería hacer los honores. Las tres juntas habían llegado hasta allí, dejando a un lado las rencillas pasadas entre sus reinos.

Murgin había caído. Habían sido a costa de sangre, sudor y lágrimas, pero aquel desgraciado había recibido su merecido aunque lamentablemente hubiera huido en el proceso. Fuera como fuese tenían una misión que cumplir y esa era su absoluta prioridad.

Lanzó un suspiro aliviado al ver como Ilwen se recuperaba gracias a la magia de Runi y al Vial de Poder verde, satisfecha de que no hubiera sido algo permanente y que pudiera agradecer más adelante a la elfa su inestimable ayuda durante aquella pesadilla. Sonrió algo apurada cuando se acercaron Runi, Ylva y Strumni, llevándose una mano a las heridas que tenía en el cuerpo pero evitando tocárselas para no empeorar su situación.

—Todos os dormisteis y... sentí que la energía mágica que lo había provocado venía de por aquí. De camino encontré a esa sombra que mencionas, Runi, y cuando hablaba conmigo me atacaron Murgin y sus esqueletos. Tuve que huir y la única vía de escape era adentrarme por esta fortaleza. Tras varias horas sola encontré a Mara y a Ilwen... y he estado con ellas desde entonces. —era un resúmen muy básico, pero no tenían tiempo para mucho más. Vio de reojo como el Rey Enano volvía a aparecer y suspiró aliviada al ver que eso tampoco había cambiado.

—Hemos podido llegar hasta aquí gracias al Brazal de Oro. O, mejor dicho... la Llave Maestra, pues ese es su nombre para el pueblo enano. Está en consonancia con esta fortaleza, de algún modo, y le prometimos al Rey —señaló entonces al espíritu— que reactivaríamos el poder de la Fortaleza con la Llave. Así que, si me permitís...

Se giró hacia Mara para acercarse a colocar el brazal junto a ella. Al dar un paso vió las estrellas y conteniendo un quejido para mantener la compostura miró de reojo a su amiga y le lanzó una sonrisa de disculpa. —¿Podrías... ayudarme?

Si la joven aceptaba usaría su apoyo para acercarse junto a aquella extraña maquinaria y conectar la Llave Maestra de una vez por todas.

Runi asentía a la palabras de la princesa, pero aunque se alegraba de que todo pareciera haber acabado había algo que le escamaba. Sobretodo por la aparición del espíritu del rey enano.

-Esperad un momento princesa. Por favor. Es importante.-

Tal vez no era nada, tal vez todo. Y además sabía que era muy posible que en la atalaya enana estuvieran peleando por su vida en esto momentos pero.

-Sabemos lo que es el Brazal, sí. Pero lo que no sabemos es exactamente qué es lo que hace. ¿Por qué lo estáis activando? ¿Quién os lo ha pedido? Murgin y Lognar querían el Brazal, la llave, para poder usarla ellos. Lo cual quiere decir que no era para nada bueno. Pero no estoy seguro de que sea eso lo que necesita hacerse. Después de todo pertenece al pueblo enano. Que sean ellos quienes lo activen, si así lo creen conveniente.-

El viejo skaldi estaba casi supliacando a la princesa que esperara, lo cual no era propio de él. Y miraba con suspicacia la figura del fantasma enano.
Había todavía un jugador en aquella partida que estaba sospechosamente callado. Y no era propio de él.

—Pero... — Ylva habló bajo y luego levantó la voz un poco más. Quizás por ser joven no era tan desconfiada como Runi y su verborrea le impedía callarse cuando había algo tan importante en su cabeza.— Pero se lo prometieron, y los skaldi no rompemos las promesas. Además todo nos ha guiado aquí. A todos. Estamos humanos, enanos, elfos e incluso arbóreos ¡La cuarta raza de la que hablaba Edrin! Que estemos aquí es el destino y no se puede luchar contra él. Y menos rompiendo promesas.