Partida Rol por web

-No creo que vaya a irse a ningún sitio con esa herida que tiene.- Agregó Grüger a vuestra conversación, que por casualidad andaba por ahí mismo limpiando la bandeja con la que servía la bebida, con el mismo paño que limpiaba las jarras, y las mesas.

-Vino sangrando a mi posada hace una semana en busca de una habitación. El pobre casi no podía subir las escaleras de la cojera que traía. Y desde entonces no ha salido del cuarto, o mas bien pocilga, en el que la ha convertido.- Las últimas palabras las dijo con cierto enfado. -¡Si se muere no me hago responsable!.-

   Kurt royó la rica carne de otra costilla y dejó caer el pelado huesecillo sobre la montaña que se estaba formando en la bandeja a medida que los compañeros daban buena cuenta de las viandas. El joven alzó la jarra de cerveza en un brindis - Oans, zwoa, g’suffa!” - dijo antes de beber un buen trago. Con el dorso de la mano se limpió los restos de espuma del incipiente bigotillo rubio que le había crecido durante la huida por los caminos. 

   -Os diré lo que creo y es que estos dos, como mucho, andan conchabados en algún contrabando. Pero estoy con vosotros en que quizás el mediano algo sepa o haya visto. - otro hueso bien limpio cayó en la fuente de barro. - Vosotros subir a llamar a su puerta que yo ire hacia las cochiqueras por si nuestro pequeño y picaro amigo intenta escurrirse. -

   Grüger, que como buen tarbernero parecía estar a todo y en todo, se inmiscuyó en la conversación y lo que dijo hizo que Kurt abriera bien los ojos y lanzase miradas de apremio a sus compañeros. Esta nueva información situaba, ya sin duda alguna, a Gaubbert en el escenario de los hechos. El joven hizo ademán de levantarse para dirigirse, como había dicho, a la parte de atras de el edificio y esperó confirmación por parte de los demás. 

Bebo un último trago de cerveza para bajar la comida cuando escucho lo que dice el tabernero y por poco escupo la bebida. ¿Herido y sangrando? Eso si que cambia el asunto aunque no consigo imaginar como salió herido de esa forma.

Veo la mirada de Kurt y recuerdo el plan, por lo que le asiento para que salga atrás para luego girarme al resto:

 - "Vamos a verlo en su habitación entonces, si es que sigue vivo."

Me pongo de pie, me calzo mi arco en el hombro y me encamino hacia el segundo piso, para entrevistar al mediano.

Cenizo se levantó de la mesa junto a los demás tras la suculenta comida. Su mirada se perdió por hueco de las escaleras y sus pensamientos se llenaron de incógnitas. Tenía que hablar con ese mediano para aclarar su implicación con las trampas del bromista. Según las palabras del tabernero, su modo de actuar era muy extraño.

—Subamos, subamos —avanzó hacia las escaleras y agarró del cinto que compró al curtidor— éste no se escapará de nosoootros, jiijiji.

Vaya. Algo de suerte parece ser. Tenemos al mediano justo encima de nuestras cabezas y, al parecer, herido, así que no es probable que intente huir ni nos dé demasiados problemas.

Bebo un último sorbo de cerveza y me limpio la boca con la manga antes de levantarme de la silla.

Subamos. A ver qué nos tiene que explicar el amigo Hans.

Después de comunicaros la habitación en donde se encontraba el mediano, abandonasteis vuestros asientos bajo la atenta mirada de Grüger. También las torvas miradas de los comensales de la mesa comunal se fijaban en los tres mientras subíais por las escaleras. El crujido de las tablas y los bordes pulidos del pasamanos os daban una idea de lo vieja que debía de ser la posada, y la de gente que había subido y bajado por esos mismos escalones, tal vez, como vosotros, al encuentro de algún huésped para hacerle preguntas. 

Arriba se encontraba un pasillo que llegaba hasta el otro extremo del edificio, donde una ventana dejaba entrar los rayos del sol para que, a menos que fuera de noche, los huéspedes pudieran ver a dónde iban sin alumbrarse con un candil. Solamente seis habitaciones, tres a derecha y tres a izquierda, se encontraban en la planta superior. La habitación de Hans era la del medio de la derecha según las indicaciones. Mas allá de las tablas y el barro, en la planta inferior, Kurt esperaba por si el pequeño decidía escapar por la ventana que daba a las pocilgas.

Después de comunicaros la habitación en donde se encontraba el mediano, abandonasteis vuestros asientos bajo la atenta mirada de Grüger. También las torvas miradas de los comensales de la mesa comunal se fijaban en como os separabais preparando así la emboscada, por si el susodicho al que buscáis intentara escapar. Muchos lo habían hecho, algunos lo habían conseguido.

Saliste de la posada en dirección a las zajurdas. El olor del compost hecho de mierda y paja, junto a los gruñidos de los marranos te dieron la dirección correcta en la que debías ir, sin equivocarte.
Un corral de sólidas paredes de barro, de un codo de espesor, mantenían a los marranos cercados, aunque estuvieran separados por vallas de madera para evitar peleas y que los machos pelearan entre si por las hembras.

El olor era fuerte, y tuviste que taparte nariz y boca con un pañuelo para poder respirar sin echar las costillas regadas con cerveza que anidaban en tu estómago. Pero tu objetivo estaba encima de un tejadillo de madera situado encima del corral, donde tres ventanas daban encima de él, siendo la de en medio la del premio.   

   Kurt aceleró el paso en cuanto la puerta se cerró tras él. Todavía hacía calor y la calle seguía vacía por lo que no tardó en captar los chillidos de los gorrinos. A paso ligero, bordeó el edificio y pronto encontró las pocilgas; el olor del lugar le golpeó como un bofetón y Kurt notó como el reciente almuerzo se revolvió en el estómago amenazando con salir por la boca pero logró contener la arcada. Escupió para librarse del regusto amargo que le había quedado en la boca, se quitó el chambergo y desató el pañuelo con que se sujetaba el pelo para volver a atarlo cubriendo la boca y la nariz. 

   -Bueno, no es lo peor que has olido. - se dijo recordando las colinas de Bramble. Recordó el olor rancio de los ciento veinte hombres hacinados en el fortín. Recordó el nauseabundo hedor del pelaje mojado por la lluvia de los hombres bestias que en inagotables oleadas se lanzaban contra las empalizadas. Recordó el olor a entrañas desparramadas y cuerpos destrozados tras cada batalla. Recordó el olor de la muerte que cubría el valle como un sudario… Si, podría aguantar durante un rato el olor de aquella pocilga.

   Volvió a calarse el sombrero y se retiró hacia la protección de las sombras de la casa aledaña buscando un lugar desde el que poder controlar las ventanas pero sin perder de vista los accesos a las zajurdas. 

   Mientras esperaba, aprovechó para guardar el arcabuz en su funda, que llevaba colgada a la espalda. Si por algún motivo la cosa se liaba no quería contribuir a más alboroto descargando una salva en medio del pueblo. Además, el espacio del lugar se prestaba más para entenderse con los aceros. 

   Preparó el escudo en el brazo izquierdo. La espada permaneció en la vaina pero con la mano derecha apoyada en el pomo. Vigilante, aguardó a ver como se desarrollaban los acontecimientos.

Sin dejar de mirar hacia abajo, me coloqué a uno de los lados de la puerta y mirando a mis compañeros que estaban allí delante, toqué con los nudillos en la puerta.

¿Hans? Necesitamos hablar contigo. ¿Podemos entrar?

Entrar sin más de golpe no hubiera sido una buena idea y hubiera asustado a Hans más de la cuenta. Esperaba que no fuera en especial asustadizo y nos dejara entrar. Si no, Kurt lo detendría bajo la ventana.

Sería muy extraño que ese hombrecillo supiera que iban a por él y por eso decidiera escapar por las pocilgas, a menos que su diminuto cuerpo hubiese sido de ayuda en su escondrijo mientras les espiaba durante el almuerzo. De todas maneras, huir de allí correría en su contra puesto que denotaría su culpabilidad.

Cenizo se colocó primero en la hilera de la izquierda y puso su oreja en la puerta de en medio.

—No vaya a ser que el tabernero sea de esos que confunden derecha con izquierda...

Luego se acercó con los demás a la derecha y esperó para recibir al medianito en la puerta correcta.

Subo junto a Ándor y a Cenizo al segundo piso de la taberna, llegando a la habitación de Hans para hacerle unas preguntas. No sé como va a reaccionar el mediano considerando que quizás es culpable y probablemente está herido. Pienso en que quizás quiera huir pero, aparte de que Kurt está preparado para ello, si está herido como el tabernero mencionó, dudo que pueda correr rápidamente.

"¿Será recomendable sacar mi arco?"

Pero decido que no es lo apropiado... de momento. Me acerco a Ándor, quien ya llamó al interior y me quedo a su lado, esperando su respuesta para entrar si no lo hace en un tiempo prudencial.

Después de las palabras de Ándor hubo un momento de silencio, hasta que una voz contestó desde el otro lado de la puerta.

-¿Quién eres y para qué quieres hablar conmigo?. Estoy ocupado.- 

El tono de voz no denotaba nerviosismo o preocupación, sino lo contrario, determinación y algo de malestar por molestarle.

La respuesta desde el interior de la habitación me parece muy extraña y, por su voz, no pareciese ser el mediano herido que nos relataba el tabernero. Saco mi arco y tomo una flecha con mi mano derecha lentamente, sin saber realmente el motivo pero pensando en que son muchas las posibilidades que pueden volverse en nuestra contra en un momento como este.

"Quizás ni siquiera es el tal Hans."

Miro a Ándor y al anciano para que el joven le responda, aunque no sé qué se le ocurrirá responder para intentar que nos abra la puerta. En cualquier caso, ya estoy preparado para apuntar y disparar, ya sea en este pasillo o al entrar en esa habitación.

Me llamo Ándor. Me han hablado de ti como la persona adecuada para conseguir información sobre personas. Necesito conocer los movimientos de cierto comerciante. Pero no es algo que pueda hablar aquí a la vista de toda la taberna.

Vi como Gustav sacaba su arco y se preparaba para lo que pudiera aparecer por la puerta. Daba la impresión que no reconocía la voz que salía por la puerta como la de Hans. No me quedé frente a la puerta para evitar sorpresas y hablaba desde un lado de ésta.

Cenizo no sabía si la voz sonaba como la de un niño o como la de un hombre, hacía tiempo que no veía a ninguno de esos granujas. Sabía que no eran como los enanos a quienes respetaba por sus largas y alambradas barbas, paso firme y voz ronca. Esos mediados solían ser más delicados y siempre le pareció como si ocultasen algo.

—Abre la puerta, hijito, solo queremos hablar contigo —dijo el abuelo de todos.

Oisteis el crujido de tablas y un golpeteo de madera contra madera mientras la voz de Hans sonaba cada vez mas cerca de la puerta.

-Pues si quieres información acerca del mercado actual en Ostland te va a costar caro.- Comenzó diciendo mientras se acercaba a la puerta acompañado del golpeteo de madera contra madera. -Y seré generoso, pues soy el mejor en mi ofi..- la puerta se abrió revelando a un mediano. -...cio.- Terminó la frase mientras os echaba un vistazo rápido a los tres. A punto estuvo de cerraros la puerta de no reconocer al cazador.

-Ah, Gustav. No tengo información acerca de caza en la zona. Los tramperos son tipos siniestros y no siempre confían en un halfling para decirle donde ponen las trampas.- Su coronilla os llegaba hasta el ombligo, tenía una mirada inteligente y a pesar de los rumores, estaba bastante flaco para lo que la gente comentaba acerca de lo que comían. Su mano derecha aferraba un palo largo con forma de T que se acomodaba debajo de su axila y apoyaba en el suelo. El ruido de madera contra madera debía ser la muleta, y el vendaje por debajo de la rodilla confirmaba la versión del tabernero.

El tiempo parecía hacerse eterno cuando la peste y la mierda de las pocilgas se estrellaba contra tu sentido del olfato a pesar de la protección.
La ventana permanecía cerrada, el sol calentaba lo suyo, y allí lo único que se movía eran los cochinos rebuscando cualquier cosa que llevarse a la boca. Incluso jurarías que uno te había mirado deseoso de darte un bocado para comprobar si eras comestible.

Al reconocer la voz, me guardo el arco en la espalda nuevamente y mientras le hago un signo de calma al resto. Para cuando Hans abre la puerta y me responde, le niego con la cabeza antes de contestar:

 - "No estoy en la caza actualmente. Estoy... diversificando... mis intereses."

Digo aquella palabra complicada pues la he oído y creo que aplica para lo que quiero expresar ahora, de forma muy ambigua. Miro su pierna y la apunto con la barbilla antes de preguntar:

 - "¿Que te pasó en la pierna? No he escuchado de ningún ataque o ya me habrían enviado a cazar a la bestia."

Menciono eso para alejar la idea de que pudiésemos saber algo de las trampas del Bromista y hacerle creer que pienso que fue algún animal. Si tenemos suerte, dirá algo en falso sobre lo que poder continuar.

    Incluso a la sombra hacía un calor de cojones. Además, ir embutido en cuero y pertrechado como para la guerra no ayudaba nada; Kurt notó como se le iba empapando la camisa por debajo de la chaqueta y el sudor le corría por la frente. Estuvo tentado de volver a la taberna a por otra pinta pero se conformó con un trago de agua de la cantimplora. 

   - Hombre Azul, podrías enviar algunas nubes en auxilio de este pobre nordlandes. - pensó mientras miraba desde debajo del ala del sombrero el inclemente cielo estival. La mirada del joven volvió a la ventana de la posada. - ¿Qué diablos estará pasando ahí dentro? - La espera aburría como una guardia y, para colmo, el hedor de lugar había conseguido traspasar la exigua defensa que le proporcionaba el pañuelo. 

   - Barbas de Ulric, mucho más rato aquí y terminaré vomitando los restos del hermano de uno de estos… - Un momento, ¿aquel cerdo le estaba mirando? Por un momento, a Kurt le pareció que los glotones ojillos de un verraco de buen tamaño estaban posados sobre él. 

   - ¿Qué pasa bestezuela? ¿Pensando en darme un bocao? Tira para atrás, anda. - Kurt se acercó a la cochiquera y golpeó la cerca con el escudo un par de veces. Los marranos se apartaron de la valla chillando y salpicando barro y mierda. El muchacho dio un salto hacia atrás mientras una retahíla de blasfemias escapaba por su boca. Ya solo le faltaba eso, pringarse de aquella inmundicia como colofón a su genial idea de venir a vigilar las malditas pocilgas. 

   De nuevo, Kurt retrocedió en busca de algo de sombra y siguió esperando.