Partida Rol por web

Observo al hada, o diosa, o reina, o lo que sea que es esta moza.
Estamos en un punto en el que ya simplemente me supera todo. Me supera tanto que casi podría sentarme en el suelo, fumarme una pipa y dejar que todo suceda.

Aun así, lo que mas me interesa es el hecho de que hable, sin hablar

"Nos hablas directamente a la mente, sin pronunciar palabra de tus labios" pienso "Y supongo que puedes leernosla, igualmente ¿Es así?"

Ojalá que no sea así. Ojalá que no sea de este modo, pues tengo claro que pensamientos NO me labandonan desde hace un par de dias.

Gemnir se queda sin palabras cuando cruza el Portal y todo el grupo aparece en un lugar que destila magia por cada rincón. Ha visto muchas cosas a lo largo de su vida como mercenario, algunas bastante sorprendentes. Pero ninguna se acerca ni por asomo al sitio que les rodea, y mucho menos a la presencia que tienen delante, comunicándose con ellos de algún modo sobrenatural.

Nadie habla, y aunque el enano trata de responder al saludo de la dama luminosa que espera sobre el altar decorado, las palabras no logran salir de su boca. Su mirada se dirige entonces al anillo que descansa sobre otro pedestal, justo enfrente de la mujer. Puede notar al instante que algo no va bien con ese objeto, pero al mismo tiempo... le gustaría examinarlo más de cerca. Antes de darse cuenta, ha dado un paso hacia él. Sin embargo, se detiene en el acto. ¿Qué extraña tentación se ha apoderado de su mente sin que haya sido apenas consciente de ello...? Como acto reflejo, aferra el mango de su martillo, aunque algo le dice que su arma sería bastante inútil en una circunstancia como esa.

Desde que había sido un chiquillo, sus padres le habían enseñado a comportarse con respeto cuando iba al templo. Puede que no siempre tuviese un comportamiento perfecto, pero tampoco podías pedir de un niño que no se revolviese un poco en una hora de ceremonias y sermones. Pero sabía lo que se esperaba de él. Bajar la cabeza, cantar los himnos que tocaban y poner expresión seria y respetuosa cuando el sacerdote hablaba, incluso si estaba calculando cuantos clavos iba a necesitar para la verja que estaba reparando, o mirando el combate entre una araña y un mosca en un rincón de la pared. Sabía lo que tenía que hacer cuando iba a ver a los sacerdotes, pero nadie le había dicho lo que había que hacer cuando se iba a ver a un dios. O diosa. Nadie le había enseñado cómo hablar con la gente de postín, y el ser que tenía delante estaba mucho más arriba que reyes o princesas. Le daba la impresión que, hiciera lo que hiciera, no iba a ser lo que correspondía a las circunstancias.

Pero le hubiera gustado que sus padres le hubieran enseñado a ser menos práctico. Porque tenía un trabajo que hacer, y quizás lo que correspondía era sólo admirar aquel extraño lugar, y quedar extasiado en adoración de la belleza y el poder de quien tenía delante, sin atreverse siquiera a alzar los ojos o la voz. Pero si lo hacía, el trabajo no iba a avanzar. Así que alguien iba a tener que preguntar sobre el asunto.

-Muchas gracias, Señora-dijo, tras aclararse la garganta-. Con su permiso, le diré que supongo que ya lo sabe, porque nos ha hecho venir aquí, pero veníamos por lo del poder maligno encerrado en el Bosque y que lo está matando. Aunque no sabemos muy bien qué podemos hacer para ayudar. Si pudiera decirnos qué problemas hay que solucionar, quizás pudiésemos echar una mano.

Contemplo a la señora del bosque. A la que parece que es el cúlmen de nuestra busqueda.

— ¿Este mundo merece ser salvado? — le pregunto

La pregunta no es sino el momento de reflexión que nos ha llevado hasta aquí. Al momento y al lugar

— Desde que fuimos llamados, no hemos encontrado apenas rostros amigables, sólo ignorancia, desprecio, egoismo, tiranía y oportunismo. Se supone que la virtud de la humanidad, de los seres vivos, es trabajar juntos para alcanzar la felicidad entre todos. Y no lo he visto.

Le dedico una mirada al grupo. Sin duda deben de saber que es cierto. Sin duda, deben de saber que es así

— Señora, si este diablo va a aniquilar este mundo ¿Acaso no será para bien? ¿No es lo que nos merecemos todos? A veces es mejor dejar arder y reconstruir desde las cenizas. Y por eso le repito la pregunta, mi señora ¿Que espera usted ahora de este mundo?

Aunque la sensación física de ahogo cesó en cuanto cruzó del todo aquella especie de portal, ver aquella corriente de agua que estaba lejos de ser pura, hacía que se le encogiese el corazón y que casi volviese a sentir aquella presión sobre su pecho.

Eras tú... pensó al ver a aquel ser tan bello al que fue incapaz de mantener la mirada, bajando la vista tan rápidamente como sus ojos se posaron en ella.

Las palabras de Erik habían sido bastante claras y no tenía pensado decir nada más, pero las palabras de Jaskier hicieron que cambiase de parecer.

- ¿De qué hablas? -miró a este con gesto de no entender a qué venía todo aquello-. Claro que merece la pena. Si hemos encontrado todo eso que dices ha sido para enfrentarlo y evitar que otra gente tenga que vivirlo. Porque hay gente completamente ajena a ello. Y al menos a mi me gustaría que siguiera siendo así.

Sus padres fueron los primeros rostros que aparecieron en la mente de la semielfa, pero no tardaron en aparecer pronto los rostros de los niños que jugueteaban en la ciudad, y los ancianos que vivían felices y ajenos a aquel mal que les acechaba.

Le encantaban los portales, cómo no iban a encantarle. No es que hubiera tenido encuentros íntimos con alguno antes pero desde luego parecía interesante eso de que al cruzarlos te llevaran a un lugar que no se parecía remotamente a lo que se veía al cruzar. Eso de por sí resultaba maravilloso para una mediana paticorta salvo por el hecho de que con todas las fantásticas posibilidades que había tras el portal, habían llegado al claro de la Diosa que parecía ser el a la vez la morada de aquel que quería ponerle fin a todo.

Apretó los dientes, acariciando a Nair y a Zair por si aquella sensación de poder les inquietaba tanto como a ella misma, a la par que arrugaba el ceño. ¿Cómo saber si realmente era la Diosa? Podía parecerlo y no serlo en un lugar donde la magia lo hiciera posible, desde luego. Podía incluso ser una trampa para liberar a aquel que debía permanecer atrapado.

Después de recorrer el lugar con la mirada se encontró con las palabras de aquel ser que, para bien o para mal, imponía respeto. Mas cuando se hallaba inclinando ligeramente la cabeza para corresponder el saludo, Jaskier, cómo no, ese maldito juglar, bardo o sucedáneo de enano que había estado abriendo la boca en cada ocasión en que la prudencia recomendaría que la mantuviera cerrada, había decidido que, por qué no, era un buen momento para debatir sobre la extinción masiva y sus valores positivos.

- Igual me equivoco - dijo en un tono tan calmo como impostado a la par que alzaba la mirada, de nuevo contando para sus adentros -, pero que la gente sea idiota no la convierte en malas personas merecedoras de la muerte. Sólo en personas que no han tenido mejores oportunidades en la vida y que hacen lo que pueden con las cartas que les han tocado en suerte - sacudió un poco la cabeza, sin intención de dar más pie a un debate que le parecía innecesario antes de secundar a Erik con un gesto -. Estaría bien saber qué se espera de nosotros. Por la parte humana ya tenemos una respuesta así que estaría bien saber qué piensa la parte deidad de esto.

Le dedico una mirada a Lakara

— Has mencionado que la gente tiene que jugar con las cartas que les ha dado el destino. Sea como sea, creo que todos estareis de acuerdo conmigo. Cuanto más poderoso, cuanto mejor ha sonreido la fortuna a alguien respecto a que clase de persona le tocará ser, más cruel ha sido.

No sería dificil darse cuenta de en quienes voy pensando, voy recordando uno a uno. Empezando por el mismo Rodolphus, y siguiendo por prácticamente todos. Hasta Janira simplemente nos ha mandado con premura, casi como sacrificios humanos. O sacrificios élficos y halflings.

— Pensad en un mundo así. En el que todos los poderosos tratan con soberbia, prejuicio, apatía y crueldad a quienes ven como inferiores ¿Un mundo así merece seguir existiendo?

Le habría gustado dejarlo estar, no entrar en ese debate que nada aportaba, menos en un momento como aquel. Puso los ojos en blanco y se dispuso a esperar respuesta de la Diosa cuando de repente una idea repentina cruzó su cabeza. ¿Por qué tener ese debate allí, ahora? Quizás porque quien necesitaba convencerse de que era así, era él, porque quien necesitaba que alguien le dijera que todo valía la pena, era el bardo que siempre cantaba y animaba y que, de repente, parecía descubría que bajo su máscara de frivolidad había una angustia recalcitrante.

- El problema, Jaskier, es que ese todos no es real. No es todos. En el pueblo los guardias se sacrificaban para salvar a la población, la gente colaboraba para curar a los heridos. Y que tu fin del mundo, tal y como lo planteas, obvias que precisamente serían ellos los que morirían y no los de las caras largas y estupidez supina. Y, maldita sea, si no me merezco vivir después de aguantar tus cánticos rupestres todo el maldito camino hasta aquí, nadie se lo merece. Así que guárdate el debate filosófico sobre los pecados de la humanidad para otro momento, si quieres incluso debatiré contigo y si me siento generosa o especialmente borracha dejaré que toques una maldita canción del averno aunque a mí me suene a un gato agonizando, pero ahora centrémonos en salvar a quienes no merecen que tengamos esta conversación sin poder defender su posición.

La Diosa les deja hablar y expresar lo que deseen sin decir nada. Jaskier casi puede notar la mirada penetrante de la Diosa cuando pronuncia sus palabras.

-No voy a intentar sacarte de tu error. Si crees que este mundo debe ser destruido, te invito a que te marches de este lugar pues aquí solo hay lugar para los que creen que la vida debe ser preservada, venga en la forma que venga. La luz y la oscuridad siempre danzan pues no hay una sin la otra.

Los más observadores pueden ver que el cayado de la Diosa se está resquebrajando a la vez que la oscuridad del anillo se va haciendo cada vez más grande.

-No queda tiempo. Mi poder ahora está corrompido y no puedo contener a ese ser. En los próximos minutos, mi cayado se romperá y Calandran se liberará de su prisión, pero no todo está perdido. Aun hay esperanza. Pero no os pediré nada que no queráis hacer. 

Pequeños puntos de luz flotante aparecen frente a cada uno de los presente y se transforman en unas pequeñas flores. Frente a Lakara también aparece otra flor.

-Tomad esas flores y llevadlas con vosotros. Si al final decidís ayudar, solo tenéis que comer uno de sus pétalos. Que no os pese en el corazón si decidís que habéis tenido suficientes aventuras. Lakara, la segunda flor frente a ti es la que necesitas para tu hermana. Espero que te sirva en tu búsqueda de una cura para ella. En mi condición, poco más puedo hacer. Lo lamento. Ahora debéis marcharos antes de que ese ser se libere.

Hace un movimiento con la mano, el primero que ven, y un vendaval se levanta impidiendo que puedan ver nada. Al abrir los ojos, se encuentran en la linde del Bosque, a campo abierto. No hay rastro de la Diosa ni del mal.

Suspiro.

— Hay una cosa que quiero pedirte. Si vas a darnos los pétalos para curar a la hermana de Lakara, quiero pedirte una cosa por mi parte. Consideralo... un favor por favor.

—Todos hemos oido la leyenda de unas aguas que pueden traer el olvido. Quisiera que me permitieses tener esas aguas y poder medirlas: Cuanto hay que beber para olvidar cuanto tiempo. No son para mi, ni para mis enemigos, ni para darles uso egoista sino de nuevo, para la hermana de Lakara ¿Que clase de vida podría llevar, si en cada momento aun recuerda el dolor continuo de más de 10 años? Si ella borra el dolor de su hermana en el futuro, yo quiero que no tenga que vivir con pesadillas, con el horror del recuerdo y con la agonía. 

Lógicamente, cualquier familiar, cualquier vecino le recordará que estuvo sufriendo estos años. El asunto es que no es lo mismo que te digan "que has sufrido" a sólo poder recordar la agonía de la carne y la piel ardiendo.

En el fondo, si vamos a salvar a alguien, vamos a salvarlo por completo. Y dado que a los nobles del castillo no los conozco, y la mitad del reino lo conozco demasiado bien, creo que la idea de traer algo de paz y felicidad a ese hogar es lo único que me motiva para terminar esta misión suicida.

Desde el momento en que había decidido avanzar tras los pasos del lobo, Ella había permanecido observando en silencio. Un poco, abrumada por la maldad que acechaba en aquel bosque agonizante, silente e inasible pero real, más real que ellos mismos. Y otro poco, abrumada por el poder de la... ¿diosa? Su aura mágica era inmensurable, muchísimo más poderosa que la del anciano brujo Gerold,  y eso que nadie entre los hijos del Gran Oso podía comparársele.

Su larga travesía había concluído de la forma menos esperada, pero al menos había aquietado a su torturado espíritu. Ahora sabía cuáles serían sus siguientes pasos...

Aquella criatura del bosque, La que resiste, lo había dicho: El mundo sucumbirá a la oscuridad. Las huestes del mal caminarán por la tierra marchitando toda vida. Nada quedará en pie. Hasta el más fuerte caerá. Y si eso era verdad, Ella lucharía y caería junto a su gente. No podía imaginar otro final que combatiendo codo a codo junto a Arnulf, su padre, junto a Weoh, junto a Gerold, el sabio. Y si tal era la profecía, Ella lucharía hasta el fin porque esa era la única forma que conocía. Al fin y al cabo, los orcos comienzaban a invadir tierras que hasta hace no mucho eran seguras y nadie podía asegurarle que esas alimañas no habían intensificado los ataques a los clanes con la intención de comenzar una conquista. Habían pasado muchos soles desde que abandonó sus tierras. 

Era hora de rehacer aquel largo camino. Era hora de regresar. ¿Pero cuál sería ese camino que hollarían sus pies? 

Ahora, mágicamente trasladada a la vera del Bosque de las Almas, la muchacha miró aquella flor y alzó la vista hacia sus compañeros. El músico hablaba, pero Ella apenas lo escuchaba como un murmullo lejano e incomprensible. Miró a Erik y sonrió; luego a Gemnir, el enano; de todos ellos eran los que sentía más cercanos, quizá porque los hermanaba el idioma de las armas. Desde bajó la mirada hacia Lakara y sus dos flores, una para ella y otra para su hermana; quizá, al fin, había conseguido lo que buscaba. Jaskier, Morwen...

Finalmente su mirada se dirigió al bosque como buscando una respuesta. ¿Ya habría sucumbido La que Resiste? ¿Y la Diosa? Regresó su mirada hacia los otros, atisbando en sus facciones si acaso vivían la misma confusión. 

Suspiró.

—Dicen que los dioses tejen desdichas para que a las criaturas no les falte algo que cantar, y quizá sea cierto —pensó en voz alta. 

Miró a la flor, otra vez. Recogió uno de sus pétalos y guardó la flor en la mochila. Luego, con una ligera sonrisa, murmuró: 

—Que el Gran Oso guíe mis pasos y que las estrellas iluminen mi camino...

Dicho esto, introdujo el pétalo en su boca y lo tragó.

Gemnir había permanecido en silencio mientras los demás debatían sobre si un mundo como el suyo debía ser salvado o no. Él no tenía la respuesta a preguntas tan profundas, y precisamente por eso no se erigiría en juez de la cuestión. El enano era alguien práctico, un guerrero mercenario, que conocía de sobra la crudeza de un mundo como el suyo. Su propia vida había sido desgraciada, deshonrado y convertido en paria desde su juventud. Había tenido la oportunidad de poner fin a su existencia muchas veces, igual que hacían otros de su raza cuando eran desterrados y se convertían en parias.

Y sin embargo, se había aferrado a esa vida. Una vida que ningún enano se creería capaz de atesorar. Su camino se había convertido en un ir de acá para allá, tratando de ser útil de la única manera que sabía: luchando a sueldo de aquellos que no sabían o podían luchar por sí mismos. Y en ese viaje, había descubierto muchas cosas malas... pero también cosas buenas. ¿Debían desaparecer las cosas buenas, simplemente por que hubiera muchas más cosas malas?

Gemnir miró la flor en la palma de su gruesa mano. Con cuidado, arrancó un pequeño pétalo y lo alzó para sostenerlo frente a sus ojos. Un símbolo demasiado delicado para él, tal vez... pero serviría. Abrió la boca y despacio, lo introdujo en ella. Él no era un filósofo, era un guerrero. No sabía si sería de alguna utilidad, pero aún así había decidido que en aquél mundo seguía habiendo cosas que merecía la pena luchar para proteger. Haría lo que pudiera, como siempre.

Sus ojos se habían mantenido fijos en el cayado de la Diosa, casi como si pensase que por no dejar de mirarlo se mantendría de una pieza. No fue hasta que el punto de luz apareció frente a sus ojos que desvió la mirada del báculo.

Tomó la flor entre sus manos con cuidado por miedo a que llegase a romperla y miró a la Diosa justo para ver cómo movía la mano y todo desaparecía. Cerró los ojos y cubrió la flor con ambas manos cuando el vendaval le azotó. Tardó unos segundos de más en abrir los ojos. Cuando lo hizo, miró a los presentes y observó cómo tanto la mujer oso como Gemnir ingerían un pétalo.

Ella miró a su alrededor. No veía nada de lo anterior, pero la Diosa había dejado claro que el mal estaba por liberarse. Así que ciertamente esta era la calma antes de la tempestad.

Quitó con delicadeza un pétalo de la flor y lo comió, guardando el resto con sumo cuidado en su mochila.

¿Había tenido suficientes aventuras? Sí, al menos por un tiempo. Pero si el mal se había liberado no podía dejar que amenazase a sus seres queridos.

Si hubiese tenido más tiempo, Erik le hubiera explicado a la pastora que aquella responsabilidad no debería estar en sus manos. Quería ayudar, no iba a quedarse quieto mientras el mal amenazaba a su familia y a todos los que quería, y a todas las personas en el mundo que no conocía, pero que dudaba que mereciese aquel final. Pero él no era ningún general experto en estrategia, o un caballero de esos que mataban dragones o un mago capaz de levantar las aguas del mar y abrir los cielos. Sabía defenderse medianamente con la lanza, y se las apañaba para patrullar los bosques sin perderse, y no mucho más. Su única recomendación para aquella responsabilidad era ser quien estaba allí en aquel momento. Y no estaba seguro de que eso fuera suficiente para llevarla a cabo con éxito. Pero negarse a aquella tarea, por inadecuado que fuese, no iba a servir de mucho. Otros lo harían mejor que él, pero esos otros no estaban aquí, y sólo quedaba hacer lo que pudiese.

Con cuidado, arrancó uno de los pétalos de la flor y lo tragó, interiormente lanzando una plegaria a cualquiera que pudiese estar escuchando, ya fuesen dioses, espíritus o el destino mismo. No era especialmente religioso, pero estaba seguro de que cualquier ayuda que recibieran iba a necesitarse.

No se había dado cuenta hasta que punto poco a poco aquella misión había ido calando en ella. Había estado tan centrada en su enfado hacia su madre, su disgusto hacia aquel salir de su zona de confort, en quejarse y rezongar, que había sido totalmente inconsciente de que verse involucrada en algo tan trascendente no la había dejado indiferente.

Sólo cuando la Diosa dejó claro que nada podía hacerse para que Calandran no fuera liberado fue que se dio cuenta de la angustia que aquella afirmación le provocaba, como si se tratara de un fracaso, como si hubieran llegado demasiado tarde. O, como si, sencillamente, nada pudiera ser hecho para evitarlo.

Por ello se quedó sorprendida cuando se encontró con las dos flores frente a ella, la primera una condena, una cadena de presiones que hablaba de salvación y expectativas con demasiada grandilocuencia. La segunda, su perdición. Porque hubiera sido más sencillo reconocer la primera como lo que era, lanzarla al suelo y pisotearla para olvidar todo aquello, volver a casa con las manos vacía para decirle a su madre que se olvidara de aquella absurdidad y aceptara el destino que su hermana se había ganado. Pero aquella segunda flor era una promesa de todo aquello que podía mejorar, era casi una oda a la esperanza después de años de amargo resentimiento.

Con una flor en cada mano, se encontró observándolas en la linde del bosque mientras Jaskier hablaba con grandilocuencia a los árboles*. Alzó la vista para dirigirle una mirada penetrante antes de volver a bajar los ojos a las flores, sabiendo lo que iba a suceder, lo que ya estaba sucediendo a su alrededor. Cerró los ojos, sacudiendo la cabeza con conmoción antes de acercarse la flor de la condena a la boca y arrancar con delicadeza un pétalo, sosteniéndolo entre los labios apenas un segundo, casi incapaz de hacerlo hasta que, por fin, sus dientes tiraron del mismo hacia adentro y lo tragó sin masticar.

- Supongo que si igualmente vamos a morir... no me importa tanto morir a vuestro lado - terminó por decir con un quedo suspiro.

Al final, su hermana y ella no habían salido tan diferentes la una de la otra..

Jaskier toma el pétalo, ha estado diciendo esas palabras. Al fin y al cabo, si tan diosa es seguro que nos escucha. Aun no se lo traga, esperando una respuesta de un tipo u otro.

— Lakara, tu familia y tu os mereceis la paz. Habeis sufrido mucho, muchísimo. Por eso quiero las aguas mágicas del olvido, las aguas de Mnemosyne. No es lo mismo que le cuenten a tu hermana que estuvo varios años sufriendo, a que cada noche tenga pesadillas con el fuego del dragón, y que la misión solo la haya salvado a medias — te explico.

Recuerdo este tipo de historias. Algunos héroes salvaban el dia a medias. Otros héroes más ambiciosos querían conseguir realmente la paz para los suyos. Y aunque las historias que contamos los bardos estan llenas de exageraciones y de licencias artísticas, quizá por una vez pueda hacer algo que se me da bien, y ese algo es negociar.

Jaskier no recibe respuesta. Quizá la Diosa esté demasiado ocupada intentando darles tiempo para alejarse del Bosque o quizá la Diosa no está dispuesta a dejarse chantajear, dejando claro que la decisión de continuar la misión no está sujeta, esta vez, a premio alguno. La recompensa es, como la misión, salvar el mundo.

Y así, cada uno por sus motivos, deciden tomar uno de los pétalos y seguir las instrucciones de la Diosa. Todos excepto Jaskier. Aquellos que lo han hecho, pueden escuchar una voz en su interior. La voz de la Diosa que les habla directamente a cada uno de ellos. ¿El mensaje? Solo ellos lo saben.

Pero poco tiempo tienen para procesar la información pues desde el interior del Bosque sale de pronto un feroz viento, como una honda expansiva, y les impulsa hacia atrás y les aleja aun más de la linde. Y todos notan como si algo muy frágil se rompiese. Y una neblina oscura comienza a salir de su mismísimo corazón. Seguramente provenga del Templo de la Diosa. La neblina oscura se vuelve más espesa y oscura para expandirse en todas direcciones.

La densa niebla les ataca e intenta atravesarlos, pero el poder de la Diosa protege a aquellos que han comido el pétalo. Por desgracia para Jaskier, la niebla le atraviesa con un poder demasiado grande y le corrompe desde las entrañas. Tras ese ataque, la niebla se concentra en un solo punto sobre el cielo y, rápidamente, sale despedida en una dirección. Al Este. 

Y el bosque... el bosque parece intacto, pero sin vida. Las hojas de los árboles no brillan y la brisa no los hace "hablar".

La Oscuridad ha llegado a ese mundo y solo aquellos dispuestos podrán hacerle frente.

La voz de la Diosa nace desde su interior. 

Recibid mi Don, hijos de la Tierra y el Bosque, de la Llanura y de las Montañas, del Desierto y del Mar. Que el destello de la Esperanza nunca se apague en vuestro interior y que os guía por el camino de la Luz para poder liberar su Altares de la sombra. Estaré esperando al final del camino y juntos encerraremos a aquel que contamina este mundo.

La voz se va apagando poco a poco, pero están seguros que la Diosa aun está en su interior y que un poder increíble les llena.