Partida Rol por web

Años han pasado y no tengo idea de como está todo... aún no he recibido el llamado.. quedará alguien como para hacerlo?

Una vez que reuno a todos en la playa..

Hermanos. Lamento irrumpir en vuestro descanso, pero se me ha enviado a este lugar en busca de ayuda.

Tomo aire y comienzo mi relato.

Hacía cientos de años que yo permanecía convertido en piedra por un poderoso hechizo. Mi mente vagaba en un limbo interminable, sin poder pensar, pero con la sensación del paso del tiempo. Lo último que vi antes de caer en ese lugar fue a mi amada despedazada por nuestro enemigo, y lo primero que vi fueron los ojos de una de las criaturas con mayor bondad en el mundo. Ciria. La suma sacerdotiza de nuestro pueblo me rescató ahora para darme un fúnebre mensaje. Despues de miles de años, nuestro pueblo tendría que abandonar sus tierras por la invasión de un poderoso enemigo. Guiados por el gran general Unglar, un ejercito de orcos invadió Qualinost obligando a nuestros hermanos a uir y dejar el paisaje más hermoso del mundo disponible a la profanación de esas aberraciones.

Me dijo que en Ginea, la ciudad humana, será donde participaré del combate, pero no solo. Me mandó a perderme en el mar para encontrar este lugar, y una vez aquí esperar el llamado, para guiar a nuestra gente junto a una mujer.. la mujer del invierno.

Para volver ella me dió este artefacto:

Luego de un breve silencio termino con estas palabras

El mundo ha cambiado, y no para mejor, pero aún podemos evitar de que la llama que aún reside en el se extinga.

Si bien los años pasaban aquí en el exilio no podrías precisar si de la misma manera pasaba en el mundo donde habías dejado atrás Qualinost.
Sin embargo aquello de buscar a la mujer del invierno parecía a esta altura no tener demasiado sentido, o de alguna manera ella no aparecía.
Los sabios analizaron el artefacto que Ciria tu había otorgado pero la conclusión era prácticamente absoluta.

En el momento en que el artefacto lo decida podremos ayudar al plano primario.

Si, este objeto parecía tener vida propia.

Esperar? solo esperar... otra vez esperar...

Mi aceptación ante lo que escuchaba era notoria, sin embargo el tiempo que he pasado en este lugar no ha logrado calmar mi espíritu aventurero. Podría intentar usar mi amuleto para volver y combatir... podría reclutar jovenes y llevarlos a otro plano para entrenarlos.. podría formar un ejército si me lo propusiera... pero de lo único que estoy seguro es que no podría volver a este lugar.. no hasta que llegue mi tiempo.

Debo esperar...

Día tras día volvia a la playa y entrenaba.. El rostro de Godmaster se formana en mi mente y reemplazaba el de aquel mosntruo que me había convertido en piedra... ya no lo recordaba. La superficie de la playa cambió infinidades de veces su forma debido a mis conjuros, pero siempre al final esa semiesfera de hierro quedaba formada en la arena. Hierro muerto... sangre y fuego de dioses lo bañaron. Mi magia no puede, o no desea tocarlo.

Esperar.

Un gran resplandor vino desde la playa, no había que decir nada a Nethiron quien sabía que aquel era el encuentro que esperaba, así que corrió a aquel lugar.
Llegado al lugar vio a una mujer, increíblemente hermosa, quien observaba el lugar un tanto abrumada por la luz del lugar.
Detrás del arquero elfo llegaba Kan, un elfo que no portaba armadura sino apenas si llevaba dos espadas largas en su cintura. El musculoso elfo se paró en seco y miró a su compañero Nethiron en busca de alguna explicación.

- ¡¡A esto sí que no estoy dispuesta!! ¡¡Devuélveme a mi forma o sácame de aquí!! 

La mujer se encontraba gritando a la nada, a todo pulmón, cuando vio cómo se acercaban hacia ella Kan y Nethiron. Al principio no les hizo mucho caso pero, tras ver que sus exigencias no obtenían ninguna respuesta, frunció el entrecejo y se giró hacia ellos, adoptando una posición defensiva en la que anteponía sus manos enguantadas, de las que caía un reguero de sangre, y una de sus piernas, dejando la otra cargada a su espalda.

- Elfos... ¿dónde están esos orcos? -preguntaba, aún desconfiada.

Siendo la única visita ajena a la isla en todo este tiempo, recordando el último combate no pude hacer más que estar a la defensiva. Más viendo la escena... una mujer muy hermosa, pero con las manos ensangrentadas... si era de un ser de la isla, la mujer lo pagaría con su vida... sin embargo para mi sorpresa pregunta por... orcos?

- Orcos? En este lugar no hay orcos... Aunque tampoco hay mujeres que exigen a los cuatro vientos que se les devuelva su forma...

Este elfo, de rasgos muy finos, pelo plateado y abultados ropajes, emanaba magia por los poros. Hasta para un simple plebello bastaría con ver el atuendo para darse cuenta de que, o tiene el favor de alguien o ha recorrido mucho camino para obtener todo lo que lleva ensima...

- Tal vez podamos devolverla a vuestro lugar, si nos dice quien es y de donde viene...

- Es... No tienes ni idea, mortal -afirma, mientras examina a los elfos de arriba a abajo, paseando sus ojos que tan pesados le parecían por la falta de costumbre- ¿Acaso no es este el Exilio de los Elfos? ¿Quién sois?

La sangre no dejaba de resbalar por los metálicos guantes de la pelirroja mujer, que iba también envuelta en túnicas varias y portaba numerosos objetos mágicos de apariencia muy cuidada. Quizás el que más pudiera llamar la atención de todos a su actual interlocutor era el chaleco de los archimagos, uno de los objetos más valorados y ansiados por parte de los lanzadores de conjuros.

Al escuchar que hace referencia a mi como mortal arqueo una ceja... Evidentemente esta mujer no sabía con quien hablaba, y por más que su presencia en este lugar merecía, no se si respeto, pero si una alarmante sorpresa por nuestra parte, el hecho de que ella supiera donde estaba fue lo que más me llamó la atención... o tal vez no...

- Por estos días hasta los dioses son mortales. Puedes llamarme Nithiron, y tu quien...

Justo en el momento de presentarme noté algo que no dejó de sorprenderme... tal vez más que su presencia... no podía ser... era imposible!

Como acto inmediato atiné a correrme la camisa, y una tormenta de confusión asechó mis pensamientos.

- Esto es imposible... conseguí este chaleco del tesoro de Kokuryūkai*, luego de arrancarle al dragón las alas y el corazón...

Abrí mi camisa por completo y dejé ver lo que no dejaría de sorprender a la visitante. El chaleco del archimago se encontraba debajo de la misma.

El conocimiento del poder del chaleco no hizo más que elevar mi alerta. Ella podía matarme tres veces antes de que toque el suelo, pero yo también podría hacer lo mismo con ella.

Recomponiendo mi postura la miro a los ojos y le digo...

- Me he presentado. Ahora me gustaría saber quien eres y que es lo que haces aquí....

La afirmación sobre la mortalidad de los dioses hace arquear exageradamente una ceja a la mujer del pelo de fuego. Todos su movimientos parecían un tanto bruscos, como si se tratase de un bebé recién nacido pero con una inmensa fuerza y energía. No parecía estar muy a gusto consigo misma.

Cuando se alarma al fijarse en el chaleco del archimago, que apenas se deja entrever entre una cuidadísima capa en la que las plumas de un fénix se entremezclan formando caprichosos diseños y runas mágicas, la aventurera ríe, elevándose ligeramente por los aires hasta dejar sus pies a la altura del pecho de Nethiron y deteniéndose allí.

- Aunque este no es el aspecto al que acostumbro, mi nombre es Nekrhatag, Nekrhatag Zhartathl -afirma, henchida de orgullo- Si sabes algo sobre los dioses es de recibo que hayas oído hablar sobre mí. Vengo aquí para ayudaros a combatir contra las huestes orcas que os acechan, como prueba de mi fe y entrega a Hades, cuyo templo ha sido saqueado por esos malditos pielesverdes. Sólo quiero hacer justicia y limpiar mi nombre.

La mujer hace una pausa, mirando al más callado de los dos hombres con los que se ha cruzado

- ¿Y tú, quién eres? Hay que localizar a esos inmundos ejércitos antes de que sea demasiado tarde para los vuestros.

Cuando escucho las palabras de la mujer no pude dejar de pensar en otra cosa... sería ella?? hay algo que no cuadra... su extraño pelo se asemeja al fuego, no al hielo.. lejos está de ser la imagen que se formaba noche tras noche en mi cabeza... pero tenía que ser... quería que así fuera.. al fin y al cabo esa no era su forma.. bastaban solo unas palabras para ver cual era su forma real, sin embargo sería tomado como una ofenza y no estaba dispuesto a pagar tal precio... no después de tanto tiempo.

Imprudentemente, sin esperar la respuesta de Kan, dejé salir inconscientemente unas palabras de mi boca...

- La mujer del invierno...

Ante el silencio despectivo de Kan, imagino por la comparación que se autodenomina la mujer como diosa, yo lo presento.

El es Kan, y a diferencia de mí ha llegado a este lugar cuando ha sido su momento.

Un impulso llevo mi mano a uno de mis bolsillos, pero luego de tantear lo que tenía allí dentro (lo que me dio Ciria) saqué la mano sin nada.

Yo he venido en busca de un ejército, sin embargo, tanto los que aquí están como quien os habla, dependemos de alguien para salir de este lugar... Quién os ha mandado? como llegasteis a este lugar?