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El caso Wescott

Ambientación

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30/10/2009, 23:44
Director

Los felices años 20

La Gran Guerra terminó en 1918. Los historiadores la llamarían después la "Primera Guerra Mundial", pero para la generación que la sobrevivió, pretendía ser la primera y última guerra global. Millones de muertos habían sido enterrados en los campos europeos y asiáticos, muertos en nombre de imperios y naciones que los habían usado como mera carne de cañón.

En el resto del mundo, se iniciaba una lenta recuperación económica y demográfica, que sin embargo no afectó a los pujantes Estados Unidos de América. La nación que había entrado en la guerra en 1917, y que la había ganado, se había volcado en el esfuerzo de guerra. Los hombres habían sido reemplazados por las mujeres en sus puestos de trabajo, y todo el potencial industrial de aquella gran nación se volcó en el conflicto.

Pero cuando ganaron la guerra, los hombres regresaron a casa. Muchos estaban tullidos, otros ciegos a causa del gas, algunos venían en ataúdes... Habían pagado un alto precio, pero aquellos que volvieron sanos reemplazaron inmediatamente a las mujeres en el trabajo. Ellas, descontentas, reinvindicaban lo que habían logrado, y querían hacerse valer. Eran los años de las grandes activistas del feminismo en EEUU, como luego ocurriría también tras la Segunda Guerra Mundial.

La generación perdida

La generación de jóvenes de los años 20 había crecido con una mentalidad muy marcada: frente al horror de la guerra, era necesario fomentar una vida activa y desenfadada, alegre y moderna. Comenzó así la "era del jazz", que tuvo su reflejo en muchos aspectos de la sociedad.

Las mujeres abandonaron los grandes y opresivos vestidos decimonónicos, que ocultaban su cuerpo, y las largas cabelleras. Comenzaron a vestir de modo más desenfadado con faldas por encima de la rodilla, sombreros alegres y vestidos que realzaban más su físico. Chicas con melena corta, joyas y pintalabios, que fumaban con elegancia y cruzaban las piernas al sentarse, para espanto de los viejos y los retrógados. Mujeres activas que comenzaron a trabajar y vivir por su propia cuenta, sin tener que estar bajo la batuta de un marido que era dueño y señor de su casa y su cuerpo.

En los salones de ciudades como Chicago o Nueva York, comenzaron a hacerse fiestas desenfadadas donde se bailaba el swing, se bebía, se reía y, como siempre, se intentaba conquistar al sexo opuesto. Ninguna regla moral parecía poder frenar a esta nueva generación de vividores.

Los avances técnicos

Esta fue también la era del automóvil. Gracias a Henry Ford, los automóviles utilitarios y asequibles transformaron la faz de Estados Unidos. El turismo de interior aumentó exponencialmente, así como los servicios para los viajeros del automóvil: estaciones de servicio, moteles, restaurantes de carretera, campings... El turismo, anteriormente caro y solo reservado a unos pocos, llegó al alcance de todos. Cualquier podía llevar una tienda de campaña en su coche, recorrer el país y no gastar apenas un puñado de dólares.

La nueva generación sentía verdadera veneración por el automóvil y sus adelantos. Seguían con espectación los nuevos cambios: el motor de ocho cilindros, el cinturón de seguridad, el arranque de sistema eléctrico, etc. Muchos viejos opinaban que la juventud tenía "pedantería mecánica", ya que muchas de sus conservaciones giraban en torno al automóvil y lo que le rodeaba.

Pero esta además fue la época de otros grandes avances. La producción en cadena hizo que los artículos antes destinados a los ricos fueran a parar cada vez más a las clases medias: electrodomésticos, radios... Esto cambió el aspecto de las ciudades norteamericanas. Los ricos y la clase media más pudiente huyó de las estrecheces y el ruido de la gran ciudad, y gracias al automóvil y otros adelantos pudo irse a vivir a tranquilos y apartados residenciales, comprando en centros comerciales la comida que necesitaba, y guardándola en sus frigoríficos. Ya no era necesario salir a comprar cada mañana lo que se iba a consumir.

Fruto de los avances de la aeronáutica en la Gran Guerra, surgieron las primeras líneas regulares de transporte aéreo comercial, que terminarían revolucionando el transporte de personas a larga distancia. Sin embargo, no sería hasta los años 30 en que esta forma de viajar alcanzara un abaratamiento en su coste que posibilitara a los bolsillos modestos ahorrar para el billete de avión, y tuvo que convivir hasta décadas posteriores con el transporte marítimo y ferroviario.

La era de los gánsters

En 1920 se aprobó la llamada Ley Seca, o Acta Vollstead, que impidió el consumo, venta, transporte y tenencia de alcohol dentro de las fronteras de Estados Unidos. Esta medida demostraba hasta cuanto convivían las viejas generaciones, de moralidad protestante férrea, con las nuevas.

La prohibición fue burlada gracias a las mafias, que surgieron con fuerza en esta década. Y durante muchos años, los gángsters fueron vistos como héroes románticos contra una ley injusta y estúpida, y se hizo la vista gorda a sus asesinatos y extorsiones. Hombres como John Dillinger o Al Capone fueron idolatrados y gozaron de la complicidad de un gobierno y una policía corruptas, que no deseaban luchar contra la marea.

Pero cuanto más avanzaba la década, más violentos se iban haciendo los asaltos de los gángsters, y más inocentes murieron en sus vendettas. La opinión pública terminó harta de aquellos hampones, y el gobierno designó a hombres como Melvin Purvis o Eliot Ness para acabar con el problema del crimen organizado.