Partida Rol por web

Takeshi se encogió de hombros ante la no aceptación del brazo y esperó a que bajara de la habitación, él había salido preparado para pasar el día fuera y su arco descansaba en el baúl de la habitación. El bullicio de las calles en plena celebración lo aturdió un poco, era la primera vez que estaba en una ciudad tan grande y lo que habían visto de noche no le había permitido apreciar lo abrumador y bullicioso que era todo.

El joven agradeció el tiempo que pasaron en el establo, en parte porque lo alejaba del bullicio de la ciudad y en parte porque le permitió observar un aspecto de Minako que lo sorprendió gratamente. Cuando ella se giró lo encontró mirando la escena embelesado, y no fue hasa que ella habló que él se dio cuenta y volvió a su sonrisa habitual.

Se encogió de hombros ante la pregunta - Yo tampoco tengo experiencia negociando, y menos apun en ciudades tan grandes, nunca salí de mi aldea antes de este viaje. De todos modos por ahora no tenemos dinero, así que sólo podemos mirar y ver cuales de los caballos que veas te gustan más. - sonrió ampliamente - En eso seguro que nadie del grupo te gana, por como cuidas a Hai-iro estoy seguro de que los animales te gustan mucho. 

No había ninguna duda: Era lo más magnífico que había visto jamás. Al menos, en lo que se refería a mercados. Verdaderamente, era un lugar que era tan mágico como era peligroso: No era sólo el tipo de sitio donde podías encontrar todo lo que necesitabas, si no también todo aquello que necesitabas y no sabías que necesitabas. En otras palabras, era más que probable entrar allí con una bolsa llena y salir sin una sola moneda.

Y en ese sentido, era una suerte que no tuvieran, precisamente, una sóla moneda que gastar. Más bien lo contrario. Pero evidentemente, que hubiera mucha gente dispuesta a vender no significaba necesariamente que hubiera mucha gente dispuesta a comprar, y su tarea pasó a convertirse una odisea. Tampoco era que pudiera culpar a nadie: La mayoría de las cosas que estaban vendiendo parecían más chatarra que objetos con valor verdadero, pero aún así tenían que esforzarse. La tarea, aún así, fue bastante descorazonadora.

Aunque Kosuke tomó la iniciativa cuando Shisho se la ofreció, lo cierto es que a él tampoco le fue demasiado bien en sus ventas. Las ofertas que consiguieron no eran nada del otro mundo.

─Creo que si tú eres un viejo idiota fácil de estafar, yo soy un joven paleto de aldea que no las ve venir. Esta gente negocia  con uñas y dientes. Y yo que pensaba que tenía labia... ─Se llevó una mano a la nuca, repasando lo que habían recaucado por todo─. ¿Crees que esto será suficiente? Me sienta mal no haber podido sacar más, pero no sé si hay algo que podamos hacer.

- Pues es cierto. Contesta la chica. Ahora poco podemos hacer salvo mirar. Espero que haya algún caballo que sea bueno.

Ante el comentario de que es buena con los animales se limita a recogerse un mechón de pelo mientras desvía la mirada durante un segundo.

- No es más que la fuerza de la costumbre. Siendo granjera no tienes más opción que aprender a tratarlos. Ellos son tan importantes para el trabajo como nosotros.

Se gira de nuevo y un gesto alegre cruza su rostro.

- Además, no se gana nada abusando de criaturas inocentes. En el fondo entienden cuando alguien les trata bien. Como pasó con Gob. Se aclara la garganta y ya se encamina hacia la gran ciudad, a buscar un sitio donde tengan monturas disponibles.

Tras la venta habían conseguido bastantes monedas. Podrían desde luego haber sacado algo más, pero con aquello deberían conformarse. Sólo esperaba que la medicina que necesitaba la esposa de Gob, no fuera muy cara. Al fin y al cabo, con aquellas monedas tenían que vivir los cinco por un tiempo. De lo contrario, muy posiblemente allí concluyera su viaje y cada uno tuviera que reunir por su cuenta el dinero suficiente para regresar a casa. Fuera como fuera, por presenciar el festival y la ciudad de Sakurairo, ya había valido la pena.

Shiso y Kosuke comenzaron a buscar un herbolario por la zona. No les fue complicado hallar la tienda de un anciano llamado Tako, un herbolario que fabricaba sus propios remedios en aquella misma botica desde hacía más de cincuenta años. La tienda no era muy grande, pero estaba colmada de todo tipo de cosas. Todas las paredes estaban rodeadas de estanterías en las que se almacenaban medicinas, ungüentos, hierbas y todo tipo de aparatejos médicos. Desde  luego, si no era allí donde encontraran la medicina que Memmu necesitaba, no la iban a hallar en ninguna otra parte.

- Buenos días. - Saludó el viejo. - Venimos en busca de una medicina contra un resfriado muy agudo. Ha afectado a los bronquios y aunque le hemos proporcionado remedios naturales, sigue estando con el pecho muy cargado. Se trata de una mujer goblin, de unos treinta o cuarenta kilos de peso. - Habló Shiso. - Conozco las hierbas curativas, soy sanador. Puede hacerme caso cuando le digo que necesita algo fuerte. - Añadió. 

Al llegar a la zona donde las monturas se alquilan la chica empieza a dar vueltas y a mirar antes de empezar una conversación con el encargado de los establos. Está intentando distinguir algún animal que por cualquier motivo sea más asequible, sin que eso suponga demasiados problemas para el que lo monte. Al fin y al cabo sólo lo necesitan para un viaje de un día, por lo que no es imprescindible que sea el mejor caballo de la ciudad.

Por suerte para ella la aldea está bulliciosa y al estar sola con Takeshi aparentan ser una pareja de jóvenes más, como muchos otros que se ven por las calles. No llama la atención, pero tampoco consigue ver nada interesante.

Se acerca al muchacho y le habla con una cierta decepción en su voz.

- Estaba buscando algún caballo que nos pudieran dejar más barato, antes de empezar a negociar. Pero no he visto nada. Ya he tenido alguna experiencia con ciertos mercaderes... que a veces nos liaban más de la cuenta a la gente de mi familia. Mira a Takeshi, claramente buscando algo de apoyo. ¿Crees que podrías intentarlo tú? No querría empezar la negociación con mal pie. 

Takeshi asintió ante el pedido de Minako y se puso a mirar los animales. - Claro, no tengo experiencia con animales de granja, pero sé de monstruos salvajes. - Buscaba algún defecto obvio pero que no fuera a incapacitarlo, no sabía mucho de animales domésticos pero sí conocía la anatomía de los monstruos y no creía que los cuadrúpedos difirieran demasiado entre si. Incluso se permitió pensar en el carácter del animal, aunque no quería un animal inmanejable uno que fuera un poco terco quizá saldría por menos dinero.

El herbolario atendió a Shiso asintiendo con la cabeza ante los síntomas que describía. Acto seguido abrió un grueso y antiguo manuscrito médico en el que consultó una de sus arrugadas y amarillentas páginas. No tardó mucho en señalar un párrafo y comenzar a leer. Shiso entendió que aquello no era más que parafernalia. Al fin y al cabo, los síntomas que había descrito él eran muy evidentes y sin duda alguna, aquel hombre, con la edad avanzada que tenía, los habría encontrado muchas veces antes y tenía que saberse de memoria tanto el diagnóstico, como el remedio.

- Tengo unas infusiones a base de jengibre, ajo y otras hierbas aromáticas y sales minerales que le vendrá a la perfección al paciente. - Le respondió. 

Entonces aquel hombre alto y greñudo, con una larga y espesa barba gris, se alejó hacia el interior de la botica. Shiso y  Kosuke esperaron un rato hasta el regreso del dueño del negocio. Era un hombre lento, pues padecía de cojera. No obstante, regresó con una caja llena de sobres para infusión que depositó sobre la mesa de la tienda.

- Debe tomar una infusión cada ocho horas y en menos de cuarenta y ocho horas se habrá recuperado por completo. - Les contó. - No obstante, tras dos o tres dosis, ya podrá levantarse de la cama y hacer una vida prácticamente normal. - Hizo una pequeña pausa y miró a los dos compradores. - Ésto es lo mejor que tengo y lo más rápido. Aunque... - Carraspeó. - Son cuatrocientas monedas... - Desveló finalmente. - Tengo otros productos por la mitad de precio, pero ya saben... - Se encogió de hombros. - La eficacia varía...

- Entiendo... - Dijo Shiso. 

La cara del viejo era un poema. Sabía a ciencia cierta que el precio que le estaba ofreciendo era bastante más abultado de la cuenta. Les estaba pidiendo no menos de un veinticinco por ciento más del precio de venta real que podría encontrar en casi cualquier herbolario o boticario e la región. Sin embargo, no había visto muchos más puestos en los que conseguir aquella medicina y si él mismo tuviera que fabricar el compuesto, cosa que podría hacer, finalmente le saldría aún más caro por el tema de tener que fabricarlo en mayor cantidad. No valía, la pena. Tenía que negociar el precio.

- Mire señor, puede que nos haya tomado por tontos, pero no lo somos. - Defendió el viejo. - Yo mismo podría fabricar las infusiones, pero comprar todos los materiales para fabricar una cantidad tan pequeña, me saldría bastante más caro. - Le miró con ojos acusadores. - No obstante, estoy convencido de que podríamos llegar a un acuerdo. - Hizo una pausa. - Con trescientas monedas aún saca bastante beneficio. ¿Me equivoco?

- ¡Trescientas monedas! - Exclamó el boticario. - ¿Está usted loco? 

Aquel hombre le miró fijamente durante unos momentos, tratando en cierta medida de intimidarle, algo que o logró. Finalmente resopló y se puso a hacer número mentales.

- Miré, si quiere se lo dejo en trescientas ochenta y cinco monedas. - Le respondió finalmente. - No puedo bajar más...

- Trescientas ochenta y dos... - Shiso extrajo una bolsa con monedas y las empezó a contar frente al boticario. - Usted no puede rebajar una sola moneda más, pero yo no puedo llegar a tanto. Aunque me quedo cerca... - Se encogió de hombros.

Aquel hombre, refunfuñando agarró el dinero y lo guardó en un cajón de madera con cerradura. Le entregó la medicina a Shiso con mala cara. Sabía que había ganado dinero con la venta, pero aquel hombre había sabido regatear muy bien y había perdido un quince por ciento del precio al que estaba habituado a vender aquel tipo de medicina. Fuera como fuera, todos salían ganado. Uno tenía la medicina que necesitaba y el otro había hecho una venta.

- Será mejor que regresemos al hotel. - Le dijo entones a Kosuke. - Mi estómago ruge y tenemos el almuerzo pagado. - Sonrió. - Creo que al final hemos hecho bien las cosas, aunque podríamos haber sacado más por las ventas, al final hemos ahorrado algo en el coste de la medicina... - Se encogió de hombros. - ¡Vamos a ver si el resto ya ha acabado con lo suyo!

A media mañana el grupo se reencontró casi por casualidad en el hotel donde habían pernocato. Tenían la comida pagada y cuando sus estómagos comenzaron a rugir, uno a uno fueron regresando para saciar su hambre. El sol se había tapado y unos densos nubarrones amenazaban con romper en cualquier momento. Eso podía acabar por mandar al traste el Festival, algo que sería terrible para toda la gente que se había desplazado hasta Sakurairo por tal motivo. Pero aún podía ser peor para ellos, pues tenían que salir de nuevo a la aventura y los viajes en condiciones de lluvia eran un inconveniente.

Los primeros en llegar fueron Minako y Takeshi. Habían logrado encontrar un buen caballo para realizar el viaje de ida y vuelta hasta la guarida de Gob y de su mujer, aunque no lo habían podido pagar claro está. La negociación con el dueño de los establos había ido más o menos bien. Él les pedía quinientas monedas por un día de alquiler de montura, un precio bastante alto ciertamente, aunque al no haber más establos en la zona, al menos que ellos supieran, tenía el monopolio y podía hacer y deshacer a su antojo. Tras una breve negociación, habían logrado reducir el precio hasta las cuatrocientas setenta y cinco monedas.

Los siguientes en llegar fueron Kosuke y Shiso. Por la cara alegre con la que llegaban, parecía que habían logrado su objetivo de vender todo lo que Gob les había entregado y a un precio razonable. Lo cual estaba bien, pues podrían adquirir la medicina y además, eso les ayudaría a que su viaje pudiera proseguir por un tiempo más, que al fin y al cabo, era lo que todos querían. Finalmente les revelaron que no solo habían vendido todo lo que Gob les había entregado por un precio bastante bueno, un total de dos mil seiscientas setenta y cuatro monedas, sino que también habían comprado la medicina que necesitaban por sólo trescientas ochenta y dos monedas.

Finalmente, el último en llegar fue Yoshitomo. Quien de todos era con diferencia en más sonriente. Había trabajado duro y le dolía la mano de tanto escribir, pero se había ganado bien el sueldo y había comprobado que alguien que se hubiera esforzado lo suficiente de joven en aprender a escribir, podía ganarse muy bien la vida de adulto. Dos mil ciento cincuenta monedas era lo que se había ganado gracias a su honrado trabajo.

Una vez todos reunidos, pasaron al salón comedor del hotel. Pronto les sirvieron la comida. Sopa de fideos bien caliente de primero, la cual sabía algo picante aunque no se habían pasado con las especias para aquellos a los que no les gustase el picante y de segundo ensalada de algas y langostinos rebozados y fritos. Todo tenía muy buena pinta, pero lo importante ahora, además de saciar el apetito, era decidir que iban a hacer a partir de ese momento.

- Tenemos que decidir que hacer. - Dijo entonces el viejo. - Pagar cuatrocientas setenta y cinco monedas por el caballo no es demasiado. - Se encogió de hombros. - Es tan solo menos de una cuarta parte de lo que conseguimos vendiendo lo que era propiedad de Gob. - Sonrió. Propiedad suya al menos desde que lo robó a su legítimo dueño. - Pero tenemos que ser rápidos e ir y volver en menos de una jornada, pues de lo contrario, nos costaría el doble y eso podría ser un problema si queremos seguir viajando. - Tomó aire y reflexionó unos momentos. - Además... Sólo tenemos un caballo y alquilar más es un riesgo. Máximo podríamos ir dos montados sobre el mismo y el resto debería esperar en la ciudad. Si nadie más quiere regresar a la casa de Gob, me ofrezco yo mismo. Pero si alguien quiere ir en mi lugar, no me opondré. - Sonrió. - Estoy viejo ya para un ritmo muy elevado y al final he venido a ver el festival... - Soltó una carcajada.

- Vaya, dice Minako al ver el dinero. Un gran trabajo al venderlo todo y además comprar la medicina. Y aún mejor trabajo, Yoshi, por conseguir tanto dinero en una sóla mañana. Sonríe ampliamente al joven cartero. Comparado con eso nuestra pobre negociación no parece mucho. Inclina levemente la cabeza en un gesto de disculpa.

Aunque tarda un poco debido a que todavía tiene un cierto rubor en sus mejillas, su personalidad práctica termina por imponerse y continúa hablando.

- Estoy de acuerdo con el señor... con Shiso, en que ir todos no es necesario. Es cierto que alquilar más caballos es un riesgo. Que vaya una sola persona también me parece arriesgarse innecesariamente. Dos en una misma montura no será mucho problema para el animal, teniendo en cuenta que es un viaje de un sólo día. Deberían ir los que sepan cabalgar bien y/o puedan aguantar bien el viaje. Sin poder evitarlo mira a Shiso y un gesto de preocupación cruza su rostro, pero se contiene y no dice nada.

- A mí me da igual ir o no. Lo importante es que la medicina llegue. Si creéis que soy una buena opción para ir, lo haré con gusto.

Takeshi sonrió al ver el fruto de trabajo de sus compañeros de viaje, y se sintió un poco mál por no haber conseguido un mejor precio, pero al menos ahora tenían suficiente para la medicina, para el caballo, y para continuar el viaje. La lluvia empañaba la celebración y dificultaría el viaje, pero por el momento les permitía planificar los próximos pasos sin pensar en lo que se perdían.

- Yo iré - dijo sin siquiera pensarlo - puedo defenderme si es necesario y si me pierdo y tardo un poco más en llegar... - dijo con una sonrisa, bromeando por la cantidad de veces que había perdido el camino - ... ninguno de ustedes tendrá que perderse el festival.

Cuando llegó al hostal, abriendo y cerrando la mano a intervalos, intentando desterrar las frías punzadas que sentía en la mano, todos ya estaban allí, haciendo recuento de lo que había conseguido cada uno. Casi con vergüenza se aproximó a Sisho y le pasó con humildad el fruto de su trabajo. Se sentía bien, pero no quería alardear. 

- Este es el fruto de un duro trabajo, jefe Sisho. Veo que a todos os ha sonreído también la fortuna.

Después recibió un halago de Minako, a lo que reaccionó enrojeciendo, envarándose y rascándose los antebrazos, sin saber que responder. Finalmente consiguió hacer una reverencia a su compañera.

- Gracias por tus palabras... -pero el tema de conversación ya había transitado por otros derroteros, cosa que Yoshi agradeció en su mente. 

Todos pasaron al comedor, a tomar un plato caliente. Mientras comían, debatían sobre la mejor alternativa para llevar la medicina a Gob. Todos dieron su punto de vista. O casi todos. Yoshi oteó el cielo por la ventana y arrugó la nariz. Olía a mojado, a tierra y a gusanos del lodo.

- Vayan quienes vayan, mejor será que lleven un capote encerado. Creo que va a caer una buena. Siendo así, los que vayan tampoco creo que se pierdan el festival. Si llueve, casi todo se cancelará o se pospondrá. Yo no soy lo que se dice un jinete ni el mejor compañero si hay problemas, pero creo que el jefe Sisho no debería ir. Deberíamos elegir quien irá entre los demás.