Partida Rol por web

Llegaba la primavera cuando Hanako partió de Kyuden Isawa en una comitiva fénix a tierras Grulla.  Dicha comitiva estaba formada por una veintena de samurais y otros tanto heimin. Iban repartidos en 4 carromatos de distinta manufactura según el estatus. 3 para los Samurais, bastante amplias y cómodas, y una carrucha tosca para los heimin. Hanako echaba de menos su casa y a su sensei, pero tenía la férrea convicción de que haría todo lo posible por llevar el honor y la gloria a su clan.

Hanako solía salir poco de su carromato, el más pequeño de todos, ya que solo era compartido con la otra estudiante fénix que iba con ella, Isawa Sun.

Dicha estudiante, tenía un rostro cálido y redondeado, con unos ojos almendrados  de espresión gentil, emanaba de ella una gran elegancia y belleza. Lo poco que hanako había hablado con ella, pudo saber que dominaba el elemento de la tierra, como según solía contar a menudo, su "gran ídolo" Isawa Tadaka, el legendario Shugenja fénix. La comitiva fénix se encontraba a pocos días de Kyuden Doji, y el cálido despertar de la primavera daba respiro a todos los Bushi shiba que componían la escolta, después de un invierno frío. 

Los rayos del sol comenzaban a colarse en el carromato de las dos jóvenes, mecidas por el ligero traqueteo del mismo, un olor a flores silvestres se coló agradablemente por las cortinas de la máquina cuando Isawa Sun las abrió para contemplar las verdes y preciosas llanuras grulla.

Sun bostezó, pues estaba recién despertada, y tras aspirar la dulce fragancia del pasto verde y húmedo volvió a recostarse dentro del carromato, pero dejando las cortinas entreabiertas, para que el sol y la fragancia se filtrase dentro. Miró con cara divertida a Hanako

-Hanako-san, ¿que tal amaneciste?-  le dijo alegremente

Hanako respiró profundamente ante las palabras de Sun, abrió los ojos tras unos continuados y pesados parpadeos. Si algo echaba de menos en ese momento era la comodidad del cuarto de habitaciones que había en casa de sus padres, en ningún sitio descansaba mejor que allí, pero tampoco podía quejarse, era una nimiedad.

Se incorporó apoyándose en su brazo izquierdo, mientras con su mano derecha se recolocaba el nemaki con coloridos estampados de color cálido, rojos y naranjas, que había decidido deslizarse juguetonamente por su cuerpo. Bostezó cubriendo su boca con la palma de su mano, y asintió levemente.

─ Buenos días, Sun-san. He descansado mejor esta noche. ¿Has disfrutado de reconfortantes sueños? ─ le preguntó amistosamente mientras recogía su deshecho cabello en una trenza que, con notable destreza por las veces que la había hecho, enredaba en una cómoda y sutil trenza sujeta por estrechas cintas de seda de colores vivos.

La fragancia de las tierra Grulla inundaba los sentidos de Hanako, nuevos olores, colores, gente... le quedaba un mundo nuevo por descubrir y estaba impaciente por ponerse manos a la obra.

Sun esbozó una ronrisa risueña a Hanako, a la vez que decía

-No he descansado igual que en mi casa, pero no está mal del todo-

-De todas maneras, es hora de quitarse el nemaki, pronto tendremos que desayunar-

su sonrisa se tornó esta vez más pícara, y miró hacia las entreabiertas cortinas lentamente, para que hanako se fijase en aquel hecho, a la vez que deslizaba su nemaki de un color naranja fuerte hacia el suelo, se mordió el labio mientras se quedaba totalmente desnuda a la vista de cualquiera que entrase en aquel momento, después de eso volvió a mirar a Hanako. Parecía divertirse con la broma.

Por suerte nadie asomó la cabeza, y tras lucir su desnudo cuerpo durante un rato mientras se  acicalaba, por fín se puso un kimono mas conservador, de un color a medias entre el naranja y el rojo, parecido al fuego, con el mon Isawa a la espalda en grande. Hanako se dió cuenta que aquel kimono hacía reducir su turgente busto, como pudo comprobar al verla en cueros.

-Venga Hanako, prepárate, no quiero que nos regañen porque estés todavía con el nemaki puesto cuando llegue el maestro Karasu-sama-

Aquella sonrisa pícara no desaparecía.
 

Hanako no restaba razón a las palabras de Sun. Había que arreglarse y pronto, no quería malhumorar a sus compañeros de viaje y hacerles esperar por haber dormido un poco más.

Peinó su cabello que le llegaba hasta la cintura a partir de donde finalizaba la trenza echando mano de un peine que se encontraba en su equipaje. Este era de un marrón intenso, barnizado, y de púas de bambú debidamente tratadas y con la punta redondeada para evitar lastimar el cuero cabelludo de quien lo usase.

─ El viaje se torna pesado, Sun-san... espero que podamos llegar pronto a nuestro destino y puedas hacer gala de tu potencial, honrando a la escuela.

Las palabras de Hanako sonaban halagadoras, de hecho lo eran. Hanako no podía quitarse de la cabeza que su padre continuaba viendo un punto de deshonra en el hecho de ser la segunda en discordia, a pesar de que ella no lo veía así. Ambas gozaban de una oportunidad única de demostrar sus talentos, y eso era lo único que tenía importancia para Hanako.

Mientras daba vueltas a la cabeza, peinó el cabello restante que quedaba fuera de la trenza y comenzó a desvestir su nemaki para ponerse de nuevo su kimono de largas y redondeadas mangas color rojo intenso.

─ Estoy lista ─añadió mientras tomaba su calzado, que contaba de dos sencillas geta de madera pulida y barnizada, regalo de su octavo cumpleaños por parte de su abuelo paterno, bendecidas por plegarias a las Fortunas decenas de veces, y a las que les tenía especial cariño─.

Cuando Hanako terminó de vestirse, el sol cubría todo el arco celeste, y el carro seguía avanzando, parecía que tenían prisa en llegar, pues, según los cálculos de Hanako, iban a llegar justos para la recepción, alargando el hacer la parada para la comida matutina.

Las dos chicas se dieron cuenta de este hecho, por lo que Sun, se tumbó en su futón acolchado con las piernas cruzadas y las manos entrelazadas en la nuca. Justo un instante después, acompañado de un sonoro crujido de madera, las chicas sufrieron un bamvoleo que las agitó contra las paredes del carro, haciéndolas frenar en seco contra el suelo del mismo.

Pronto se escucharon voces alarmadas y otras con tintes ofuscadas, una de las ruedas se había partido.

Tras un corto periodo de tiempo, y con las chicas magulladas ligeramente a la vez que sorprendidas por el revolcón del accidente, una voz reconocible se escuchó al otro lado de las cortinas. Asako Karasu, el líder de la comitiva fénix y su tutor en particular y ocasional para los  asuntos de la corte durante el viaje.

-Sun-chan, hanako-chan, ¿estais bien?-

Hanako colocó su calzado y se sentó de rodillas sobre su futón de frente a la pequeña y enmarcada ventana de la cual su compañera de viaje, Isawa Sun, había retirado las cortinas.

Observó el despejado cielo azul, libre de nubes y con el sol brillando e iluminando los prados que inundaban el valle que recorrían.

Sin más, un crujido alertó a Hanako, ladeó la cabeza y un súbdito y brusco movimiento zarandeó a las muchachas. Por suerte Hanako consiguió mantenerse en su sitio por los pelos, posando la palma de su mano izquierda contra el suelo del transporte, evitando perder el equilibrio.

─ ¡Uh! ... Sun-san ... ─observó con detenimiento a su compañera, con el ceño ligeramente fruncido y aires dudosos, no entendía que había ocurrido, y escuchaba voces que parecían indicar que de algo grave se trataba─ ¿Estás bien? ─

Trató de no perder la compostura, consideraba que lo más oportuno era permanecer dentro del carruaje, por lo menos hasta que las indicasen lo contrario. Fue entonces cuando escuchó la voz de su tutor.

─ Lo estamos... Asako-sama.

-Está bien entonces- Karasu hizo una pausa corta

-Pero teneis que abandonar el carromato durante un tiempo, se ha roto una de las ruedas y los heimin han de repararla, id a daros una vuelta para tranquilizaros, pero no os alejeis mas allá del estanque-  había una sería advertencia en las palabras del Fénix

Sun salió en tromba después de las palabras de Karasu, pues aquel viaje la estaba aburriendo más de la cuenta. Pocas emociones, bushis muy diplomáticos y cordiales, y la mayoría de las cosas que un jóven detesta. Deber,continuidad y rutina. Desde afuera, instigó a Hanako a acompañarla, sumida en una especie de felicidad que rebosaba por su cálida sonrisa.

-Vamos Hanako-san! vayamos al estanque!- Dijo mientras correteaba hasta el sitio indicado

Por otra parte Hanako se tomó su tiempo para recoger los pergaminos que se encontraban debidamente enfundados en unos tubos de bambú vaciado y debidamente tratado para que no se astillase, los cuales a su vez estaban dentro de una bolsa de seda marrón oscuro. Colgó la bolsa dejando esta a su espalda, inclinada notablemente hacia el lado derecho de sus caderas.

También recogió su wakizashi, enfundado, y lo anudó tal y como estaba establecido; en el lado izquierdo de su cuerpo, con un fuerte nudo amarrado al obi de color rojo oscuro el cual mantenía el kimono debidamente cerrado.

Una vez preparada, bajó del carromato sin la misma vertiginosidad que Isawa Sun. Hanako no aceleró su ritmo a pesar de la continua e inocente presión que Sun ejercía sobre ella. Hacía las cosas bien y con el tiempo que necesitase.

─Bien, vamos. Pero no nos alejemos.

Añadió de forma contundente, no tenía intención alguna de desobedecer lo que las habían estipulado. Hanako caminaba tras Isawa Sun, de una forma más formal y pausada, observaba el paisaje y se dejaba llevar por los susurros del viento.

Las dos jóvenes se dirigieron hacia el estanque. La mañana era buena, con temperatura agradable, y el estanque refrescaba cualquier inicio de sensación de calor. Las ranas saltaban y croaban alegremente, al tiempo que los peces se removían por las aguas, ajenos a todo lo demás.

Isawa Sun se mojó la cara con el agua fresca, y se tumbó en la hierba cerca de la orilla

-Bueno Hanako-san-  comenzó la bella Sun

-¿que piensas de todo esto?- Su voz no sonaba ya tan risueña.

-Del deshonor de ser segundas me refiero, a veces me dá un poco de pánico, pensar que hay gente de nuestra familia que opina que debemos pasar la una de la otra por encima-

-Pero que a la vez es un torneo de segunda fila, comparado con el campeonato topacio, que no vale nada ganarlo-

-No sé que pensar de todo esto- 

Una rana se acercó a la estudiante Shugenja, y esta intentó cogerla sin resultado
 

Hanako se acercó al estanque, con paso firme pero prudente. Se colocó cerca de la orilla, a un par de metros de donde se encontraba tumbada Isawa Sun, y se sentó de rodillas posando a su derecha la bolsa con los pergaminos enfundados en tubos de bambú.

Observó el estanque con detenimiento, las aguas correr y a los peces vivir entre sus corrientes. Escuchó las palabras de Sun.

─ No hay pruebas deshonrosas. Toda prueba merece un respeto y, si la aceptas, poner todo tu esfuerzo y valor en superarla y demostrar tu honor. Hoy seguimos un camino, pero no sabemos por cual caminaremos mañana.

Cerró los ojos, y se dejó llevar por el ruido del agua fluir.

Hanako con los ojos cerrados no pudo ver la cara de aburrida que puso su compañera, la cual se dió media vuelta y se recostó boca abajo, pero con la parte superior del cuerpo alzada al apoyar los brazos en el suelo. Cogió una minúscula piedra y se la lanzó a Hanako, le dió en una mano.

-Hanako-san, me aburro mucho, ¿hacemos algo para pasar el rato?-  Dijo sin importarle el estado de placidez de su compañera.

Hanako abrió los ojos al impacto de la piedra contra el dorso de su mano. Observó a su compañera por unos segundos y después negó levemente con la cabeza.

─ Deberíamos quedarnos aquí, y esperar a que Asako-sama venga a avisarnos para continuar nuestro viaje, Sun-san. Si quieres puedes dar una vuelta, pero mejor será que no te alejes demasiado... yo estoy bien aquí.

Después volvió a cerrar sus ojos, y tratar de concentrarse en el entorno que la rodeaba, aunque una parte de su mente estaba centrada en qué iba a hacer Isawa Sun.

Sun puso cara de estar contrariada, no sabían cuanto iban a estar allí, y el pensar en no hacer nada mientras tanto, le disgusaba mucho

-Venga, Hanako-san, no sabemos el tiempo que estarán arreglando la rueda, además, todavía somos niñas, no nos queda mucho tiempo más hasta que se nos acaben estos ratos para siempre-

Esbozó una sonrisa de pilla

-Ya se que no nos conocemos apenas nada, pero..., este sería un buen momento para hacernos amigas, ¿no crees?, yo nunca he tenido una, todos estos años de estudio de los kamis...han sido muy duros por así decirlo, y ahora que disponemos de unos días antes del gempukku, ¿por qué no aprovecharlos?, venga Ha-san, no seas así-
 

Hanako tomó de nuevo su bolsa de seda donde guardaba los pergaminos almacenados en los tubos de bambú tratado. Se incorporó, abriendo previamente los ojos, y situándose de pie junto al estanque.

─ Tal vez podamos ir a ver si han terminado ya de arreglar la rueda... ¿Te apetece, Sun-san?

Puede que a Isawa Sun le apeteciese, pero desde luego a Hanako no aunque había decidido ceder para que su compañera de viaje liberase algo de energía acumulada y tal vez después, con algo de suerte, estuviese más calmada. Para todos era aburrido el viaje, y todos estaban ansiosos por llegar a su destino, pero desde luego Hanako había aprendido a tomarse las cosas con la paciencia necesaria.

-o podemos.....- dijo Sun con aspecto juguetón, mientras se ponía de pie

-Tirarnos al estanque!-  y salió a correr como loca hacia Hanako.

─ ¡Sun-san, no se te pase por la cab...!

Antes de haber acabado siquiera la frase ya tenía a su compañera de viaje casi encima de ella a punto de causar, bajo la mirada de Hanako, lo que sería una catástrofe.

La discípula del vacío tomó las muñecas de Isawa Sun justo cuando esta se preparaba para agarrarla, entonces ambas comenzaron a forcejear, una tratando de lanzarse al agua y arrastrar a su compañera y la otra tratando de evitar caer al agua arrastrada por su acompañante de viaje.