Partida Rol por web

Desmond trata de calmar la conversación derivándola a derroteros más constructivos. Sin embargo, incluso a mí me sorprenden los argumentos que esgrime para restar importancia a lo sucedido frente a su esposa. No por recalcar la importancia de que Eve haya regresado sana y salva, eso es lo más importante para mí también, aún recuerdo todo el temor que despertaba en mí el riesgo que estaba corriendo Helen, todo lo referente a esa boda y al asesino que la amenazó, riesgos que asumimos todos en su protección y que se aplicaban también a Eve una vez estuvo con nosotros. Sí, que esté aquí, a salvo, es lo más importante.

Sin embargo, no tarda en hablar de mí de ese modo que tantas veces he oído. Siete u ocho generaciones, es la segunda vez que oigo eso desde que estoy aquí, refiriéndose a la pureza de mi sangre, eso que los demás garous parecen percibir en mí sólo con verme. Frunzo ligeramente el ceño al oírle referirse a los registros. Parece que lo hayan estado mirando, ¿no hay nada? En torno a la época de mi nacimiento, ¿no hay registrado algo inusual, ningún fallecimiento de un bebé, o de una madre embarazada, alguna desaparición? No se, algo que pudiera no ser exacto a como se haya difundido, y que explique que alguien como yo haya desaparecido de su control. Puede que el registro no funcione así, que sólo se refleje un árbol genealógico y nada más... Incluso habla sin decirlo claramente de esa unión fallida que pretendieron con el rey, de la que Eve me habló. Desmond trata esto como una especie de segunda oportunidad, ¿acaso me compara con el rey? Eso no va a sentarle bien a la señora Rothchild...

Aunque más me preocupa lo que dicen esos registros, eso de las desgracias ligadas a situaciones como la nuestra.

Eleanor, que así se llama la madre de Eve, toma la palabra en seguida. Me pongo tenso, al escuchar su voz intransigente. Sin embargo, lo que dice parece tener algo de sentido, de cara a lo poco que entiendo su estilo de vida y los deberes asociados a su estatus. Una familia como la suya en la que apoyarse, llegado el caso. Una familia ante la que rendir cuentas, si fuera preciso. Nada dejado al azar. Esa es la forma en que funcionan las cosas por aquí. Asiento mientras habla, mostrando mi comprensión de la importancia que todo esto tiene para ella, y asisto con el corazón acelerado al ultimátum que me arroja, una especie de cláusula irrenunciable.

Descubrir mi origen, para obtener su permiso.

De repente, Eve se pone en pie de un salto, indignada por la situación. Se queja, buscando el apoyo de su padre. Mi mano permanece aferrada la suya, apretándola con firmeza. La miro, luchando por mantener una calma que tantas y tantas veces he perdido en mi vida, y que ahora por alguna incomprensible razón me resulta muy sencillo conservar. Por ella.

Eve... -Le digo mirándola desde el sofá con gesto serio, negando con la cabeza, y sujetando su mano ya con las dos mías- Por favor. -Le pido haciendo un gesto para que tome asiento de nuevo. Esto no va tan mal como cabía espera, y no quiero que se nos vaya de las manos. Ni que se gane ni un sólo reproche más.

Agatha toma la palabra, interpelada por Desmond. Resta importancia a las necesidades exigidas por Eleanor, centrada ella, como no podía ser de otra forma, en el mundo espiritual. Habla de Eve, del modo en que siempre sintió una conexión especial entre ella y Gaia, y de Helen. Abre la posibilidad de que ambas primas acarreen un regalo místico heredado de su familia, lo que las ha llevado hasta Will y hasta mí. Sin embargo, finalmente confirma las palabras de Eleanor, otorgándoles una vertiente más espiritual. Lo que me une a Eve debe ser merecido, debo ganármelo. No sólo de cara a su familia, sino al mundo espiritual que me lo ha ofrecido. Conocer mi origen es asumir mi responsabilidad. Mis ojos se abren, sorprendidos, al nombrar a Halcón. Si son mis hijos, ¿quienes son? ¿A esto se refería? Agatha me aconseja acerca de ello, e incluso me arranca una sonrisa avergonzada al halar de mi nombre espiritual.

Aullido-sonriente, un cachond... -Me detengo, dándome cuenta del lenguaje que estoy empleando en presencia de la familia de Eve- Q-quiero decir, un Galliard con demasiado sentido el humor. -Aclaro, azorado, necesitando explicar ese asunto ante ellos- Atravesé a una guerrera garou en crinos con una lanza improvisada durante el rito de iniciación. Fue antes de aprender a cambiar de forma, en homínido, y supongo que le pareció muy... ocurrente. -Y desde entonces no paro de explicar esa historia para justificarme. Miro a Eve, tratando de transmitirle algo de calma, y me dirijo a los presentes, principalmente a Eleanor- Comprendo sus preocupaciones. No tanto como me gustaría, eso es cierto, no conozco las responsabilidades asociadas al linaje, pero se lo que es preocuparse por los seres queridos, buscar la forma de protegerlos a toda costa. Por ese motivo, me gustaría poder saber más acerca de esos desastres de los que se tienen registros, si es posible. -Solicito con humildad- Y, desde luego, estoy dispuesto a cumplir sus exigencias. De hecho, conozco a alguien que afirma contar con información al respecto, de modo que, a nuestro regreso de Yellowstone, es posible, si todo sale bien, que pueda arrojar luz a esas sombras de mi origen. -Miro fijamente a la señora Rothchild- Quiero a su hija. Haré lo que me piden, o moriré en el intento.

Sonrió de oreja a oreja al oír tu respuesta.

Te tumbó en la cama para darte un beso, largo, apasionado - Vamos a tener que volver o alguno de tu manada me partirá la cara -se quedo pensativo- pienso que podría ser Alex... si, tiene cara protector y es muy suspicaz- te dio otro beso pequeño y se puso de pie- Supongo que defenderías mi honor ¿no? -bromeó con cierta picardía.

Argos se asomó por el marco de la puerta con la correa sostenida por sus dientes, lanzó un gemidito de petición y puso la correa sobre el suelo.

- Lo siento, campeón vas a tener que acompañarnos y allá paseas -respondió al perro, luego se dio la vuelta para mirarte, también iba desnudo y no parecía sentirse incómodo o intimidado por ello. 

Tomaron una ducha juntos, en la cocina te preparó el "Emparedado Capell" que en realidad no era otra cosa que dos tajadas de pan, untadas con mantequilla de maní y jalea de frambuesas. Mientras desayunaban, Eduard dejó que la contestadora pasara los mensajes, había algunos de compañeros de la universidad, otros de su padre que avisaba que regresaba a la ciudad y uno de su hermano pidiéndole que volviese con ellos. Había cierto tono de preocupación en su voz, pero si a Eduard le preocupó eso no lo demostró, porque no paraba de hablarte y contarte anécdotas embarazosas sobre su vida universitaria, así supiste que estudiaba economía.

Tras ello, subieron al auto, Argos iba en el asiento de atrás, acostumbrado a no exaltarse demasiado y querer saltar del vehículo.

Pronto, se asomaba el gran refugio de los Colmillos Plateados y con ello; la vuelta a la realidad con tu manada y tus deberes de garou. Te ayudó a salir del vehículo, mientras que Argos esperó también que le abriesen la puerta para estirar sus grandes patas sobre el suelo.

- Iré a ver a mi hermano -te tomó de la mano y te quedo mirando unos momentos- No te vayas a marchar sin despedirte, te buscaré cuando sepa de qué va la llamada de la mañana -beso tu mejilla, esperó por si tenías que decirle algo y tras ello, echó a andar perdiéndose dentro del refugio con Argos andando detrás de el.

Para cuando volviste, Helen ya se encontraba de pie, vestida y sonriendo. Llevaba unos vaqueros y una camiseta muy sencilla, su cabello largo estaba cepillado suelto.

- Will, no sabía si debía buscarte o si debía de quedarme. Tenía miedo de que nos cruzáramos sin vernos -te toma de la mano- Ha venido el hermano de Eve, uno muy alto... -dijo un poco avergonzada- estaba buscando a su hermana, luego ha dicho que fuéramos juntos a ver a los padres de Eve y te he estado esperando. Pero no se si quiero ir a verlos ahora, prefiero estar contigo ¿dónde esta el resto de chicos?

Se acercó a ti y te dio un beso en la mejilla, recibió el bizcocho de entre tus manos y le pegó un mordisco, luego partió un pedazo y lo introdujo dentro de tu boca, terminó dándote un beso tierno sobre los labios.

- Vamos -dijo tirando de ti hacia el pasillo, con la boca aún masticando el bizcocho.

Me reí a carcajadas al escuchar su descripción sobre Alex. Pero aproveché para pegarme a sus labios antes de responder. 

—Creía que preferirías defender tu honor tú mismo —bromeé, dejando que mis manos recorrieran su espalda con cierta languidez.

Me reí de nuevo al ver a Argos y es que todo el mal humor del día anterior parecía haberse evaporado durante la noche dejando tras de sí mi parte más risueña. 

Escuché con atención todo lo que Eduard me contó, riendo en las anécdotas y compartiendo también parte de las nuestras. Le hablé de mis amigos, de Scott, Evy, Hans e Ethan. También de nuestro pequeño túmulo, de Ben, Libra Esterlina y de la biblioteca. Le describí nuestra cabaña, explicándole cómo Tyler había hecho casi todo el trabajo de restauración y aún lo teníamos a medias. 

La vuelta en el coche fue una delicia, de nuevo con el aire moviendo mis rastas. Echaba de menos ser yo la que condujese, pero ya habría momentos para que lo llevase en mi moto. Y al llegar al refugio me reí al ver que de nuevo me ayudaba a bajar. Como si yo fuese una dama o algo así. 

Asentí cuando dijo que iría a buscar a su hermano. Yo también tenía que buscar a los míos. Aunque me daba pena que hubiese terminado la noche, sentía que era sólo el principio de algo más y eso compensaba la balanza por completo. 

—No me iré sin despedirme —convine, tirando de su mano cuando ya se iba para retenerlo un instante más en el que me puse de puntillas para unir nuestros labios. Al separarme de él, me encogí de hombros con una sonrisa divertida—. Además, todavía tienen que castigarme por bocazas.

Hice una caricia a Argos en la cabeza y un gesto con la mano a Eduard, para después entrar en el refugio, en busca de mi manada.

Todavía sentía sobre cada centímetro de su piel, las caricias prodigadas la noche anterior, pero ahora Helios empezaba a asomarse. Ambos yacían desnudos sobre la misma naturaleza, con el viento frío del condado rodeando sus cuerpos, unos que a causa de la cercanía de uno con el otro, permanecían tibios unidos en un abrazo íntimo que habían compartido en secreto en la lejanía de aquel lugar.

Aletheia había asentido a tu invitación por lo que la noche había sido agitada.

Ahora ella te miró unos momentos sin sonreír, pensativa, en silencio, se acercó te dio un beso pequeño y luego empezó a vestirse; buscó la cajetilla de cigarrillos en el mismo bolsillo de la noche anterior, pero desistió luego de darse cuenta de que cada minuto contaba.

- Se nos hace tarde, Alex -dijo con su voz calma, su voz de siempre, con ese tono que abrigaba un tono aburrido, un tono cansado. Pero se esforzó por sonreírte un poco, te alcanzó la ropa y hasta te ayudó a colocarte la camiseta- también tengo que acudir a yellowstone, pero llegaré con mi tribu. Anoche Riley y yo debimos ir con ellas, pero dadas las circunstancias no podíamos rechazar la invitación...

Tú por otro lado, oías sus palabras y sentías sus caricias, pero empezabas a sentir con mayor fuerza la carencia del sabor amargo de una taza de café y pronto tus manos estuvieron temblando, nerviosos, ansiosos por lo que harían por beber un poco de aquel néctar oscuro que te hacía falta desde hace varias horas atrás.

Caminaron juntos volviendo hacia el Camaro, nadie se lo había llevado ni había dentro de él ninguna multa por haberlo dejado a un lado del camino. La Furia Negra encendió el auto y se hizo camino hasta el protectorado, allí otra vez los guardias no la dejaron entrar.

Parecía que la cortesía de la invitación había concluído, Riley estaba afuera con una cara de pocos amigos que no se molestó en ocultar al verlos.

Aletheia se inclinó hacia ti y te beso la mejilla.

- Tienes que entrar Alex -te cedió el volante para que pudieras ingresar el auto dentro del protectorado. Pero te tomó de la mano, allí, donde nadie los podía ver desde donde estaban- te veré allá -afirmó mientras bajaba del auto.

Al ponerse de pie de puntillas para despedirse de Eduard, Amber pudo divisar a la furia negra Aletheia bajar del vehículo, del camaro de Tyler ¿por qué lo conducía? Era un misterio.

De copiloto iba Alex, sentado y a punto de cambiar para tomar el mando del timón, mientras la furia negra descendia del auto y salía del territorio de los Colmillos Plateados, como si la invitación de la estancia hubiera ya vencido.

A un lado, de pie y cruzada de brazos; se encontraba Riley con una expresión un poco menos amistosa que otros días.

Se acercó a Aletheia y le lanzó una mirada asesina a Alex.

- ¿Se puede saber donde rayos han estado? -bufó con el rostro encendido- Estos estirados han estado diciendo que anoche ustedes dos escaparon porque intentaban llevarse este coche de mala muerte ¿Han atacado algún lugar? ¿fue el wyrm? ¿por qué mierda me han dejado aquí sola? -la furia negra se llevaba las manos a la cintura - Aletheia, por un demonio, teníamos que estar hace media hora en el pueblo, Leah nos va a poner en evidencia y nos van a partir la cara.

El guardia colmillo que estaba en la puerta se sonrió

- ¿pueden seguir discutiendo fuera? -luego miro a Alex- ¿vas a meter el auto o no?

Riley avanzó con la intención de plantarle pecho al colmillo, cuando Aletheia la sujetó de un hombro para detenerla.

- Ya, va, Paso-gris, no comprendo lo que haces... -movió su brazo con brusquedad para soltarse.

Mientras Eduard se alejaba, tan sólo le dediqué un último vistazo de espaldas antes de que la llegada del Camaro atrajese mi atención. Fruncí el ceño con curiosidad al ver que conducía la furia negra y empecé a acercarme a tiempo para escuchar a Riley muy enfadada. Sin embargo, yo me sentía absurdamente feliz y la actitud de la chica no me sentó tan mal como lo había hecho dos días antes. 

Al llegar allí me detuve y saludé con un gesto de cabeza a todos los presentes. Mis labios se curvaban en una sonrisa que parecía haberse instalado en ellos para quedarse y todo mi caminar era más ligero y desenfadado. Sencillamente me sentía más yo, sin todas las cargas que habíamos tenido sobre los hombros desde que nuestro mundo se había vuelto del revés.

—¿Todo bien? —pregunté mirando a Alex, sin dejar de sonreír en ningún momento y contemplando curiosa el intercambio entre las dos mujeres.

Eve toma asiento junto a ti, sin decir una sola palabra sobretodo por lo mucho que dice la simple acción de mantener una de tus manos entrelazada con la de ella. Respira y asiente, volviendo a sentarse a tu lado y dejando que fuera el resto los que hablasen. Se aguantó una risita cuando casi se te escapa aquella forma juvenil y tan normal de hablar, pero que sin duda, advertiste bien, los padres de Eve no tolerarían.

- Como puede que te comentase Eve, mi esposa pertenece a la Sociedad Genealógica Árbol de Plata, siendo pariente directa de la difunta Señora Barrows, quien fundara dicha organización. La sociedad lleva el registro de cada matrimonio, cada nacimiento y cada defunción de nuestra tribu; así como la condición: garou o pariente, de cada niño que nace dentro de este territorio. Es el modo en el que trazamos nuestro linaje, hemos logrado seguir las líneas hasta muchos siglos atrás. Aunque prioritariamente de nuestro tribu, no solo de ella.

Pareció quedar satisfecha con la intervención de Agatha y de su esposo, aunque puede que no le gustara mucho el modo de reproche en la que le había hablado la garou.

- Es por ello, que me sorprendió mucho encontrar a jóvenes como tú, Jane Kershaw, William Elliot y Amber Browning -se toma la barbilla- aunque con la Señorita Kershaw ha sido más fácil descubrir sus orígenes, gracias a que compartimos la información con Abbot y Agatha.

- ¿Se ha sabido si se comunicaron con ella, ya? -preguntó mirando a la theurge- De cualquier modo, cada día nosotros, también buscamos a niños perdidos como tú. Aunque generalmente no todos son tan impresionantes como tu presencia, si he de admitir -te miro otra vez de pies a cabeza, aceptando este simple hecho.

Sostuve su mirada al abrir los ojos y despertar junto a Aletheia. Aquel velo de tristeza infinita volvía a restar brillo a los radiantes ojos azules de mi pareja y ensombrecía mi ánimo.

Con firmeza pero conservando cierto cariño, se deshizo de mi abrazo y se incorporó, sin importarle para nada nuestra desnudez. Mi cuerpo empezó a cambiar a mi forma natural, la del Crinos, para poder realizar mi rutina matutina de saludar al Sol.

Mientras inspiraba y expiraba lenta y profundamente, percibía a Paso-Gris palpando sus ropas en busca de aquella maldita cajetilla de tabaco, provocándome un reprobatorio fruncimiento de ceño.

Sin embargo, las apremiantes palabras de Aletheia me exhortaron a interrumpir lo que estaba haciendo y a vestirme.
- De acuerdo, Aletheia.- Y me forze a cambiar de nuevo, a mi contrahecha forma Hominida.

Nos vestimos con rapidez, un tanto rígidamente, aunque, por un instante, un eco de lo que habíamos pasado juntos aleteó sobre nosotros, cuando me ayudó a ponerme la camiseta.

Aquella cercanía me inflamó el ánimo, dándome algo de calor y de esperanza. Con delicadeza rocé sus manos con las mías mientras nos vestíamos en silencio.

Hicimos callados el viaje de vuelta hasta el Camaro y nos pusimos en marcha, exprimiendo la potencia de la Bestia de Detroit sin esfuerzo.

Una-con-la-umbra pareció echar una miradilla a la madre de Eve y luego a ti.

- Bien, esperábamos decirlo luego. Los espíritus han estado inquietos desde ayer, rodeando la habitación de Kanku-dai -camina un poco por la sala- parece que le han revelado algo en sueño. Abbot dijo que se encargaría de averiguar que pasaba y fue hasta australia para tener noticias. Ha regresado sin comunicarnos que averiguó, no está muy seguro y no puedo comentártelo Tyler -se tomo de las manos arrugadas- pero es posible que tengan que ir a yellowstone sin ella. Tiene que pasar una prueba umbral, sola y descubrir sus raíces, si las quiere o no, si la reconocen o no, si la fortalecen o la quiebran. 

Comprendió enseguida tu ceño de preocupación y ¿acaso enojo? - Zarpa-mayor la observa de cerca. No temas por ella -respondió con cierto toque misterioso.

Pareció de pronto perder la paciencia - ¿Por qué es que no responden lo que ha preguntado? - te mira a los ojos, está impaciente, está preocupado, quizás un poco molesto - Eleanor ha comprobado, que han ocurrido en períodos cruciales. La desgracia de los aulladores, la guerra de la rabia, la fuerza que tomó la tejedora en la revolución industrial, el incidente con los tasmanos, la materialización de aquel monstruo ¿abuela cuál es el nombre? ¿perdición?¿un lord? algo gordo, feo, poderosísimo del Wyrm -se puso de pie en un dos por tres, la rabia lo abordó de pronto.

- ¿Qué le va a pasar a Eve? -preguntó mirando a Agatha, a Eve y luego a tí.

La furia negra levantó la mano para saludar, simulando una sonrisa y apretando del hombro a Riley.

- Todo bien Aurora-insolente, todo bien -se acerca y estrecha su mano- Riley y yo debemos de partir a yellowstone ya. El concilio empezará pronto y la comitiva de mi tribu lleva prisa por llegar a tiempo. 

Mira al interior del coche a Alex - Estaría bien que también ustedes se apresuraran si no desean llegar tarde, espero verlos a todos allá. Lleguen enteros -bromeó, se acercó por la ventanilla a mirar a Alex- no armes jaleos en mi ausencia Lex-talionis -dice con un tono de voz un poco más vivo que de costumbre.

Empezó a a andar alejándose del lugar, arrastrando un poco a Riley que parecía querer hacer más lío.

El panorama que se nos ofrecía según llegamos sólo consiguió que apretase aún más los dientes y entornase los ojos.

Aletheia Paso-Gris detuvo el coche frente a la puerta, a unos respetuosos cinco o seis metros y abrió la puerta apenas el motor se calló.

Sin embargo, se demoró un instante para darme un suave beso en la mejilla antes de bajar del automóvil y encaminarse a una irritada Riley.

Sin atender a explicaciones, la brusca Furia Negra se encaró con en el portero que trataba de dejar claro a las Furias que no pintaban nada allí.

Molesto, baje del Camaro a la vez que pasaba a Glabro, acercándome a paso vivo al pequeño y tumultuoso grupo.

- Buenos días a todos.- Espeté en general, aunque centrándome sutilmente en el vigilante que llevaba la voz cantante.- En seguida.

Acto seguido me interpuse entre ambos grupos, dando la espalda a los Colmillos Plateados y sosteniendo la mirada de Riley.
- Ha sido culpa mía, Sol-de-la-mañana. Por favor, disculpadme.- Controle el tono de mis palabras, tratando de imprimirles un ánimo conciliador que no sentía.- No era mi intención causaros molestias o retrasos. Ha sido un honor ofrecer la hospitalidad de los Colmillos Plateados a las hijas del Kaos. Me gustaría repetirlo, en circunstancias más propicias.

Acto seguido tomé la mano de Aletheia y me la llevé a los labios, para depositar un respetuoso beso sobre su dorso... Y guiñándole un ojo, picaro.
Tendí la mano a Riley con ánimo conciliador y me despedí de nuevo de ellas.
- Nos vemos.

Erguido, con mi ropa tensionada por la musculatura que se pugnaba por liberarse de aquella presión de una ropa varias tallas más pequeñas, me di la vuelta y caí en la cuenta de que Amber esta allí. Testigo de todo lo que había pasado.

Mi semblante traicionó mi preocupación y, para que negarlo, cierta sensación de júbilo y vergüenza.

- Si.- Respondí lacónicamente a su inquisición sobre mi estado de ánimo. Sin embargo, nuestra Galliard traslucía tanta felicidad, tanta alegría, que dejar que mi depresión saliese triunfante era una auténtica abominación.- Un poco preocupado, pero bien. Vamos.

La hice un gesto para que subiese al Camaro y, después de crucificar con la mirada a los guardias, hice rugir el automóvil hasta el acceso añ ala de invitados.

- He pasado la noche con Paso-Gris.- Explique a Amber, con una sonrisa en los labios.- Creo que me he enamorado de ella.

Sonriendo ante la cara de sorpresa de mi hermana de Manada, baje del coche y pasé a la forma Hominida, encaminandome hacia la casa.

- Debo tener un aspecto horrible pero necesito más un café que una ducha... Vamos a ver si nos han echado de menos.

—Nos vemos allí entonces. Que tengáis buen viaje —respondí a las palabras de Aletheia, manteniendo mi amplia sonrisa. Y después me senté en el asiento del copiloto para recorrer el puñado de metros que faltaban hasta el aparcamiento. 

Me reí entre dientes al ver la mirada que Alex dedicaba a los guardias, pero al escuchar su explicación mis ojos brillaron y di un pequeño golpe con la mano sobre mi propia pierna.

—¡Joder! ¿Has triunfado? ¡Cojonudo! —pregunté, compartiendo la felicidad que debía invadir a mi hermano. Y cuando dijo que se había enamorado... Mi sonrisa se hizo todavía más grande y me dieron ganas de achucharlo, así todo grandote y peludo. Pero en lugar de eso ladeé la cabeza, haciendo que mis rastas se sacudieran con ese gesto y estiré la mano para pinchar con un dedo extendido en su mejilla—. Eres muy tierno cuando quieres, ¿lo sabías?

Me bajé del coche al llegar y empecé a caminar al lado de Alex. Mis pasos eran ligeros y sin darme cuenta llevaban el ritmo de una melodía que empezaba a nacer en mi sangre, cosquilleando desde mi pecho y extendiéndose bajo mi piel. 

—Bah, yo te veo muy bien —aseguré al comentario sobre su aspecto. Y era totalmente cierto, aquella mañana todo parecía tener un color más luminoso, como si llevase puestas unas gafas de sol de esas de colores que te hacen ver el mundo de un tono rosado o anaranjado—. Hay ojeras que merece la pena tener —añadí, guiñándole un ojo con cierta picardía.

Entonces hice una pausa y miré a Lex-Talionis con una sonrisa creciente.

—Yo también he triunfado —anuncié entonces.

Eso en sí tampoco sería nada del otro mundo en sí, nunca había tenido problemas para contar mis aventuras de una noche, pero en esta ocasión añadí algo más, que sí resultaba bastante extraño en mí, pues desde que nos conocíamos, nunca había sucedido antes.

—Y creo que tengo un novio. 

Desmond comienza a explicar lo que en parte ya conocía, el funcionamiento de esa sociedad genealógica. Parece que se limita a nacimientos, defunciones, y uniones. Aún así, sigo convencido de que con eso debería poder arrojarse algo de luz a mi origen, a pesar de que estoy convencido de que, de ser así, ellos serían los primeros que lo habrían descubierto.

Eleanor toma el relevo, explicando lo extraño que les supone nuestra aparición, aunque hace una mención a Jane que me hace fruncir el ceño, extrañado. ¿Acaso han descubierto ya algo sobre ella? Le hace una pregunta a Agatha, y me remuevo nervioso en el asiento, apretando la mano de Eve. ¿Qué es eso de comunicarse con ella? La madre de Eve añade algo más, lanzando incluso, para mi sorpresa, algo parecido a un halago, aunque no le puedo prestar atención. ¿Qué pasa con Jane?

Agatha arroja algo de luz al asunto. Los espíritus inquietos, un sueño, Abbot buscando respuestas en Australia...

¡¿Cómo?! -Exclamo poniéndome en pie, con los ojos clavados en Agatha, desconcertado- ¿I-ir sin ella? Pero... -Parpadeo, respirando agitadamente, tratando de hacerme consciente de todas las implicaciones que eso puede tener. Me mente viaja por nuestra prueba en Yellowstone, por la firmeza con que siempre cerramos el Círculo y nos apoyamos los unos en los otros, en lo mucho que la necesitamos. Pero, por encima de ello, en la imagen de Jane, mi Jane, debiendo pasar por esa prueba ella sola, sin poder estar a su lado y ayudarla. Miro a Eve, aún sentada, aún nuestras manos entrelazadas. Ella sabe lo importante que es Jane para mí. Se lo expliqué cuando surgió aquella confusión entre nosotros. Es como una hermana, y yo... si ella... No podré protegerla. Trago saliva, consciente de que no necesita que la cuide. Es mayorcita, es una guerrera, una artista marcial. Y una listilla, la más inteligente de todos nosotros. No tanto como ella misma se cree, pero... En realidad, la necesidad de protección es cosa mía. Soy yo quien necesita protegerla, protegerlos a todos, cuidar de aquellos a los que quiero. Soy yo quien lo necesita, más que ellos, más que ella...

Aceptar esa realidad no hace más sencilla la intervención de Michael. Puedo notar su rabia a flor de piel, porque también yo adolezco del mismo defecto y virtud, esa fiereza alentando mi corazón, un arma contra el enemigo que pone a prueba nuestra templanza en el día a día. Pero también algo más. Al igual que me sucede a mí, también en él veo el deseo, la necesidad, de proteger a los suyos.

Y buena razón le acompaña. La guerra de la rabia, la caída de los Aulladores Blancos, la extinción de los Tamaños, la revolución de la Tejedora... Todos hechos catastróficos para la Nación y para nuestra cruzada. ¿Y todos ellos fueron precedidos de un caso como el nuestro?

Entrecierro los ojos, aguantando la mirada de Michael unos instantes. No combatiendo con ella, sino sumándome a su causa. En esto no somos enemigos, al contrario, yo me hago su misma pregunta. Miro a Eve, preocupado, y a Agatha.

En esos casos... -Comienzo a decir, pensativo- ¿...los implicados tuvieron un papel en esos desastres? -Pregunto, tratando de hacerme una idea de la situación real. Nuevamente debo dejar a un lado el latir acelerado de mi corazón Ahroun, y pensar como un Alfa. No es lo mismo, especialmente para Eve, ser una parte importante del conflicto que ejercer de mero aviso espiritual de lo que esté por suceder- En cualquier caso, eso significaría... que algo grande está por venir. -Miro a Michael, con decisión- Y eso es un problema para todos.

No es orgullo, viejo, es sospecha. No se convierte uno en un viejo barbudo y tan prepotente sin ser astuto, y ahora ibas a intentar robarme mi...¿qué? ¿Dónde...? Joder. ¿Cómo lo ha hecho? Ha conseguido trasladarme a la Umbra simplemente sujetándome. No he podido ni resistirme, aunque para ser justos no lo esperaba. ¿Esto es algo que pueden hacer los Theurge? Es el primero que conozco que sabe hacerlo, o que lo demuestra al menos.

Aprovecha mi sorpresa para explicarse y para quitar hierro a lo de Zarpa-compasiva. Recupero la voluntad.

- ¿Cómo sé que le habéis avisado? ¿Con qué autoridad me arrastras a tus juegos contra mi voluntad?

Luego me ofrece dos objetos. Me quedo helada y le miró con fuego en los ojos.

- ¿Te has acercado a mi madre? Si le has hecho algo, Athro o no, tendremos un problema.

Podrás hacer muchos trucos de salón, viejo, pero yo te puedo extirpar esa barba con una patada más rápida que toda tu Rabia junta. Eres Theurge y yo soy Ahroun. La calma que me brinda mi dominio de los caminos de artes marciales empieza a analizar las posibilidades. Dónde golpear, cómo, a qué movimientos responder...

Me advierte de que siga el camino durante el día. ¡Eh! Un momento. En la Umbra siempre es de noche. No estamos en la Umbra, a no ser que me haya hecho pasar a algún Reino. ¿Dónde demonios me ha llevado? Me dispongo a gruñir, a atacar incluso, cuando se levanta el viento. ¿Esto también lo ha hecho él? Se marcha mientras me estoy levantando.

- No sacarás tajada de mi maldición, viejo - digo con furia contenida mientras le veo alejarse -. No seré tu marioneta. Si estás tratando de coserme hilos, juro que te estrangularé con ellos.

Dicho esto le doy la espalda y me preparo para correr. Dos patas no es la mejor forma. Soy Garou, y llevo mucho tiempo sin usar mis patas de loba.

La respuesta a mi confesión por parte de Amber me pilló a desmano y no pude evitar soltar una risotada. Pero lo que realmente me sorprendió fue el recordatorio de mi ternura.

Por un instante, toda aquella alegría que sentía y que ninguno de los dos parecíamos incapaces de evitar se vino abajo y entre dientes murmuré unas pocas palabras preñadas de tristeza.

- Ni siquiera le he dicho que la quiero, Amber.

Claro que, de nuevo, Amber se las apañó para impedir que me sumergiese en la melancolía, compartiendo conmigo el motivo de su felicidad.

Con la boca abierta y exagerando mucho el gesto de las niñas pijas del Campus, me planté frente a ella, moviendo el dedo reprobatoriamente.

- Nah. Nahnahanah... De eso nada, guapa... Nah piensou permitíh que me pises la noticia, reina.- Con los brazos en jarras y poniendo morritos, me daba igual hacer el ridículo.- Así que al final te has llevado al catre a Eddy, ¿eh?

Por suerte, Amber se puso sería un momento y me sorprendió de nueva, confesando que quizás había encontrado pareja y amor.

- Ven aquí.- La medio obligué a inclinarse para para poder darle un cariñoso abrazo.- Si se le ocurre hacerte daño, le daré una paliza... Diselo la próxima vez que venga a cenar...

La guiñé un ojo y la liberé de mis garras, repentinamente consciente de que debía oler a hierba, barro, sudor y a Aletheia...

El breve recordatorio de sus caricias, sus besos y el perfume de la triste Furia Negra me produjo un extraño estremecimiento, mezcla de tristeza y alegría.

- Oye, Amber, no tendrás por ahí a mano una toallita húmeda, ¿verdad?

No quería desprenderme del recuerdo de Paso-Gris, del eco de su presencia, tan pronto pero resultaba imposible evitar darse cuenta de que llevaba la misma ropa que ayer, que tenía el pelo revuelto y enmarañado y resultaba evidente que mi cuerpo había cambiado varias veces a lo largo de la noche.

"Y eso sólo recurriendo al sentido de la vista."

- Amber... ¿Crees que esto es una señal de nuestro Tótem de Manada? Quiero decir... Esta noche he sentido algo... Algo parecido a lo que debió sentir William en el Túmulo... Estoy pletórico, lleno de energía e ilusión...- Dirigí a mi hermana una mirada cargada de sentido.- Aunque no tanto como tú, claro... Jajajajajaja.

Solté un par de puyitas más, antes de encaminar mis pasos, guiado por el olfato, a una habitación de donde salía un maravilloso olor a café caliente...
- Si hay suerte, no tardaremos en encontrar a los demás...

Estaba claro que ante las palabras de su hijo y las tuyas, se había sentido afectada. Sus ojos buscaron los de Eve, llenos de ese amor de madre que podrían poner el mundo de cabeza tan solo si eso les daba la certeza que protegería a su hija de cualquier mal.

- Si, es decir no... no lo sé -confesó la Sra. Rothchild con cierto nerviosismo- tendría que investigarlo -se puso de pie inmediatamente y se encaminó hacia la puerta- Si me disculpan, quisiera atender aquello. Gracias por venir Tyler Jackson -agregó antes de salir por la puerta.