Partida Rol por web

 Los pasos resonaba en el piso mientras todos avanzaban en completo silencio hacia los calabozos, aunque Terence fue puesto en otra estancia, estaba conjunta a la suya. La pestilencia era demasiada, haciendo que se dificultara la respiración, pues aunque había una pequeña ventana en cada estancia, esta era muy alta. Los demás presos gritaban pidiendo comida, golpeando con sus tratos las paredes pero pronto, cuando los guardias que habían traído a la reina y a los dos hombres, se fueron, el silencio volvió a reinar. A las puertas del calabozo había cuatro guardias que cambiaban de turno cada doce horas.

Esta vez no puse resistencia, dejé conducirme hasta los calabozos todo el rato mirando al suelo ¿Cómo había acabado esto así? Me hacia una y otra vez esta misma pregunta.

No tenía valor ni ganas de mirar a nadie, en cuanto me metieron en la celda fui hasta la pared del fondo y me senté en el suelo, con los codos en mis rodillas y mis manos en la cabeza.

Me sentía… mal, era decir poco.

 Me llevé la mano a la nariz inmediatamente, asqueada por ese nauseabundo olor, encima, en mi estado, todo era mucho mas insoportable.

 Miré a Terence y a Guillaume, ¿porqué la había liado tanto?

 Quería declarar que Guillaume no tenía la culpa, que se marchara, pero no le iban a dejar y podían dañarle. Tenía la esperanza de que algo o alguien apareciera, me agarré a la puerta de hierro y comencé a llorar, no soportaba todo aquello.

Me di cuenta que como hasta hace unos días tenía que bloquear pensamientos, justo cuando pensaba que ya no hacía falta más.

Miraba al suelo, cerraba los ojos, el corazón en un puño, el estómago cerrado…

Si, preferiblemente mejor no pensar en nada, lo mejor que me podía pasar era que me mataran pronto y terminasen con esta condena.

Poco a poco me fui aislando de todo, me encerré en mi cabeza, fuera de ella sólo había dolor.

No sabía que hacer. 

Me giré y miré a Guillaume al fondo, no me había dicho nada ... bajé la mirada, debía de odiarme, no debía, tenía que hacerlo, odiarme era la única solución para soportar todo lo que le estaba haciendo.

 Juraba por dios que no quería hacerlo, mi intención nunca había sido la de hacerle daño a el, ni a Terence, ni a nadie ... ¿porqué todo salía tan mal?

 - FRANCIS!!!! - grité con dolor en la voz, sin ningún tipo de respeto por aquél que era mi marido 

 Terence ser acercó a la otra reja y dejó asomar una mano buscando la mano de Helena, necesitaba decirle algunas cosas.

-Helena... Amor mío... Lo siento, lamento mucho no haberme dado cuenta de esto. El médico y esa mujer nos hundieron del todo pero haré que salgas de aquí y Lord Guillaume también, aunque será más difícil, mucho más difícil.

La voz del consejero se cortaba por momentos, era como si las lágrimas amenazaran con salir en cualquier momento pero retomaba aire y volvía a empezar.

-No sé si la esposa de Lord Guillaume lo sabía pero en principio ha sido ella quien habló de un romance entre ustedes. Sé que yo no saldré vivo de esta pero tuve tiempo de enviar a alguien en busca de la gente que nos ayudará, así como de los hombres del capitán que no deben tardar en volver...

Apretó la mano de Helena con suavidad.

-Cuida de nuestros hijos, aunque sea con él y no dejes que ella les haga daño, tratará de engañarlos, a ambos. Los moros son así...

Odiaba a Guillaume con todas sus fuerzas pero era el hombre que ella amaba y lo sabía, podía sentirlo, así que no tenía sentido pelear contra ello.

-Llamaré al guardia, no te asustes por nada y no mientes más a Francis, pronto morirá.

Esperó un poco por si ella tenía algo que decir.

El grito de Helena me sacó de mi ensimismamiento, levanté la cabeza.

¿Por qué nombra a mi esposa ese necio? Me daba ganas de levantarme y estrangularlo con mis manos, no, mejor me quedo aquí o soy capaz de estallar contra quien no debo, mejor reservar fuerzas para aquellos de arriba, si tenía oportunidad, claro.

Estúpido, dice que los moros son así - ¡Que sabrás tú! – Ya con esa declaración me hizo estallar y ponerme en pie - Yo he vivido tres años entre musulmanes y te puedo asegurar que la mayoría son más civilizados que lo que hay por aquí, ¡¿Por qué les va a hacer daño?! ¡Habla con propiedad insensato!

 Iba a decirle algo a Terence cuando respondió Guillaume con furia - YA VALE -dije rompiendo en la histeria.

 Me apoyé contra las rejas, me sentía con ganas de vomitar  y me dolía el vientre, incline un poco mi propio cuerpo agazapándome - No es momento de discutir aquí o tenemos la culpa todos o no la tiene nadie - musité - Francis es despreciable - sentí una punzada de dolor en el pecho - Y yo ... - el dolor aumentó - Soy tonta ... la que he liado - empecé a llorar callendo al suelo de rodillas y ocultando mi cara entre mis manos 

Esto no podía acabar bien, imposible, pero realmente Terence no había dicho nada que me sorprendiese, ya sabía de los prejuicios existentes, incluso yo mismo supongo que los tendría de no haber estado donde estuve.

Al ver a Helena tan mal me acerqué a ella, eso podía ser un escape a todo lo que sentía, a todos esos pensamientos que me atormentaban, si me concentraba en intentar que ella se sintiese mejor me sentiría mejor, al menos por el momento, aunque sabía que más pronto a más tarde todo eso tendría que salir.

Me arrodillé junto a ella sin importarme que Terence estaba allí mirando y la rodee con mis brazos, al menos algo reconfortaría – No te martirices, todos tenemos algo de que arrepentirnos – le susurré

 Negué con la cabeza secándome las lágrimas - ¿De que puede arrepentirse Terence? de nada  ... ¿y tu? - le miré a los ojos llorosos - Me arrepiento de no haber podido evitar que me apresaran hace tres años, de haberme casado con un hombre que claramente nunca iba a respetarme, de haberle admirado, de haber aguantado su trato hacia mi tanto tiempo, de pensar que queriendo a Terence sería suficiente, de hacerle daño, de hacerte daño ... - negué - ¿no lo ves? todo tiene que ver por mi culpa - las lágrimas brotaban de mis ojos

 - Si nos hubieramos escapado juntos, esto no hubiera pasado, si no me hubiera casado con Francis, esto no hubiera pasado, si no hubiera pensado que Terence podía apagar el vacío que vos dejasteis, esto no hubiera pasado y si no hubiera sido sincera con vos, no habríais hablado con vuestra esposa y esto, no habría pasado - si iba a morir, quería dejar todo claro

 - Quiero a Terence, le quiero ... es el padre de mi hijo y le voy a querer siempre pero por mas que intento quererle, no puedo dejar de amaros a vos ... y eso, es solo culpa mía - agaché la cabeza sufriendo con todo aquello 

 Terence se estremeció, quizás él habría reaccionado igual que Guillaume si estuvieran hablando de Helena pero no tenía tiempo de ponerse a pensar en ello.

-No, amada Helena, cada quien tiene su parte de culpa en esto. Yo debía haberme dado cuenta antes pero no fue así y ahora ya ves pero no te preocupes que como dice Lord du Balzac, yo nada sé y de saberlo no estaríamos aquí, sólo sé el nombre de la persona que nos vendió pero ya no importa. Llamaré al guardia, les diré lo que quieren oír y cuando me hayan sacado de aquí, vendré por ustedes con el resto de la guardia y con el pueblo, nadie, ni nada os hará daño.

El hombre guardó silencio, quizás no era momento de darle más dolores de cabeza a Guillaume; no sabía en qué momento su esposa había decidido traicionarlo pero quizás él también se equivocaba y no era así. Se maldijo por haber abierto la boca.

-Te amo, Helena... ¡Guardia!

- Helena, no cargues todo sobre tu conciencia, de verdad que no es tuya toda la responsabilidad – insistí en tratar de ayudarla, pero apenas me quedaba ya fuerza moral, yo también necesitaba de alguien que liberara mi conciencia pero durante mucho tiempo.

Al menos Terence no me respondió, casi era lo mejor, pues tampoco esperaba de él que se disculpara, parecía que iba a hacer algo, pero no sabía el qué, en ese caso poco tenía que decirle.

   Un guardia entró, habló algunas cosas con Terence, entre las que se escuchaban que iba a decir lo que ellos querían y luego se fue para volver a los pocos minutos y llevarse al consejero que pasó frente a la celda de Guillaume y Helena con la cabeza baja para no mirarlos. El lugar se quedó en profundo silencio pero fueron sólo unos segundos pues a poco, volvieron a escucharse pasos, era Zafira que se paró frente a la celda pero no estaba sola, tras ella estaba Lord Geinze, con una sonrisa de victoria que lo hacían aún más desagradable. La joven esposa de Guillaume miró a Helena de pies a cabeza, entendía que su esposo nunca hubiera podido olvidarla pero le costaba mucho aceptar que no pudiera amarla por ella. Luego miró a su esposo.

Observé en silencio las idas y venidas de gente, hasta que se plantó Zafira allí mismo, aun no acababa de entender que tenía que ver en todo esto, era imposible que hubiese tenido tiempo para confabular nada en el tiempo que llevábamos aquí.

Me quedé con ganas de preguntar, de hablar con Zafira, pero con aquel mal nacido detrás no iba a preguntar nada, sabía que si estaba allí era para asegurarse de que nos decía lo que le había dicho que nos dijera.

El dolor había dejado paso a sentirme aturdido, confuso, así no podía pensar, tampoco quería tomar una decisión por Helena, me acerqué a su oído para susurrarle – Lo que vos deseéis, a mi no me importa una muerte rápida…

 No me lo podía creer por mas que quería entenderlo, no podía creer nada de lo que sucedía - tODO ESTO NO ES MAS QUE UNA PESADILLA - estaba bastante histérica.

 Pero cuando escuché a la mujer y su proposición me negué en rotundo - No claro que no - miré a Guillaume - No sois mi amante no debeis morir por un crimen que no habeis cometido - le miré a los ojos. - Me niego - dije con retundidad - Que me maten a mi si es lo que quieren que lo hagan delante de toda Francia si es lo que desean pero vos no sois mi amante, vos no vais a morir - seguía en mis trece

 El silencio sólo era roto por la reina y Guillaume que quedaron solos mientras Geinze arrastraba a Zafira entre lágrimas y gemidos. Poco después fue Said el que apareció. Tenía el semblante serio y los ojos cansados pero estaba allí para darle una buena noticia a Guillaume según se viera.

-Me llevaré a Zafira, la amo y espero que pueda entenderlo. No debí dejar que se casara con vos pero las cosas son así. No la culpéis, ha sido todo mi culpa, ahora, cuando me vaya... Pasaran dos días pero vuestra gente vendrá, sé que no tenéis por qué confiar en mí pero es mejor conservar la esperanza. No debería dirigirme a vos pero...-miró a Helena aprensivo, no parecía un hombre nervioso pero tampoco era un hombre al que le gustara hablar con mujeres que no eran suyas.-No hay ningún bebé en vuestro vientre..., el doctor os ha estado dando algo para que lo parezca... Lo lamento pero es mejor que no comáis o bebáis nada que os parezca raro. Si salen libres de esta, cuidaros del doctor. Confiad en esa mujer que liberasteis y en ese consejero que parece teneros mucho aprecio.

Said hizo una reverencia y les deseó que Alá los bendijera, luego salió de allí a paso raudo.

De nuevo abracé a Helena que parecía estar perdiendo los nervios, aunque dudaba que el destino estuviese en nuestras propias manos, tan sólo trataba de evitar más sufrimiento.

Preferí no mirar como se llevaba a Zafira y entonces llegó Said, no me importó que dijera que se llevaba a Zafira, si este hombre era capaz de darle la felicidad que yo no había podido… También habló de esperanza, pero poca o quizás ninguna albergaba ya.

Lo del embarazo… por un momento me quitó un peso de encima, no sabía a Helena si la noticia sería de su agrado o no, pero… tampoco es que me alegrase mucho ¿Qué más daba ya? Todo iba a salir mal. Si, claro en el consejero precisamente era de los que no iba a confiar ¿Y yo en quien iba a confiar ahora?

- Said ¡Said! – No esperaba que se fuera tan pronto, no sabía exactamente que había sucedido, aunque quizás mejor no saberlo.

Sentí que casi me desmayaba con la noticia del embarazo, una gran pena me invadio, ¿no iba a ser madre? era lo que mas deseaba en el mundo y todo había sido una mentira ... me sentía tan furiosa que yo misma mataría al doctor por haberme echo eso. 

Me acurruqué entre los brazos de Guillaume y jadee empezando a llorar - Por que pasa todo esto - dije sin poder contener ni una sola lágrima - yo solo quiero estar con vos lejos de todo esto, ¿tanto pido? - alcé la cabeza y le miré a los ojos negando suavemente - soy una maldición, siempre que estais junto a mi sucede algo malo, entendería si quisierais marcharos sin mi y no volver a saber nada - volví a bajarla, abrazándole para que no pudiera separarse de mi