Partida Rol por web

El guardia te da las pertinentes indicaciones mientras que la que parece ser la recepcionista, una mujer bien entrada en años y en carnes comenta en tono distendido que parece que esta mañana el señor Finch está muy solicitado. Al parecer, da a entender que no eres el primero en preguntar por su despacho esta mañana.

Finalmente siguiendo las indicaciones llegas al pasillo al final del cual se encuentra el despacho del profesor fácilmente reconocible por la placa en la puerta con su nombre. Parece que ha llegado la hora de volver a verte las caras con el profesor y de saber de una vez que es lo que quiere de ti.

  Intento que no se me note en demasía la intensa desaprobación que me causa tan alarmante dejadez de funciones que demuestra la supuesta recepcionista. Pero aún y así tomo noto mental de las indicaciones y me adentro en el laberinto de distintos edificios de departamentos de la universidad para intentar llegar a la cita con el profesor con la mayor premura posible. 

De acuerdo No se le ocurrió otra cosa que decir. Todo era demasiado enigmático. ¿Qué clase asunto era ese del que hablaba el profesor? ¿Quiénes eran esos invitados?  No tenía ni idea, pero pronto lo averiguaría. Derek siguió al profesor hasta su casa. Entraron y fueron a su despacho. Había estado allí otras muchas veces, pero por alguna razón todo le pareció ligeramente diferente. Como si algo hubiera cambiado de una forma imperceptible a la vista. Quizás eran solo cosas suyas…

La imagen del hombre empujando la silla de ruedas, le trajo a la mente la infinidad de conversaciones que tuvo con el Profesor de encontrar un medio para desplazarse sin la necesidad de la fuerza física de un segundo. Estaba claro que por la combustión a vapor era muy aparatosa. Quien sabe sin con otro tipo de energía funcionaría....

Tom se acercó a la puerta rapidamente y tras picar entró en el despacho. Buenos días.

A pasado bastante tiempo desde la última vez que se reunió con Flinch, esa vez habían tenido una discusión bastante... Acalorada, por decir una palabra. Aunque todavía guardaba algo de rencor, ya ese sentimiento había mermado bastante y ahora la picaba la curiosidad. ¿Porque le había llamado precisamente a él? No era algo normal de un viejo testarudo y escéptico como Flinch. Al cruzar la puerta saldría de dudas.

Sin tocar previamente la puerta, el viejo Sr. Wong entró al recinto del Doctor Flinch, caminando serenamente apoyado en su antiguo bastón de cobre de la XXII dinastía ming.

-¡Flinch!- Fue la palabra con que se presentó nada más ingresar. -Tengo curiosidad por saber para que son útiles estos viejos huesos para ti... Según recuerdo, "Leer tantos libros viejos te fundió el cerebro"... ¡Sí! Esas fueron tus palabras la última vez que nos reunimos. ¿Recuerdas?- Nada más ver la cara del viejo de Flinch había hecho que el rencor que guardaba aflorara nuevamente.

Llegáis al despacho de Finch y mientras te ofrece unas pastas y quizás un té o un café se sitúa en su escritorio y empieza a rebuscar entre sus papeles, no tienes muy claro si los ordena o los desordena, parece tener muchas cosas en la cabeza y mucho trabajo acumulado.

No tarda demasiado tiempo cuando alguien llama a la puerta, - adelante- dice el profesor sin ni siquiera levantar la cabeza, la puerta se abre y una de las personas más estrafalarias que has visto en tu vida entra en el despacho.

Tras la puerta la voz del profesor -adelante- suficiente permiso para abrir una puerta que no te es extraña.

Una vez dentro te encuentras con el profesor enredando con sus papeles, muchos papeles, detrás de su escritorio mientras el joven que tanto te suena, pero no terminas de situar permanece a la espera, parece confundido y algo fuera de lugar en ese despacho, aun así, resulta en cierto modo intimidante.

Oh Doctor Barker, que grata sorpresa, no le esperaba tan pronto, ¿cómo va todo por esa granja suya? ¿algún descubrimiento nuevo? seguro que tiene usted mucho que contar, es una pena que no tengamos demasiado tiempo, pero coja, coja unas pastas doctor y póngase cómodo. Le presento, este es el señor Manley, un buen amigo con el que afortunadamente no tengo que hablar de ciencia, aunque debo decir que es un gran jugador de damas, no tanto de ajedrez, me temo.

Espere señor- es un gritito agudo y molesto a tu espalda, la recepcionista agita un papel en su mano- si va usted a ver al profesor Finch, hágame el favor y llévele este telegrama que le acaba de llegar, yo tengo mucho que hacer- dice mientras da otro lento sorbo a la taza de café.

   Retrocedo sobre mis pasos ni siquiera intento disimular mi cara de hastío. 

   - Descuide señora, le haré llegar el telegrama al profesor. - Cojo el sobre y dirijo mis pasos hacía la dirección que me ha indicado la mujer. En cuanto salga de su campo de visión lo miraré de reojillo, sino esta cerrado le echo un vistazo. Sino como mucho el remitente o lo que pueda ver del mismo sin llegar a estropear el sobre delatando mi manipulación

No te hace falta mucho para ver a contraluz que se trata de tu propio telegrama, es difícil entender porque el profesor eligió este método, pero, aquí estás tu con tu propia respuesta en la mano caminando por el pasillo que va a dar a la puerta del despacho del profesor. La placa con su nombre no deja lugar a dudas, dentro puedes escuchar sin esfuerzo un runrún de conversación.

Encantado de conocerle señor Baker digo al desconocido. Doy un paso adelante y le ofrezco la mano. Se nota que estoy nervioso y algo incómodo. 

Baker se quedó pensativo con el comentario sobre los diferentes juegos Si juntásemos las reglas de la Damas con el Ajedrez... al científico casi le salió humo de la cabeza cuando se dio cuenta que tenía una mano alzada delante suyo.

Oh, encantado Tom Baker. devolvió el saludo con la mano izquierda ya que acarreaba bloc de notas, telegrama y lápiz con la mano correcta. Habrá que entrenar ese ajedrez, ya que a las Señoritas, "ai emm" me refiero al juego de las Damas nunca se me dio muy bien.

Al saludar se le cayeron las cosas de la mano derecha y Tom se arrodilló en medio de la sala levantado el telegrama. Por cierto Profesor venía por esto que me envió. Me tiene realmente intrigado. Intrigado me tiene otra cosa se levanta directamente al rostro del Sr. Manley mirando fijamente los ojos de aquel "puede que" desconocido. Pero ahora no me acuerdo... de momento.  El rostro del Dr.Baker era totalmente inofensivo sin que pudiera matar una insignificante mosca. Y volvió a estrechar la mano del Sr.Manley aquella vez con la mano correcta. Es un placer Tom Baker. Disculpe, pero soy algo despistado.

Tocas en la puerta y un rápido -pase, pase, adelante - te invita entrar. Cuando abres la puerta te encuentras al profesor Finch detrás de su escritorio organizando algunos papeles, y delante del escritorio dos tipos que conversan, parece que se acaban de conocer. Uno de ellos te parece la clase de tipo con la que tienes que tratar demasiadas veces en tu trabajo, el otro parece un científico loco capaz de inventar un autómata, pero incapaz de atarse los cordones, de hecho, aún está peleándose con su sombrero, su bufanda y la silla en la que intenta sentarse.

Las presentaciones se ven interrumpidas por la llegada de alguien más -pase, pase, adelante- repite el profesor con su habitual despreocupación mientras sigue ensimismado con sus papeles. El sombrero, la gabardina y la mirada inquisitiva, el tipo que atraviesa la puerta no necesita mostrar ninguna placa para recordar a un representante de la ley. En su mano lleva un sobre.

En el despacho no hay más sillas, aunque el profesor no parce darse cuenta de esto- Detective Bride, siéntese por favor, siéntese, no les haré esperar mucho tiempo más, enseguida estoy con ustedes, sinceramente pensé que tendría más tiempo, pero me alegro de que estén aquí. No creo que haga falta que esperemos por nadie más- parece que está pensando en alguien más, en alguien que no confía que vaya a venir.

   Entro en el despacho del profesor. No puedo evitar sacar la cabeza y examinar que el pasillo está vacío o al menos no parece que haya nadie vigilando el lugar ( la paranoia viene con la gabardina ) Tras eso cierro la puerta.

   Primero una par de miradas a los dos individuos que hay en el lugar examinando un poco las pintas. Tras eso tomo asiento.

   - Buenos días profesor. - Mirando el sobre le comento - le traigo un telegrama, pero me temo que es mi respuesta por lo que no es que tenga ya mucho sentido. - Dejo el sobre en su escritorio y tomo asiento.

El Detective Bride ocupa la segunda silla dejando al Doctor Barker de pie, junto a él, en la otra silla, un joven de mirada astuta, el Sr. Manley, Derek Manley.

El profesor levanta por fin la cabeza de sus papeles y parece que se dispone sin más preámbulos a explicaros el motivo de su llamamiento, en ese momento y de forma abrupta se abre la puerta del despacho e irrumpe un personaje que parece sacado de una de esas novelas baratas. Chino, de unos 60 años, aunque difícil de determinar por su atuendo y aspectos milenarios, con un pesado bastón de bronce en una mano y ataviado con un traje tradicional chino, negro con franjas doradas y escarlata.

-¡Flinch!- Fue la palabra con que se presentó nada más ingresar. -Tengo curiosidad por saber para que son útiles estos viejos huesos para ti... Según recuerdo, "Leer tantos libros viejos te fundió el cerebro"... ¡Sí! Esas fueron tus palabras la última vez que nos reunimos. ¿Recuerdas?- Nada más ver la cara del viejo de Flinch había hecho que el rencor que guardaba aflorara nuevamente.

¡Finch!, se pronuncia Finch, F-I-N-C-H, se ha criado usted prácticamente en américa por dios, al menos podría aprender a pronunciar los apellidos de la gente Sr. Wong, si es que no es cierto que tantos libros extraños le han dañado el cerebro bajo su dura cabezota.- De repente el profesor parece otra persona, fuera de sus casillas por la presencia del oriental, que parece disfrutar con la tensión entre los dos.

Finch suspira, coloca la manta que cubre sus piernas sobre la silla, se frota las sienes y empieza a hablar:

Señores, todos ustedes están aquí para ayudarme con un asunto delicado, es evidente que no podría ocuparme por mi mismo- señala sus piernas- el caso es sencillo, un casi desconocido científico pretende subastar un artilugio, con toda seguridad, falso, ya que lo que propone sobre el es o debería ser, imposible. Lo delicado del caso sería sin duda, que tal artilugio sea autentico…