Partida Rol por web

Viendo como mi compañero de cruzada se presenta digo al momento yo soy Tristan Cartwright, también hombre de armas con experiencia en las cruzadas un placer conoceros (se refiere a Alphonse Plantagenet) Se lleva una mano al pecho de su armadura. ¿Y su señor quién es? Te dice extremadamente interesado. ¿Y a que se debe vuestra visita a Canterbury? 

El monje se presina como si todo aquello fuese obra del demonio, he escuchado que un buen sanador puede hacer que un enfermo envenenado pueda ser recuperado, pero no sé qué artes se practican al respecto. No obstante un veneno actúa con una celeridad palpable, sería bueno que la curandera se mantuviera cerca del Arzobispo por si ocurre el caso de envenenamiento saber cómo actuar en ese momento, incluso estar preparada con ungüentos y materiales para el caso. Dice mirando a Lady Emily, para luego encogerse de hombros y mirar para el suelo como aquel que es siervo y no necesita de ser exaltado.

Alphonse, que parecía abstraído en sus pensamientos, levanta la mirada hacia los dos cruzados que se presentan y hace una leve reverencia solemne, indicando respeto hacia estos, para luego responderles - Mi nombre es Alphonse, de la Casa Plantagenet de Su Majestad, es un honor y un placer conoceros. - Mira ahora a Tristan - Mi Señor es Sir Gaspard de Grosbois, caballero de la Orden de Aubrac. El motivo de nuestra visita a Canterbury es que actualmente mi Señor se encuentra realizando la peregrinación de Santiago y por diversas circunstancias nos hemos visto en la necesidad de retrasar nuestra salida de la ciudad - Finaliza mirando intercaladamente a ambos caballeros.

- Sí!

Dijo la rubia contenta.

- Los destrozos no llegaron al antídodo. Aquí tengo suficiente, pero... depende mucho de la cantidad que ingiera, necesitará más o menos. Tendría que estar cerca del envenenado llegado el momento.

Mira ensimismado a Alphonse por la noticia que le dices, el placer es mío sería un honor que nos pudieras acompañar en esta ardua tarea, necesitaremos de muchas manos para evitar el complot que se está tramando contra el obispo en el día de su investidura. Sé que puede que no sea de vuestra incumbencia pero sin lugar a dudas sois un caballero, y estoy seguro que como tal debéis honor a vuestro señor pero también a la causa para proteger no solo a los más débiles sino también a aquellos que han sido designados para ejercer poder en esta tierra. Os exhorto a incorporaros a nuestro grupo para evitar este asesinato.

Tristan asiente a las palabras de su compañero, muestra en los gestos de su rostro que vuestros intereses son comunes y afirma con la cabeza a medida que Marcus va comunicándote el cometido del grupo.

Después mira a Nadia, señora deberá de acompañarnos necesitamos todas las manos posibles y si bien puede hacer vos un brebaje necesitamos de su ayuda para suministrarlo, como también que esté enterada sobre las próximas investigaciones, debe de acompañarnos. No sé cuanto tiempo durará en hacer el brebaje pero es un tiempo que no tenemos deberá de reunirse con nosotros lo antes posible.

El Padre Anthony ha estado escuchando la conversación con gran atención y se dirige a Nadia dejaré a uno de mis muchachos a vuestro servicio para que os guíe hasta mi casa, o hasta donde estamos nosotros, los muchachos se comunicarán entre ellos para mantenernos al corriente tanto a nosotros como a vos, le sugiero que se de prisa y venga lo antes posible nos queda muy poco tiempo para poder hacer algo contra este complot.

Nadia reaccinó por fin.

- Vale.

Dijo asintiendo.

- Pero como comenté con el señor Albons de Platigert*, hay que avisar a mi marido. Responde al nombre de James. Está en la casa de la panadera haciendo sus labores como galeno. Yo iré preparando el contraveneno, pero tenéis que contar con James, es muy hábil y sería clave para ayudar en la convalencencia de su Santidad en caso de que ingiera la Belladona y se le pueda administar el contraveneneno a tiempo.

Dicho eso empezó a moverse  por la tienda sin tener tan encuenta su hacha. Buscó un libro en los bajos del mostrador y espero a una respuesta antes de ponerse a preparar el contraveneno.

Asentí comprendiendo las preocupaciones de aquella mujer y aun que en mi fuero interno me preguntaba cómo podríamos ser capaces de meter a todavía más gente en la catedral en la hora de la verdad, me hice a un lado y dejé que los hombres solucionaran el asunto. Al fin y al cabo, por muy noble que fuera, mi opinión no dejaba de ser la de una dama. Aún así, una dama dispuesta a aportar lo que estuviera a su alcance para ajusticiar al desgraciado que intento aprovecharse de mi buena fe.

Alphonse cierra los ojos, estremeciéndose un poco al escuchar su nombre siendo pronunciado de una manera tan chapucera y baja, pero simplemente deja salir un suspiro de resignación y vuelve a mirar al padre Anthony - Entonces no hay más nada que decir... Pienso que alguno de los caballeros, que son más experimentados en combate, deberían quedarse a proteger a la señora Nadia en caso de que su atacante volviese... Los demás podemos ir a buscar al señor James y finiquitar cualquier detalle antes de ir a la Catedral... - se lleva una mano al mentón, aún pensativo, pero parece satisfecho con su sugerencia.

El padre asiente ante vuestras decisiones está bien aunque por ahora no puedo prescindir de mis compañeros de armas no es solo por nuestra seguridad sino también por la de la dama. Miro al monje creo que sería muy grato hermano Roma que sea vos el que fuese a buscar al panadero. En cuanto a vos Alphonse puede quedarse aquí si quiere custodiando a la herbolaria, los muchachos os tendrán avisados en cada momento en donde estamos ya que por ahora mi intención es visitar al herrero. Quiero ver si el asesino se proveyó de armas o no y si últimamente ha habido algún pedido especial. Los esperamos allí en todo caso sino ya dejaré constancia para que me localicéis.

El padre parecía angustiado pero poco más podíais hacer que la ayuda ya prestada, este se aleja con los dos caballeros y la noble dama después de saludaros a modo de despedida caballerosa antes de proseguir su tarea si todos estabais conforme con el puesto otorgado.

El monje inicia su búsqueda tras el mandato del padre Anthony sin más dilación.

Con cara de resignación y siguiendo los pasos del monje, me limito a despedirme con un vago:

- Que el señor este con vosotros.

y sigo al párroco hacia la nueva destinación.

Os quedáis otra vez solos mientras los demás se dirigen cada uno hacia el lugar indicado, solo uno de los muchachos se mantiene al lado de Alphonse.

Os dirigís por las calles al amanecer todavía no os encontráis con mucha gente en vuestro camino, la ciudad despierta, mientras vostros el padre, la vizcondesa y Tristan seguís avanzando con uno de los muchachos. Los caminos que antes parecían siniestros ahora no lo son debido a la luz del sol, solo están infectados de mal olor provenientes de algunas callejuelas pero sin importancia para vosotros.

Me pongo a preparar el contraveneno.

Para ello voy de aquí para allá cogiendo frasquitos que poseen liquidos o hiervas. Una balanza de mercader me ayudará con las cantidades, así como algun vaso que tenga marcadas las cantidades.

Saco un libro grande (más de 50 cm de alto) y lo abro por la mitad mas o menos. Viendo los dibujos y lecciones que me enseñó mi marido lo dejo a un ladito por si me hiciera falta ojearlo.

Camino en silencio y un poco incómoda, no tenía nada en especial que decir ni hacer y me veía rodeada por unos hombres de los que a penas sabía nada y con los que no encajaba lo más mínimo.

Finalmente y mirando hacia otro lado, levanto la voz:

- Emmm... ejem... esto... ¿Tristán, verdad?

aquello estaba completamente fuera de lugar, pero ya no aguantaba más en aquel completo anonimato

- ¿Puedo saber qué lo ha llevado hasta esta ciudad y a respaldar la valiente contienda que nos acaece?

Algo de color sonrosaba ligeramente mis mejillas, aunque mi rostro poseía un rictus de absoluta seriedad.

Dios nuestro Señor. Respondo sin duda alguna. No creía en las coincidencias, y el  hecho de encontrarme a Ernest y el papelito de marras no podía serlo. Que nos encontrásemos todos con la misma premisa en casa del párroco era otra señal. El Diablo estaba operando y Dios reunía a sus fieles para que emprendiesen lucha contra el maligno.

¿Y a vos? Respondo a la vez por cortesía e intrigado porqué una mujer de alta cuna como ella aceptaba embarcarse en una aventura que podía acabar en la muerte de todos nos....además de la del arzobispo.

¿Dios nuestro señor? ¿...qué tipo de respuesta era aquella? Pues claro que dios nuestro señor. ¿Estaba tratando con algún tipo de fanático, un monje frustrado o simplemente un rudo bárbaro que no sabía mantener una conversación decente?

- ...imagino que el mismo.

Digo apartando la mirada a un lado aburrida y decepcionada con mi compañía.

Mientras preparas el antídoto y los brebajes ves al caballero Alphonse bastante callado, ahora se ha quedado pendiente de la puerta mirando por si venían otra vez los posibles asesinos a pagarse la deuda. Aunque la mañana va cediendo al amanecer y las calles se van llenando otra vez de la vida de la ciudad. 

Vas preparando los brebajes para las pociones y algo te dice en tu interior que todo está saliendo bien, repasas los libros de hierbas y las soluciones alquímicas y ves que has puesto la cantidad exacta y no ha habido ningún error por tu parte. Si el antídoto sale mal estás completamente segura que no será por tu causa sino porque esté mal en los libros.

Alphonse te dice que el monje ya viene con otro hombre supones que con tu marido.

En cuanto entra por la tienda ves que sí es él que viene con cara angustiada su voz inglesa es reconocible como propio del país. - Nadia qué sucede quiénes son estos hombres y qué quieren. 

Cuando apareció James por la puerta, Nadia dejó los potingues y ungüentos a un lado para irse a los brazos del hombre.

Todo lo fiera que pudiese parecer cuando blandía la pesada hacha parecía ahora algo sumamente pintoresco y extraordinario al poder verla tan vulnerable.

- Oh, James...estos hombres dicen que lo que me pasó aquí en la Botica es parte de una conspiración para asesinar al nuevo Cardenal, dicen que estamos en peligro y un hombre con un nombre muy raro ha mandado a otro con el nombre igual de raro para protegernos.

Dijo nerviosa.

- Ese es el enviado de Ser Grospois de Grosbois, el señor Albons, el enviado. El es un monje que acompaña a otro cura que parece liderar el intento de impedir que el cardenal caiga envenenado por la Belladona que me quitaron, ahora mismo estaba preparando el antídoto.

Cuando terminó se sentía mínimamente orgullosa, en su estado de nervios había terminado diciendo algo que tenía medianamente sentido-