Partida Rol por web

Estaban cerca. Muy cerca. Lucía notaba el sudor bajo la ropa, la transpiración del miedo y la tensión. Pero, ¿qué podía pasarle? Estaba en compañía de tres hombres, uno armado con una escopeta.

Aunque eso le daba más canguelo. No deseaba ni le gustaba la violencia extrema. Ojalá no llegasen a eso. Ojalá que Alejandro se contuviera.

-¿Miramo en ese piso? Alejandro, tú vigila, eh. Que no vaya a sorprenderno desde arriba.

La joven se acercó a esa puerta abierta. Un misterio en su interior. 

Escuchó antes de entrar. 

-¿Quién entra primero? ¿Joanó?

Tratando de no hacer ruido y sujetando firmemente a la perra, os asomáis y entráis poco a poco por la puerta abierta. Da a una casa de aspecto, a primera vista, muy normal (cuadritos y mesita y gotelé), aunque haría falta una buena limpieza. Justo delante hay un pasillo y un salón, en el cual una figura grisácea se recorta contra la ventana. Está inclinada  hacia fuera y se sacude con nerviosismo a un lado y otro. Hay algo raro en su aspecto, parece demasiado grande para lo lejos que está. Y tiene una lámpara agarrada...

Entonces Joanot resbala, y además de caer en plancha al suelo, vuelca el paragüero estrepitosamente. ¡PLAS-CLONGGLONGGLONG! La figura se da la vuelta con un respingo y los sorprendidos pasáis a ser vosotros. 

Se trata de una criatura bípeda y encorvada, de piel gris oscuro, terriblemente delgada. Dos minúsculos ojos brillan con luz verdosa sobre un rostro por lo demás casi plano, sin nariz ni orejas, enmarcado por cuatro pelánganos que cuelgan de las sienes de su alargada cabeza. Tiene dos brazos y dos piernas anormalmente largos y finos, terminados en inmensas y puntiagudas garras como manojos de alfileres. Debe de medir más de dos metros.

Por un instante, ello y vosotros os quedáis mirándoos mutuamente, paralizados de la impresión. Pero en cuanto os sobreponéis una pizca, suelta la lámpara y huye a toda velocidad a otra habitación. Para lo grande que es, prácticamente no hace ruido al moverse. En cambio, la perra arma un escándalo tremendo al intentar correr detrás suya...

¿Qué era eso? 

Su atacante estaba allí mismo, frente a ellos, dispuesto, o dispuesta, a lanzarles una lámpara vieja. Pero sus víctimas estaban arriba, no abajo. Sorpresa.

Lucía se quedó quietecita, observando, asombrada, paralizada. Horrorizada en parte. ¿Qué es eso? -apenas pronunció en un susurro ahogado.

Llegó el escándalo con el tropezón de Joanot. Ella misma dio un respingo y un grito, liberando tensión -¡Ahhh! Qué susto, por Dió, Joanó, yo a ti te mato.

Por impulso, azuzada por los ladridos de la perrita, salió a la carrera detrás del fugitivo- ¡Oye, oye, solo queremo hablá, oye, no te vamo a hacé daño! ¿Quién ere?

—Ay, mierda. —Joanot se levantó sacudiendose la camisa para quitarse la mugre.— ¿Eso que tenía puesto era un disfraz? Porque si no es una enfermedad muy grave. En cualquier caso no es excusa para andar arrojando cosas o robando azúcar.

Echó a andar, renqueando, hacia donde Lucía y la cosa se habían ido.

—Vamos, no la dejemos sola. —sugirió al resto.

- ¡Un monstruo!, no sé qué hacer creo que Alejandro debería de ir con rifle en mano y abatirla, tiene que ser peligrosa, si se pone recta medirá dos metros al menos. 

Pues eso Miguel deja a Alejandro ir el primero con arma cargada para abatirla...

Alejandro, que se había quedado vigilando afuera en el descansillo, irrumpe al oír su nombre-¿Cómo, qué pasa, qué eso de un animal enfermo...?!-

Pero sólo encuentra al cauteloso Miguel.

-A ver, ¿qué es lo que pasa aquí?¿Dónde están los otros?

Mientras, dichos otros van persiguiendo a la criatura por toda la casa. Es muy rápida y a ratos casi se confunde con las paredes grises que os rodean, pero con todo y con eso, Lucía va con tanta insistencia y empeño que la criatura no consigue quitárselos  de encima. Del salón al pasillo, del pasillo al cuarto de baño, del cuarto de baño a un dormitorio y de ahí a otro dormitorio y de vuelta al pasillo, cocina, pasillo, baño, lavadero, baño, cocina, dormitorio, salón...a ratos casi se les olvida quién está persiguiendo a quién, pero el caso es que ninguna de las dos partes se detiene. (Si acaso, el renqueante Joanot a veces pierde el hilo y tiene que esperar un rato a que vuelvan a salir de una puerta cerca suyo). Incluso pasan un par de veces por delante de unos atónitos Alejandro y Miguel. Aunque la criatura tampoco hace nada drástico; no agarra ningún cacharro para lanzárselo, no salta sobre ella con sus garras, sólo dirige de vez en cuando una mirada vagamente perpleja por encima del hombro a la persona que continuamente trata de interpelarla (difícil interpretar las emociones en ese rostro desnarigado, que trae recuerdos borrosos de una película juvenil de mucho éxito antes de la Catástrofe). Parece que medio entiende que no va a hacerle daño, pero tampoco parece muy por la labor de sentarse alrededor de un café con pastas. Aunque, cuando hace ese gesto, se ve algo que brilla alrededor de su cuello.

Es un piso de tamaño razonable, y después de otros lugares que habéis visitado resulta casi...normal. Hay de todo lo que esperaríais en una casa corriente, aunque más gris y cubierto de polvo, con algunos cercos aquí y allá dejados por haber movido algún objeto que llevaba mucho en el mismo sitio. 

Esto era un no parar. De aquí para allá, corriendo y corriendo, de una habitación a otra, desde la sala de estar al pasillo, de vuelta a la cocina y ahora el baño. Estuvieron así varias vueltas, casi que daba la risa.

- ¡Eh! ¡te gusta jugá al pilla pilla, eh! -gritó en una ocasión en la que su objetivo se giró para mirarla.- ¡No te queremo hacé daño, solo sabé de ti! Para un poco. -Lucía comenzó a sonreír en su cara cansada. A veces se cruzaban con Miguel o con Alejandro, que, atónitos, no parecían decidirse a actuar. Mientras que Joanot hacía lo que podía en la persecución.

-¡No, no! No disparéi, Miguel, tenemo que intentá hablar con esta... esta... persona. -le daba algo de miedo decir cosa o criatura.

Al final, empezaba a hartarse de las carreras. Se detuvo, tomando aliento, apartándose los pelos húmedos de la cara. 

-A vé...A vé que podemo hacé...- entonces se le ocurrió que podría cantarle. La música amansa a las fieras, ¿no? Inspiró profundo, tragando el aire que necesitaba. 

Empezó con unas palmas, y siguió adelante con su canción.

Tanto correr para llegar a ningún lado. La pierna le ardía. Por fin Lucía se detuvo y se puso a cantar. Todo era muy extraño, parecía esos sueños que de pronto cambian de situación sin queventendqmos por qué, ni nos interese saberlo.

Joanot se sentó en el piso contra la pared, suficientemente cerca de Lucía para oírla bien, suficientemente lejos para no interferir nibque pareciera que la observaba. Por un instante olvidó por qué corrían al pájaro ese.

Con cuidado comenzó a masajearse la pierna adolorida.

—Un tazón de leche y un buena siesta, eso me sentaría bien —murmuró sin dirigirse a nadie.

- No sé mirad tiene un collar, debemos de pararla para ver qué es, creo que miraré por la cocina para ver si preparo algo que pueda decir que venimos en paz y que queremos darle de comer. Miguel primero cogió al perro y lo ató fuera del piso, no quería que el animal pusiera más nervioso a la criatura. Después empezó a mirar por la cocina y hacerle un tazón de leche con azúcar si había... para después ponérselo en el suelo para ver si la criatura se acercaba, a esto se alejó considerablemente del tazón para que pudiera comer sin problemas.

—Ey, Miguel. ¿Dónde conseguiste eso? Yo quiero.

Joanot se levantó y encaró hacia el tazón dejado por Miguel. Si nadie se lo impedía ni le ofrecía una alternativa, intentaría llegar antes que la bestia.

Lucía empieza a cantar, y canta, y canta...toda la pena, toda la lástima que lleva sintiendo desde hace rato por culpa de este lugar sin sentido, se convierten en inspiración para una canción que llena el silencio de toda la casa en una actuación magnífica. La criatura o persona se detiene, y lentamente se vuelve hacia ella, contemplándola con esos ojos verdes que brillan como linternas y arrancan destellos de algo que lleva en el cuello.  Poco a poco se acerca a Lucía, y finalmente se detiene ante ella y se sienta en el suelo con sus inmensas piernas cruzadas, ignorando el mobiliario (aunque difícilmente cabría en el sillón o un sofá). Casi parece maravillada. Parece que ha ganado rápidamente un admirador, un público entregado.  

Mientras, Joanot observa desde lejos, cansado, y también se sienta. Alejandro baja el fusil...pero se posiciona por si las moscas en otra de las puertas, en el extremo opuesto al de Joanot. 

Entre tanto, Miguel ha sacado a la perra, ahora algo más tranquila, y luego se ha puesto a inspeccionar la cocina buscando algo que haga de cebo. Pero al abrir los armarios, caen o salen flotando algunos cadáveres de polillas. Sólo hay tarros y envases vacíos cuidadosamente alineados, aquí cualquier comida se acabó hace mucho tiempo. Salvo porque al abrir el último se tropieza con dos sacos de azúcar, uno de ellos empezado. Cuando vuelve, apabullado, se encuentra la escena y, con la criatura quieta, puede mirar esa cosa alrededor de su cuello para confirmar lo que está empezando a formarse en su mente. Efectivamente, es un collar. Una cadena de la que cuelga una calavera metálica rodeada de pinchos. Muy familiar. No cabe duda: ¡Es idéntico al que llevaba Enric Colomer en la fotografía! La fotografía que el viejo agonizante acariciaba y abrazaba. 

- Es el mismo collar de Enric Colomer el muchacho de la fotografía que tenía el viejo al morir, y aquí están los sacos de azúcar. No sé qué habrá pasado con el chico o si esto es una malformación o ha matado a ese chico, pero si fuera así no habría cogido y puesto el collar. Creo que algo ha transmutado al muchacho, ¿quizás sea el azúcar? Miguel cogió los dos sacos de azúcar y los puso en su mochila con cuidado de no romperlos. - "Tenemos los sacos..."  

La criatura se tranquilizó. Al menos por ahora. Lucia la miraba, con cierta repulsión, no podía evitarl, también con lástima y un poquito de misericordia en sus grandes ojos oscuros. Siguió cantando y sonriendo no fuera que si callaba, le diera otra vez por correr.

Pero claro, el descubrimiento del origen del collar que reveló Miguel (a ella le sonaba de algo pero no atinaba de qué), hizo que se detuviese un momento, sacudida por sus palabras e implicaciones.

¿Una transformación?

La leche.

Se asustó. Reaccionó a los pocos segundos, siguió con las palmas, sin cantar, no le daba la garganta para eso. Se movía un poco, bailando para mantener la atención de su publico.

-¿Puede hablá? ¿Quién ere y que te ha pasao? –preguntó con el tono más dulce que pudo sacar a sus cuerdas vocales.

¡Azúcar! Joanot se levantó como un resorte, como si no le doliera la pierna.

—Venga, deja que te ayude con eso. —Aprovechó la ocasión para coger un poco de azúcar y llevárselo a la boca.— ¿Qué, cuál es el problema? Tengo hambre. Luego Aina me lo descontará de los buñuelos que me correspondan.

Ya más tranquilo por la inyección de energía en forma de glucosa y gracias a la música pudo concentrarse en la situación extraña en que se encontraban, casi sobrenatural. Su mente no estaba preparada para eso. Prefería creer que era el nieto de Pimentoner disfrazado.

Se acercó con una palma en alto, un gesto que pretendía transmitir calma.

—¿Enric? ¿Eres tú? Tu abuelo dijo algo de unas aves negras. ¿Tendrá eso algo que ver con las pintas que llevas ahora?

Joanot se lanza sobre el azúcar. Cuesta cogerlo con las manos y parte cae al suelo, es empalagoso y rechina en los dientes, pero tras ese par de puñados parece que su metabolismo se tranquiliza un poco. Sigue hambriento pero el ansia de momento deja de devorarle, ya puede pensar con claridad. Ya tenéis lo que vinisteis a buscar. Sin embargo, queda la cuestión del ¿monstruo? ¿o es Enric?

Si es un disfraz, debe de ser un disfraz jodidamente bueno. Es un cuerpo larguísimo y al mismo tiempo terriblemente delgado. ¿Cómo cabría una persona normal ahí?

La criatura no responde a las preguntas de Lucía, simplemente la mira ladeando su cabeza pelona con cierta perplejidad. No está claro si entiende lo que le acaba de decir. Pero cuando Joanot dice ese nombre la criatura da un respingo y se incorpora parcialmente, haciendo bailar el colgante de calavera, para centrar su atención en Joanot . Esa palabra desde luego la entiende.

Lo mira fijamente, y parece haber recuperado un poco de la tensión que había perdido.  Al tenerlo cerca queda claro que eso no es un disfraz. Es carne, y hueso, y pellejo grisáceo. 

-¿Y si eh el colgante el causante de tó esto? -preguntó Lucía en voz alta sin pensar apenas en lo que decía.- ¿Y si este no eh Enric, eh una de la ave que se ha transformao?

Eso sí sonaba raro. Más que lo primero.

Ya tenían el azúcar, como anunció Miguel. Se podían ir, ¿no? 

No. 

-Hay que descifrá el misterio. S' ha puesto nervioso otra ve. -Lucía siguió con las palmas e intentando cantar una tonada suave, bajito, para un ambiente íntimo, de poquito público.

-El amuleto -dijo, mirando a Joanot. 

Lucía le hizo gestos con la mano a la criatura, señalando el colgante mientras cantaba para mantenerla calmada y prestando atención.

Alejandro se rasca la cabeza, el fusil descuidadamente apoyado en el hombro. Hay algo que le resulta vagamente familiar en aquello. 

-Igual es un mutante de esos. Ya sabéis, como los del aeropuerto, que los ecoterroristas les echaron nosequé tóxico y dejaron de ser personas. -Se vuelve hacia Miguel- Has dicho algo de una fotografía, ¿no? A ver que le eche un vistazo. 

Pero estamos muy lejos de Manises, y no tiene pinta de haberse escapado de las peleas del Mestalla. ¿Qué le puede haber pasado...?

—Sí. Es un colgante de motero. Bien podría ser el que usaba el muchacho. ¿Será una enfermedad que lo hizo adelgazar así? Ven muchacho. Quizá sea mejor que nos vayamos yendo de vuelta para lo de Aina. ¿No hay alguna manta por aquí? Para cubrir al muchacho digo. Sólo espero que no nos haya contagiado lo que sea que tiene. Vamos, vamos vayamos saliendo.