Partida Rol por web

La joven se rascó una ceja, despeinándola con el dedo, mientras pensaba una respuesta que darle a Quartjin.

-No sé decirle qué estamos haciendo aquí -reconoció, abatida-. Encontramos una misiva clavada en un poste que decía que el Príncipe andaba buscando voluntarios para alguna misión y que se ofrecían grandes recompensas. Yo no pensaba venir hasta aquí, pero como nos encontramos todos en el camino, decidimos acompañarnos mutuamente. Y aquí estamos, creo. Yo me quedaré en la Iglesia, si tienen sitio para mí, ya que no me queda ningún lugar al que volver.

- Estoy contento por que no desee realmente ir a lo del Príncipe. - Soltó una carcajada. - Vinieron aventureros de todas las regiones del Imperio. Tuvo donde elegir el condenando principito... - Dijo aquello por lo bajo, no quería problemas. - Marcharon hace dos días ya. - Sonrió. -  ¡Y ojalá no vuelvan! No le necesitamos. - Soltó otra carcajada. - ¡Oye, y porqué no venís conmigo? Estoy buscando peones para ir hasta Bogehafen. - Se llevó la mano a la barba y se la mesó mientras contemplaba a aquellos hombres como si estuviera sopesando reses de ganado. - Os puedo pagar diez chelines por día hasta Bogenhafen. Tengo pensado partir mañana por el canal del  Weiabruch,  podéis pasar la noche en mi barco. - Buscó entre sus pertenencias y sacó un papel arrugado. - Estos días se celebra el  Shaffenfest, la feria  anual de la ciudad. Quiero vender vino del Reikland allí. ¿Vendréis? Seguro que tenéis muchas oportunidades de trabajo allí. Más que aquí, os lo aseguro.

Habían llegado hasta allí para nada. Otros aventureros se le habían adelantado para tomar el trabajo ¿Y ahora qué? Estaba en peligro de muerte, había descubierto que tenía un posible hermano gemelo, no podía hacer el trabajo y por tanto nunca ingresaría en los apóstoles. Quizás lo mejor que podía hacer era volverse a Lyonesse y trabajar como escriba. O quizás como bibliotecario. Angustiado, a Chester empezó a dolerle la cabeza.

Una parte del mago quería hablar con el notario, pero por otro lado si sus compañeros aceptaban el trabajo de Quartjin... bueno, estaba claro que tendría que marcharse con ellos. Bajo ningún concepto podía quedarse sólo. Eso sólo significaría una cosa. ç

Su muerte.

Aquel hombre hablaba raro, como si fuera de un país mucho más al sur de allí. Ragnar se pellizcó el puente de la nariz en un gesto exasperado.

—¿Qué demonios es un peón?

Se arrepintió inmediatamente de hacer la pregunta, porque sacudió las manazas.

—No importa. Mira, como te llames. Mañana iremos a ver al Príncipe. Será él quien nos diga si no tiene trabajo para Alder y para mí, no tú. Si él no está interesado, ¿cuánto pagarías? Porque si no pagas mucho...

Iba a señalar a Chester, y añadir que él era un señor que pagaría bastante, pero se contuvo. Y no era porque fuera a revelar algo peligroso para el mago, pues no era tan sofisticado. A decir verdad, no le importaba lo que Chester pudiera pagarle. Prefería asegurarse de que no le pasara nada malo, ni a él ni a Alys, a un puñado de insignificantes monedas. El dinero compraba comida y un lugar en el que dormir. Él podía asegurarse una cosa y la otra en la espesura.

—No nos interesa.

- ¡Ey, ey, ey! - Exclamó el marinero. - ¿Pero qué pasa aquí? - Preguntó sonriente. - Sólo pretendía... -  Negó con la cabeza. - Es igual... - Miró a Alys. - Bueno muchacha, ha sido un placer reencontrarme contigo. Espero que te vaya todo bien. - Asitinó con la cabeza. - Si algún día necesitas algo de mi, búscame en el Reik. - Miró a los tres tipos con los que había compartido cena y a quienes había invitado. - Señores... - Hizo una cabezada a modo de despedida. Se puso en pie y se alejó perdiéndose entre los clientes de la taberna.

-Ya lo has espantado, Rag...-suspiro con gesto despreocupado.

-No se me ocurriría pretender darte un consejo de puertas para afuera a alguien como tú, porque tengo claro como el agua de riachuelo que no lo necesitas-dijo achinando los ojos.

-Pero en intramuros es otro cantar. Para bien o para mal, creo que soy el que más suelas ha gastado  sobre el empedrado de las ciudades y por eso, me creo en la posición de poder aconsejar-añadió en tono solemne y algo sobreactuado-Y el consejo es que nunca dejes escapar un trabajo si no tienes atado otro mejor. Eso no es bueno para la bolsa, créeme-palmeó el musculoso hombro del bárbaro, para luego centrarse en la parte más académica del grupo.

-¿Y vosotros que opináis de todo esto? Al fin y al cabo creo que es incontestable que sois los que tenéis más sentido común de todos nosotros, ¡por lo que vuestra opinión sería valiosa sin lugar a dudas!- Alder regó aquella pregunta con su espléndida sonrisa.

Una vez que Joseph se marchó el grupo se quedó debatiendo sus planes futuros. Ragnar se empeñaba en ir a ver al príncipe y reclamar aquel trabajo. Alys le seguiría fuera como fuera, pues no tenía a donde ir y de alguna forma había quedada ligada a ese rudo hombre. Chester quería ir a visitar al notario y Alder le acompañaría. Si finalmente Ragnar y Alys acababan frente al príncipe, Alder iría con ellos aunque no le interesaba ya demasiado aquel trabajo y Cheter también iría con ellos.

Fue entonces cuando se abrió la puerta de la taberna y apareció una figura oscura. Un tipo alto, delgado y con el rostro de rasgos aguileños entró en la sala con paso decidido. Todo aquel que estaba en la sala le se giraron centrando sus miradas en él, a lo que aquel personaje les devolvió "el saludo" con una sonrisa sarcástica. Mientras se dirige al bar, la tenue luz de la taberna se refleja en sus negras vestimentas de cuero. Todos son conscientes en aquel momento, que alguno de los asistentes se estremecen al paso de aquel hombre.

- Una botella de ginebra... - Le pidió al mesonero y lanzó unas coronas sobre a barra.

- En... en-seguida... - Respondió conteniendo el aliento el mesonero.

Un vacío se creo alrededor de aquel hombre. Los que se sentaban cerca se levantaron disimuladamente para ir a sentarse a otras mesas o directamente marcharse de la taberna. Aquel hombre de negro parecía complacido con aquella actitud  la gente. No era difícil deducir que se trataba de un tipo conocido y no por su personalidad bondadosa y buenas maneras.

Minutos después de la llegada del hombre de negro, aparecieron dos tipos seguidos por cuatro guardaespaldas. Se trataba a tenor de sus vestimentas de dos nobles, los cuales estaban evidentemente borrachos. 

- ¡Oh! ¿Has visto amigo? ¡Que lugar tan pintoresco! - Dijo uno de los dos que vestía en tonos principalmente rojos, en tono de burla y comenzó a reírse estúpidamente. 

Se dirigió entonces a la barra.

- ¡Dos de tus mejores brebajes, tabernero! - Y dio un golpe con el puño sobre la barra sin dejar de reír a carcajadas.

El tabernero le sirvió dos copas de vete tú a saber que brebaje y cada uno de ellos agarró una de ellas.

- ¡El que beba antes gana, el otro paga! - Dijo el otro noble, que vestía de verde. 

Los dos rieron y comenzaron a beber a toda prisa. Al acabar rieron y pidieron una nueva ronda repitiendo aquel concurso. En ese momento el tipo de verde, al que a punto estaba de escapársele una risa, se giró encontrando a Chester y finalmente no pudo más y escupió el contenido de su boca sobre el arcano.

- ¡Esa ha sido muy buena, amigo! - Rió el noble de rojo al ver empapado de cerveza a Chester. 

Entonces se llenó la boca de cerveza y buscó un objetivo. Centró su mirada en Alder y se acercó a él dispuesto a... ¿Escupirle encima?

Al muchaco se le agrió el gesto en cuanto vio lo que habían hecho con Chester y fue a decir algo cuando vió al otro noble acercándose hacia él con similares intenciones, por lo que estando prevenido con anterioridad tuvo tiempo de sobra de dar un paso en diagonal, situarse a su lado justo cuando empezaba a escupir para meter su pie entre los del noble y hacerle así caer hacia adelante.

Con el gesto serio, algo no muy común en el imperial, hizo como si ni hubiese visto al noble vestido de rojo y se dirigió hacia el otro, señalándole  con el dedo.

-Discúlpate con mi amigo-añadió en tono seco.

Allá vamos... suspiró Ragnar.

El kislevita se levantó, aunque con su tamaño y corpulencia cabría decir que más que levantarse, se desplegaba. El bárbaro se adelantó para acompañar a Álder, en un silencio hosco. Observaba a los nobles, pero su mirada de desvió un momento hacia el tipo de negro para controlar su posición en toda la algarabía. 

-  ¿Pero qué...? - El noble trastabillo a la vez que el contenido de su bebido se desparramaba sobre sus ropas y tropezaba con la pierna de Alder. - ¡Aaaaargh!

El noble acabó en el suelo contrariado y algo enfadado. Se le habían quitado las ganas de reír. Miró atrás y dos de sus guardaespaldas ya estaban encima de él rodeándolo y mirando de forma desafiante a Alder y también a Ragnar en el momento en que éste se puso en pie y se puso al lado del joven tileano.

El hombre de negro echó hacia atrás su silla, haciendo que sus patas chirriaran al rozar con el suelo. Se puso rápidamente de pie y se interpuso entre los nobles y sus guardaespaldas y Alder y Ragnar.

- En vuestro lugar no seguiría con ésto, cabezas de chorlito. - Dijo seriamente. - ¿Por qué no se sientan y se divierten como todo el mundo?

En esos momentos toda la taberna esperaba una respuesta. Mientras tanto los nobles se deslizaron tras sus guardaespaldas contentos de la que habían montado y riéndose aún de Chester. La gente seguía quieta, mirando lo que estaba sucediendo. La tensión era realmente palpable en toda la sala.

- ¡Cada uno a sus asuntos! - Alzó la voz. - ¿Entendido, pandilla de fangosos?

Tantos días seguidos empujando a Chester al precipicio acabaron por hacer efecto. Igual que cuando maltratas a un animal manso continuadamente hasta que al final se acaba por defender. El mago se quitó las gafas, se las limpió con una servilleta y se las volvió a poner. Después, conjurando prestidigitación se secó toda la bebida alcohólica.

Se levantó tranquilamente y primero miró al hombre de negro.

—No se meta en esto—dijo con educación para a continuación mirar al noble que le había escupido—. Todavía estoy esperando esa disculpa.

-Ya le han oido. Solo pide una disculpa y esto quedará aquí y ahora-remarcó de forma tajante Alder, apoyando al mago, situándose justo a su lado dispuesto a  tirar de el hacia atrás si lo veía necesario

—Mira imbécil, he olvidado más formas de matar de las que utilizan los ejércitos del Príncipe —dijo Ragnar, adelantándose a Álder y a Chester para encararse al hombre de negro.

El kislevita le sacaba una cabeza al susodicho. Se acercó tanto a él que podía oler la cerveza que había estado bebiendo.

—Así que no te hagas el gallito o te arranco los brazos y se los doy de comer a los cerdos. ¿Entendido?

Alys se llevó las manos a la cabeza al comprobar como la testosterona de todos aquellos hombres salía a borbotones e inundaba toda la taberna. No quería problemas, no quería llamar la atención, quería trabajo o encerrarse en el convento, no lo tenía del todo claro.

La muchacha se puso en pie y sacó pecho mientras descargaba su frustración contra los guardaespaldas, los nobles y todo el mundo.

-¿Pero por qué nadie se comporta como una persona decente? Desde que he salido de mi villa todos os comportáis como si fueséis idiotas. I-D-I-O-T-A-S. Disculpáos ahora mismo si no queréis acabar con los dientes en el suelo. Y no pienso gastar ni una plegaria para vosotros, IDIOTAS. ¿Es que la aristocracía carece de educación? Por Shallya que no he visto tanto imbécil junto. Hasta las cabras se somportan mejor que todos vosotros.

La dignidad impropia de Chester con la que se había alzado en pie pidiendo disculpas y la rápida actuación de Alder para no acabar empapado también en alcohol, pero sobre todo las poderosas amenazas de Ragnar hacia el hombre de negro y las palabras de indignación de Alys, lograron un cambio de ánimo en el estado de los dos nobles. Las risas, pese a estar protegidos por cuatro enormes guardaespaldas, se les pasaron de golpe.

El noble que vestía de verde miró al que vestía de rojo. Sus rostros mostraban cierta amargura, pues les habían fastidiado la fiesta. Se veía claro que poca gente  en Altdorf les plantaba cara como acababa de hacer aquel grupo de viajeros. El noble de verde resopló bajó la cabeza y se acercó a Chester.

-  Disculpen, yo...  - Carraspeó. - Prum, prum, purm... - Masculló algo ininteligible. - Si, disculpe...