Partida Rol por web

La cosa no pintaba muy bien, de hecho estaba bastante claro que nos dirigíamos a gran velocidad hacia una brutal paliza, eso si, dada por auténticos profesionales estos se veía claro que no eran becarios. Y eso era lo mejor que nos podía pasar, porque aquellos tipos con los fusiles de asalto si se ponían nerviosos podían hacer una masacre.

No era fácil tratar de relajar a Hisabel y al Poli, y aun menos cuando estábamos medio borrachos. Pero gracias a la brutal comilona, no tenía ni putas ganas de ponerme a tortas y menos aun de que en una situación tan desventajosa, dejasen mi bello rostro irreconocible. Que una cosa es pegar y otra hacer de saco para parar los golpes de esos monstruos hormonados.

Haya paz, haya paz buen hombre, y disculpe nuestros modales, estábamos de celebración cuando han entrado montando gran escándalo y eso nos ha alterado un poco. Pero mejor lo hablamos con tranquilidad antes de que esto vaya a mayores.

Eche una mirada de preocupación a los colegas, a estos era muy difícil pararlos, habría que intentarlo para facilitarle un poco las cosas al jefe. A ver si conseguía hacerles entrar en razón.

Hisabel, Poli, mejor oímos lo que tenga que decir este señor, que ha venido tan bien acompañado. Tranquilos y escuchar a Anthony que parece que quiere comentar algo y si montáis mucho escándalo no le podréis escuchar.

A la espera de que el viejo tranquilizará, sobre todo a Poli, me fui preparando para lo que podría ocurrir. Lo fundamental era evitar los golpes en la cara, que estos animales me podían desfigurar.

Vaya panorama.

Hisabel, que me conoce bien, capta a la perfección mi insinuación de que una bomba de gases lacrimógenos es nuestra mejor opción para salir de aquí y actúa en consecuencia tan pronto como queda claro que Juanín no está por la labor de sentarse con nosotros ni a compartir una sidra.

Tosiendo medio asfixiado y con lágrimas en los ojos, no puedo evitar pensar en lo buena chica que es nuestra Hisa y también en que seguramente tiene un gatito muerto en las entrañas.

Agarro una botella a medio vaciar y, sin levantarme de la mesa, la golpe contra el tablero. El cristal se hace añicos y me quedo sujetando poco más que el cuello de la botella, salpicándolo todo en el proceso. En mi cabeza sonaba mucho más espectacular. No es así como ocurre en las películas.

Me encojo de hombros, soltando una risita de borracho, y me intento poner en pie. Si Poli va a partirse la cara con estos tipos yo no soy de dejar a mis amigos en la estacada. Igual mientras a mí me dan la paliza de mi vida, el resto puede llegar hasta la Rosi y montar la de San Quintín.

—Nenu, Aparta, charrán, que quien tien arte va a cualquier parte.

Intento pasar entre las filas de maromos armados y tratar de llegar a la puerta sin hacer muchas eses. Hay gente con la que se puede razonar y otros que solo entienden la dialéctica de puños y pistolas. Si alguno se me echa encima, le apuñalo en la tripa con el casco roto de mi botella.

Ana no sabía a que se refería la Kardashian de Chamberí, pero cuando dio con el tema del conde se quedó mirándola. Rió, por lo bajini y le dijo - Alexandro, sí, esa misma, pues, está mal que yo lo diga, pero, el conde Lecquio, bueno, ya salió en Lecturas, y bueno, podría hacer salto con pértiga pero sin pértiga, ya sabe, es de esos que podría hacer el salto del tigre desde la lavandería.... - sonrió, la miró en tono de confidencia y le dijo - aunque, extraoficialmente, mucho photoshop y kilos de viagra para levantar eso.

Se rió de forma ligera y entonces se montó la mari morena.

Los hombres del gochu se abalanzaron sobre el equipo con malas intenciones. Los intentos de parlamentar de Bonitín cayeron en saco roto porque el jefe ya había dado la orden, y cuando el jefe decía que había que reblandecer las costillas, se reblandecían, que los dientes del gochu ya no eran los de antes después de tantas peleas. Aquellos brutos se desplegaron con precisión militar, dos para cada uno, ignorando a una Ana que se había tapado la cabeza para no ver lo que le podía pasar a sus caballeros.

El primero en reaccionar fue Poli, de sangre caliente y de reflejos acerados, un tío curtido en mil y una escaramuzas y con más mala hostia que un guardia civil retirado. Uno de aquellos desgraciados salidos de la mina le intentó soltar un puñetazo, pero lo esquivó, y le soltó un jab, y como lo tenía a tiro le conectó un upper de esos que sacan música a las mandíbulas, de esos que dan ganas de oír y que cuando te los dan solo ves estrellitas. Si hubiera estado solo le habría partido toda la cara, en cuatro cachos, pero el gachón llevaba refuerzos, y tal como le había dado una hostia se la devolvieron. Aquello era ilegal, el tipo pesaba por lo menos 20 kilos más que él, y Poli estaba en un saludable peso Welter mientras el tipo debía ser peso cachopo. Una vez en el suelo el tipo puso en marcha la máquina de pegar patadas en el estómago hasta que el boxeador poco más pudo hacer que protegerse.

Con Bonitín fueron más cuidadosos, un par de puñetazos en el estómago, le llevaron los brazos atrás y antes de que pudiera acabar de pedir tregua ya tenía los brazos atados con una brida. Afortunadamente no le habían dado en la cara, ni tampoco le habían afectado las cuerdas vocales, así que, mientras estuvieran prisioneros, podría amenizar la estancia con sus rancheras.

Anthony intentó demostrar que allí el gallu era él, el campanu, el que manda, el que decía aquello de al plato vendrás. Cogió una de las botellas de sidra, que era un elemento abundante después de su espicha, y la rompió para hacer un gollete con el que poder rajar a quien se acercara. Era un poco barriobajero, poco refinado, pero en cuanto pillara al gochu iba a hacer xorizus con él. Intentó abrirse paso pero uno de los collaceos cogió otra de las botellas de sidra y se la estampo en la cabeza. Sus piernas se doblaron por el mareo y apenas notó la lluvia de golpes.

Pero quien tuvo una mejor estrategia para aquello fue Hisabel. Su alegato antifeminista detuvo el ataque mientras sus atacantes se quedaban mirándola y diciéndose el uno al otro

- Esta ye bien lloca paisanu, y bien antigua. El feminismu es bien necesariu, estaremos muncho mellor en una sociedad con mes mulleres entamando las cosas, préstame muncho....

Hisabel decidió que allí no se cogían prisioneros, ni había convención de Ginebra, de la sidra o del Patxarán, allí se iba a la guerra y si había que tirar gas mostaza se tiraba, y así lo hizo. Se giró y empezó a tirarse pedos de fabada de esos que matarían a cualquiera, pero los asturianos no eran cualquiera, y quien no ha tenido un momento de esos en una espicha de fabada? aquello era normal, pero la reacción de los hombres fue quedarse a mirarla. Uno de ellos le dijo a un tipo con rastas

- Cagonros, que ye de gocha la foriata. Melendi, educala en los valores asturianus paisanu...

Y vaya si la educó. Le soltó tal bofetón que dio dos volteretas antes de quedarse desmadejada como una muñeca de trapo. Cuando las esteras ya habían recibido palos suficientes el gochu dijo

- Ya ye suficiente, non queremos que se manquen muncho, que nos tienen que contar unas cosinas antes de que los demos de comer a los bugres.... vos vais a llevarlos al almacén y ya veremos lo que facemos con ellos. Melendi, ve a la gasolinera del Angelin y quita esa puxarra de carretilla con ruedes de allá, que no queremos que se quede la gasolina con peste de foriatu y tu te vienes con nos monina, que vamos a explicarte que le pasa a las charraninas que abren la bocona cuando non toca.

Ana gritaba mientras los empujaban de malas maneras hacia el autobús. Aquellos tipos habían demostrado saber de que iban, y los 50 de los grandes igual había sido un precio muy barato.

La lluvia de hosties se convirtió en un orballu para finalmente escampar. Los hombres del gochu, que perfectamente podrían ser la selección asturiana de romper huesos había hecho su trabajo metódica y brutalmente. Les habían dado la del pulpo y todos ellos se felicitaban, todos menos uno que estaba llorando como una nena y que iba directo para el hospital, y aquel desgraciado no parecía ser de los que tiene seguro privado.

Los arrastraron de malos modos a empujones y golpes cuando se resistían y los subieron en el autobús que olía a Inserso que tiraba para atrás. Por lo que habían dicho les iban a llevar a una especie de almacén, y hasta que no llegaran a él y consiguieran librarse de las bridas que les aprisionaban poco iban a poder hacer. El pueblo al menos era bonito y los hombres del gochu les estaban dando la ruta panorámica hacia el mar. El pueblo era precioso, y en otra ocasión se habrían ido a tomar una cerveza en la plaza del pueblo pero ahora solo podían pensar en la revancha, esperando que encontraran una manera de escapar del almacén, algo bastante probable para los que se habían fugado de penales de máxima seguridad.

El autobús se dirigió hacia el puerto, alejado unos 300 metros del resto de la villa y sus cerebros empezaron a registrar todos los detalles que pudieran servirles para darle la vuelta a la tortilla. A la entrada había una garita, donde un hombre del gochu hacía guardia con una ametralladora y cara de malas pulgas. El autobús cruzó un aparcamiento, demasiado grande para las necesidades del puerto donde habían algunos coches viejos y un mercedes de alta gama, y en la parte más alejada del agua había unos de esos trucks que vendían comida callejera y un autobús parecido a ese en el que iban. Los metieron a empujones en un almacén que olía a pescado y a sangre a partes iguales y los metieron en lo que era una oficina sin lugar a dudas. El gochu dijo a sus hombres

- Sentadlos en una siella que non me gusta matar foriatus si non están cómodus, que vamos a tener una charla entre homes de bien. Verdad que sí paisanus? Vamos a ver. Que mi madre estáis facendo en el mi pueblu? Comenzad a cantar como los xilguerus que tengo prisina.

Los sentaron en sillas, ataron sus brazos a la espalda con bridas y ataron sus pies con maromas gordas de barco, a todos menos Poli, al que dieron un tratamiento especial y lo encadenaron a una columna de madera y dejaron de pie. Los cachearon, quitándoles las armas que llevaran y le enseñaron la pistola a Hisabel y le dijeron

- Que ibas a facer con esta máquina de hacer tres güellus mocina? Para cuidau non te vayas a mancar tu solina, que les moces no son pa llevar pistoles....

Ya los tenían donde querían. Aquel almacén era un tesoro, parecía el leroy merlín de las fugas. Habían visto nasas de pesca, que le proporcionaría metal y tubos, un toro elevador, piezas antiguas de barco.... Ya los tenían donde querían, todo había salido bien, se habían dejado dar una paliza para que les metieran en aquel sitio y ellos les pudieran dar LA PALIZA. Si es que, les encantaba que los planes salieran bien.

Según entraron en el puerto vieron que en la zona cercana al mar había una zona con gruas y una gasolinera.  Y dentro del almacén habían planchas para parchear pesqueros y equipo de soldadura. Aquello solo iba a mejor para hombres de imaginación como ellos.

La hostia le había afinado los instintos a las malas. Junto a la gasolinera parecía haber una torre de vigilancia donde había otro hombre del gochu, pero parecía más interesado en mirar hacia el mar que de ver lo que sucedía en el puerto.

Ya dentro de la oficina se fijó en que la columna probablemente sería una funda de madera para tapar alguna tubería que venía del techo, así que si Poli estaba cabreado, y debía estarlo, arrancarla de cuajo era factible.

A Hisabel lo que más le dolía era haberse quedado sin catar el licor mallorquín prometido ni el arroz con leche. Bueno, sí que probó el cachopo con leches, eso sí. El pantalón era lo de menos, que ya se cambiaría cuando pudiese. Y la hostia…uff, esa fue de las grandes, no recordaba una así desde hacía un cuarto de siglo, cuando le sisó cinco mil pesetas a su padre de la cartera. Pero vamos, nada a lo que no estuvieran acostumbrados en el equipazo Jarl. Aunque, curiosamente, se pasó el viajecito oliendo a muerto, ¿Por qué no la espichaban ya estos carcamales a criar malvas?, pensando en la “pértiga” que se ventiló la golfa de la rubia. Hum.

Y reflexionando y babeando por la hostia o por el Lequio, o por los dos, llegaron a justamente a la madriguera de estos mariconazos hormonados. Que ya les iba bien.

-Mira tú. Nos ahorran parte de la investigación. -Escupió un cuajo de sangre. No preguntó por el estado de sus compis que tenían bien puestos los machos y eran unos cracks.- Joder, Poli, menuda hostia le soltaste al pasmao ese. Le has hecho un hombre, jajaja.

Olfateó el aire igual que una perra en celo, sinff, sniff, y adivinó pronto que estaban en el puerto. -Ainss, el mar, la playita, los pececitos alrededor de mi cuerpecito- Daba la impresión de que se había quedado más gilipollas por el guantazo de conan, ¡pero qué va!, que la tía Tombraider se estaba quedando con toda la película de por dónde circulaban.

La sentaron y eso acrecentó sus ganas de hacer pis –Quiero mear. Quiero mear –exigió con voz dulce y caída de ojos a lo matahari. Y claro, que no entendió ni una mijilla de lo que decían 

-Que me hables en idioma oficial, anarcofumeta sindicalista. Que los hombres también lloran y tienen su derecho a berrear y soltar el moco, y abrirse de piernas 45 grados, ¿oyisti? Y a ti Juanico el corto, te vamos a poner mirando a cuenca que te van a llamar Juanito el empotrao. Cagontuputamadre.

La sonrisa brilló en su mirada y la locura en la mueca de su bocaza.

Le pusieron delante de las narices su pistola. Y se puso a llorar de pronto, a ver si daba pena –Quiero mear. Quiero mear.¿Oyisti? Que me meo. Quiero mear o lo hago aquí mismo y os pongo todo como el nilo desbordado. ¡¡Que quiero mear!! –y los lagrimones le caían a chorro, por algún lado tenia que salir la sidra, y menos mal que no tenía retención de líquidos que si no no veas ya el muslamen que sele iba a pone. Y empezó a forcejear como una posesa en su silla. O como si cabalgase un toro mecánico a tope de revoluciones. Mientras, así disimuladamente, sus ojos rodaron hacia el Poli, y al techo, y del techo a la columna, y de vuelta al Potrillo, a ver si se coscaba y se daba cuenta de que la imitase –¡Sansón, Sansón! ¡Sansón el meón! -mientras lloraba desconsolada igual que una niñita a la que le han quitado su muñequita-

Íbamos en el bus camino de la playa, por lo que veía. Hisabel se estaba quedando con el camino, por lo que veía.

-"Sí, ese ya no se levanta en un mes." Le respondí a Hisabel.

La somanta de hostias que nos dieron no fue ni comparable con otras que había tenido en mi vida. Bueno, quizá una que me dieron unos gitanos de Cañorroto sí fue peor. El caso es que me habían puesto fino filipino y hasta se me había ido el globo de la coca. Mi cara era todo un poema.

Atado con cadenas a una columna, de pie, estaba bastante echo polvo como para intentar algo. Pero todo era un plan secreto, ¿o no? Ya estábamos en su guarida y podíamos joderles desde dentro de su negocio. Por todos los lados había cosas que podíamos usar para hacer volar por los aires este sitio. Como decía mi colega Nando, el Sabio, aprovecha cualquier oportunidad para joderles y darles por el culo.

Me quedé en silencio, esperando que el jefe hablara, que para eso era el jefe. Mientras, empecé a estirar las cadenas para ver si las habían dejado holgadas y podía poco a poco soltarme, escurrirme como una serpiente. Me di cuenta del plan de la loca y empecé a apretar aún más, para ver si cedía la columna.

Los monstruos se nos echaron encima, ni los gases de Hisabel ni las amenazas de Anthony sirvieron de nada. Bueno si, para algo si sirvieron, al jefe le metieron un botellazo en la cabeza que pensé que lo mataban o lo desgraciaban de por vida. Y como a Poli no hay quien lo pare cuando mete directa, machaco a uno de los orangutanes pero el resto le dieron cosa fina, a cualquier otro lo habrían matado, pero Poli era duro, estaba hecho de otra pasta. Luego ya poco mas vi, dos señores nada pequeños se acercaron a mi con malas intenciones, tan solo tuve tiempo a gritar:

En la cara no, en la cara no!

Y algo de caso me hicieron los jodios, pero el par de puñetazos en el estómago me hicieron vomitar abundantes fabes, cachopo y arroz con leche, regado con sidra, chupitos y jugos gástricos. Quedé semi inconsciente, y debía de estar medio soñando, pues no me pareció ver a un tipo parecido al Melendi que le arreo una hostia de tal calibre a la pobre Hisabel que la puso a dar vueltas.  

Los cabrones nos llevaron sin miramientos al autobús que habían traído y nos dieron una preciosa gira por el pueblo, trate de fijarme a donde nos conducían, pero no tenia el cuerpo para muchas tonterías. Nos dejan en un almacén, atados a unas sillas, excepto a Poli que le atan con cadenas a una columna.

Buenas tortas le diste al cabrón aquel Poli, a ese no lo vemos en un tiempo.

Y luego el cabrón del Xuan comienza un sermón del que poco entiendo. 

Parece que hay bastantes cosas en el almacén para construirnos alguna cosa interesante, pero primero habrá que tratar de liberar las manos.

Voy probando que tal de bien tengo atadas las manos con la sirga, tal vez me pueda desatar o ayudar a alguien que este cerca. Cuando nos dejaran un rato a solas sería cuestión de mover las sillas y tratar de  soltarnos, de peores que estas salíamos cantando rancheras.

Bueno equipo, ya estamos donde queríamos y además enteros. 

Recobro el sentido (que no el conocimiento) en algún momento del viaje en autocar. No estoy seguro pero creo que es la voz de Hisabel la que me despierta o tal vez el olor de su gatito. Abro discretamente un ojo y miro a través de las ventanas el paisaje de la localidad mientras finjo que todavía sigo grogui.

¡Menuda ruta turística por la costa nos están haciendo y todo sin pagar un duro! Y después nos meten en una nave que apesta a pescado podrido pero que está mejor surtida que el bazar chino de mi barrio y me atan con una cuerdina sin saber que soy un maestro del escapismo. Ya los tenemos donde los queríamos.

—Mira, Juanín, dexa a la mocina que vaya a faer un pis y escúchame a mi, que yo voi dicite tou lo que quieras saber. Venimos de faer un bolu de rancheres por Cantabria, qu'equí'l mio amigu Bonitín ye un fenómenu. Pero los cantabrones solo tienen sobaos y anchoucas y dixi, vamos faer una visita a la mio madre qu'ella sí fai unos frisuelos como Dios manda y nun los pruebo desque yera un neñu.

»Díbamos de camín pela carretera cuando m'entró un apertón y paremos na primer gasolinera que vimos. Y como el restorán taba tranquilín y nun había naide, pos nos sentamos a comer hasta fartanos. Que los mios amigos son de fora y nun sabíen lo que yera comer en condiciones.

»Y entró nel restorán una muyerina qu'andaba más perdida qu'una cabra nun garaxe y como los asturianos somos xente hospitalaria díxi-y que sentara con nós a tomar un clin. Y cuando entrastis vós, tamién vos convidé a tomar un tragu, pero nun quixistis. ¿Por qué táis tan nervisos, ho? Si tenéis problemes podemos ayudar. Dásenos bien ayudar a los demás. Y cantar rancheres también. Bonitín, cántales algo.

Con un poco de suerte conseguiré convencerle de que esto no es necesario o, al menos, aburrirles con mi verborrea para que nos dejen tranquilos un rato para prepararles una sorpresina.

Bonitín, Hisabel y Poli estaban de celebración. El boxeador había mandado a uno al hospital que iba a estar comiendo en pajita dos meses, y ya le podían hacer puré con los cachopos que ya le iban a hacer falta. Mientras celebraban, uno de los hombres del gochu parecía estar poniéndose nervioso, mirando al padrinu como pidiendo permiso. El gochu estaba a otras cosas, con su discursito de malvado que si no lo dan revientan, así que el buen hombre hizo suyo aquello de quien calla otorga para soltar un par de hostias de refresco, a ver si se iban a olvidar de las hostias que le habían dado antes. Empezó con Hisabel, un guantá para equilibrar la jeta, que se había quedado que parecía un hamster a punto de hibernar. Después le tocó a Bonitín, que esta vez si se llevó un puño en la cara y el último fue Poli, que fue usado de saco de arena del tipo hasta que el gochu dijo que ya bastaba y aun así dos o tres lo tuvieron que separar. Con voz enfurecido y los ojos ardiendo de rabia le dijo a todos

- Ese a quien mandasti al hospital ye'l mio hermanu desgraciáu... te voi sacar los güeyos y voi mexar na to calavera por que te escueza, castrón.

Xuan le dijo que hiciera el favor de calmarse y que no se preocupara por su hermano, que le iban a hacer la plástica que lo iban a dejar como David Hasselhoff, que Victor ya estaba en edad de casarse y no había mocina que se le acercara por lo feo. Mientras se aclaraba el alboroto e Hisabel pedía para ir a mear, Ana les azuzaba con el cuello para que hicieran algo. No podían culparla, debía haber oído cosas tan fantásticas sobre el equipo que esperaban que el pis de Hisabel fuera de napalm o algo así, o que Bonitín cantara como una banshee y los dejara a todos fritos. Pero no, eso eran cosas de las leyendas, algo de publicidad engañosa y las redes sociales, ellos eran veteranos de eso, unos auténticos cracks, pero milagrines a Lourdes. Intentaron forcejear con sus ataduras sin mucho éxito, especialmente Poli, que parecía un muestrario de cadenas de la ferretería del pueblo. Las exigencias de mear de Hisabel terminaron cansando al gochu que dijo a sus hombres.

- Amordazái a la gocha esta, válgame dios. Toles madrilanes son iguales - Miró a Anthony, que parecía que era el único que sabía hablar la lengua local y le dijo - Y de onde sacasti la lloca esta?, cagonros, amordazáila ya!

Y vaya si lo hicieron, se fueron hacia una de las estanterías y se cogieron un rollo de cinta aislante y se lo pusieron en la boca para que se callara, y si se tenía que mear que se meará, pero en silencio. Con todo más tranquilito, Anthony le intentó dar unas razones muy lógicas de que hacían allí, y podrían haber colado, pero Ana explotó, señalándole con un dedo y diciendo

- Pero será mentiroso!, que no es verdad señor gochu, que yo los he contratado para que hablaran contigo para que me dejaras tranquila. A ver Xuan, de verdad, que yo no quiero que vengan los paparazzis, pero vienen porque creen que se me ha ido la pinza, o que estoy loca, o que soy tonta, pero no soy tonta...que soy bióloga.... y....uy... tal vez no debería haber dicho eso verdad señor Anthony?

El gochu empezó a acariciarse el pecho que parecía que estaba más caliente que el tapacubos de la nave espacial enterprise, pero no era por eso, es que intentaba sacarse un pedazo de pistolón que debía tener un retroceso como la patada de una burra. Se quedó mirando a Ana y le dijo

- Mira mocina, intentamus faer a les bones pero nun nos dexes demasiaes opciones. Te pidimos a les bones que te llargares y la to tráesnos mercenarios. vas allegrame'l día que diba tiempu que Manoli nun salía de paséu.... Preséntovos a Manoli. Dicíi vueses últimes palabres

La Manoli resultó ser un pistolón del 15, una magnum 45 que empezó a apuntar a todos y que se detuvo finalmente en la cabeza de Hisabel.

Mientras berreaba a ver si ya llamaba la atención de los cachopos indeseables estos y Poli podía seguir emulando a Sansón, el hostión le llegó no del todo imprevisto. Se le giraron los ojos en sus cuencas y casi que se le intercambian entre ellos. No quería mearse encima, que eso es de guarrillas vagabundas venezonalistas, pero perdió en esos segundos aciagos la concentración entre los cinco dedos que se le quedaron marcados y la boca abierta de par en par escuchando como el jefe también había sido poseído por las brujas del norte y falaba, ¡Ah, también ella!, en lengua hereje y prohibido. 

De manera que algo de pis se le fue por el conducto tan cuqui que tenía entre las piernas, que otro día cuando me depile de nuevo te lo enseño. Bueno, no se podía decir que no le fuese bien jugando al despiste. Lo malo es que el resto de amiguis también recibieron caricias no deseadas.

-Oh. Me meao. Mamarracho astur. –pudo decir con la boca llena de dientes todavía. –Es un empleo basura golpear a las chicas indefensas. Que no es una ofensa decirte que tu trabajo es una mierda, que tienes que dar de comer a tus cachorritos nacidos y concebidos no nacidos. Pero si quieres un curro basura honrado y conservar los huevos no me vuelvas a pegar o te aseguro que te…mmffff.

Pues eso. Amordazada. Qué ignominia. Y meada. Aunque olía bien, que los orines de Hisabel siempre eran aromáticos y perfumaban los baños donde descargaba, cosa de familia y de ser de la capital del reino de los reinos. Una vip.

Y la gilipollas tetona de la patrona cumpliendo su papel de rubia idiota. Las cosas no iban bien. O quizás mejor de lo esperado. Hisabel miraba de acá para allá, sus ojitos agitados saltando un poquito el culete en la silla, que ya se le iba el río sí o sí. Es por eso que no fue demasiado consciente de la magnum 45 que quería regalarle con un nuevo peinado. La chiquilla miró a los ojos a Juanito el Empotrao  y compuso una cara de felicidad digna de un polvo legendario cuando soltó el Nilo y el Missisiisiiisipipi mucho pipi, tal y como había prometido. Que se le fue a saber si no se aguantaba o de la impresión del oscuro y feo cañón tan cerca. Que no te acostumbras a eso por muchos veinte años que llevases en el negocio. Las trancas grandes siempre le daban susto y morbo a la vez.

Qué calentita, meditó, que me voy a ir al otro barrio. Espero que no haya bolivaristas ni indepes y el color morado esté prohibido. Sin embargo, como era una tunanta, y sabía más que siete demonios juntos, quizá el tipo y los demás observaban incrédulos el mar que se abatía a sus pies. Apretó las mandíbulas, tomó impulsó y lanzó las piernas hacia arriba para soltarle una buena patada en los collones al Harryclón. Aunque quizá se cayese hacia atrás de la silla.

Qué risas que se iban a meter en el cuerpo.

Me preocupa el cariz que está tomando la situación, pero si algo se me da bien es parecer que tengo la situación bajo control cuando hace un buen rato que se me ha ido totalmente de las manos.

Adivino (porque soy un gran mentalista, además de gran bebedor de sidra y gran perdedor de poker) las intenciones de Hisabel y trato de distraer al gochu para que deje de prestarla atención. Estoy dispuesto a ofrecerle el oro y el moro si hace falta.

—Oi, Juanín, ¿qué pijada ye esta? Dexa esa cosina que te vas a mancar, ho. ¿Nun ves que la mocina ye una guajina bien chanciosa y nun-y fixo dañu a naide? Tu faime casu a mi, que tas arrodiáu de males inflúis pero tu nun yes asina. Tu tienes un problema coles muyeres, fíu de l'alma, pero vámoste buscar una que te quite les penes.

(La que tiene atada y amordazada detrás se las va a meter para dentro de un patada.)

»¿Non te gusta la roxa? —le digo señalando con la cabeza a la de las campanadas— Pos buscámoste una morena o una pelirroxa, que para eso'l mio amigu Bonitín ye mundial, cagon les pites coloraes. ¿Non te prestan les cámares de fotos nel to pueblu? Quitámoslas hasta de los teléfonos móviles si fai falta. Dígotelo Xuan, pa que lo entiendas, Pedro. —Y ahí queda ese refrán como un recado— Que yo lo mesmo que te digo una cosa, dígote la otra.

»Tu solo tienes que dicime qué ye lo que te tien tan alteriáu, collaciu, que nós lo solucionamos por ti. ¿Ye un problema de perres? Non te esmolezas que yo te aciérto el númberu de la Primitiva si fai falta.

Las cadenas estaban tensadas a tope y me hacían daño en los poderosos músculos, no iba a resultar fácil escapar de ellas. A Hisabel no la dejaron ni ir a mear, así que decidí no moverme mucho. Aún así, el hermano del Sindientes vino a tomar revancha y me estuvo dando de hostias hasta que le separaron. Seguro que se había roto los huesos de la mano, ya que mis abdominales eran de hierro, no de manteca, soy el gato karateka. Anthony intentó dialogar con el Xuan, pero la rubiaza lo estropeó todo al revelar la verdad. Como Bonitín no intercediese con una buena ranchera que rebajara los malos humos, lo teníamos jodido.

El Xuan se envalentonó y sacó su dildo, Manoli la llamaba, con el que apuntó a Hisabel. Aunque me gustara la idea de que la volara la loca cabeza, había pasado tanto tiempo y tantas penurias con ella que seguro que su atormentado espíritu me perseguiría para siempre.

-"¡Eh, tú, pechogamba! Métete con un hombre y no con la loca esa. Suéltame las cadenas si tienes cojones y apúntame a mi con esa pipa que seguro que huele a mierda de tanto metértela en el ojete."

A ver si Bonitín o el jefe tenían algún plan, mientras yo distraía al bocachancla este y ganaba algo de tiempo. Justo en ese instante, un sifón de meado cubrió la silla de Hisabel y su pierna se alzó rauda hacia las pelotas del Xuan. No creo que le diera, ya que estos tipos eran como los leones, tenían los huevecillos pequeños y pegados al ojo del culo. También empezó su disertación Anthony, esperando hacerse colega y que guardara el arma. Solo quedaba que se pusiera a cantar Bonitín.

Como era muy probable que ocurriese, uno de estos mandriles hormonados resulta que era hermano del que Poli mandó al hospital, y el muy hijoputa no se pudo contener ante nuestros comentarios y nos sirvió una buena ración de ostias. No pude dejar de fijarme en su jeta mientras me partía la mía. Le escupí algún diente y abundante sangre a los pantalones:

Muy bonito machote, muy bonito, se ve que eres un tipo valiente. Cuidadín no sea que vayas rápido a hacerle compañía a tu hermanito.

La retrasada de la Obregón canto todo lo que podía, antes de que la tocasen un pelo. Menuda retrasada, aunque tampoco había que ser un genio para adivinar que habíamos venido a ayudarla. De nada sirvieron los esfuerzos de Poli por tirar abajo el almacén, ni los gritos de Hisabel para que la dejaran mear, ni el discurso de Anthony.

El cabrón del Clint.... Xuan saco una pipa más grande que el y apunto a la cabeza de Hisabel.

Anthony y Poli trataron de llamar su atención, el Xuan parecía un tipo muy loco capaz de cualquier cosa. No me dejaban otra opción, ahora con la mala sangre que me estaban generando estos subnormales a base de ostias, la última en mi preciosa jeta. Respire hondo y me puse a cantar como un poseso, a pleno pulmón, tan alto como pude, a ver si lograba desconcertar a esta manada de retrasados y de paso, los mas cercanos tal vez quedasen sordos o con unos buenos pitidos en los oídos:

Y una, y dos y tres, ahí va:

BUENAS NOCHES SEÑOORAA, BUENAS NOCHES SEÑOORAAAAAA, HASTA MAÑANAAAAAA......

El agüita amarilla de Hisabel, gran fan de los grupos de la movida madrileña, bajó por el canal de Hisabel II para hacer un que llueva que llueva la virgen de la cueva. Xuan el gochu la miró con asco mientras decía

- Mira ho, la madrilana mexóse del mieu. - Suspiró aliviado de no escucharla más pero Anthony seguía dando la brasa, Bonitín se había puesto a cantar con su voz de tenor y Poli hacía lo que mejor se le daba, atraer los golpes como si fuera un imán. El gochu les miró a todos mientras atrás, uno de sus hombres carraspeaba intentando llamar su atención. El gochu miró en dirección a los otros y con calma sacó el tambor de la pistola para enseñárselo. Estaba lleno, balas del 45 del especial, de esas que te hacen agujeros que parecen pozos mineros. El padrinu asturiano les dijo en tono muy sobrado

- Nun tengáis priesa qu'hai bales para toos. La meona yá ta callada, asina que creo que voi cargar al vieyu por charrán. Que ye más pesáu qu'un collar de melones, cagon mi máquina!

Se dirigió hacia Anthony con malas intenciones y entonces uno de sus hombres se acercó, el que estaba carraspeando y en un español con fuerte acento vasco le dijo

- Aupa padrinu. Perdone que le interrumpa cuando va a matar, que ya sé que no le gusta que le interrumpan cuando saca la Manoli pero, esos tipos que están atados en la silla son el equipo Jarl, unos prófugos por los que ofrecen medio kilín de euros.

El patrón se giró diciendo que aquellos desgraciados valían menos que la madre de la sidra y que si estaba seguro, pero Manolín lo estaba y Ana, que quería marcar diferencias entre los que iban a pillar plomo y los que no se lo confirmó. El segundo del gochu le dijo

- Estoy seguro patrón, que ayer no podía dormir y pusieron un anuncio a la hora del teletienda y salía la gocha meona y el que tiene cara de haberse pinchado lejía en vena, y sí, el cantante cagabandurrias también. Salía un teléfono para llamar y en cuanto los apresan te pagan por bizum. Dinero seguro y no tenemos que mancharnos las manos....

El gochu bajó el arma y empezó a caminar en círculos decidiendo en si prefería el dinero o el placer de tunelarles la frente a tiros. Los murmullos de los hombres de detrás empezaban a aumentar y todos iban en la misma dirección, entregarlos y cobrar la pasta. Negocio redondo.

El gochu no lo tenía claro. Era un tipo de instintos y algo le decía que cuanto antes los despachara menos por culo darían, especialmente el charrán y la meona, que parecía haberse bebido medio Nalón por lo que había echado en su sancta sanctorum. El gochu se detuvo, se fue hacia Anthony y le dijo

-Díxivos que llevaríais la del pulpu y vais llevarla. Rezái vueses últimes palabres - Amartilló la pistola y entonces empezó a sonar su móvil con una melodía muy de la tierra, que hizo que renegara hasta en castellano

- Me cago en la puta ya, coño, que diga cagonros, que nun se puede matar foriatus tranquil. Quien collones ye?

La cara del gochu cambió, palideciendo inmediatamente y sus modos de dictador de república sidrera se resquebrajaron mientras balbuceaba

- Covadonga, Nun puedes esperar un poquitín? Inda tengo trabayu. Non, Non te enoxes, por favor, sí, vale, vamos tar ellí en 10 minutos. Non ciñu, seguro que va tar buenísimo. Sí ciñu, si ta malu va ser culpa mia. Sí. Vienen los rapazos, bonu, unu non, que nun puede comer.... vale, sí, en 10 minutines, prometíu. Ciñu, agora nun puedo, delantre de los mios homes non... ciñu... vale, te quiero frixuelin de la mio alma.

Las sonrisas y los codazos de recochineo de los collaceos del gochu fueron acallados cuando éste se giró con la Manoli y les pidió que se rieran si tenían huevos. Que lo mismo mataba foriatus que mataba carapijos. Se hizo un silencio sepulcral en el almacén y finalmente dijo.

- Aquí cuando yo falo toos cierran la bocona. Oyistis?

Se acercó a Hisabel y esta le intentó dar una patada pero sus piernas estaban atadas con maromas a la silla así que solo consiguió mover la silla un poco, lo suficiente para que el gochu viera que había intentado moverse pero sin poder precisar que había intentado. Parecía que ahora si lo tenía claro y dijo

-  llapada al telefonín ese y vamos comer el corderu a la estaca primero que se va a enoxar la Cuadonga.  Traéi les esposes de cuando vinieron les putes y zarráilos, Non vos preocupeis pola roxa, que ye más tonta que quien ficho al Llobu Carrasco para'l Oviedu

Los hombres del gochu salieron de la oficina y al poco tiempo volvieron con unas esposas de las que se utilizan en las despedidas de soltero. Ataron las manos de Hisabel, Anthony y Bonitín sin quitarles las bridas, que todo el mundo sabe que dos cosas para atar las manos son el doble de efectivas. Cerraron las puertas de la oficina y se fueron cantando canciones de Victor Manuel para comerse un cordero a la estaca en casa del patrón y la patrona, la Covadonga, una mujer de armas tomar.

Los hombres del gochu se fueron y durante un par de minutos todos se quedaron mirándose los unos a los otros por si volvía Manoli a darles un besito de plomo, pero no, los hombres se habían ido a fartarse y los habían dejado encerrados mientras llamaban a Arensivia. Tenían algo de tiempo, entre que localizaban al coronel y volvía de donde estuviera buscándoles tenían algo de margen, pero el asunto del gochu lo iban a tener que despachar rapidito o iban a tener que renunciar a la pasta.

La bióloga temblaba mientras los iba mirando de uno en uno hasta que, finalmente, empezó a gritarles y les dijo

- Bueno, y ahora qué? No eráis el equipo Jarl? Escaparos, haced algo, que a vosotros os llevarán a la cárcel pero a mi el gochu me lleva por delante!!!

El equipo de había fugado de sitios peores que ese, pero aquel también tenía su miga. Era una habitación amplia, de muros de ladrillo, puerta corredera a la que habían puesto un candado con una cadena y techos altos metálicos de color azul. La iluminación natural provenía de 3 ventanucos situados a 3 metros y medio del suelo por los que una persona delgada podría salir, aunque tenían rejas para disuadir a los ladrones. Sus sillas eran de madera, antiguas y baratas pero resistentes, y la columna a la que estaba atado Poli era de medio metro de grueso y estaba en un lugar extraño para una columna.

Frente a ellos habían varios archivadores metálicos de oficina, sobre los que había varios libros con lo que parecía la contabilidad del gochu y frente a los archivadores un escritorio con un teléfono antiguo de los de rueda y un ordenador ejecutando windows 95 con el usuario bloqueado. El mobiliario lo completaba un perchero de pie, dos cuadros de barcos pesqueros y una mesita sobre los que había una báscula de precisión.

Un extraño cóctel formado por Arensivia, el matriarcado astur y un cordero a la estaca han sido los que han evitado que mis sesos terminaran desparramados por la nave industrial. Lo tenía todo calculado y me encanta que los problemas salgan bien.

En fin, lo primero ye... es lo primero. Soltarme de estas esposas de tienda erótica de la calle Montera como lo haría el gran maestro Houdini si le hubieran atrapado en la cama de un puticlub.

—Ana, bonita, mira a ver si encuentras una cizalla o unas tijeras grandes de podar tiradas por ahí —le pido a nuestra patrona mientras yo forcejeo con mis ataduras. A unas malas no las encontrará pero estará entretenida un ratito—. O un soplete también puede vernirnos bien. ¿Alguno quiere probar suerte a reventar la silla contra la pared?

Miro a mi alrededor en busca de cualquier cosa útil para la que se nos viene encima después de la tregua. La primera idea que se me viene a la cabeza es ir a por las cosas que tenemos en la Rosi (no los sobaos, precisamente) pero después de que nos hayan dado una paliza y amenazado con matarnos, esto ya es personal para mí (por lo que sea).

Pienso hacerle daño a Juanín donde más le duele: formateándole el PC, cambiándole los números en sus libros de cuentas e invitando a Bonitín a seducir a doña Covadonga, la Santina que nos ha librado de su marido y que merece un galán mejor que el que tiene.