Partida Rol por web

El sacerdote observa la escena sin intervenir en ella. De hecho, parece algo abstraído hasta que la señorita Harris se presenta, momento en que el anciano aprovecha para hacer lo mismo.

“Yo soy el padre Whitmore, tío de Alfred. Mucho gusto.”

Tras oír las palabras del apuesto caballero continúo sin estar muy convencida de que todo aquello haya sido producto de la casualidad puesto que sigue sin aclarar que le ha llevado al mismo lugar que nosotros. Puedo creer que realmente es su vecino, pero no mucho más. Sea como sea aquel caballero es... demasiado apuesto y bien seguro que sabe que ello puede granjearle más de un favor, pero yo no voy a caer en eso, los franceses no tienen nada que envidiar a los caballeros ingleses.

La intervención de Eleanor me parece muy apropiada, si el caballero responde esta vez a todas las preguntas que le hace, quizás pueda empezar a confiar un poco en él. Decido esperar a ver su reacción antes de volver a interferir en la conversación.

El gesto de Walter vuelve a la sonrisa cuando la señora Harris se presenta. No obstante, en esta ocasión, un tenue rictus nervioso condimenta la media luna de sus labios. Un brillo en sus ojos denota que le hace especial ilusión poder intercambiar unas palabras con la mujer. Tras saludar al sacerdote sin prestar demasiada atención, se centra en ella.

“Lo que les he dicho es todo cuanto sabemos los vecinos de Albury Road. Aunque es cierto que hay algo más en nuestro testimonio a la policía, pero no me atrevería a confirmar con determinación que ello esté relacionado con la desaparición del señor Drake.”

Aunque todos los amigos de Alfred puedan escuchar sus palabras, el discurso del fornido hombre se dirige exclusivamente a Eleanor. En un intento de buscar algo de discreción, se aproxima ligeramente a su interlocutora.

“Resulta que al poco tiempo de la llegada de Edward al vecindario, algunos notamos la presencia de merodeadores. Tipos malcarados que se desplazaban en un camión desvencijado. ¿Ladrones? ¿Quizás secues...”

En un acto reflejo, Walter mira a su reloj de pulsera y sus ojos se abren como platos.

“¡Oh! Hace cinco minutos que debería estar en la oficina. Lo siento mucho, pero debo irme. Si les apetece seguir hablando - las cejas del hombre se arquean amistosas para todos los presentes – o quieren que les enseñe la ciudad, no duden en buscarme en el 37 de Union Street. A las 12.00 es mi descanso para almorzar.”

Antes de irse, el hombre se dirige nuevamente a la señora Harris.

“¿Eleanor Harris, la escritora? ¡Lo sabía! Me encantó “Mi vida sin mi”. Espero volverla a ver pronto y quizás… ¿Hablar sobre literatura?”

Dicho esto, el hombre sale del local con paso ligero mientras se despide del resto del grupo con la mano en alto y su acostumbrada sonrisa.

Parece que aquel apuesto joven solo tiene ojos para Eleanor, era comprensible puesto que no solo era una joven elegante y bella, sino que poseia un un increible talento con la pluma. A pesar de ello, no puedo evitar sentirme algo derrotada por la falta de atención así que me senté en mi sitio y finalicé mi intervención en aquella conversación. Definitivamente aquel tipo no me gustaba...

Aquel caballero se marcho a toda prisa dejandonos de nuevo a solas y aproveché para desahogarme con Harris

-Querida, parece que tienes una cita esta noche con el apuesto señor Howell, pero asegúrate de sacarle algo de información antes subir a su habitación- le guiño un ojo con picardía.

El bullicio ya es generalizado en la zona de mesas cuando Walter Howell  sale del Prince of Wales. No es hasta que las puertas se cierran tras su ancha espalda cuando el grupo procedente de Londres estalla en comentarios. La primera en iniciar la ronda de apreciaciones es la señorita Moreau que, con cierta picardía, deja intuir un posible flechazo entre el hombre y la escritora. A continuación, el padre Whitmore, a fin de sacar al grupo de la modorra post-desayuno, interviene con voz grave y algo cansada.

“Damas, Alfred, creo que deberíamos ponernos manos a la obra. Averigüemos de una vez qué le ha ocurrido al señor Drake.”

Lo pequeños ojos del anciano se cruzan por un momento con los de Catherine y estos confluyen en un mismo resplandor mate y apagado.

El extraño no nos deja tiempo de intentar sacar alguna respuesta más a la historia que nos acontece y casi sale huyendo de aquel lugar. Parece saber quién soy. Eso me hace sentir extrañamente bien.

-oh, querida, no es mi intención complicar mi vida añadiendo amantes a mi cama, pero, tal vez este señor tenga alguna respuesta más que no haya dejado ver. Lo del amigo de Alfred es, como poco, extraño. Así que sí, como bien dice usted, mi idea es tratar de sacarle algo de información, sin necesidad de subirle a mi alcoba, querida-explico con una sonrisa que hace destacar el esmalte blanco de mis labios contra ese pintalabios rojo intenso.

El padre comenta que sigamos con nuestra investigación, más bien que la empecemos.

-Estoy de acuerdo con usted, padre-añado mientras guardo las cosas que he ido sacando del bolso y me pongo de pie.

Sonrío al oír las palabras de Eleanor, me caía bien esa chica.

- Bueno visto lo visto pienso que si Eleanor se presenta sola para el almuerzo del señor Walter él hablará más, por lo tanto creo que deberíamos separarnos. Por mi parte no me importaría ir a la Comisaría, quizás puedan darnos algo más de información. Ah - digo mirando a la escritora - intenta averiguar donde vivía exactamente Edward, así más tarde podríamos pasarnos por allí... Bueno, ¿qué opináis?

El sacerdote parece algo contrariado ante la desenfadada conversación entre Eleanor y Juliette sobre amantes y alcobas. Claramente con la intención de cortar los derroteros de la charla, el padre Whitmore vuelve a intervenir, mientras se levanta con gesto dolorido de la silla.

“Señorita Moreau, un servidor y me temo que también mi sobrino también acudiremos a la comisaría. Quizás la señora Harris – el clérigo enfatiza ligeramente la palabra “señora” - quiera acompañarnos hasta que llegue la hora de su cita con el señor Howell.”

Hasta el momento, tanto la señorita Kavanagh como la señorita Baker siguen en silencio. El resto de grupo aguardan sus palabras.

No le pasa por alto la mirada del pastor y decide que más tarde hablará con él pues quizás le esté pasando lo mismo que a ella.Aún ensimismada en sus pensamientos no deja de escuchar las palabras de los que están a su alrededor y le sorprende un poco lo que propone Juliette pues sabe que Eleanor es una mujer tímida que además está loca por su marido así que poniendo una mano sobre el dorso de la de su amiga le sonríe con dulzura

-"Oh vamos,no atosiguéis a Eleanor.Podemos ir todos a la comisaría y luego a conversar con ese don Juan"-aprieta con cariño la mano de su amiga para que sepa que puede contar con ella-"A no ser que tú,querida,creas que debes ir sola para sacarle más información,algo que no me parece necesario"-puntualiza mirando a los demás-"Ese señor tenía ganas de hablar así que creo que lo hará igualmente vayamos todos o no"-

Agradezco en silencio, con un ligero guiño de ojo, a Catherine que no me quiera dejar sola con aquel Don Juan.

-Gracias, querida. Cierto es que no quiero que piense mal de mis intenciones. Vosotros sabéis que adoro a George. No creo que quiera nada más allá que tomar algo con una escritora que le gusta, pero no quiero dar lugar a malos entendidos. Así que, igual no todos, pero con alguien que me acompañe al almuerzo será suficiente. Dos cavezs piensan más que una-explico con delicadeza mientras en mi mente se dibuja la sonrisa afable de mi marido, del que llevo separada unas horas y al que echo de menos como si llevara años sin verle.

Miro a mi tío y asiento con la cabeza.

- Creo que lo mejor será que pasemos por la comisaría. Si ha salido en el periódico es lógico pensar que haya una investigación abierta sobre el caso. Me presentaré como amigo de Edward y espero que me cuenten algo. Yo también, desde mis conocimientos sobre él podré dar alguna luz a la situación.

Vistas las respuestas de los allí reunidos, me levanto dispuesta a ir hacia la comisaría.

- Muy bien, empecemos entonces por la comisaría.

Recojo mi bolos, me coloco el abrigo y espero a que los demás hagan lo propio.

Más por ganar tiempo que por cortesía, Alfred se anticipa al resto de sus amigos y, tras pedir la cuenta con gesto urgente, paga el desayuno. Después de vestirse con abrigos, guantes y bufandas, el grupo sale a la calle para encontrarse con un Aberdeen más despierto e iluminado que el de hace escasa media hora, cuando, todavía de noche, habían entrado al Prince of Wales para desayunar.

Tras recorrer algunos números de Union Street, los seis de Londres no tardan en alcanzar la comisaría de Aberdeen, situada en un solemne edificio de granito del siglo XIX. Una vez allí, en la recepción, Alfred explica el motivo de su visita y, después de unos minutos de espera, la mujer que hay tras el mostrador les indica que pueden entrar al despacho del inspector Sutherland.

Sentado tras una mesa repleta de papeles y carpetas, un pelirrojo serio de frondoso bigote de manillar aguarda con un bloc de notas entre las manos. Cuando el grupo entra a su despacho, se levanta y con un gesto de la mano saluda a los recién llegados, para, sin esperar respuesta, volver a tomar asiento.

“Soy el inspector Martin Sutherland. ¿En qué puedo ayudarles?”

La voz del inspector es grave, de barítono, con un marcado acento local.

Me adelanto a mis compañeras y a mi tío y comienzo a hablar al policía.

-Inspector. Mi nombre es Alfred Lean y vengo de Londres junto con mis amigas y mi tío. Hemos llegado hasta Aberdeen tras recibir una misiva de mi buen amigo Edward Drake en la que me decía que precisaba mi ayuda. Imagine cual ha sido mi sorpresa al llegar hoy y leer en su periódico que Edward ha desparecido. ¿Podría informarme de  cómo ha sido? ¿Qué saben de mi amigo? Por mi parte, me pongo a su entera disposición por si puedo ser de ayuda.

Contemplo al inspector con mirada de auténtica preocupación.

Catherine se arrebuja en su abrigo de visón mientras caminan por las frías calles de Aberdeen mientras piensa en la desaparición de aquel hombre amigo de Alfred.Camina junto a las otras dos mujeres aunque todos parecen ir sumidos en sus pensamientos por lo que al llegar a comisaría y presentarse ante el comisario la joven no habla pues tampoco puede decir mucho ya que no conocía a Edward,sin embargo la preocupación de su amigo es la suya también por lo que reza para que aquel inspector les pueda decir algo útil

Al salir de aquel local, el ambiente es más acogedor, más despierto. Eso hace que me sienta extrañamente bien. Recoloco el bolso que llevo y me coloco bien la bufanda pues el frío sigue siendo patente y tengo tendencia a resfriarme con facilidad. 

El camino a la comisaría se me hace realmente corto. Casi tengo la sensación de que ha pasado un suspiro desde que salimos hasta que llegamos a nuestro destino. Entramos allí y, mientras Alfred habla con la recepción, me quedo un poco atrás junto a Catherine pues me tiene algo preocupada.

-¿Estás bien, querida?-le pregunto a mi amiga pues su cara seria ha llamado anteriormente mi atención y el encuentro con aquel galán imposibilitó nuestra conversación.

Justo cuando iba a hablar Alfred se me adelanta, asi que no digo nada, la verdad, tenía más sentido que fuese él y no cualquiera de nosotros quien empezase la conversación allí. Asi que me mantengo expectante, ¿conseguiríamos algún dato nuevo? o ¿simplemente nos contarían lo que ya sabíamos?