Partida Rol por web

—Descansemos pues —dijo dejando caer la mochila, que hizo sonoro plof acompañado del crujir de pergaminos.

Observó a Bharnus salir al exterior, en busca de hierbas decía. Se acercó hasta la puerta para gritarle.

—¡No te alejes mucho!

Se sentó allí mismo, en el quicio del enorme portón del Nudillo, vigilando a su compañero por si algo acechase en el exterior.

Ethbel buscó un rincón donde colocar su equipo y poder sentarse cómodamente. En un momento dado, se recostó sobre la mochila y cerró los ojos. Le sentó bien el descanso, a pesar de que todavía podía notar las consecuencias de la terrible aflicción provocada por aquellas criaturas.

Necesitaría más tiempo para poder recuperarse del todo, como bien había advertido Okkar, pero al menos estaba mejor para poder continuar y enfrentarse a nuevas adversidades.

Por fin, el combate acabó y las figuras se desintegraron en trozos de roca y mineral. Hilda se quedó en tensión, esperando que en cualquier momento fuesen a aparecer más, pero finalmente solo hubo silencio y la acogedora tranquilidad del interior de la montaña. Hilda guardó el martillo y miró a sus compañeros con una gran sonrisa, el fuego brillando en los ojos. 

-¡Buen combate, compañeros! ¡Parece que todos sabéis manejar un hacha! Ah, hacía demasiado que no combatía hombro con hombro con buenos guerreros enanos. ¡Cómo lo he echado de menos!

Echó un vistazo a su golpe, no era nada grave y el dolor se pasaría con un poco de descanso. Rebuscó a ver si encontraba algo de material valioso en los montones de piedras que antes habían sido aquellas criaturas, y aprovechó para volver a poner en su sitio uno de los anillos de la cota, que se había dado de sí. 

El grupo descansó durante un rato curandose las héridas sufridas en la pelea y poniendo sus armas a punto. Cuando Bharnus volvió Okkar se puso en pie.

-Bueno, ¿por donde vamos?-dijo señalando a las dos puertas que había a izquierda y derecha de la sala. La más grande, la de la derecha, permanecía cerrada mientras que la de la izquierda estaba levemente abierta. 

Ethbel se incorporó de nuevo, tomó su equipo y se sacudió el polvo de la ropa.

-La puerta entreabierta despierta mi curiosidad, pero no me importa si preferís ir por una u otra. Puede que al final tengamos que inspeccionarlo todo igualmente.

La enana cargó la maza sobre el hombro preparada para continuar la marcha.

Alrik animó con un manotazo en el hombro a Bharnus, que volvía sin haber encontrado ninguna planta útil. Después recogió su mochila mientras los demás se incorporaban.

—En mi experiencia siempre es mejor dejar cerradas las cosas que lo están, para evitar riesgos de activar mecanismos indeseables. Si esa puerta ya está abierta, echemos un vistazo por allí primero.

Acabado el descanso, y con las anillas de la cota otra vez en su sitio, Hilda se levantó con renovadas energías. Había guardado los pequeños trozos de mineral que habían soltado aquellas criaturas, que podían ser útiles más adelante. Su fuego en los ojos ardía de nuevo con fuerza. 

-Una puerta abierta es una invitación-dijo asintiendo a Bharnus-Vamos allá. 

Bharnus dio una vuelta a los alrededores de la entrada a la montaña. No se alejó mucho. Alrik pudo ver el apesadumbrado andar del monje mientras se agachaba inspeccionando las plantas que allí crecían.

No prestaba mucha atención a las mismas. Dudaba que fuera a haber algo más allá de hierbas comunes. Aprovechó el paseo para calmar su espíritu. La lluvia le surcaba el rostro. Frías gotas que lidiaban con los acalorados pensamientos del enano.

Cuando pasó un rato, volvió a las puertas. Cuando estuvo al lado de Alrik le hizo un gesto de negación con la cabeza, dando a entender que no había encontrado nada.

- tiene mejor aspecto ahora -sonrió mientras señalaba a la tortuga

Se dirigió al centro de la estancia, guardó las cosas en su mochila y se puso en pie con el martillo sobre el hombro.

Asintió ante lo que decían los compañeros: 

- podemos investigar tras la puerta abierta, por si hubiera algo o alguien esperando a que le demos la espalda para salir a por nosotros -y siguió a los demás hacia la puerta de la izquierda

El grupo de enanos se dirigió hacia la puerta abierta y se asomó. Al otro lado había un pasillo. Una puerta cerrada se alzaba en el extremo norte. El acceso al extremo sur del pasillo quedaba parcialmente bloqueado por una montaña de piedra caida. Justo encima de esa pila se vislumbraba un gran agujero en el techo. Más allá del montículo que entorpecía el paso por el pasillo acababa en otra puerta cerrada. En una abertura estrecha en el techo, justo delante de la puerta, podía adivinarse el comienzo de un rastrillo.

Ethbel avanzó por el pasillo en vanguardia, como solía hacer en las patrullas de sus tiempos como soldado. Caminaba con cuidado, por un lado para prestar atención a cualquier cosa que le alertase de los alrededores, y por otro porque el cansancio de aquella afección le había hecho perder movilidad.

-Tengamos cuidado con ese montículo de piedras. No me fiaría mucho de su estabilidad-dijo casi como un pensamiento en voz alta.

Bharnus caminaba tras Ethbel, y cuando ella habló, se acercó un poco a los escombros y miró el agujero del techo.

Que Hilda fuese siempre con aquella energía ardiente no significaba que se fuese a lanzar de cabeza a algo que birn podía ser una trampa. Se escurrió con sus compañeros y escrutó la zona. 

Alrik siguió a sus compañeros que examinaban el montículo de rocas caídas a la izquierda, mientras con un gesto la tortuga mecánica se ponía quieta en el pasillo vigilando la puerta del lado derecho.

—¿Un derrumbamiento? Algo extraño, y más tan cerca de la superficie...

Los enanos, excepto Ethbel que le preocupaba más convertirse ella en piedra que las piedras del pasillo, no tardaron en darse cuenta de que aquel derrumbamiento se debía a una antigua trampa situada en el hueco del techo. Alguien debía haberla activado hace mucho. Alrik comenzó a examinar el monte de escombros y rocas y pudo ver algo que sobresalía entre las piedras: Una mano. Una mano enana.

Debía llevar muchos años enterrado allí bajo esas rocas pues apenas quedaba algo de pellejo en los huesos. Pese a lo siniestro de la escena eso significaba que al menos no eran ellos los que estaban enterrados bajo aquel montón de piedras.

—Pobre diablo...

Musitó al comprobar que el desdichado que había sepultado entre los escombros era un enano.

—Ya me extrañaba que se hubiera caído parte del techo porque sí. Bueno, que nos sirva de advertencia. Si hay una de estas, habrá más. Y trampas de otro tipo supongo.

Miró a Okkar, con cierta sorna.

—¿Ves? Ya me extrañaba que a nadie le hubiese dado por pasarse por aquí antes que a nosotros. Ahora sólo tenemos que tener algo más de suerte que los anteriores...

- Bueno, no dije que fuera el único. Pero desde luego si el único que ha salido con vida o por lo menos ha querido volver-dijo con una sonrisa macilenta- de todas formas... por el estado de esa mano... diría más bien que estuvo aquí cuando cayó el Nudillo y que era uno de sus habitantes originales. O al menos uno que no se convirtió en una de esas cosas...-añadió con desánimo.

-Mejor este destino que la maldición que los otros sufrieron. Al menos yo lo preferiría.

Ethbel se imagió por un momento la caída de este asentamiento. Siempre es duro escuchar cómo una comunidad enana cae ante el enemigo. Por suerte, la fuerza, longevidad y voluntad de los de su raza consigue, en más de una ocasión, recupear los antiguos reinos perdidos.

La enana volvió en sí y siguió avanzando por el pasillo.

-Bien, tenemos varias puertas por las que continuar. ¿Por cuál seguimos?

Un ligero escalofrío recorrió la espalda de Bharnus. Trampas. Odiaba las trampas. Un monje férreo y entrenado; y sin embargo, algo torpe.

- habrá que sospechar hasta de las sombras -gruñó, y señaló por encima de los escombros hacia el rastrillo que aparecía encima de la puerta sur-  Eso no es muy normal, no? 

Dio unos pisotones a los escombros del suelo para comprobar su resistencia a ser pasados por encima