Partida Rol por web

Bran Stark, incómodo en su gran silla y tras guardar demasiado tiempo silencio decide elevar la voz -Quentyn Martell no es un mal hombre, es sabio e intrépido, un gran guerrero y anfitrión. Sin embargo le pierde la lujuria, su miedo a perder y su poco tacto en algunos momentos claves como este -explica el señor del norte -en suma no es mejor ni peor que el resto de los presentes. La Casa Stark debe discutir sobre si alguno de los presentes puede ser adecuado para el trono o si yo mismo tengo posibilidades para ello. No tomaremos decisiones en caliente pero una cosa os dejo claro, si no estamos conformes con el rey elegido el Norte creará su propio reino, como antaño deseamos -concluye Lord Stark.

No eres nadie para darnos lecciones niño tullido, tus siervos deberían tener piedad contigo y acabar con tu sufrimiento -contesta Asha sin reprimirse -y tu pequeña bastarda, no te atrevas a insultar mi inteligencia, la historia deja bien claro que el rey gana su corona con sangre, como lo hizo el primer Targaryen, como lo hizo Robert Baratheon y como lo hizo la difunta Madre de los Dragones -la lider de los kraken saca su hacha de la mesa y señala con ella a la bastarda de Lord Gendry -y que te quede claro una cosa, si vuelves a insultarme te cortaré la cabeza, estúpida insolente -algunos de los hombres de Asha Greyjoy llevan sus manos a las armas que tienen enfundadas, preparados para darles uso.

Uno de los guardaespaldas personales de Lord Gendry camina hasta colocarse junto a Sylven Water, se coloca su escudo en la mano y mira friamente a los miembros de la casa Greyjoy, preparado para actuar.

¡Señores! Tranquilizaos y razonad. Debeis obediencia a la mano de la difunta reina, no teneis elección, sólo podeis discutir algunos términos, no negaros -grita Lord Blackmont enfadado.

Tras la intervención de Asha y otros miembros de la mesa permanezco callado, a buen entendedor pocas palabras bastan, un rey que se precie consigue su corona pagando su precio en sangre menos mal que alguno de por aquí entiende que no podrá ser de otra manera o empezara una gran guerra por el trono.

Sonrío con maldad ante las afirmaciones de los presentes, si alguno amenaza a mis señores lo abriré el canal y decorare la sala con sus tripas.

-Perdón, ¿insultaros? -respondo a las amenazas de la señora pirata-. Ni siquiera he dicho vuestro nombre. Si os habéis dado por aludida, disculpadme. La próxima vez trataré de explicarlo todo mucho más claramente -sonrío con una amabilidad descaradamente impostada.

No tengo nada que temer. Si se atreve a atacarme ahora, en plena reunión, la guardia de mi padre me protegerá y ella perderá el poco crédito que le queda.

-Lord Stark... -me dirijo al señor de Invernalia con total tranquilidad, como si los gritos sulfurados que Asha acaba de lanzarme no fueran más que la molestia de una mosca-, ¿queréis decir entonces que ha de elegirse el rey que vos propongáis, o comenzaréis una guerra como la que asoló Poniente hace veinte años? ¿Os parece eso prudente, milord? No quiero recordaros la desgraciada suerte que corrió vuestra familia en aquel entonces pues sin duda vos la conocéis mejor que yo -digo con voz compungida-, pero al margen de eso no creo que sea la forma más diplomática de empezar. Quizás muchos de los presentes me despreciéis porque soy ilegítima, o quizás porque soy demasiado joven. Bien, no os lo reprocho. Pero de momento soy la única que intenta proponer soluciones mediante el diálogo...

Lucyen negaba con la cabeza. No iban a llegar a ningún acuerdo de ese modo. Sino encontraban una solución -aunque fuera provisional- en ese momento, la cosa se torcería de tal modo que la guerra sería inevitable.

Si me permitís- alzo al voz para volver a tomar la palabra- quizás haya que empezar con lo mas sencillo en estos momentos para ir avanzando. La designación de la reina sobre su heredero no ha gustado al parecer a las casas aquí presente -como no podía ser de otro modo- y la manera en la que está actuando Lord Quentyn Martell no ha sido, desde luego, la más adecuada.

Así pues, quizás sea conveniente enviarle un mensaje a Lord Quentyn para advertirle que las casas aquí presentes no van a tolerar tamaña insolencia por su parte y tomarán todas unidas las medidas necesarias en caso de que no ordene inmediatamente la vuelta de sus tropas a Dorne.

A partir de ahí, y si se acepta esta propuesta, creo que lo más conveniente sería hacer un receso para discutir sobre la sucesión con más calma, incluyendo también a Lord Quentyn Martell. Es evidente que hoy no vamos a lograr algún acuerdo.

¡Como os atreveis! Teneis un deber que cumplir, una obligación para con el reino -grita Blackmont iracundo andando de un lado para otro. Finalmente se acerca al grupo de los maestres que permanecen en silencio, salvo por el hombre de la túnica que no parece ser uno de ellos. En un arrebato de ira el Lord golpea a el hombre de la túnica, Lucyen Atreides, en el rostro con su mano para a continuación lanzarle de un empujón contra la mesa -Ninguno de vosotros puede rebelarse contra la voluntad de la reina, aunque vuestras voces serán escuchadas. Pero tú no eres ningún noble, ahora guardarás silencio para siempre- le dice el Lord al hombre caido sobre la mesa mientras desenfunda su espada -El castigo por la traición es la muerte.

La situación está llegando poco a poco y cada vez más hacia el límite. Me mantengo callada pero cuando veo lo que Lord Blackmont se dispone hacer me levanto de la silla.

-Deteneos Lord Blackmont-le digo relamente enfadada-Esa no es manera de proceder y creo que ninguno de los presentes dejaremos que ocurra lo que quiere hacer. Antes incluso de que su espada tocara la piel de ese hombre usted ya tendría clavada más de una, asi que por su bien, le digo que baje el arma.

Me quedo mirándolo antes de continuar.

-Hemos venido aqui para leer el testamento y discutir sobre lo que ahí se refleja viendo que parecía que la propia Reina tenía sus dudas, asi que no creo que hablar en libertad se considere traición ni mucho menos.- la actitud de lord Blackmont me ha sorprendido y cabreado.-Lo que está claro, pese a quien le pese, es que ninguna de las Casas grandes apoya a Quentyn como rey o por lo menos no nos parece el más adecuado para ocupar ese lugar ¿verdad?-pregunto mirando a todos-Pero creo que tampoco deseamos un derramamiento de sangre de inocentes por lo que la idea de Lucyen no me parece mala. Sin duda alguna ahora estamos todos demasiado alterados como para tomar la mejor decisión para nuestro reino, el de todos nosotros.

Me levanto de un salto en cuanto veo a Lord Blackmont apuntar con su espada a Lucyen.

-¡Padre! -grito, esperando que dé la orden de actuar a sus guardaespaldas . Lucyen es sólo un aprendiz de maestre, pero para mí es como si fuera miembro de mi Casa, si le hacen daño a él, le hacen daño a Lord Gendry y me hacen daño a mí.

-¡En verdad Daenerys era una gran reina si logró mantener en paz esta corte de locos sanguinarios! -exclamo perdiento por completo las formas-. ¡Por los dioses, los únicos sensatos en esta sala somos ese aprendiz al que amenazáis de muerte, Lady Corbray y yo! ¡¿Qué demonios os pasa a todos los demás?! ¿No habéis aprendido nada de lo que ocurrió hace veinte años? ¡¿Queréis comenzar otra guerra para ver morir a vuestros hijos, a vuestros cónyuges y a vuestros súbditos?! ¡¿Ésa es la memoria con la que honráis a la Reina Dragón?! -tomo aire para tratar de tranquilizarme y un instante después continúo, algo más serena-. Lurleen y Lucyen lo han dicho: a ninguno nos convece Quentyn. Bien, demonios, ¡no es para tanto! Aquí están reunidas las grandes Casas, no tenemos más que proponer las candidaturas, discutirlas y decidir. ¿Qué es eso de desenfundar las armas y amenazar de muerte? ¿Somos nobles o animales? Si lo que he visto en esta reunión es la forma en que van a discurrir las cosas a partir de ahora, en este mismo instante embarco hacia las Ciudades Libres para no volver jamás. ¡Infausto el destino que le espera a Poniente! ¡Hasta los Dothraki demuestran más serenidad y cabeza que vosotros!

Me dejo caer en la silla, agotada y rendida. Qué diferente estaba siendo todo a lo que había imaginado cuando mi padre me pidió acompañarle a Desembarco... Emocionante, desde luego, pero inesperado y frustrante también.

El aprendiz se levanta, como si nada y mira hacia Lord Blackmont sin ningún resentimiento. A decir verdad, podía incluso entender los sentimientos del hombre. Leer el testamento de la fallecida reina y percatarse de que ninguna de las casas aquí presentes le estaba dando legitimidad alguna y tenían la sana intención de aceptarlo. Podía comprender su cabreo.

Lord Blackmont- dice mirándole con atención- entiendo su situación, pero es usted un hombre listo y sabe perfectamente lo que está ocurriendo aquí- alza ligeramente sus dos manos para abarcar la sala- las palabras de los líderes de las grandes casas no dejan lugar a dudas- cruza sus brazos- y la señorita Lurleen Corbray lo acaba de describir perfectamente- añade mirando a la mujer brevemente en señal de gratitud- ninguna de las casas apoya a Lord Quentyn, y por mucho que el testamento de nuestra amada reina diga que es su sucesor, ellos no tienen intención de aceptar eso.

¿Es traición? sin lugar a dudas... pero en tal caso, no mate a un pobre aprendiz de maestre que poco puede hacer. Vaya a por los líderes de las casas en todo caso- tras esto, vuelve a su asiento, no sin antes lanzar una rápida inclinación de cabeza a Sylven por sus palabras, como si nada hubiera pasado.

Sigo defendiendo mis palabras y mi proposición. La señorita Lurleen Corbray ha dado su opinión, ¿que opina el resto?

Lord Blackmont duda ante el ataque de ambas mujeres. Gracias a esa pequeña distracción el aprendiz de maestre tiene tiempo para levantarse y defenderse, trantando de volver a su lugar.
El viejo lord parece contrario a dejar que Atreides parta impune pero duda unos instantes, sólo unos segundos, tiempo más que suficiente para que otra mujer en la sala le impida terminar su idea de justicia.
El cuerpo sin vida de Lord Blackmont cae al suelo. En su frente descansa clavada una pequeña hacha de mano casi hasta la empuñadura.

Ya podemos discutir más tranquilamente -dice Asha sentándose tras su lanzamiento.
Los soldados apostados en las puertas desenvainan sus armas, preparados para luchar. Sin embargo no son los únicos.

Un hombre viejo que acompaña a Asha juguetea con su mazo mientras mira a los guardias, acompañado por media docena de hombres de la Casa Greyjoy con las armas desenvainadas -Se ha hecho justicia y el Dios Ahogado está contento, una vez hecho el sacrificio pertinente podemos continuar con la discusión, siempore que nos dejeis tranquilos -prosigue lanzando una mirada desafiante a los guardias -escojamos rey a la vieja usanza, que se presenten los candidatos y se vendan ante nosotros, que nos vendan lo que creen que aportarán. ¿Estais de acuerdo? -pregunta con el beneplácito de su señora.

Miro a mi padre con desesperación y cansancio en los ojos. Hay poco que pueda hacerse ya para arreglar esto.

Y yo que había creído que todos los grandes señores llegarían a esta reunión protegidos por acuerdos y alianzas, y resulta que no son más que alimañas peleando por un trozo de carroña...

-Padre, hacéos oír... -digo casi con un hilo de voz-. Dejad claro antes de que los guardias asedien la sala y nos asesinen a todos que Lord Blackmont ha sido asesinado por Asha Greyjoy, que la Casa de la Luz no ha tenido nada que ver... Que no quiere participar de estos actos... Decid algo, lo que sea, ¡pero hablad, demonios! ¡Observar y escuchar con la boca cerrada ya no sirve para nada!

Si pudiera imponerse ahora, pienso agotada, si lograra poner paz y hacer que vuelva la razón a esta sala... demostraría qué gran rey podría llegar ser. No al Azor Ahai, no el señor de la Casa de la Luz, no el bastardo de Robert... sino él, Gendry. Él es más sabio, más justo y más firme que ninguno de los presentes. ¿Por qué calla, entonces?

 No me pareció bien la reacción de Lord Blackmon, de golpear al hombre de la túnica y ponerse a amenazar a todos, pero no merecía, en mi opinión, ser asesinado a sangre fría... Esto traerá repercusiones.

 Miro a los miembros de la casa asesina y pregunté, con tono frío:

 - ¿Y que pasara si no os gusta nuestra elección?. ¿Nos mataréis a nosotros también?.

Mientras hablaba, posaba mi mano en el pomo de mi espada, atento a la reacción de los otros, aunque sin ser el primero en desenvainar.

 Mientras esperaba su respuesta, le susurré con disimulo a mi escudero:

 - Acércate con sigilo a tu madre y sácala de aquí, después buscar a la guardia real y contarles lo que ha pasado...

Al ver la desmesurada reacción de Lord Blackmont, me pongo en alerta, al ver que Lady Luerleen se pone de pie levantándose de la silla y advierte mi reacción es levantarme como un resorte tirando mi silla al hacerlo y mi mano se dirige a la empuñadura de mi espada.

Miro fijamente a Lord Blackmont con una sonrisa sanguinaria en mi rostro como haga algo y a una orden de lady Luerleen lo voy a cortar en pedazos y no sabes las ganas que tengo de matar  a alguien y así estirar un poco los músculos, jajá.

Se atreven a llamar a eso justicia? No dudo que en una comunidad pequeña como es la de las islas de hierro, la reunión y el foro de todo el pueblo sean prácticos, así como el asesinato a sangre fría de un alto mandatario que hasta hace poco estaba destinado a ser uno de los integrantes del pequeño consejo, casi tan insultante como matar a la mano del rey o su maestro de comercio. Den mira a Petryr Baelish, que solo es Arryn de nombre porque un complot le impidió a los señores declarantes recuperar a lord Robert.

Lord Brandon propone una separación de una gran porción de poniente, que es el norte y el cual nos afectaría a todos, ya que mantienen la sangre de los primeros hombres viva, así como los Lannister aqui presentes mantienen las de los Andales, los Greyjoy se honran de su temple de nacidos del hierro y la sal, los Baratheon como mi señor Gendry y los Targaryen compartían la sangre de Valyria en mayor o menor proporción, y los Martell tienen la tradición de los Rhoynar que mantener. La pérdida de cualquiera de estos aspectos de poniente sería una pérdida terrible a nuestra identidad, a nuestra unidad y más importante, una pérdida innecesaria. Lástima que no haya Reeds aqui, la sangre de los hijos del bosque es antigua y fluye con sabiduría.

Lady Greyjoy ha roto las leyes de la hospitalidad que nos ha ofrecido el consejo y así también lo ha hecho quienquiera que desnude su acero en esta audiencia. La sentencia ya no depende de mi sino de los anfitriones, el concejo de maestres, cuya pérdida lamentamos.

Durante su charla, Den se ha movido sutilmente detrás del escudo de Alisa, para evitar posibles hachas buscando silenciarle. Hablar la verdad siempre será una de las causas principales de muerte en Desembarco del Rey, por lo visto.

No se esperaba eso... la muerte de Lord Blackmont era lo último que debía ocurrir. Esperaba que el hombre recapacitase y no volviera actuar de esa manera, pero había dudado sobre que hacer, y eso dio tiempo a Asha Greyjoy a actuar con rapidez, acabando con Blackmont como si nada.

Ahora la reunión ya esta rota- piensa- habrá guerra en Poniente.